Aunque ha descendido significativamente el nivel del voto blanco o viciado para los comicios del 5 de junio -se situaba en un 20% y hoy se estima en 12 puntos- de todos modos incidirá en el resultado final de los cómputos esperados. Es bueno, entonces mirar el tema con la seriedad que el caso exige. […]
Aunque ha descendido significativamente el nivel del voto blanco o viciado para los comicios del 5 de junio -se situaba en un 20% y hoy se estima en 12 puntos- de todos modos incidirá en el resultado final de los cómputos esperados. Es bueno, entonces mirar el tema con la seriedad que el caso exige.
Hay distintas vertientes entre los que sostienen la necesidad de un voto en blanco o viciado. Es claro que hay quienes obran de buena fe, confundidos por un escenario ciertamente complejo; pero también otros, que actúan con engaño para sorprender a gentes inmaduras, o a personas sin mayor experiencia de lucha.
Desde el exterior, algunos creen que esa puede ser la mejor opción para la izquierda peruana. Sostienen que resulta erróneo respaldar a un candidato claramente definido como Neo Liberal, y orientado hacia los Estados Unidos.
Quienes afirman esa idea no reparan en el hecho que, en ese plano, los dos candidatos representan lo mismo. El «Modelo Neo Liberal» fue introducido en el país por Fujimori cuando virtualmente se vendió al FMI y al Banco Mundial aún antes de asumir su gobierno, en junio de 1990. Luego, al llegar a Palacio, designó a Juan Carlos Hurtado Miller como Ministro de Economía; y después puso en esa cartera a J.J. Camet y a Carlos Boloña, testaferros ambos de los mismos organismos internacionales, de modo que por ahí no pasa la cosa. Keiko fue a engreída de ellos.
Hoy, lo que se plantea en el Perú no es «la economía», porque el Modelo quedó «salvado» desde la primera vuelta electoral. La amenaza concreta es el régimen político que se avizora. Y allí sí que saltan las diferencias. Ese régimen político lo habremos de soportar -o sufrir- los peruanos que estemos acá. No nuestros amigos del exterior, de modo que a nosotros mismos es a quienes nos corresponde decidir. Y tenemos elementos de juicio más que suficientes para asegurar que la gestión Fujimori en el Perú de hoy resulta simplemente intolerable. No caemos, por eso, en el voto en blanco viciado.
Hay otros que sustentan la misma tesis y viven en el Perú. Algunos, se aferran a «principios» abstractos, sin tomar para nada en cuenta la realidad. Actúan de «acuerdo a su conciencia» y obran «para quedar bien con ella». En el fondo, no tienen sólo el apego a una formulación teórica, sino también una concepción egoísta. Les importa «su conciencia», y no lo que le suceda al país ni a los trabajadores. El primero, «que se joda», y a los segundos «que luchen». Pero él, finalmente, será ajeno a una u otra causa.
Otros, proclaman su voluntad de votar así por «preservar su imagen», «no contaminarse». Entre ellos hay lideres de izquierda, y otros que no lo son; y núcleos y organismos de distinto corte. Que sostenga eso Gregorio Santos -aun encarcelado- o Vladimir Cerrón, es lamentable. Confunden la «pureza» de los gestos con la política concreta. Prefieren hacer abstracción de la realidad, y aferrarse a «valores» mal entendidos. Y optan por «quedar bien» y «sin mancha», para el escenario que se abre.
Alfredo Barnechea comparte esa postura. Pero él no es de Izquierda. No obstante, si hubiese pasado a la segunda vuelta, habríamos cerrado filas en su apoyo, sin duda alguna; sin reparar siquiera en el hecho que no es de izquierda. Es más: tiene pasado aprista, salió en defensa de los banqueros en 1987, estuvo cerca de García el 2011 y jamás tuvo un acercamiento a la lucha de los trabajadores y de los pueblos e su dilatara trayectoria. Por esas razones, también nos habrían reprochado, llamando -para perjudicarlo- al voto viciado o en blanco. Pero igual, en similar disyuntiva, lo hubiésemos apoyado.
