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El vampiro ilusionista

Fuentes:

Los Pueblos hispánicos seducidos por su tradicional Archi-enemigo

Rostros precoces 

Europa es pensada paradigma de un grupo de cualidades que la Sociología llama «normativas»: Bienestar, eficiencia, disciplina, trabajo perseverante, Derechos Humanos, derechos sociales, filantrópico alumbramiento al subdesarrollo, libertad en el sentido de igualdad de oportunidades en la disposición y transacción con los recursos personales, democracia, libertad de uso con fuerzas y propiedades, resolución cívica y pacífica del conflicto, etc. La Unión Europea ha ganado el último hiper-civilizado Premio Nobel de la Paz, dadas sus magníficas contribuciones a la paz tanto fuera como al interior del Viejo Continente (desde Yugoslavia a Siria, pasando por Libia y Mali). «En el Mundo realmente invertido, la realidad es un momento de lo falso», escribía Guy Debord en uno de sus más célebres détournements, partiendo de Hegel para el caso. 

En substancia, esta imagen no es nueva, sino una representación que encontramos ya durante el siglo XVI español, aunque todavía subliminar tras el lenguaje religioso de aquel contexto (ideal de Universitas Cristiana). Brevemente explicado, Carlos de Habsburgo se consideraba a sí mismo primero Emperador y luego Rey. Tal ideología justificó clausurar las manufacturas laneras castellanas, reemplazando esa economía por inversiones en crianza ovina a fin de proveer al textil flamenco y germano. Paralelamente, Carlos I se rodeaba de Comisariado y burocracia neerlandeses, extendía, agravaba e inventaba tributos, desplazaba a la burguesía del control sobre las villas, expropiaba terrenos y cambiaba cultivos por pasturas. Todo ello mientras regalaba a la aristocracia y a su nueva Corte imperial viejos territorios de Realengo donde burgueses y campesinos habían alcanzado prerrogativas de uso y de Ley.

Esta subsunción de las Cortes y reinos hispánicos a una lógica europea de centralización y acumulación de fuerzas en el regazo del Sacro-imperio, es un proceso que se solapa con la exacerbación competencial entre Dinastías europeas. A España le supuso una lacerante re-conversión económica y un encasillamiento pecuario en la estructura de división del trabajo, no todavía en el sublime Nombre de Europa, sino en nombre de unificar bajo báculo «Austria» la hermandad religiosa universal (la cristiandad como asunto primerísimo de la Corona). Ocurría 350 años antes de que Felipe González ejecutara sus «re-conversiones» industriales (liquidaciones), y encontró por respuesta el movimiento popular castellano de las Comunidades (cuya casuística hay que imbricar con los movimientos de las Germanias valencianas y mallorquinas). Los comuneros de Castilla tomarían el color morado por bandera. Siglos después, volveremos a ver ese mismo color inserto en otro movimiento nacional de Soberanía: la 2ª República española, cuya franja superior banderiza será morada. 

La imagen del Continente como ideal referencial continuará narrándosele a España (ante todo por bocas internas vehiculares) durante el siglo XVIII, aunque no es todavía «Europa» la idea-fuerza explícita, sino Francia, modelo-Musa inspirativo para los Borbones en el trono. Es a finales de ese mismo siglo cuando tal juego-lenguaje da un vuelco, y lo hace de la mano de Napoleón Bonaparte. El Emperador con-socia la ideología de Francia con la ideología de Europa, siendo así que el Imperio galo encarnaría el espíritu y visión continentales, pero también al revés: sólo a través de Europa como visión y proyecto Grand-político de conjunto puede expresarse y realizarse (hegelianamente) Francia. Continente y Nación devienen, bajo ideología napoleónica, en los dos polos de una Unidad dialéctica rodando compenetrada hacia la Aufheben de Francia como Europa (superarse en auto-conservación). 

La vocación francesa deja huella durante el siglo XIX español. Recordemos el fenómeno de aquellos «afrancesados» gestores, burócratas, artistas, periodistas, políticos…, portadores de ideas y proyectos modernistas, mientras hacían de agentes del management político galo. A muchos de aquellos «chambelanes» se la traía sin cuidado reducir España a ser moderno mercado dependiente de las Factorías Reales francesas edificadas durante los dos siglos previos. Eso sí: todo muy moderno, desde usos y costumbres a arquitectura, literatura y Guardia Civil (que toma su tricornio del tricornio revolucionario galo).

