Estamos cerca de las elecciones presidenciales en Costa Rica. El despliegue propagandístico alcanzó nuevas proporciones, llevando nuestra ya decadente y cada vez más simplificada democracia al reino del dinero. Una especie de programa de televisión en el que hay que escoger a uno de varios personajes y todo se reduce a pleitos. En Amauta creemos […]
Estamos cerca de las elecciones presidenciales en Costa Rica. El despliegue propagandístico alcanzó nuevas proporciones, llevando nuestra ya decadente y cada vez más simplificada democracia al reino del dinero. Una especie de programa de televisión en el que hay que escoger a uno de varios personajes y todo se reduce a pleitos.
En Amauta creemos necesario denunciar la burla en la que hemos convertido nuestros ejercicios democráticos y el peligro de permitirnos ser comprados.
Sin opciones reales
La calidad de vida de la mayoría costarricenses ha empeorado de manera sostenida durante más de 20 años, periodo en el cual hemos visto siempre mayor endeudamiento a nivel estatal y personal, deterioro de la capacidad adquisitiva de la clase media y un incremento desmedido de las personas en pobreza extrema. Somos el país centroamericano en el que las diferencias ente ricos y pobres crece más rápidamente. No es una conclusión política afirmar que hemos sido manejados por corruptos y personas poco aptas, es lógica. El agotamiento del sistema político nacional nos tiene en una campaña que empezó ya gastada, sin ideas, sin opciones reales a los problemas complejos de nuestra sociedad.
Todos los candidatos señalando culpas ajenas mientras intentaba mantener a flote su credibilidad. A ninguno le funcionó. Cada votante lo sabe, y por eso la mayoria no sabe por quien votar o si lo van hacer o no (http://www.nacion.com/ln_ee/2010/enero/16/pais2228535.html).
Nuestras expectativas son cada vez más bajas con respecto a nuestros gobernantes. Ellos nos demuestran cada ciclo como sus promesas se desvanecen luego de llegar al poder. Pero es nuestra culpa. Eligimos a estos símbolos de nuestra democracia con mediocridad e indiferencia, y reaccionamos de la misma forma cuando deberíamos enfrentarnos a ellos para que sepan que gobiernan para todo el pueblo, y no para unos pocos. Estamos tan acostumbrados con los «cuentos» que nos venden que no esperamos que haya cambio alguno. Y aunque se presente una persona «honesta», no logra arreglar mucho porque hay influencias más grandes que el pueblo que los eligió. La verdad es que nuestros «representantes» escuchan más a los patrones que los financian porque están sujetos a los intereses económicos para determinar su éxito, como todo en nuestra sociedad. Esa es la realidad «democrática» de nuestro país. Por eso consideramos que el voto es, y ha sido por mucho tiempo, un acto frívolo y fácil con el cual podemos excusar nuestras verdaderas responsabilidades civiles. Podemos votar, pero no cambiaría nada substancial. Lo que urge es ser partícipes de nuestra democracia y no espectadores. Debemos salir a las calles en protesta y manifestar nuestro descontento cuando el gobierno no sigue la voluntad de la mayoría. Pero más importante, debemos tomar el poder que nos corresponde a cada uno de nosotros y organizarnos dentro de nuestras comunidades y con otras, para poder nosotros mismos tratar de resolver nuestros problemas directamente y no depender de una entidad que nos ha decepcionado una y otra vez.
Muchos no queremos tomar esta responsabilidad. No queremos las obligaciones porque eso significaría que ya no podríamos echarle las culpas a estos chivos expiatorios a los que llamamos «políticos». Deseamos que nos cuiden, no tener que pensar en los problemas de nuestra sociedad y escaparnos en el entretenimiento de la televisión, del fútbol o de la birra. Pero mientras nos escondemos, se enriquecen y roban a costa nuestra. Podemos seguir pretendiendo que nuestra Costa Rica es mejor que antes y se ha desarrollado más. O podemos ver la realidad que nos rodea e intentar cada uno de nosotros convertirnos en ese cambio que queremos ver.
Si nos informamos de verdad del mundo en que vivimos, escuchando a nuestros vecinos y demás costarricenses en vez de lo que los políticos nos dictan, entonces tal vez los gobernantes de este país finalmente nos tomen en serio como una fuerza más a la que ellos se tienen que arrodillar, y no nosotros a ellos.
Fuente: http://revista-amauta.org/archives/11928
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