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El populismo de Berlusconi

Fuentes: Diagonal

El bloque de poder que sostiene a ‘il Cavaliere’ ha logrado desactivar a la izquierda italiana a partir de un discurso populista de tipo empresarial.

A veces, hablando de nuestro presidente perdemos el tiempo en hechos banales sobre los que el personaje muestra un consciente entusiasmo. El mafioso, el corruptor, el tío Silvio seductor de menores, el gamberro internacional que pone los cuernos en las fotos de familia de las cumbres internacionales y define como «bronceado» a Obama. Todo real. Pero luego salta el enigma: ¿por qué cosecha un apoyo tan amplio y estable desde hace 15 años? ¿Por qué resiste a una crisis que afecta a Italia de forma más grave que a otros países? ¿Quizá se deba a que los italianos son irremediablemente corruptos y estúpidos? El hecho es que: 1) Berlusconi está experimentando un sistema político populista muy adaptado a las condiciones del posfordismo, sobre todo durante la transición del neoliberalismo desenfrenado a una cauta corrección intervencionista y mercantilista; 2) la izquierda llamada «reformista» (el PD) y las autodenominadas «radicales» (el bloque Refundación Comunista-PDCI y la agregación SD de socialistas y vendolianos, seguidores de la escisión de Refundación liderada por Nichi Vendola) están paralizadas desde hace años a favor de la ascensión de Di Pietro y de su Italia de los Valores, que para muchos es la única formación que alza la voz contra lo que con muchas ambigüedades se define como un «régimen».

El régimen

El de Berlusconi es un régimen, pero a diferencia de las connotaciones históricas de la palabra, no es fascismo, sino populismo empresarial y posfordista, que implica una gestión racional de la imagen privada en el espacio de decepción creado por el colapso del socialismo y de la regulación fordista. Berlusconi, con su experiencia de manejo de los medios de comunicación, entendió que la política italiana necesitaba una simplificación con una ocasional mención de la oposición comunistas-anticomunistas, el mal y el bien, como si fuera una película de fantasía, la invitación a enriquecerse y a disfrutar sobre la base de su ejemplo personal, la asignación de la tristeza y del estilo burocrático a los opositores. Detrás de esta cortina de humo se ha centrado en la clase media autónoma emergente, a la que tolera la evasión de impuestos pagados con un creciente déficit presupuestario del Estado, ha quitado a la izquierda casi la mitad de la antigua y decepcionada clase obrera industrial, se encuentra con la resistencia de la clase media ‘reflexiva’, los sectores con mayor nivel de educación (que a menudo, sin embargo, se manifiesta en abstencionismo) y, por último, provoca un cierto descontento entre la generación más joven. En resumen, irrumpió en la nueva composición de clase, neutralizó el descontento de la izquierda, está perfectamente insertado en el tejido católico del país y compensa a la Iglesia con concesiones ideológicas y económicas una manera de ser que dista de la norma de comportamiento cristiano, pero que ha sido siempre tolerada. Claro que el precio de todo esto es una marginalidad de Italia en el sistema internacional occidental, aunque el doble juego entre el partido estadounidense y el guiño a la Rusia de Putin (que es la versión asesina y feroz del populismo de Berlusconi), lo pone en una zona significativa en el caos de Europa. No por casualidad, la principal debilidad de la izquierda italiana siempre ha sido haber sido la más coherente defensora del liberalismo económico, sin comprender el cambio en el marco político que derivó de allí. En estas condiciones, el empirismo demagógico de Berlusconi y su reducción de la sociedad del conocimiento a una videocracia siempre ganarán, al menos mientras él siga vivo. Algunas grietas están comenzando a abrirse en su bloque de poder (especialmente por la gran presión de los EE UU sobre la prensa), pero el único signo que anima a la oposición desde abajo, la única ganadora a largo plazo, es la reanudación de las luchas (como la Onda anómala [movimiento estudiantil] en el otoño pasado y ahora su recuperación) y los conflictos sindicales crecientes relacionados con el curso de la crisis. Precarios y migrantes son el punto débil de la política del centro-derecha y lo comprobaremos pasado el actual ciclo electoral.

*Augusto Illuminati es profesor de Filosofía en la Universidad de Urbino y columnista del diario Il Manifesto.

http://www.diagonalperiodico.net/El-populismo-de-Silvio-Berlusconi