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El poder transformador en el Perú

Fuentes: Rebelión

Carlos Marx en su único escrito sobre método que ha legado (1), explica que empezar un análisis económico-político desde el estudio de la ‘población’ resulta un examen falso, porque ‘población’ es una abstracción, y compelía empezar por palabras que convoquen conceptos de lo real y concreto.

Esta disquisición ha acuñado el método de Marx, que debería ser parte de la dinámica usada por aquellos que suscriben sus ideas, aunque suele relegarse estos puntos medulares y tratarlos en segundo plano.

Mantener un tratamiento del asunto que nos convoque analizar debería ser abordado siempre desde esta observancia de lo real y concreto, y no del uso de categorías que están lejos de auspiciar la correcta dilucidación del problema indagado. El uso de artificiosas nociones abstractas nos conducirá indefectiblemente a caer en errores no solo en el diagnóstico sino en la praxis, que es lo peor que puede sobrevenir.

El problema fundamental del Perú no es de carácter abstracto, es real y concreto, y ahora en medio de una crisis global en diferentes terrenos, y con un conflicto interno político y económico cada vez más evidente; podemos afirmar que se trata de un asunto de capital importancia: el problema del poder. Donde el poder no solo debe estar definido por quien lo ejerce, y menos dejar que el poder sea explicado por estos que lo detentan desde hace siglos, ya que, si bien podemos acercarnos con pericia analítica a la sintaxis real del problema, la enunciación de éste estará cargada ideológicamente de la sensación que necesita la clase empoderada, y la percepción que las clases dominadas tengan sobre el poder sea completamente falaz.

Recordemos que el poder es polisémico, y eventualmente definido por los que lo ejercen en este momento puede adoptar características abstractas, y sea divisado como un ente establecido sempiternamente, inmutable, divinizado, fetichizado es decir abstraído completamente de sus reales condiciones de producción (2); por tanto, inalterable a alguna posibilidad de cambio. Esta concepción del poder es funcional a los intereses de aquellos que lo conservan, usurpando el imaginario colectivo y monopolizando el discernimiento general de las grandes mayorías que tienen sobre las instituciones políticas y culturales como la democracia, la república, la libertad, el estado de derecho, o el ordenamiento jurídico político convenido a través de la constitución política, entre otras concepciones de uso corriente.

El poder debe ser definido por las fuerzas populares y sus intelectuales orgánicos, esto para que se ponga en evidencia el carácter general del poder: el poder real emana del pueblo, es decir el soberano real y concreto es el pueblo, y aunque suele ser usurpado por aquellos que terminan usufructuándolo este control entraña una naturaleza transitoria, otro de los rasgos importantes a tomar en cuenta es su concepción fáctica: está definido por sus relaciones, es decir el poder en sí mismo son las relaciones que contiene el ejercicio mismo de la autoridad.

En el Perú el poder ha sido subyugado por una clase sobre todas las otras, de manera que este dominio se refleja en la relación que se establece entre el poder público y el poder privado, donde el segundo ha subordinado completamente al primero, y por dónde se escudriñe arroja el mismo desenlace a través de intrincadas conexiones que derivan en la adicción y dependencia del poder público. No existe excepción en esta condena, el aparato público como tal no solo ha sido sojuzgado, fue creado con este fin, ser el instrumento idóneo para contribuir a la consolidación y reproducción del modelo tal como lo conocemos. Todos y cada uno de sus ministerios son parte de este engranaje complicado y muy bien montado para que parezca estar al servicio del soberano, del pueblo, de la nación, cuando solo es útil a esa minoría privilegiada de este país diverso.   

El poder en el Perú debe ser observado en esta dimensión real, para que no nos distraigan las diferentes formas en que se plantean las contradicciones o nos establezcan narrativas fantasmagóricas de lo que ocurre en nuestro país. El diseño del poder en la nación andina está organizado como una estructura que parece sostenerse en una democracia, en una república, es decir en un sistema donde todos somos iguales, donde el Estado está al servicio de cuanto ciudadano lo requiera, empero ya lo hemos afirmado, esto solo es un rótulo, una etiqueta que no es fiel a la realidad.  