Algo similar ocurre con las vertientes políticas o sus núcleos afines. Prefieren «guardase» y actuar «sin compromisos» para el futuro. Están mirando «lo que se viene», y no lo que ocurre hoy. Piensan, en su momento, -en el 2021, quizá- cobrar réditos electorales.
Pero hay también quienes llaman al voto viciado o en blanco con trampa. Es decir, a sabiendas que eso, finalmente, podría favorecer a Keiko Fujimori. Es cuestión de ver las cosas.
En primera vuelta, Keiko Fujimori obtuvo el 25.2% de los votos, pero le fue reconocido un 39.8% de los sufragios. ¿Por qué? Muy simple: porque hubo un 30% de votos nulos, blancos o viciados, que fueron repartidos «proporcionalmente» entre los candidatos. A Keiko le dieron 14 puntos más, a PPK, 6, y a Verónica 5. Los otros 5 quedaron para «los pequeños»: Barrenechea, García y hasta el propio Santos -1 punto-, que pudo así «salvar» la inscripción de su Frente.
Hoy mismo, a tenor de las últimas «encuestas publicadas», se le otorga un 45% a Keiko y un 41% a PPK -computando los votos efectivos- pero considerado un 12% de votos nulos o blancos, se «sube» a Keiko de 45 a 52 -7 puntos más- y a PPK a 46, es decir, 5 puntos.
De este modo, esos votos realmente no válidos, podrían favorecer a Keiko si la tendencia se confirmara; o a PPK si se invirtiera. Pero en ningún caso serían neutrales. Esa opción ayudaría, indirectamente, a uno u otro.
Para la segunda vuelta no sería necesario tomar en cuenta los votos nulos, blancos o viciados porque gana solo quien tenga «más votos». Quien tenga 45% derrotará a quien obtenga 41. Y basta.
Cabe preguntarse entonces ¿por qué se toman en cuenta también en esta vuelta esos votos? Muy simple.
Porque Keiko no quiere ganar sólo porque tuvo «más votos que el otro». Quiere ganar porque tuvo «la mitad más uno de los votos «, es decir, «mayoría absoluta «. Así podrá decir que gobernará gracias a una legítima «confianza ciudadana», con mayoría parlamentaria y mayoría presidencial. No quisiera que los demás le enrostraran lo otro: ganaste solo por tener más votos, pero nunca tuviste mayoría ciudadana.
Hay otra consideración adicional: los fujmoristas y Keikistas, no votarán, en ningún caso, viciado o en blanco. Votarán por Keiko. Y lo que ellos quieren, es que «los otros » -es decir lo que no sufragarán por esa candidata- no lo hagan tampoco por PPK, a fin que este tenga menos votos. Busca entonces convencernos que es mejor votar en blanco o viciado.
Y se vale para ese efecto, también de argumentos «principistas» -¿Cómo votaría por un candidato de derecha? ¿Cómo, por un lobista? ¿Cómo, por un Neo liberal? Y sorprende a incautos, sin duda. Fujimoristas conocidos, como Víctor Andrés Ponce, por ejemplo, han sostenido eso. Y otros anónimos, también. Incluso Aldo M. ha «recomendado» eso a la izquierda «que no quiera votar por Keiko».
Una elección polarizante como la que se avecina, se definirá por márgenes estrechos. Si ganara Keiko, a partir del 6 de junio el país vivirá un clima irrespirable. Si PPK derrotara a la Mafia, se podría restaurar en algo el decoro y la dignidad de los peruanos. No hay que permitir que el voto viciado, o en blanco, ayude al peligroso enemigo que nos acecha.
También en torno al tema, hay que cerrar filas (fin)
Gustavo Espinoza M., del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.
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