En el transcurso de ese siglo, la «paradoja» aparente es que Inglaterra y Francia ayudarán a las partidas carlistas a fin de presionar y así de conseguir ventas baratas de recursos, minas, participaciones, derechos de obra o infraestructuras…, por parte de un Estado español a quien asfixian los gastos de guerra y requiere liquidez. 

Mientras, la burguesía se presentaba dividida: sectores necesitados de libre comercio (ferrerías, acero, química, tintura textil, hilo y tejido algodoneros, husos y maquinaria hilandera) dicen: «Somos europeos y europeístas». En la otra orilla, los burgueses españoles necesitan, en su mayoría, desarrollar el mercado nacional, lo que no podía hacerse sin atemperar la fluidez de intercambios con el exterior. La fracción europeísta va a hallar su expresión ideológica en el arte modernista. No es casual que el modernismo fuera un arte desarrollado primordialmente en Cataluña, incluso si hacemos justicia al potente modernismo andaluz (por ejemplo el sevillano) vinculado al revival de la arquitectura y ornamentación andalusíes y moriscas. 

El Ideal, la Falta, la Culpa, la Redención  

De todos modos, el ideal de referencia y pertenencia europeas experimenta una intensificación y aceleración de su show (literalmente en castellano, «muestra») durante los diez años previos a la entrada española en la Comunidad Económica Europea. Y, por distintas causas, hoy día -o por lo menos desde que la así llamada «crisis española» se agudizó- este encumbrado referente está siendo esparcido en ligamen a su «oposición» negativa: ineficiencia española, baja productividad española, irresponsabilidad española, alegre ligereza española por ser ignorantes en materia de Economía, etc. «¿Economía?: ¡no es asunto nuestro!; somos de otra pasta», viene a «complacernos» la publicidad de Coca-cola que fue diseñada con objeto de «explicarnos» nuestra idiosincrasia, durante el éxito de la selección española de fútbol. El anuncio muestra aficionados españoles sesgando las páginas de prensa económica y celebrando nuestra simpática y folklórica esencia, hecha de sentimiento y lindezas humanas, ajena a racionalidad productiva y a toda calculística de Desarrollo. ¿Cómo vamos a estar los españoles, si en este país «somos como somos»? 

O, también, a ese anti-ideal de no-europeidad que España encarnaría se le viste de Abuso: «hemos vivido gastando y mal-gastando por encima de nuestras posibilidades». Abuso respecto de la generosidad europea. Ya saben: esos vagos meridionales que no trabajan las tierras andaluzas porque no quieren, y no porque éstas sean «tierras baldías» destinadas al paseo a caballo y la estructura de propiedad fuerce a los jornaleros a «manos muertas». Así se nos expone y se nos fustiga: esos vagos meridionales que se pasan la vida de brazos caídos porque les sería más fácil y bello vivir de los subsidios del PER y de los Fondos Europeos de Cohesión. 

Parecemos haber llegado a pensar formando parte de un «limitado ser colectivo» nuestro consubstancial, esa calificación pronunciada hace menos de un año por un importante Comisario de la Comisión Parlamentaria OTAN: «España no es buena más que para playas y vino tinto». La declaración pasó, escandalosamente, sin el menor escándalo, mientras otro multi-millonario norteamericano, Ronald Dump, se dedicaba con claridad a aleccionar a su pequeño «mundo de clase»: «Es hora de sacar el máximo provecho de España: te lo dan todo por nada».

Así que la identidad poblacional llega a escindirse entre: 

1) un Yo ideal (endiosado), que brilla allá en el Norte y nos salva con ayudas y nos rescata a pesar de nuestra incapacidad para ordenar nuestro caos español, para cuidarnos a nosotros mismos y de nuestras estructuras sociales y distributivas, tanto como para pagar nuestra deuda. 

Y 2) Un Yo real «rumbo al Sur», que no llega a rentabilizar «la histórica oportunidad europea», a pesar de no estar claro quién está salvando a quién, rescatando a quién, en deuda con quién. Y aunque tampoco esté claro si podemos pensar la ética matemática alemana -por ejemplo, en materia de jubilaciones- desconectando a ésta respecto del impago español de jubilaciones o respecto del desguazamiento de pensiones hoy en proceso (gasto estatal alemán en pensiones de alrededor del 15% del PIB alemán, contra un gasto estatal español del orden del 8% sobre el PIB español). Subrayando dicha vinculación, en absoluto pretendo justificar a los políticos españoles que están trabajando precisamente para el discurrir de esa misma relación. 

El resultado de nuestra auto-conciencia escindida es el complejo. Y, más profundamente, la culpabilidad: estamos en falta y, debido a esa falta esencial nuestra, estamos en deuda. Nuestro déficit (económico) responde a otro déficit (ético y racional éste último), básicamente una «auto-carencia de Europa; de europeidad». 