También se debe advertir con las herramientas de estudio más determinantes que el poder es transitorio, no es permanente, está sujeto a cambios, a rupturas, a modificaciones, o a profundas transformaciones, ejemplos de esta mutabilidad la tenemos en toda la historia de la humanidad.

Empero estas rupturas también pueden ser cándidamente utilizadas para recrear al propio modelo, es decir arribar a cambios epidérmicos, cuando las esencias continúan impertérritas. Esto ocurre por falta del manejo adecuado de estas herramientas de observación necesarias para advertir en toda su complejidad la estructura del poder, establecer con certeza sus relaciones, y escrutar con claridad meridiana dónde radica el flujo real de su racionalidad que revitaliza o recrea al viejo poder instituido. Nos referimos no solo al modelo económico y político en concreto, sino al sistema que sostiene la cultura y el intercambio de bienes culturales, que se suele atisbar como un mercado regulado por el propio intercambio de productos inmateriales producidos independientemente por cada ciudadano; no obstante se trata de una forma de manipulación mediática que predispone al imaginario colectivo a pensar, opinar, o actuar de ciertas formas preestablecidas o condicionadas por estos medios masivos de información.

La manipulación cultural e ideológica constituye una parte esencial en la estructura del poder establecido. Esto impide cualquier intención de cambio o difusión de ideas transformadoras, creando una población conformista, pusilánime y frecuentemente conservadora. La maquinaria que cotidianamente machaca con mensajes que demonizan el cambio, que desinforman, que adulteran la realidad, que enajenan las concepciones de evolución, terminan cumpliendo una labor fundamental: dividir al movimiento popular. 

El poder se sabe omnipotente, se siente fáctico por las fuerzas que lo representan, se comporta indiferente a las mayorías, e inimputable a la ley que impone. En el Perú esto también adopta una grave materialidad: el poder posee una identidad étnica. El poder está y debe estar en manos de los blancos herederos de los europeos, los otros, los indios, los mezclados, los pobres y marginados, no pueden acceder al poder porque son gente errónea incapaz de tener alguna habilidad en el manejo del Estado, salvo que, si por casualidad llegasen, se conviertan a la doctrina impuesta o se dejen guiar la mano por aquellos experimentados en el manejo del poder público que estos mismos han instaurado.

Analizado de esta forma nada se puede hacer para cambiar esta situación, el statu quo es inmune a perturbaciones de cualquier índole; las cosas seguirán igual, con algunas pequeñas reformas, o controladas innovaciones, pero en lo substancial todo permanecerá inconmovible.

Momento de hacer un recuento de este artículo: hemos analizado un concreto real existente en el Perú, la cuestión del poder tal como se expresa en este país, y lo hemos develado en su verdadera naturaleza, develamiento que nos hace advertir que existen amos y dueños de este poder absoluto en esta tierra del Tawantinsuyo; propietarios que eximios en la tarea de perpetuar sus mayorazgos han perfeccionado el artefacto que protege este establishment.

Hasta este punto, todo parece que nada se puede hacer para modificar este contexto. Nada más fraudulento, apócrifo, estrambótico y fuera de la realidad; en el Perú de hoy, posterior a Arguedas, Vallejo y Mariátegui, que reinventó el huayno, y la cumbia, la chicha y el tondero, que revolucionó con sus sabores y colores, sus fiestas y multitudes que danzan al ritmo de esfuerzo cotidiano, y han transformado las formas y contenidos de esta patria de todos, y con esfuerzo de sus gentes que han migrado con fuego en el corazón (3) han revolucionado la organización económica, y ha parido un mercado con sabores profundos y con colores relucientes, ahora sabemos que todo se puede transformar, que nada es para siempre.

Este es el otro concreto y real que representa el potencial revolucionario: la pluralidad cultural y económica que bulle en nuestras ciudades, pueblos, mercados, calles y plazas de esta tierra andino-amazónica; el potencial revolucionario es la diversidad.

