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Palabras del profesor emérito de la UNAM, Octavio Rodríguez Araujo, al presentar su libro "México en vilo", en la Asamblea Informativa, en el Zócalo de la ciudad de México, 24 de agosto de 2006.

En una lucha como la que estamos dando en el México de 2006, las izquierdas deberían unirse contra las derechas y ultraderechas

Fuentes: Rebelión

  Quiero compartir con ustedes mi libro más reciente referido a los partidos, a los candidatos, a las campañas y a las elecciones de este año, las del 2 de julio pasado. Lo he titulado México en vilo. Nuestro país está en vilo, vivimos una indefinición no deseada, una zozobra que nosotros no provocamos, que […]

 

Quiero compartir con ustedes mi libro más reciente referido a los partidos, a los candidatos, a las campañas y a las elecciones de este año, las del 2 de julio pasado. Lo he titulado México en vilo. Nuestro país está en vilo, vivimos una indefinición no deseada, una zozobra que nosotros no provocamos, que la izquierda no provocó sino que fue causada por quienes han querido impedir a toda costa que Andrés Manuel López Obrador sea el próximo presidente de todos los mexicanos.

En este libro he querido explicar la trayectoria y el significado de las fuerzas políticas, grandes y pequeñas, que desde hace más de un año se han opuesto obsesivamente a la candidatura de López Obrador. Estas fuerzas políticas han sido y son de ultraderecha, de derecha y, aunque parezca increíble, también de quienes han querido presentarse como de izquierda radical y anticapitalista como es el caso de la muy débil otra campaña.

La ultraderecha está representada por el gobierno de Fox y su esposa, ambos asociados con la organización secreta El Yunque apoderado desde el año 2000 del Partido Acción Nacional y representantes también de los intereses empresariales más reaccionarios y corruptos del país organizados en el Consejo Coordinador Empresarial y en otras cúpulas oligárquicas de México y el extranjero.

En este campo de la ultraderecha no podemos omitir a Elba Esther Gordillo y su partido el PANAL, apadrinados todos por la mente criminal más ambiciosa y diabólica de México, Carlos Salinas de Gortari, el mismo que se apropió del gobierno en 1988 burlando el voto de la mayoría de los mexicanos.

Felipe Calderón, en este esquema, es un accidente que la ultraderecha también apoyó aunque hubiera preferido a Martha Sahagún o a Santiago Creel. Calderón es un títere y un rehén de esa ultraderecha que, además, no tiene más proyecto que garantizar la continuidad de las políticas neoliberales y entreguistas que inaugurara en 1982 Miguel de la Madrid.

A diferencia de otros países, como los europeos, en México la ultraderecha y la derecha se confunden, coinciden en lo fundamental y persiguen los mismos objetivos. Si quisiéramos ser más precisos podríamos decir que la derecha está representada por el PRI y por Madrazo, un personaje ambicioso que quiso jugar por su cuenta y perdió. ¿Alguien sabe dónde está ahora y qué hace? Simplemente desapareció de la política mexicana, pero los priístas no. Los priístas son los mismos que se aliaron con el PAN para reprivatizar la banca, para dejar a los campesinos pobres sin recursos ni expectativas, para desaforar a López Obrador, para llamar a votar a los panistas y por Calderón sobre todo en los estados del norte de la república, para tratar de evitar en Chiapas que el candidato de la coalición Por el Bien de Todos pudiera ganar y para llevar a cabo el fraude electoral del 2 de julio y los días siguientes. El punto de unión de la ultraderecha panista y de la derecha priísta es la defensa del neoliberalismo que ha causado que unos cuantos sean obscenamente ricos y el 80 por ciento de la población pobre y sin empleos fijos y bien remunerados.

El caso de La otra campaña, también analizado en mi libro, es también digno de ser tomado en cuenta, porque a pesar de su debilidad y de sus pocos seguidores, se ha dedicado desde el 20 de junio del año pasado a combatir casi exclusivamente a López Obrador, haciéndole el juego a la ultraderecha y a la derecha en lugar de combatirlas como se supone que hace la izquierda verdadera, enemiga por definición de su opuesto: el polo opuesto de la izquierda debería de ser la derecha, no la misma izquierda. En una lucha como la que estamos dando en el México de 2006 las izquierdas deberían unirse, aunque tengan diferencias, contra las derechas y las ultraderechas; esto es lo que dice la lógica y hasta el sentido común.