Sin embargo, la culpabilidad del «no-ser» resulta suavizada por la idea de estar siendo protegidos frente a un «amenazante mundo árabe-africano». España des-enlazada de Europa habría de ser una isla navegando hacia ninguna parte. Puede que engullida por bárbaros. Corolario: Europa comporta el sacrificio pero en idéntico sentido al sacrificio inextricable a la supervivencia y a pertenecer a un «club salvífico».

Paradójicamente, por ese anunciarse (o ser anunciada) «senda de resguardo», Europa puede aparecer como garante del self barato-identitario español, al extremo de que el argumento «más fuerte» usado recientemente por el nacionalismo «españolista» derechoso bancario-vende-patrias para frenar la oleada independentista en Cataluña, ha sido «si dejáis de ser españoles, quedáis fuera de la UE». ¡Y en efecto es Europa ese «ángel guardián»!: extirpando de España cualquier visión, fuente e infraestructura que permitieran cumplir la posibilidad de esa auto-trascendencia que estuvo en el corazón de Miguel de Unamuno, Agustín de Argüelles, Evaristo San Miguel, Buenaventura Durruti, Manuel Azaña, Juan Negrín, Salvador Puig Antich, Miguel Hernández, José Díaz o Mariana Pineda, la UE nos anuda al cinto la calidez fecal de los pañales, «la España de charanga y pandereta», «el orgullo de vestir la roja». «Yo quiero ser torero», cantaba Korroskada. El porvenir nacional parece acotarse cada vez más a tocarle las palmas a los turistas, cederles las llaves del piso, llevarles la bandeja cargadita y prepararles los cócteles, haciendo acopios por no vomitar mientras nos disfrazamos y representamos la sombra chovinista de nosotros mismos. Y los pánfilos barrigudos rubicundos, en mitad de su borrachera, vandalismo costero, noctambulismo y prepotencia adinerada, creen que «nos sale así», porque «así sabemos vivir en España», con la guitarra, la flor y la alegría. «Viva la fiesta, viva la noche, vivan los chicos», que dice el techno-hit (y las chicas). 

La realidad copernicana resulta invertida: «Fuera de la UE no hay salvación, porque el Mundo es un desierto crítico en escalada hacia el completo yermo». ¡Ja!: pensemos por ejemplo en Latino-américa, sus procesos de Desarrollo, y sus estrechos lazos, históricos y -mucho más importante- potenciales, con España. Se puede asegurar que tan sólo fuera de la UE hay oportunidad para nuestro Pueblo. 

La inmundicia vivida como Super Ego de Razón

La UE está, así mismo, destruyendo sistemáticamente cualquier oportunidad de fortalecer lazos hispanos con el Mundo Árabe, en la medida en que Europa está produciendo, comandando y sustentando allí bandas oscurantistas tanto como «opciones» políticas cuyas «victorias» están lapidando y enterrando a los países árabes bajo una losa de etnización, fragmentación, irracionalismo, parálisis social, ancho incremento de las opresiones «internas» (con arreglo a clase de pertenencia, a género, a origen religioso), pasividad económica, entreguismo de la Soberanía y subdesarrollo. La UE está «incluso» abduciendo fuerzas productivas y recursos nacionales allí donde las fuerzas militares «de ayuda occidental» hacen aparición, mientras aporta contingentes a esos Planes (400 soldados alemanes en la frontera turco-siria blindando las incursiones mercenarias desde Turquía, granadas y pistolas «llama» españolas dadas a esos mercenarios del Bloque anglo-sionista para que cometan sus masacres contra sirios, etc.).

En la misma Siria, y en Túnez, Yemen, Egipto, Libia, Sudán, Irak…, este común «vuelco direccional» descrito significa buenas noticias para los Estados Unidos, quien, de hecho, se está revelando como responsable principal del proceso, escondido tras las cínicamente llamadas «Primaveras Árabes». Pero éste en modo alguno habría de ser el «juego español», si los Pueblos hispánicos llegaran a demoler el Estado de la oligarquía financiera y constituirse como Nuevo Poder político orientado hacia cultivar una cooperación internacional fructuosa en orden de fortalecer las Soberanías contra el proyecto hegemonista estadounidense (proyecto, este último, de amordazamiento a dependencias). 

