A falta de dos meses para traspasar la Presidencia de turno de la UE y con un apretado margen de apoyos, el Senado checo aprobó ayer el Tratado de Lisboa, cuya ratificación, sin embargo, está aún en el aire ante las dudas del presidente del país, el euroescéptico Vaclav Klaus. Apenas una hora después de […]
A falta de dos meses para traspasar la Presidencia de turno de la UE y con un apretado margen de apoyos, el Senado checo aprobó ayer el Tratado de Lisboa, cuya ratificación, sin embargo, está aún en el aire ante las dudas del presidente del país, el euroescéptico Vaclav Klaus.
Apenas una hora después de que la Cámara Alta checa aprobara «in extremis» la ley de carácter constitucional sobre el documento, Klaus volvió a echar sombras sobre el tratado, al asegurar que su ratificación «no está en el orden del día».
Antes, indicó, esperará a ver si los parlamentarios opuestos al texto impugnan su aprobación ante el Tribunal Constitucional y, en ese caso, aguardará al dictamen de los jueces.
Con anterioridad, el presidente Klaus había advertido de que sólo estamparía su rúbrica a la ratificación del Tratado de Lisboa después de la prevista repetición de un referéndum al respecto en Irlanda.
Pero no sólo Klaus está poniendo trabas al Tratado de Lisboa.
Así, en la votación de ayer en el Senado de Praga, con 79 de los 81 senadores presentes, sólo 54 legisladores lo hicieron a favor, frente a 20 que se opusieron y cinco que optaron por abstenerse. De esa forma, se superó con un estrecho margen la mayoría cualificada de tres quintos (48 escaños) que se precisa para aprobar el documento.
El Tratado fue apoyado por los socialdemócratas, el grupo mixto y doce legisladores del gobernante Partido Democrático Ciudadano (ODS, derecha), muchos más de los que se esperaba.
Una de las senadoras del ODS cumplió tras la votación su amenaza de abandonar el grupo parlamentario conservador, si el documento era respaldado por su compañeros de formación.
Ya durante la aprobación del Tratado en el Congreso, el pasado febrero, se produjo una división interna en el ODS, hasta el punto de que uno de sus diputados votó en contra de su propio Gobierno en la moción de censura que hizo caer al Ejecutivo en marzo. El propio Klaus ya había abandonado en diciembre la Presidencia honorífica del partido que él creara en los años 1990, precisamente por apartarse de los postulados liberales y de defensa a ultranza de los intereses nacionales.
La votación en el Senado checo estuvo precedido por la aprobación de un mecanismo legislativo que impide al Gobierno ceder competencias a Bruselas sin su consentimiento.
El propio líder del ODS y primer ministro saliente, Mirek Topolanek, hizo ayer una tímida defensa del Tratado. Animó a sus senadores a respaldarlo, pero advirtió de que su entrada en vigor disminuirá el peso de Praga en las estructuras comunitarias.
«Con el Tratado es más difícil defender nuestros intereses nacionales, pero, si no lo aprobamos, será imposible», resumió Topolanek.
Mañana, Chequia estrenará un nuevo Gobierno después que la caída del Ejecutivo de Topolanek, en plena Presidencia de la UE, añadiera aún más tensión al accidentado semestre