Revisado por Caty R.
Munido de más de 20 años de psicoanálisis, me atrevo a encarar un tema difícil y controvertido: ¿Qué pasa en Paraguay?
En realidad hay una evidencia insoslayable. Lugo no es el puro y blanco «Obispo de los pobres». Lugo sobrevive sonriente porque hace una disociación esquizofrénica. Un jesuita amigo que lo conoce desde hace tiempo nos dijo: miren muchachos: Lugo hizo la proeza de sacar al Partido Colorado que estaba en el poder desde hacía 60 años, eso fue bueno, pero por lo que yo conozco no se hagan más ilusiones con él.
De contextura fuerte, con 1,90 m. de altura y unos dientes que pueden romper una roca de un mordisco, Lugo sigue siendo el que fue, indeciso, y sin valor para los grandes cambios.
Al verlo con los miembros del ALBA uno dice, es un revolucionario, pero cuando llega a su país y debe derogar una ley que protege a los ciudadanos contra los agrotóxicos, que ya han matado y siguen matando pueblos enteros, no duda y deroga la Ley. Los miembros de la Asociación Rural son demasiado poderosos para enfrentarse a ellos, entonces el «tractorazo» se canceló.
Paraguay es uno de los pocos países del mundo que no tiene impuesto sobre la renta personal. Hay personas que ganan digamos 100.000 dólares al mes y no aportan nada al erario público. La Cámara de diputados vetó el proyecto de ley del PE del impuesto sobre la renta personal. Está claro, los diputados deberían pagarlo. Las empresas pagan impuestos, pero todas las que conozco tienen doble contabilidad. Una para ellas y otra para el fisco. Si ocurre algún percance, siempre está la posibilidad de la coima (mordida). El único impuesto que pagamos todos es el IVA (impuesto sobre valor añadido), que los grandes supermercados deducen de sus compras pero que nosotros, simples ciudadanos, pagamos en firme como consumidores finales. Los economistas bien saben que es un pésimo impuesto que castiga a los más pobres, que es regresivo; que los mejores impuestos, los más justos, son los directos que tienen en cuenta los ingresos del contribuyente, pero en Paraguay eso no ocurre.
Ante la falta de garra, de valor revolucionario, el gobierno no tiene recursos. La Reforma Agraria, que se podría hacer en horas por los datos de entrega ilegal de tierras para los que incluso ya hay un libro publicado, ¡se postergó hasta el año 2020! O sea los «sin tierras» siguen sin tierras. Los «sin techo» siguen buscando techo. Los indígenas se refugian en las plazas de Asunción esperando las tierras prometidas. La violencia ciudadana aumenta.
Paraguay, un país sin problemas raciales o religiosos, que no carece de agua, energía y tierras fértiles, es el segundo país más pobre de Suramérica, seguido por Bolivia que pronto lo sobrepasará. ¿Qué hacer?
Lo único que se está haciendo bien es la nueva negociación del Tratado de Itaipú, iniciada con los consejos de Eric Toussaint (al que comprometieron y abandonaron). Aclaro que Eric Toussaint vino a Paraguay con una sola condición: pasaje clase económica y alojamiento en casa de un militante. ¡No cobró ningún honorario! Ejemplo magnífico para los «militantes» que quieren poder y dinero. Y la nueva negociación, seguida por varios auténticos patriotas y militantes, salió adelante. Me vienen a la mente los nombres de Hugo Ruiz Díaz Balbuena y por supuesto Ricardo Canese, pero no quiero ser injusto, hubo dos más que no conozco, que formaron un grupo que tuvo que enfrentarse nada más y nada menos que a los expertos de Itamaratí. La batalla no está ganada, pero los pasos que se han dado han sido importantes e inteligentes.
El resto arranca lágrimas de frustración.
Vino entonces a mi mente el discurso de un gran libertario, Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), en la Universidad de Harvard en 1978 [1]. Transcribo el texto, que se aplica a la actual situación del Paraguay:
«El declive de la valentía
La merma de coraje puede ser la característica más sobresaliente que un observador imparcial nota en Occidente en nuestros días. El mundo occidental ha perdido en su vida civil el coraje, tanto global como individualmente, en cada país, en cada gobierno, en cada partido político y por supuesto en las Naciones Unidas. Ese descenso de la valentía se nota particularmente en las élites gobernantes e intelectuales y causa una impresión de cobardía en toda la sociedad. Desde luego, existen muchos individuos valientes pero no tienen suficiente influencia en la vida pública. Burócratas, políticos e intelectuales muestran esta depresión, esta pasividad y esta perplejidad en sus acciones, en sus declaraciones y más aún en sus justificaciones que intentan demostrar cuán realista, razonable, inteligente y hasta moralmente justificable resulta fundamentar políticas de Estado sobre la debilidad y la cobardía (…).
¿Habrá que señalar que, desde la más remota antigüedad, la pérdida de coraje ha sido considerada siempre como el principio del fin?».
¿Qué hace falta en Paraguay? Con mi experiencia de militante desde hace más de 25 años puedo afirmar con contundencia: Decencia y valentía. El resto llegará por añadidura.
Nota:
[1] Aleksandr Solzhenitsyn. Discurso de graduación en Harvard, jueves, 8 de Junio de 1978
Guillermo F. Parodi es escritor, profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de los colectivos Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala ( www.tlaxcala.es ), la red de traductores por la diversidad lingüística. Este artículo se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la revisora y la fuente.