Es curioso que Europa hubo sido llamada (con justicia) tierra de Razón debido a los procesos transcurridos durante el siglo XVIII, y que precisamente ésa clame ser la función europea actual hacia España: estar siendo de nuevo la tierra de la Razón; Ego ideal (ya explicado arriba) que a esta luz se nos revela transmutado en «sabio» Super Ego directriz: 

«No gastéis» (NO gasto «público»), «Recortad la inversión social», «No déficit», sed «realistas», sed «prácticos», aplicad la salud no a los seres humanos sino a los números de las cuentas y limpiadlas a fin de ser «salvados» con «rescate», y acto seguido «Practicad nuevos y más recortes» para haceros capaces de pagar más y más a los «rescatadores», no ya con moneda, sino con el país, con su riqueza diametral y con sus «venas abiertas» (por parafrasear a Eduardo Galeano). Así pues, cuanto menos mantenemos con nosotros, más caro es el «rescate»; cuanto menos mantenemos, más honda es la trampa hasta la que somos persuadidos a encallar. En consecuencia, más fuerte se hace el dominio financiero europeo y, con ello, más veloz es la auto-venta nacional, alimentando así a la oligarquía interna bajo requisito de alimentar aún mucho más copiosamente a sus superiores y avalistas externos. 

La Europa de «nuestros» días -la Europa imperialista- nada tiene que ver con aquélla de Voltaire y Robespierre. Hablamos hoy de una fría guarida de carniceros quienes, anhelando ser financieramente perdonados y tocados bajo sol yankie, no sólo van uniéndose a, sino produciendo y desarrollando movimientos irracionalistas mezclados en su seno con una dimensión ultra-liberal-vende-patrias en economía: los monárquicos islamistas libios criados en el Reino Unido, igual que la Hermandad Musulmana «egipcia», los salafistas en Siria o la pequeña burguesía comercial siria pro-imperialista nutrida y sostenida por el sionismo francés, etc. Todos ellos son defendidos por sus creadores-comandantes e idealizados por crueles periodistas ante las masas espectadoras, de nuevo en el europeo nombre de la Razón, ataviado con vestiduras viejas, así como en el nombre de dar apoyo a «la voz popular» y al «movimiento revolucionario» o «rebelde». 

Dialéctica del Amo y el esclavo 

Bajo el IV Reich, cuanto más oprimido se halla el esclavo español, más dependiente es respecto de sus propios secuestradores, y así con mayor urgencia necesita ser «salvado» por bomberos incendiarios, y así, en fin, más crédulo se vuelve y más febriles, más continuos y más suspirantes son sus sueños con el Amo. Esta secuencia supone radical cumplimiento de la tesis hegeliana llamada «dialéctica del Amo y el esclavo», impresa hoy en camisetas abanderadas de los Estados Unidos o de Alemania, luciendo sobre el cuerpo de nuestros jóvenes y no tan jóvenes.

O identificamos esta misma dialéctica presidiendo las millonarias audiencias atentas a programas televisivos de «agradecimiento» a las bondades tenidas por los supuestos «amortiguadores» de nuestra mala cabeza y mala sangre. O la oímos a través de comentarios televisivos y radiofónicos, de «documentales»…, mostrando como «nuestro problema» la «carencia de Europa». Y así también en el cine devocionado, la estética, la moda, los iconos, los líderes de opinión, etc. Quien produce como pesadilla la Realidad del esclavo, deviene ideal con el que comulgar y fundirse, fuente de admiración, emulación y confianza, al exhibir a ojos del esclavo el poderío parasitario que atesora, y al depender realmente el esclavo respecto de su mano tendida «benevolente». 

Sirva esto de ejemplo: en realidad, el desempleo español está estrechamente relacionado con la Unión Europea y con su «química social de la desertificación industrial nacional aplicada», además de responder a su centralización financiera a expuertas de dinero y recursos que podrían, desde una lógica revolucionaria de independencia real, ser invertidos en generar empleo. Y, sin embargo, no puede ser puesta en duda la tautología de que Alemania «está dándonos trabajo al interior de sus fronteras y abriendo sus puertas a los nuevos llegados españoles». Migrar a la Metrópolis no es la única opción, porque, afortunadamente, ancho es el Mundo, pero la decisión seguida puede ser explicada retornando al lector a ese contexto de la rueda del esclavo: el esclavo lo es también mentalmente, y así piensa a Europa como su centro, solaz y Destino (fetichismo), mientras el título «ganado» por Barcelona le parece, al esclavo, título por Naturaleza: «Capital Mundial del Turismo». 

