Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Cuando tenía 12 años -y era un devoto católico y reaganita- vi algo en la televisión que tuvo un profundo efecto en mi vida. Era una emisión de 60 Minutes sobre El Salvador, y se concentraba en el asesinato del arzobispo Romero y de cuatro religiosas, brutalmente violadas y asesinadas en ese país. Lo que me impactó respecto al programa fue su sugerencia de que las fuerzas responsables de esas atrocidades pueden haber sido las que patricinaba EE.UU. Como sabemos ahora, fue ciertamente el caso. Y, fue esta caída en cuenta -de que EE.UU. estaba detrás de la persecución a la Iglesia en El Salvador, y cómo llegué a saber más tarde, en toda Latinoamérica- la que cambió mi visión del mundo y del papel de EE.UU. en él.
Por cierto, Noam Chomsky y su asociado Edward Herman, han estado analizando la guerra estadounidense contra la Iglesia de la Liberación en Latinoamérica, y el hecho de que los medios no han cumplido en casi nada con su deber de informar al respecto, durante años. Chomsky, cuyo único cuadro en su oficina en el MIT lo muestra con el arzobispo Romero y los seis jesuitas asesinados en El Salvador en 1989, señaló hace bastante poco que el asesinato de esos seis jesuitas (por balas estadounidenses,como sabemos ahora) tuvo lugar poco después de la caída del Muro de Berlín. Es decir, los asesinatos tuvieron lugar mientras terminaba la Guerra Fría, la lucha ostensible entre capitalismo y comunismo, lo que lleva a la conclusión de que el ataque contra la Iglesia, y en particular contra la Teología de la Liberación, tuvo poco o nada que ver con el objetivo invocado por EE.UU. de erradicar el comunismo. Más bien, el objetivo era más profundo y más siniestro: eliminar las semillas de justicia social en Latinoamérica al eliminar al cristianismo radical (es decir, el cristianismo mas cercano a las raíces antes de que se convirtiera en religión oficial, estatal, de Roma). En otras palabras, mientras EE.UU. presentaba su guerra contra el comunismo como una guerra contra ateos anti-cristianos, era en realidad EE.UU. el que planteaba una amenaza mayor para el verdadero cristianismo.
Y, EE.UU. ha librado esta batalla con la espada mientras el Vaticano, que se apartó de las raíces del cristianismo hace mucho tiempo, la ha realizado mediante excomuniones y censura y auspicia fuerzas que han perpetrado, literalmente, el aseinato de cientos de religiosos (incluidos sacerdotes, hermanos y hermanas) en toda Latinoamérica. (Dejaré para otra ocasión la discusión del apoyo de EE.UU. a la invasión indonesia de Timor Oriental que costó la vida a entre 500.000 y 1 millón de civiles, en su mayoría católicos romanos). Y, aunque uno no lo sabría gracias a la prensa estadounidense, la lucha continúa.
Mientras tanto, como explicó ayer el conocido periódico colombiano El Tiempo, seis sacerdotes católicos han sido asesinados en lo que va del año en Colombia. Dice el periódico que entre 1984 y septiembre de 2011, dos obispos, 79 sacerdotes, ocho religiosas y religiosos y tres seminaristas han sido asesinados solo en Colombia. Y, en su mayor parte, esas víctimas han sido defensores de los pobres y han sido asesinados por paramilitares derechistas asociados al Estado y a los militares colombianos, el mayor receptor de ayuda militar en la región hasta ahora.
El último sacerdote asesinado en Colombia fue el padre Gualberto Arrieta Oviedo, Párroco de Nuestra Señora del Carmen en Capurganá, Diócesis de Apartadó, quien fue asesinado de un machetazo en la cabeza. El padre Arrieta Oviedo, como explica El Tiempo, «era conocido por su trabajo comprometido con las comunidades más pobres». La Conferencia Episcopal de Colombia reaccionó ante este último asesinato condenando abiertamente los asesinatos de sacerdotes católicos en Colombia, y subrayando «el valeroso compromiso de nuestros sacerdotes con la profética denuncia de la injusticia y la causa de los más pobres en el país». Mientras tanto, el Vaticano guarda silencio sobre estos homicidios.
Evidentemente lo que los gobiernos tanto de EE.UU. como de Colombia quisieran eliminar es la «profética denuncia de la injusticia y la causa de los más pobres». Y este objetivo es el verdadero impulso del apoyo estadounidense a los militares colombianos por la friolera de 7.000 millones de dólares desde el año 2000, y para el Acuerdo de Libre Comercio con Colombia, que el presidente Obama amenaza con aprobar en otoño de este año. Los que están dedicados a la misión de justicia deben oponerse a estas políticas con el fervor de los sacerdotes que arriesgan sus vidas cada día en la guarida del león que EE.UU. y Colombia han creado para ellos.
Dan Kovalik es un abogado de derechos humanos y laborales que vive en Pittsburgh, EE.UU.
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