“La mentira se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño ha sido incalculable y alcanza zonas profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad … de ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de cualquier tentativa de reforma seria”.
Octavio Paz. Premio Nobel de Literatura.
El Observatorio Ciudadano del Covid-19 y la Unidad Médica Nicaragüense llamaron a aumentar las medidas de prevención del coronavirus a nivel nacional. El Observatorio registró hasta el 06 de mayo de 2020, un acumulado de 781 personas afectadas que incluyen las escasas cifras del Ministerio de Salud (MINSA). Los departamentos que reportan más personas afectadas son: Managua, Masaya, Chinandega, Matagalpa, Estelí, Granada, León, RACCS, Chontales, Madriz, Rivas y Carazo. El Observatorio recibió reportes de 87 trabajadoras y trabajadores de salud con síntomas asociados o presuntivos de COVID-19, principalmente de Managua, Granada y Chinandega.
De acuerdo al especialista, Roger Pasquier, la primera fase ya pasó cuando se hablaba de contagio externo, también la segunda fase de contención que es cuando se reportaron los primeros casos, ahora estamos en la fase tres donde hay contagio comunitario.
El doctor Rafael Amador, explicó que la transmisión comunitaria significa que “ya no se sabe quién está contaminando a quién, ni donde se contaminó X o Y persona”. La tendencia hacia el incremento exponencial y sin control ya comenzó. Ante el agravamiento de la situación, la respuesta del régimen ha sido el silencio. El silencio demuestra que ya no pueden cómo ocultar la realidad de la pandemia con la mentira oficial.
De forma desordenada, sin coordinación a escala nacional y contra la opinión pública y el consenso de expertos en salud pública, el régimen Ortega-Murillo mantiene su política negacionista al no promover las medidas de distanciamiento, cuarentenas parciales y el “quédate en casa”. Siguen promoviendo las concentraciones de personas.
El régimen ha puesto los criterios económicos frente a los sanitarios, presentándolos como si fueran opuestos. No se puede tener economía sin salud. Lo que más conviene a la economía es contener el virus. El “quédate en casa” es mejor para la economía a mediano plazo.
El 30 de abril 2020, Ortega llamó a salir de la casa en oposición a la consigna mundial de “Quédate en Casa”. En su discurso dijo: “Fíjense bien, si nosotros le decimos a la gente, quédense en casa, ¿quién va a fumigar?
Si decimos quédate en casa, ¿qué enfermera va a trabajar? Ideay, tiene derecho también, y si te quedas vos, me quedo yo también. ¿Qué médico va a trabajar? ¿Qué policía va a trabajar? ¿Qué soldado va a trabajar? Por eso les digo, se destruye el país, por esa vía se destruye el país, y los que han estado con ese discurso, son los mismos que quisieron hundir el país del año 2018, y que siempre se aprovechan si hay un incendio como el de Indio Maíz; ahora se aprovechan de la pandemia, ¿para qué?”, expresó. Es decir, Ortega admite que la estrategia del régimen se debe a razones económicas, no sanitarias.
El régimen Ortega-Murillo niega la propagación del coronavirus y frente a esta dictadura irresponsable se encuentra una sociedad reprimida, empobrecida e incapaz de oponerse cuando la mandan a la calle a festejar, desafiando el peligro de contaminarse. El criterio que ha prevalecido en la decisión del régimen han sido el económico, no el sanitario. La responsabilidad de determinar la política sanitaria recae en la pareja presidencial, que son los que en última instancia deciden la política a seguir.
Estamos ante un sistema autoritario y una sociedad atrasada, atrofiada y sometida a los caprichos de la pareja presidencial. La sociedad no está entrenada para la independencia de pensamiento, ni para la crítica y la autoprotección. La sociedad civil es apenas un embrión.
Muchos temen menos a la muerte que a la pérdida del trabajo o a los conflictos con el poder; por ejemplo, los pequeños empresarios no quieren enfrentarse, aunque se van a arruinar por razones obvias y los funcionarios públicos porque temen perder sus empleos.
El gobierno de Ortega-Murillo y sus aliados desean mantener abierta la economía y para ello realizan explícitamente el cálculo macabro de qué tantas muertes están dispuestas a aceptar la sociedad civil provocado por el mantenimiento de la política de “darwinismo social” o “inmunización colectiva”. No podemos mantener cerrado nuestro país, afirmó el dictador para justificar el rechazo el “quédate en casa”.
