Los desafíos de la democratización de la comunicación pública en América Latina pasan porque en los países de la región se viabilice una legislación que garantice en forma efectiva una distribución equitativa en tres instancias: «El Estado (para asegurar un servicio público de calidad y diversificado); el sector privado (con fines de lucro y responsabilidades […]
Los desafíos de la democratización de la comunicación pública en América Latina pasan porque en los países de la región se viabilice una legislación que garantice en forma efectiva una distribución equitativa en tres instancias: «El Estado (para asegurar un servicio público de calidad y diversificado); el sector privado (con fines de lucro y responsabilidades sociales bastante definidas); y la sociedad civil (movimientos sociales, comunitarios y étnicos, universidades, asociaciones profesionales, productores independientes, etc.)». Esa es una de las conclusiones del libro «La cruzada de los medios en América Latina. Gobiernos progresistas y políticas de comunicación» (Paidós 2011), del investigador brasileño, Dênis de Moraes.
En esta investigación bibliográfica De Moraes analiza los puntos comunes de los procesos políticos en la lucha por democratizar el acceso a la comunicación que han impulsado varios gobiernos en la región.
Examina los contenidos y alcances de las leyes antimonopolio aprobadas en los últimos años que restringen la concentración especialmente de emisoras de radio y canales de televisión y abren la puerta a la participación de medios alternativos y comunitarios.
Al mismo tiempo, el libro del investigador brasileño muestra cómo han sido las innumerables presiones de los conglomerados mediáticos en defensa de sus privilegiados intereses para evitar la aprobación de estas leyes antimonopolio, aludiendo en forma descarada a que las mismas coartan la libertad de prensa.
La lectura de este libro permite conocer cómo han sido los procesos en varios países latinoamericanos cuyos gobiernos de izquierda le han puesto freno al abuso de las empresas de la denominada «gran prensa» que pretende seguir embaucando a las sociedades con su discurso ultraconservador mediante la perpetuación de sus lucrativos «latifundios mediáticos».
Aprovechando la presentación que recientemente se hizo en Buenos Aires de este interesante trabajo investigativo en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano WWW.CRONICON.NET, entrevistó a su autor, Dênis de Moraes, quien destacó el avance que han logrado países como Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Uruguay en sus respectivas legislaciones para obtener mayor ecuanimidad en el acceso y manejo comunicacional.
Mientras «La comunicación en la ley argentina es considerada derecho humano», en otros países como Brasil y Colombia el sistema de acceso a medios de comunicación es de lo más anacrónico de la región porque estos países están sometidos a un esquema monopólico, señala De Moraes.
Respecto del uso de las denominadas nuevas tecnologías como Internet, este científico social opina que si bien existe la posibilidad de que los sectores populares accedan a ellas, lo cierto es que «son las clases privilegiadas y el capital dominante quienes absorben las mayores ventajas de la cultura digital». En ese sentido aboga por la implantación de otras lógicas de comunicación no comerciales e insiste en el papel predominante que debe jugar el Estado en la información pública.
Dênis de Moraes es doctor en Comunicación y Cultura de la Universidad Federal de Río de Janeiro y cuenta con un posdoctorado obtenido en CLACSO Argentina, se desempeña como profesor de la Universidad Federal Fluminense e investigador del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico del Estado de Río de Janeiro. Autor de varios libros y ensayos, en 2009 obtuvo el Premio Científico otorgado por el Estado de Rio de Janeiro y en 2010 recibió el Premio Internacional de Ensayo «Pensar a contracorriente», concedido por el Ministerio de Cultura de Cuba.
Monopolios mediáticos confunden libertad de prensa con libertad de empresa
– Usted ha señalado que los grandes monopolios mediáticos en América Latina no tienen autoridad moral para hablar de libertad de prensa. ¿Por qué?
– Porque la mayoría de los grandes grupos mediáticos actúan de una manera tal que está dirigida a controlar tanto los contenidos como la opinión con criterios de políticas editoriales que excluyen al contradictor, invisibilizan las posturas críticas y las visiones alternativas, entonces con qué autoridad se presentan en la escena pública para defender la libertad de expresión que no practican en sus propios medios. Lo que ocurre es que las grandes corporaciones confunden libertad de prensa con libertad de empresa. Además, hay un exceso de crítica de los gobiernos progresistas porque están dando una batalla contra esos grupos y sus intereses corporativos, en defensa de la diversidad informativa y cultural con diferentes grados en cada país latinoamericano.
– Sin embargo en varios países de América Latina las grandes audiencias populares ya no les creen a esos monopolios de la desinformación y por eso en buena medida se han consolidado gobiernos progresistas en la región. ¿Cómo analiza ese fenómeno?