 

POSFACIO: Las Fuerzas Productivas árabes como condición permisiva del alumbramiento europeo de la Modernidad  

El mapa colonial de Mercator condensa materialmente esa «auto-importancia» española a la manera chovinista, de la que he hablado arriba: adulación y auto-asunción y auto-adulación respecto de poseer «peculiar idiosincrasia» que mira de soslayo a un Mundo ignorado y despreciado, mientras la España concreta agoniza bajo una bota de euro-dependencia. Patria del turismo, del sol, de la selección de fútbol, de la liga BBVA la mejor liga del Mundo, de la identidad re-presentada como oposición a Oriente y a los árabes. Patria de la privación exterior al desarrollo productivo, y del subdesarrollo resultante devenido Virtu y diferencia cultural del alegre y danzarín español quien mira de soslayo hacia lo material. Patria de la miseria y de la precariedad laboral re-elaboradas como júbilo y orgullo de cantarle «las grandezas propias al Mundo», entregando al guiri unas ciudades self-service que de ciudades tienen ya sólo la carcasa, y repartiéndole a éste en flayers «el alma española» por la calle.

De acuerdo a ese mapa, España se ubica justo en el centro del Planeta mientras Europa cae arriba, en el centro-norte (su reino está «allá arriba», y «arropa» a España). Ambas son sobre-dimensionadas en su extensión. 

Esta representación de «la diferencia española», sujeta por lo demás a «la identidad europea», puede ser puesta en contraste con la cartografía medieval europea, deudora de un desarrollo básico a cargo de cartógrafos árabes, al tiempo que usada y puesta a funcionar al interior de los reinos y territorios «europeos» del medievo. En aquélla, el orden cardinal aparece «invertido»: África está al Norte mientras referencias e imaginario hispánicos miran hacia Al-Andalus y hacia África (comercio, alianzas, aprendizaje material, profesional y técnico, anhelos de «conquista»…). Por su parte, la emergente burguesía mercantil y bancaria europea proyecta su mirada hacia el comercio y la inversión, esto es, hacia Oriente y su producción y rutas.

Las cruzadas en sí mismas son inventadas y criadas bajo la racionalidad comercial y el objetivo de ocupación. Lo último, con vistas al manejo de riqueza y a tomar posición a través del nodo mediterráneo para con los anclajes comerciales orientales y los puertos marítimos del Este-Mediterráneo. Pero, dialécticamente, la presencia militar, emisaria y administrativa requerida para consumar esta meta general comercial y de conquista, promoverá y catalizará la demanda mercantil, laboral, de protección, de edificación… y el desarrollo comercial y productivo.

La mayoría de aquellos navíos mercantes y de guerra zarparán desde puertos itálicos, debido a las financiaciones, promociones, legitimaciones y padrinazgos hechos por los poderes pontificios. A esta actividad se debe que la primera burguesía comercial capitalista de «occidente» tome nacimiento y forma en ciudades itálicas (siglo XII; a finales del siglo XI había partido la primera cruzada, objeto de prédica por el Papa Urbano II en 1095 d.C.). Esta burguesía pronto conquista la dominación política, rigiendo a discreción auténticas ciudades-Estado (Génova, Milán, Venecia, Padua, Florencia…).

El periodo de renacimiento europeo y el inicio de la Modernidad reflejarán este tránsito mercantil y este dominio político burgués bajo la sombra de las cruzadas y en correlación al fortalecimiento de relaciones con Oriente, que es «hallado» y conocido. Condiciones permisivas para hacer real este «gran viaje a Oriente» fueron: el desarrollo técnico aplicado a la producción emergente y a los viajes, a la navegación, al urbanismo, a la arquitectura, etc. Y, a su vez, esta base material no habría sido posible sin la obra árabe de traducción y difusión, a través de Europa, de la geometría, astronomía, matemáticas y trigonometría mesopotámica antigua y greco-latina. Tampoco sin la agronomía, cartografía, medicina y química árabes («alquimia» es, literalmente, «química» en lengua árabe: al-quiimia), ni sin el pensamiento social árabe y análisis en torno a procesos gregarios y políticos urbanos. Ibn Jaldun había desarrollado (Al-Muqqawima) una teoría sobre proceso político y consolidación política dentro del orden urbano -o umran haddari– mucho antes de Maquiavelo.

Indicador lingüístico de esta paternidad árabe de la Modernidad «occidental», es cómo la lengua inglesa incorpora durante el periodo descrito varios cientos de palabras árabes -alrededor de quinientas. Sin ir más lejos, «hola» y «hello» derivan ambos del saludo árabe kif al-hal (al-hal se refiere al estado personal objetivo, anímico, emocional…), popularmente simplificado en la extendida forma del saludo árabe «ahla«.