Como estaba previsto, el Papa Francisco vino a visitarnos, en una gira por la parte sur del continente, que abarcó solamente dos países. En Chile, su visita se vio opacada; pero en el Perú, brilló por diversos factores. Quizá si el decisivo, fue que se enmarcó en el centro de una grave crisis política que […]
Como estaba previsto, el Papa Francisco vino a visitarnos, en una gira por la parte sur del continente, que abarcó solamente dos países. En Chile, su visita se vio opacada; pero en el Perú, brilló por diversos factores. Quizá si el decisivo, fue que se enmarcó en el centro de una grave crisis política que nadie pudo oculta. Los propios comentarios del invitado, estuvieron vinculados a los asuntos más candentes del escenario nacional y fueron mostrados como reflejo del drama que nos agobia. Por eso, aún no se apagan los ecos de su presencia.
Bien puede considerarse que tres fueron los momentos más significativos de la visita Pastoral. El primero en la Amazonia, en el encuentro con las poblaciones originarias de la selva peruana; el segundo, en Trujillo, en norte del país; y el tercero en la capital, en lo que fuera el acto central desarrollado en la base aérea de las Palmas. Puede considerarse que no menos de tres millones de personas participaron directamente, o estuvieron presentes, en los actos, o en la ruta del Papa, en lo que significó la visita más concurrida que se haya producido en el país.
Por su trascendencia, bien vale comentar algunos de elementos más relevantes de esta experiencia. Veamos.
Quizá lo más significativo, ocurrió en Puerto Maldonado, la capital de Madre de Dios. Peregrinos de Brasil, Bolivia y el Perú se dieron cita en este olvidado rincón de la patria, donde contrasta vivamente la inmensa riqueza del suelo y el subsuelo, y la infinita y descomunal pobreza de sus habitantes Allí, lacerantes y simbólicas fueron las palabras de Yésica Patiachi Tayori, 31 años y profesora de escuela, quien con el rostro pintado, en honor a los colores de la naturaleza, estremeció al auditorio que la escuchaba y que rompió en una cerrada ovación para rubricar sus denuncias y quejas, ante un Papa que la miraba entre sorprendido y anonadado. Apenas 2 minutos 30 fueron suficientes para tensar la cuerda al máximo.
En la circunstancia, la definición del clérigo, fue contundente: condena al extractivismo; rechazo abierto a la minería ilegal e informal;, condena a las agresiones contra la bio-diversidad y el medio ambiente; y repudio a la trata de personas y a la explotación de menores, al trabajo infantil y el abuso sexual. Nada se quedó en el tintero en el caso en esta zona del país en la que impera corrupción, degradación ambiental, deforestación e inicua violencia contra la mujer, y donde tráfico de droga y contrabando se dan la mano, virtualmente a la sombra de las autoridades de turno, y de mafias que campean impunemente.
En Trujillo, le tocó el turno a la corrupción a la criminalidad organizada, al sicariato, al feminicidio y a la violencia, que degrada la vida de los peruanos. La solidaridad con las víctimas de las catástrofes ocurridas entre marzo y mayo del año pasado, y que perdieran bienes, recursos y viviendas; contrastó con la ridícula «viveza» de las autoridades, que optaron por cubrir con plástico azul las zonas más devastadas y deprimidas, para que el Papa «no las vea». La increíble «explicación» del gobierno pinta su ineptitud: «tapamos los lugares, para que no afearan la ciudad».
Y en Lima el tema fue básicamente político. El emisario de Roma se preguntó con irónica dosis de ingenuidad e inocencia, qué pasa en el Perú, donde los Presidentes terminan su gobierno y marchan a la cárcel, o son requeridos por ella. La mirada tocó tanta carne que el propio PPK optó por deslizarse por la orilla del tema asegurando que, en efecto, «lo malo del Perú, son sus políticos». No dijo -claro- que se trataba de los políticos de la Clase Dominante, ni se atrevió a admitir que él mismo, es político y carga sobre sus hombres severas acusaciones de corrupción.
Y hablando a todos los peruanos, en su mensaje central, dijo el Papa que el deber de todos era «no dejarse robar la esperanza». Y es que, en efecto, aquí a nuestro pueblo le han robado todo: millones de soles, recursos naturales, bio diversidad, riquezas básicas, ingentes tesoros, empresas públicas, bienes, agua y servicios. Lo único que les queda, es la esperanza. «Que no se le roben» demandó el Primado, sabiendo que a muchos, ya les robaron hasta la vergüenza.
De modo general, el mensaje del Obispo de Roma estuvo dirigido a los más pobres, a los marginados y a los excluidos, a los enfermos y a los desvalidos. Buscó reconciliarlos con la Iglesia, exigiendo que ella abra sus puertas con generosidad y altura. «Jesús creó los siete sacramentos, y con cierto tipo de actitudes creamos un octavo: el sacramento de la aduana pastoral», dijo en una de sus frases más celebradas.
Fue esa una manera casi directa de censurar a las autoridades eclesiásticas peruanas lideradas por Juan Luis Cipriani, el Obispo del Opus Dei que buscó estar presente en todos los eventos papales, pero no pudo lograr su objetivo. Del mismo modo como PPK buscó ponerse a la sombra de Francisco para «ganarse alguito», Cipriani buscó «la suya» sin fortuna. Ambos, recibieron palo por doquier.
El más ostentoso de estos golpes cayó sobre Kuczynski. El Papa le quitó violentamente la mano cuando el Presidente pretendió besarle el anillo. La adulación y el servilismo no compensan, quiso decir probablemente el visitante, en un gesto que los «medios» no alcanzaron a ocultar.
Hubo algunos instantes de solaz y alegría, sin embargo. Uno de ellos, -quizá el más vistoso- ocurrió en la puerta de la Nunciatura Apostólica en las primeras horas del sábado 20 y estuvo a cargo de la embajadora de la Nicaragua Sandinista, Marcela Pérez Silva, Carlos Mejía Godoy -de visita en el Perú- y un excelente grupo musical que interpretó la Misa Campesina Nicaragüense. El Papa saludó y aplaudió el gesto, entusiasmado, pero la prensa escrita y televisada -sin excepción- ocultó el hecho. Maccartismo extremo, y mezquindad, sin duda.
PPK fue, finalmente, el que pagó los platos rotos. Es casi un decir que sus días, en la Jefatura de la Nación, están contados. Como se advirtió desde un inicio, el Indulto al Genocida de Barbadillo, fue su peor negocio. El pueblo repudió enérgicamente esa acción que bien puede quedar en nada por írrita y fraudulenta; y la Mafia Fujimorista le dijo un día «gracias», y al siguiente: «si te he visto, no me acuerdo».
Dos voceros del Keikismo, lo acaban de confirmar. Elmer Cuba -el hombre de Macro Cónsul- en una «entrevista exclusiva» concedida al diario Gestión y Diethell Columbus Murata, el conservador «analista» favorito de «Perú 21». Pareciera entonces que a PPK, ya le pusieron la cruz. Entre tanto, mostraron su verdadero rostro, el Fujimorismo puso en marcha una ley no observada por el Presidente, la 30723, que ataca a la Amazonía, agrede a los pueblos originarios y atenta contra sus territorios y sus reservas naturales. El Perú está notificado.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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