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Perú

Emotivo homenaje al centenario de la Revolución de octubre

Fuentes: Rebelión

Intervencion del autor en el acto inaugural del Simposio en homenaje a la Revolución de Octubre celebrado en Lima el miércoles 25 de octubre, en calidad de Presidente del Comité del Centenario.

Fue José Carlos Mariátegui el primer peruano que percibió la trascendencia del fenómeno cuyo centenario, hoy celebramos. Y fue él quien «asqueado de la política criolla», se «orientó resueltamente hacia el socialismo».

Por eso convocamos este Simposio y lo colocamos bajo su advocación. Él fue quien nos abrió los ojos y nos enseñó cómo era ese país, «un poco fantástico y un poco aladinesco» en el que asomó, por primera vez en la historia humana, un régimen distinto, más humano, y más justo.

Han transcurrido 100 años de aquel suceso. Como en imágenes sucesivas han desfilado pasajes asombrosos: los cañonazos del Crucero Aurora, la Fortaleza de Pedro y Pablo, Lenin en el Smolny, la toma del Palacio de Invierno, el II Congreso de los Soviet y el primer gobierno de obreros y campesinos sobre la faz de la tierra.

Hay muchas maneras de acercarse a este singular fenómeno. Desde la política, el periodismo, la historia, la legislación social, la vida de los trabajadores. Pero una manera, también de hacerlo, es la cultura. Valery Briusov , excepcional poeta ruso de la época, saludó la llegada de «los bárbaros justicieros llamados a renovar la civilización «. Y Alejandro Block -otro de los grandes- nos avisa: «12 Guardias Rojos caminan por entre la noche y la nieve, empuñando sus armas. Y delante de ellos -sin saberlo- el Cristo invisible coronado de rosas».

No hay que olvidar lo que dijera Gorki: «Lo que han realizado la clase obrera rusa y los intelectuales fundidos a ella, es grande, aleccionador para el universo» . Y es que, en efecto, para el célebre autor de «Mis Universidades«, «casi todos los pueblos tienen su hora en que se sienten llamados a una misión mesiánica, en que se sienten llamados a salvar al mundo…Venir con nosotros hacia la vida nueva por las que trabajamos, a la que nos damos enteros, entre sufrimientos y errores»

Hoy recordamos que uno de los grandes meritos de esa epopeya, fue poner la cultura al servicio del hombre, vale decir, del pueblo mismo. En cada uno de los hombres de octubre, de aquellos que ayudaron a alumbrar un cielo distinto, henchido de amor y de leyenda; estuvo de acicate la cultura.

Había que enfrentar el hambre, la guerra, la miseria; dejar atrás la muerte; para mirar la vida con ojos de esperanza. Porque se trataba no sólo de acabar de una vez y para siempre con la explotación humana y el horror de la opresión; sino también de levantar una estrella hacia el confín infinito. Años más tarde, esa estrella sería tomada entre sus manos por Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova.

Los que seguimos de cerca esa experiencia sabemos de las hazañas coronadas por su pueblo. La Guerra Civil; la agresión de 14 naciones; la titánica lucha por la industrialización; la agresión hitleriana; el horror convertido en victoria en Moscú, Leningrado, Stalingrado; la solidaridad internacional, con todos los pueblos de la tierra; la carrera del espacio; su proyección y sus hazañas. Y los peruanos lo sabemos: Huaraz 1970, Los 22 colaboradores caídos en el mar de Islandia, cuando venían al Perú en esa circunstancia. Y hay más, sin duda. Mucho más.

Pero también los que seguimos de cerca esa experiencia, la vimos caer abatida por el peso concertado de sus propias limitaciones, y el accionar del enemigo. Hoy se sabe qué papel jugó cada quién en aquellos años del siglo pasado, cuando se apagó la estrella roja en el carrillón del Kremlim.

Pero tenemos confianza plena en la fuerza de los pueblos, en la capacidad de lucha de los hombres, en la inteligencia de los humildes; que está dispuesta siempre otear el horizonte, y mirar con optimismo el porvenir. Decimos como José de San Martin: La esperanza tiene dos hijos: la ira y el valor. La ira, por lo que pasó; y el valor para tratar de cambiar las cosas.

La historia, no ha terminado. Lo que ocurre, es que ahora ha vuelto a comenzar, sólo que en otras condiciones. Por eso, en este oscuro rincón nuestro, cuando pareciera caer la luz y afirmarse la noche; nos alumbra el verso de Vallejo: «No tengas pena, que no es de pobres / la pena, el sollozar junto a su tumba / remienda, recuerda / confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista / a tu cadena y guárdala detrás de tu retrato / Ya va a venir el día, ponte el alma.»

Muchas gracias

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.