– Creo que esto es una cuestión crucial y se trata de entender de una vez por todas que los medios no tienen el poder de definir las opciones y preferencias todo el tiempo y en toda parte. Esta es una mistificación, es una especie de pretensión neurótica de que un sector que expresa los intereses particulares y privados tiene poder para determinar las aspiraciones de toda la sociedad. Creo que hay efectivamente una reacción de los pueblos latinoamericanos no solamente contra los grandes medios y su manipulación sino también contra el modelo neoliberal y sus nefastas consecuencias sociales. Me parece que este momento es muy importante para la democratización de la comunicación que es la libre manifestación del pensamiento. En varios países latinoamericanos pudimos comprobar que el control de la opinión pública que los medios intentan mantener y profundizar no se sostiene de la misma forma como en décadas pasadas. Hay un cuestionamiento más claro, más acentuado de sectores de la sociedad civil con respecto a las «verdades» entre comillas que son transmitidas por los medios. Si bien hay un monopolio cerrado de medios, una concentración dramática de tecnologías, de plataformas y de soportes comunicacionales, también hay una desconcentración de opinión, hay más conflictos que se expresan en la sociedad fuera de los controles y las tentativas de control de los grupos mediáticos.
– ¿Se les cayó el discurso a los oligopolios mediáticos de la falsa independencia y neutralidad que nunca han tenido?
– Sí, porque los medios siempre intentaron convencer a la sociedad de que eran productores de la voluntad general; que eran neutrales y que tienen como misión reflexionar sobre los intereses colectivos. Todo ello contradice la verdad porque los medios son de origen empresarial, privados y, casi todos, pertenecientes a grupos económicos muy poderosos. La construcción del consenso en torno a valores, mentalidades y visiones de mundo, siempre se asoció a todo lo que aparecía en los diarios, en las pantallas de televisión y demás. Y para la opinión pública esto no merecía la más mínima discusión.
– En su último libro «La Cruzada de los medios en América Latina», usted hace un análisis sobre la lucha de los gobiernos progresistas para democratizar la comunicación pública. ¿Qué destacaría como elementos en común de esta lucha en la región?
– La disputa por el tema de la comunicación en América Latina no surgió de manera espontánea. En las dos últimas décadas en varios países de la región hubo reacciones, protestas y marchas contra la herencia nefasta del neoliberalismo por su impacto negativo para la sociedad. En Argentina, Venezuela, México, Ecuador, Bolivia, los movimientos sociales y comunitarios se organizaron para enfrentar este modelo económico. En este contexto, los movimientos del área de la comunicación se agregaron a ese clamor colectivo e incluyeron en las agendas de las luchas sociales el derecho a la comunicación y la necesidad crucial de la democratización de la información y de la difusión cultural. En consecuencia, la inclusión de la democratización de la comunicación en los planes políticos de los gobiernos progresistas ha sido una consecuencia de las movilizaciones, de las reivindicaciones y de las presiones. Actualmente, la mayor novedad es la adhesión de los gobiernos a la causa de la democratización de los medios, que pasa en primer lugar por cambios en las leyes del marco regulatorio que disciplinan los campos de la comunicación ya que tradicionalmente las leyes de las dictaduras militares latinoamericanas favorecían a los grupos empresariales de medios, los cuales constituyen avances relevantes en las perspectivas de los Estados.
– ¿Qué avances se ha logrado, por ejemplo, con la nueva legislación que han optado varios países latinoamericanos?
– Ante todo hay que señalar que gracias a la nueva legislación impulsada por los gobiernos progresistas de Latinoamérica la comunicación ingresó en las agendas públicas de una manera mucho más protagónica. Por ejemplo, la Ley de Medios en Argentina y la Ley de Radiodifusión Comunitaria en Uruguay son consideradas por el Comité Mundial para la Libertad de Expresión de la Unesco, como las dos legislaciones más importantes del mundo. Uruguay en el plano de la radiodifusión comunitaria y la ley de Medios de Argentina como un marco regulatorio avanzado, democrático, rompe con la cadena de sumisión del campo de la comunicación a los intereses privados, que son por definición intereses particulares y, por lo tanto, excluyentes.
– ¿Cuál es su opinión de Internet? ¿Es una herramienta de democratización comunicacional o no?
– Es una herramienta fundamental para descentralizar y exteriorizar la expresión, la creación y la difusión. Pero creo que no puede ser entendida como la única herramienta para democratizar los medios. Internet es un ecosistema descentralizado interactivo en virtud del cual las tecnologías de comunicación permiten que las personas se transformen en emisores y receptores al mismo tiempo, sin intermediaciones y controles de los medios. En ese sentido los movimientos sociales y comunitarios encuentran en Internet un vehículo muy propicio para transmitir sus reivindicaciones y aspiraciones.
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