Los especialistas señalan que de no aplicar las medidas de confinamiento tiene consecuencias letales: ¿cuántas muertes y sufrimiento está dispuesto a aceptar la sociedad las políticas erradas que implementa el régimen? La pregunta básica es ¿cuánto vale una vida humana para el régimen? Lo que hace el régimen determinará cuánta gente vive y cuánta muere. Sus decisiones están basadas en “salvar la economía”, para salvar la dictadura.
El régimen, desoyendo los consejos de la Organización Mundial de la Salud, sigue convocando concentraciones partidarias y festejos en diferentes ciudades del país. Los medios de comunicación oficiales esconden lo que sucede de verdad, mienten. Parte de la sociedad nicaragüense parece haber asumido el discurso del régimen que no hay contagio del virus y que todo está bajo control. La gente está recibiendo el mensaje del gobierno que se puede salir a la calle como si nada.
La realidad es que muchas personas no quieren ir a las fiestas, festejos y marchas en las calles. Las organizaciones partidarias del régimen les hacen saber a los trabajadores del estado y funcionarios de las alcaldías, que deben ir, so pena de perder el empleo, así que se trata de una “asistencia forzada”. Los festejos y celebraciones son espectáculos tragicómicos que se traducirán en un incremento exponencial del virus.
En la sociedad nicaragüense ocurre un desdoblamiento, por una parte, se calla y no protesta, y por la otra, toman medidas de supervivencia, se ponen mascarilla, no sale a la calle, se quedan en casa y no dejan que sus hijos vayan a la escuela.
Las muertes por coronavirus destrozan la política del régimen que consistía en esconder a las víctimas, atribuyendo su fallecimiento a una “neumonía atípica e indefinida”. Los que tienen familiares enfermos o fallecidos comienzan a protestar. Los contagiados y los muertos no se pueden ocultar. No importa lo que los voceros oficiales mientan, la realidad siempre se impone. La dictadura Ortega-Murillo no reconoció a los muertos de abril 2018, tampoco reconocerá los muertos por coronavirus.
El régimen no estaba ni está bien preparado para enfrentar el coronavirus y, aunque ahora intenta hacer algo, desde marzo ha perdido diez semanas en los que no se han preparado para enfrentar la pandemia. Ortega cree que es capaz hacer retroceder al virus con solo decir que es una enfermedad menor o tos chifladora.
Frente a la pandemia del coronavirus el régimen se tapa con una sábana muy corta y si se tapa la cabeza, se destapa los pies, y viceversa. El régimen no ha fomentado la sintonía ni coordinación entre los hospitales públicos y privados. En lo que se refiere a la crisis económica, estamos muy lejos de la respuesta adecuada.
Las fuentes de divisas del país han colapsado con la pandemia y la crisis económica. El turismo y sus negocios aledaños viven una época devastadora, las remesas se reducen, las exportaciones están en niveles mínimos y la inversión extranjera brilla por su ausencia. En resumen, hay un déficit importante en la balanza de pagos.
Creo que pocos pueden influir en las decisiones del régimen Ortega-Murillo y que ellos se esfuerzan en hacerlo todo al revés de lo que dice la comunidad científica nacional e internacional. El régimen Ortega-Murillo se caracteriza por el desafío y la mentira. La dictadura juega y lo terrible es que la gente muere por ese juego, tratara de sacar dividendos de esta situación: desarticulando las movilizaciones sociales.
Muchas personas allegadas al régimen no están atendiendo el “quédate en casa”, les está “valiendo” y no están conscientes de lo que está pasando por la desinformación promovida por las mentiras de los voceros oficiales. Muchos no dimensionan la etapa crítica en la que estamos y es increíble las personas que dicen: “pues de algo me he de morir”.
Para muchas personas pertenecientes a la base social del régimen no le es fácil de librarse del pensamiento patriarcal, cuartelario, vertical y de la confianza ciega en el dictador. El coronavirus abrió una nueva realidad en la que el mal, la muerte y el peligro aparecen arropados con la mentira oficial. En la medida que avance la pandemia, entre enfermos y fallecidos, se irá desarrollando la implosión del régimen.