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Esclavos chinos y esclavos españoles

Fuentes: Rebelión

Comentario al artículo del señor Manuel de Castro García: «La crisis del textil español, un cuento chino creado por el capitalismo europeo», Rebelión, 9 de junio de 2005

Usted, señor de Castro, comienza su artículo recordándonos los intereses económicos que escondían las Guerras del Opio y el imperialismo decimonónico principalmente inglés, pero olvida que con él iba toda una concepción ideológica eurocéntrica que legitimaba a la vez dicha explotación colonial, no es necesario recordar los textos de Said, nos bastaría con los carteles que adornaban los parques públicos de Sangay: No se permite la entrada a chinos ni a perros. Y ahí es donde cae sin la más mínima reflexión, señor de Castro. Después de analizar suficientemente, aunque de forma matizable (le recomiendo la lectura de El Capital, por ejemplo, el análisis de lo que significa ese trabajo a domicilio que usted casi viste de arcadia), la transformación de la producción y los efectos de la deslocalización, tal y como usted la llama, y el creciente proceso de concentración de capital en el mercado mundial, pasa a considerar que el «milagro chino» es fruto del esclavismo de los obreros chinos («Pero todos sabemos -el que lo niegue miente, sin más- cuál es el milagro chino: la explotación de esclavos») con la aquiescencia dócil del gobierno del PCCh. No sé si usted se guía por la ignorancia, la mala fe o simplemente la reproducción de un prejuicio muy desarrollado por los gobiernos democráticos europeos sobre el gigante asiático, porque no hay nada más lejos de la realidad. Para ello voy a hablar un poquito sobre las condiciones con las que una empresa extranjera (mixta, porque al menos el 50% del capital invertido tiene que ser invertida por una persona jurídica con nacionalidad china):

1.- Un obrero textil chino en la provincia de Zhejiang cobra por mes entre 1000 y 2000 RMB (entre 100 y 200 euros), es decir, es el sueldo aproximado de un trabajador no cualificado. Mientras que yo, profesor de español nativo en la Universidad de Nanjing contratado bajo un convenio con el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, cobro 2750 RMB al mes. Es decir, un profesor universitario extranjero no cobra siquiera el doble que un obrero no cualificado. La diferencia estriba en que en este país se puede vivir con 80 euros por mes. Esa es la diferencia, y no la docilidad del gobierno chino, la que convierte el mercado laboral chino en sabroso para las multinacionales. Siga leyendo y lo comprobará.

2.- Toda empresa extranjera que quiera producir en China y contrate más de 20 obreros tiene que admitir no ya un comité de empresa, sino un sindicato de clase. Toda empresa tiene su propio sindicato. No es que los obreros tengan derecho a organizarse es que los obreros están organizados para defender sus posiciones. Compare usted eso con los sindicatos al servicio del capital que campean por los países sin esclavos.

3.- Si una empresa quiere despedir a un trabajador tiene que compensarlo según el tiempo trabajado, igual que en aquella antigualla en los países sin esclavitud que eran los contratos fijos. Compare usted eso con los contratos basura de los países sin esclavos, aquí siquiera existen.

4.- Todos los impuestos sociales corren a cargo de la empresa extranjera. Estos impuestos son: a) un fondo social para la compra de una vivienda (sí, las empresas en China tienen que contribuir a la compra de una casa de sus explotados), b) un fondo de jubilación, c) un seguro médico (en China no existe esa falacia socialdemócrata y fascista de la Seguridad Social, los gastos médicos corren a cargo de la empresa). Hasta tienen más vacaciones que un obrero español: 6 semanas al año (cuatro en año nuevo chino, una más por el día de los trabajadores y la última que celebra, le recuerdo, el triunfo de una revolución comunista en este país el 1 de octubre de 1949). Aquí la comparación sobra porque supongo que usted será defensor de la falacia socialdemócrata por excelencia: el estado del bienestar, esto es, el estado es el que se encarga de que los obreros no cuelguen de alguna antena a su explotador, como en la Canción del pirata de Espronceda, pirata que también se sacudió del yugo del esclavo.

Sí con esas características: un sueldo que permite vivir, seguridad en el trabajo, protección social no a cargo del Estado sino de la propia empresa, un individuo se convierte en esclavo. Yo le aseguro, señor de Castro, prefiero ser un esclavo a un hombre libre que vende su fuerza de trabajo en un país libre, aunque rescatemos del terror el trabajo a domicilio, como España.

China no es la panacea, todas estos datos no ocultan la mayor: en China existe la explotación de una clase por otra, pero, quizá, señor de Castro debería dejarse guiar menos por sus arcadias de explotación y por la imagen vendida en Europa de la R. P. China y aprender algo sobre derechos sociales de los trabajadores chinos, de esos que usted llama esclavos. Y usted siga afirmando que soy yo el que miente, sin más.

Calañés.
Lector AECI 2002-2005, Universidad de Nanking (China).