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Grecia

El otro y su cuerpo

Fuentes: To Vima

Traducido del griego para Rebelión por Juan Muñoz Flórez

Noticias relacionadas: a obispos metropolitanos el acuerdo de convivencia entre personas del mismo sexo les empuja al desvarío y al mismo tiempo unos machos salvajes atacan a una pareja homosexual en Pangrati. Y cuando decimos «atacan» nos referimos a empaparlos de lejía y romperles varios huesos, literalmente.

¿Hemos de suponer que los machos salvajes, después de su ataque, van a comulgar? ¿Hemos de suponer que los portavoces del odio se despiertan bañados en su propio sudor, torturados por sus propios sueños prohibidos? No, no hemos de suponer nada. No nos importa la orientación sexual de aquellos que están permanentemente ocupados con la sexualidad de los demás. No es un tema de psicoanálisis. Lo que nos importa es el marco legal y político que fomenta la intolerancia.

No es la primera vez que el clero reacciona al proyecto de ley que asegura derechos familiares a personas del mismo sexo. El error es que da pie a una discusión sobre el contenido, a si un obispo puede llamar «despreciable» y «pervertido» a un ser humano por su vida amorosa. El problema no es éste. Lo irregular de sus intervenciones tiene que ver con el ámbito de la imposición de la iglesia. Los obispos y generalmente los curas tienen cierta potestad sobre los fieles que van a misa y se confiesan. Si uno elige este modo de vida, el cristiano, puede contarle sus pecados a su confesor. El resto de la gente se las apaña a su manera, sin rendir cuentas ante el iconostasio.

Así, por un lado tenemos reglas morales, religiosas, que determinan que el hombre se acuesta con la mujer, que aprueban unas prácticas en la cama y que dan unas instrucciones en combinación con la abstinencia. Por el otro, tenemos un estado perteneciente a la civilización occidental que tiene la obligación de reconocer derechos a ciudadanos que carecen de ellos. Se trata de derechos de seguridad y de herencia, es decir, de prerrogativas que surgen de la idea de la familia. Estos derechos legales están siendo pisoteados con la ayuda de teoremas eclesiásticos sobre normalidad en el sexo y con la ayuda también de canallas que pegan palizas e insultan a cuantos no ocultan su orientación homosexual.

Algunos consideran que esto no es asunto suyo, dado que ellos se acuestan con personas de distinto sexo. Hagamos un ejercicio para tratar de comprender cómo el moralismo entra en conflicto con las libertades personales. Imaginemos que los curas comienzan una predicación por toda Grecia contra el adulterio y exigen la vuelta a la ley que estaba en vigor a comienzos de los años ochenta. Recordemos que las parejas heterosexuales al margen de la ley eran hasta entonces detenidas por la policía. Recordemos que la policía tenía el derecho de echar abajo la puerta de una habitación de hotel si se había denunciado que dentro un hombre casado estaba manteniendo relaciones sexuales con una mujer que no era la suya. Para probar el delito, los adúlteros eran llevados a comisaría sólo cubiertos por la sábana.

La ley del adulterio emanaba del mandamiento cristiano a ese respecto ya desde los principios de la iglesia. Hoy suena completamente ridícula y medieval. Igualmente ridícula nos parecerá en unas pocas décadas la obstaculización de la unión legal de personas del mismo sexo. Es seguro que ni la iglesia ni los machos salvajes detendrán la armonización de la ley con la realidad. Simplemente dilatan el proceso.

Fuente: http://www.tovima.gr/opinions/article/?aid=625339