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Referéndum sobre el Tratado de Lisboa

El resultado más dividido según clases sociales de toda la historia de Irlanda

Fuentes: Sin Permiso

En medio de una creciente crisis económica, la clase obrera urbana y el combativo pueblo rural irlandeses se ha unido para dar un golpe a la elite europea dominante. La derrota del Tratado de Lisboa ayer en el referéndum irlandés ha echado a perder años de esfuerzos por parte de la Unión Europea para forjar […]

En medio de una creciente crisis económica, la clase obrera urbana y el combativo pueblo rural irlandeses se ha unido para dar un golpe a la elite europea dominante.

La derrota del Tratado de Lisboa ayer en el referéndum irlandés ha echado a perder años de esfuerzos por parte de la Unión Europea para forjar procedimientos nuevos, «a favor de la corriente», y para dotar a la crecientemente unitaria UE un presidente y un ministro de asuntos exteriores (no electos).

El Tratado no era otra cosa que un modesto refrito de la Constitución Europea rechazada por los votantes franceses y holandeses en 2005.

La decisión del pueblo irlandés que acabó plasmada en las urnas no fue, como pronosticaban los sondeos, por los pelos. El avance del No que registraban los sondeos últimos prosiguió hasta el día mismo de la votación. Con una participación mayor que en cualquier otra consulta europea previa en Irlanda, el electorado desbarató las expectativas de que una mayor participación reforzaría al Sí y representó un desafío al consejo del 95% de los políticos electos que apoyaban el Tratado.

La heteróclita campaña a favor del No disparó críticas a derecha e izquierda: defendió los derechos de los trabajadores y defendió menos impuestos para las empresas, criticó las privatizaciones pero también el derecho al aborto; los partidarios del Sí apenas si pudieron defenderlo, y no digamos pasar al contraataque.

El antiguo líder del Partido Laborista, Pat Rabbitte, comparaba hoy la brega de quienes hicieron campaña por el Sí con la de los jugadores de un videojuego: «Te cargas al tipo malo, y te salen dos más».

Los varios elementos partidarios del No evitaron los argumentos críticos entre ellos mismos durante la campaña, pero ahora ha comenzado la batalla por atribuirse la victoria. Sin embargo, todos los analistas coinciden en que, como en referéndum sobre el Tratado de Niza en 2001, la preocupación del pueblo irlandés por la neutralidad militar y la creciente militarización de la UE ha resultado crucial.

El factor X en este resultado ha sido el efecto del catastrofismo económico imperante: ¿abrazarían los votantes la conservadora opción del Sí para evitar el peligro de profundizar la crisis económica con la incertidumbre política? Al final, han sido los estratos de la población en situación de mayor riesgo quienes resultaron decisivos para el triunfo del No.

El problema para el Tratado era que resultaba demasiado fácil para los votantes vincular las presentes desgracias económicas de Irlanda con su posición en Europa. A medida que crecía el desempleo, la atención se dirigía a los inmigrantes del este de Europa que trabajan aquí; cuando los precios de la vivienda se están desplomando, el presidente del Banco Central Europeo sugiere una próxima alza en los tipos de interés; cuando los campesinos se preocupan por su futuro, la UE negocia en la OMC permitir más importaciones de vacuno sudamericano en los mercados europeos; cuando los pescadores, desesperados por los elevados precios del combustible, organizan bloqueos de protesta en puertos clave, se sienten encima agraviados por las cuotas pesqueras impuestas por la UE, que les fuerzan a deshacerse de toneladas de capturas.

El voto del No no afronta ninguno de esos asuntos; en realidad, pocos de ellos figuraron de modo eminente en la campaña. Pero votar No era el medio que se tenía a mano para quejarse de todo eso.

Los medios de comunicación atribuyen buena parte de la responsabilidad por la victoria del No a la campaña desarrollada por el empresario conservador Declan Ganley y a su nueva organización Libertas, con su campaña sesgadamente neoliberal centrada en los impuestos y en el peso de los votos en las instituciones de la UE. Pero los resultados, hasta ahora, lo que sugieren es que los irlandeses en mejor posición, desde la regiones agrícolas del mediosur hasta las prósperas zonas residenciales urbanas, se mantienen en su tradicional eurofilia. El partido del Sí cosechó sólidas victorias en las áreas ricas y rozó el empate en las regiones rurales prósperas. La victoria del No vino, con una participación sin precedentes, de la mano de las áreas pobres de Dublín, Cork, Limerick y otras ciudades, y con grandes márgenes favorables al No en las áreas rurales más preteridas del oeste de la isla y fronterizas con la Irlanda del Norte. Las comunidades pesqueras votaron abrumadoramente No. El antiguo primer ministro Garret FitzGerald ha descrito el resultado como el más dividido según clases sociales de toda la historia de Irlanda.

Hay, no ofrece duda, cierto espacio para que la izquierda, en Irlanda y en toda Europa, explote esta colosal victoria obtenida en un minúsculo país a costa de la elite neoliberal de la Unión Europea, particularmente si los dirigentes de la UE se empecinan en ofrecer una nueva versión del Tratado de Lisboa. Pero las razones por las que una complicada Irlanda ha votado No distan de ser sencillas, y la compleja y contradictoria historia de esta victoria ofrece a esa elite la oportunidad de ningunear el resultado y seguir como si nada con el statu quo ante institucional.

¿Representa Europa una amenaza regulatoria para los empresarios? ¿Una amenaza militar para la paz? ¿Una amenaza progresista para la moral tradicional? ¿Un faro de luz para enfrentarse a los peligros del cambio climático? ¿Un buitre hambriento de mercados del tercer mundo? ¿Un contrapeso al poder de los EEUU? Elijan ustedes: a diferencia de los EEUU, la definición de la Europa institucional es a la carta, interna y globalmente.

Hablé anoche con un prominente político de la izquierda, destacado propagandista en la campaña por el No. Había escuchado las razones de un votante del No: «Si el Tratado de Lisboa se implanta en Europa, traerá el aborto, el matrimonio gay, la legalización de la prostitución, la eutanasia…» El político en campaña estaba contento de cosechar otro No, pero reconocía: «Si yo creyera eso mismo, habría votado Sí».

Harry Browne es profesor en el Dublin Institute of Technology.

Traducción para www.sinpermiso.info : Ricardo Timón