Mi experiencia académica de 40 años, cuatro décadas en las que me he mantenido como hombre de izquierda, me ha enseñado que si las izquierdas no se unen o no entienden cuál es su enemigo principal, pierden…y las derechas les ganan el espacio. Como estudioso de los partidos políticos y del sistema político mexicano he concluido en las elecciones y en las luchas sociales al margen de éstas uno tiene que aprender a diferenciar claramente quiénes son los aliados de las izquierdas y quiénes sus enemigos.

Lo expondré de manera muy sencilla: si veo que Fox gasta más de mil 700 millones de pesos del pueblo en más de 400 mil spots contra López Obrador, si veo que el PAN y su candidato difaman a López Obrador llamándole incluso «un peligro para México», si veo que el Consejo Coordinador Empresarial y socios hacen propaganda ilegal contra López Obrador, si veo que el IFE, teniendo facultades para impedir todo lo anterior, no hace nada, para mi es muy claro, aunque tuviera diferencias con López Obrador, que él no es derecha ni mucho menos de ultraderecha y que el verdadero peligro para México está en quienes lo atacan para no perder sus privilegios y en quienes se han valido de todo lo que pueden para impedirle ser presidente del país.

¿O no es un peligro para México hacer negocios sucios a la sombra del gobierno, querer venderle al extranjero nuestros recursos naturales, favorecer a los megamillonarios empobreciendo más a la mayoría de los mexicanos?

En estos momentos México está en vilo, y lo está porque las derechas y las ultraderechas han hecho todo lo que han podido para evitar que la voluntad popular lleve a la presidencia del país a quien se les opone, a quien les ha querido marcar el alto, a quien les ha dicho que, por el bien de todos, primero los pobres. Esto es lo que no aceptan las derechas y las ultraderechas. ¡Cómo!, ¿primero los pobres? ¡Nunca, sólo faltaba! Para las derechas y las ultraderechas los ricos, los más ricos del país y sus socios extranjeros van primero, los pobres que se jodan.

En estos momentos el pueblo de México está emplazado a escoger entre más de lo mismo o los cambios necesarios para engrandecer a nuestra patria con todos sus habitantes y n o excluyendo y marginando a la mayoría de ellos, a la mayoría de nosotros. Es por esto que los que estamos aquí, y muchos más que nos escuchan o nos leen, sabemos que si cedemos a los intentos de los poderosos por evitar el legítimo triunfo de Andrés Manuel después irán con nosotros y tratarán de dividirnos para mejor y más fácilmente derrotarnos. Si lo permitimos, si nos dividimos, si bajamos el espíritu de lucha, deberemos saber desde ahora que el poder hace lo que quiera con el pueblo sólo y cuando el pueblo lo acepte.

Estas elecciones han logrado lo que ninguna antes había conseguido: unir a millones de personas no sólo para defender un proyecto alternativo de país sino la democracia auténtica y de contenido social que hemos querido construir desde hace muchos años y que siempre nos han impedido desde el poder, desde ese poder que ha hablado de democracia para terminar traicionándola y pervirtiéndola.

Tenemos un líder, tenemos un movimiento, tenemos y queremos seguir teniendo unidad entre nosotros y con este líder. Sólo con esa unidad tendremos fuerza ante nuestros adversarios y enemigos. A estos, a nuestros enemigos, no los perdamos de vista. Sabemos que se cubren con diversos ropajes, que incluso adoptarán diversos papeles y que tratarán de infiltrarse entre nosotros. No se preocupen, no nos dividirán, y no nos dividirán porque a lo largo de cientos de luchas y decenas de años hemos aprendido que sólo la unidad nos dará la fuerza, la fuerza que necesitamos para sostenernos y para que no nos atropellen una vez más. Pospongamos nuestras diferencias si las tenemos, discutamos todo lo que sea necesario, pero con honestidad y seriedad, con buen fe entre nosotros. Con nuestros enemigos no tenemos que discutir, a ellos debemos ganarles con el uso de la razón y con la fuerza de nuestro movimiento, pacífico, civilizado, inteligente.

La única intención de mi libro México en vilo que aquí presentamos es participar en el debate entre las izquierdas de diferentes matices, dar elementos para este debate, exponer mi análisis y mi punto de vista comprometido con una causa y con un movimiento.

Aquí, públicamente, en la mayor tribuna del país, en el corazón político de México, quiero agradecer a Andrés Manuel López Obrador, nuestro presidente y amigo personal la oportunidad que me ha brindado para hablar de mi modesto trabajo intelectual, de mi grano de arena a esta lucha de la que no nos cansaremos.

Muchas gracias a todos.