En la actual etapa en la que se encuentra el país, es importante comprender que un gobierno que plantee la transformación social deba sostenerse en esta representación. Este soporte no solo debe ser político y cultural (en ambos terrenos se cuenta con una enorme capacidad de producción de todas y cada una de estas pluralidades que pueden aportar a ambas esferas de la sociedad), también en el terreno mercantil, estas mayorías multicolores han revolucionado el aparato económico y productivo de esta patria de Tupac Amaru y Micaela Batidas. Los aportes están allí para ser ordenados y potenciados.   

El problema fundamental de estas fuerzas diversas es su falta de orientación ideológica para que puedan concretar una representación real de apoyo político a un gobierno de cambio y transformación.

Las fuerzas populares en el mundo son el verdadero poder, y la potencia popular en el Perú está signada por la pluralidad, naturaleza que le consigna un enorme valor agregado de formidable importancia, porque se trata de un poderío político en sí mismo de inmejorable consideración. El poder vigente es monocultural y monocorde, que se contrapone a una nación heterogénea, y que ahora bulle en una organización económica y cultural siempre proclive a las metamorfosis; con una dirección política aún incipiente se ordena de formas originales muchas veces innovando prácticas para poder acceder al poder o para lidiar con él.

Pero además es vital que entren al ejercicio mismo de la hegemonía para que realmente puedan cambiar las condiciones en la que éste se reproduce actualmente y pueda estas fuerzas, imponer su concepción del mundo y establecer las normas que deben regir en un país de todas las sangres; a través de estas movilizaciones soberanas podrán hacerse más conscientes (4) del rol ideológico que tienen que jugar en el Perú, en Latinoamérica y en el mundo.

La base social de un proyecto que propugne la transición y la renovación es esta muchedumbre multicolor que ha demostrado tener una enorme capacidad creadora, este ejército de hombres y mujeres de todos los pueblos, se constituyen como una fuerza gravitante para reconfigurar el poder en este suelo.

El presente artículo no pretende zanjar estos temas aquí presentados, además que no tocamos entre otros el asunto de la toma de poder (5), porque en el Perú de hoy se ha dado un paso importante existe un gobierno distinto a todos aquellos que lo único que han hecho es defender el poder establecido, este avance ha sido crucial, pero aún falta un largo tramo. Es importante terminar este escrito afirmando categóricamente que es necesario comprender correctamente la importancia de la cuestión del poder (6) y la dimensión que adopta en el Perú actual. Del mismo modo es fundamental entender que debemos dilucidar cabalmente el potencial revolucionario que tiene la pluralidad en este país. Para que luego de aclaradas estas brumas, podamos concebir mejor la tarea ineluctable y urgente de forjar una nueva constitución política, sin caer en una visión neoconstitucionalista que le confiera una sobre importancia a este esfuerzo, sin antes haber librado la batalla decisiva: discernir claramente el poder del status quo y la potencia (poder también) de la diversidad en el Perú de hoy.

Notas.

(1)     Muñoz, J. (Editor). (2002). Marx. Antología. Ediciones Península.

(2)     Marx, C. (1973). El Capital. Crítica de la Economía Política. Tomo I. Editorial Cartago.

(3)     Arguedas, J. M. (2022). A nuestro padre creador Túpac Amaru. Dispoetica.

(4)     García Canclini, N., y Alfons Martinell. (Coordinadores). (2009). Pensamiento Iberoamericano. El poder de la diversidad cultural. Agencia Española de Cooperación internacional para el Desarrollo.

(5)     Sánchez Vázquez, A. (1989). Entre la realidad y la utopía. Ensayo sobre política, moral y socialismo. La cuestión del poder en Marx.   

https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/10/la_cuestion_del_poder_en_marx.pdf

(6)     Kohan, N. (enero a junio 2017). Lenin y el debate sobre el poder y el Estado. Conflicto Social. Revista del Instituto de Investigación Gino Germani – Facultad de Ciencias Sociales – UBA. https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/CS/article/view/2367

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