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Europa contra Europa

Fuentes: Rebelión

La satisfacción del gobierno Zapatero y las felicitaciones unánimes de las capitales europeas por el magro resultado del referéndum Constitucional en España, no pueden ocultar que la UE zozobra en un mar de incertidumbres. Contra todo pronóstico, la Comisión Europea contempla la posibilidad de un no francés. Su portavoz, Françoise le Baile, presentó el pasado […]

La satisfacción del gobierno Zapatero y las felicitaciones unánimes de las capitales europeas por el magro resultado del referéndum Constitucional en España, no pueden ocultar que la UE zozobra en un mar de incertidumbres. Contra todo pronóstico, la Comisión Europea contempla la posibilidad de un no francés. Su portavoz, Françoise le Baile, presentó el pasado viernes 22 de Abril la postura de la Comisión ante un eventual resultado negativo del referéndum de ratificación en ese país el próximo 29 de Mayo, señalando que «una negativa francesa no debe implicar la suspensión de las votaciones en el resto de los Estados miembros». Sin duda, se trata de un aviso a gobiernos como el holandés que estudia la posibilidad de suspender su referéndum (1 de Junio), si vence el no en el sufragio francés A esta incertidumbre se le une una serie de complicaciones de un enorme calado: las fronteras de la Unión aún no están definidas (¿Turquía?…); el modelo de integración de los nuevos países del Centro y Este facilita las deslocalizaciones de empresas y el debilitamiento de derechos consolidados en toda Europa; el Pacto de Estabilidad ha fracasado (el nuevo reglamento de bases permite déficit superiores al 3%, en función de una «grave recesión económica» y de «otros factores pertinentes»); los objetivos de Lisboa 2000 para convertir Europa en la economía basada en el conocimiento más competitiva del mundo en 2010, chocan con las bajas previsiones de crecimiento económico en 2005 (1´6% en la eurozona y 2% en la UE) e inversión en I+D ( 1´9% a 2% del PIB comunitario); las tasas de desempleo alcanzan el 9%, sin contar la inmigración ilegal; las propuestas del Consejo y la Comisión sobre Perspectivas Financieras 2007-2013, lejos de adecuarse a las nuevas necesidades de la UE ampliada, contemplan una importante reducción del presupuesto desde el actual 1´27 al 1% (máx.1´14) del PIB de la Unión; no existe una política Exterior y de Seguridad Común independiente en terrenos clave respecto a EEUU; la izquierda política y sindical carece de alternativas reformadoras unitarias frente al movimiento mayoritario de los conservadores; junto a ellos, nuevas corrientes particularistas y xenófobas desafían la necesidad de construir una Europa democrática, social y laica de los ciudadanos. Y surge una nueva paradoja: Justo cuanto más poderosa es la exigencia de «otra Europa posible», este horizonte de menos democracia política y social, menos garantías y derechos y más desregulaciones y privatizaciones, encuentra su ordenamiento doctrinal, «ad eternum», en el Tratado constitucional.

Sea cual sea la vía que se emprenda (referéndum o tramite parlamentario) la legitimidad social del Tratado estará prendida con alfileres. El descenso de la participación electoral desde los primeros comicios europeos del 79 (17´3%), y las derrotas gubernamentales en las elecciones europeas de Junio de 2004, son todo un síntoma. Tomando como referencia los índices de participación en dichas elecciones, podemos imaginarnos un panorama pírrico en los países que celebrarán referéndum, salvo Luxemburgo (89%): Reino Unido (38´83), Francia (42´76), Irlanda (58´8), Holanda (39´3), Dinamarca (47´9), Portugal (38´6), República Checa (28´32) y Polonia (20´87). Una observación de paso: Sólo el 11% de los europeos considera que tiene un conocimiento global del texto constitucional (Eurobarómetro de Enero).
En principio, si pese a estas facilidades algún Estado o grupo de Estados no superara la prueba, la Constitución podría no entrar en vigor, dependiendo de la importancia de los Estados que se descuelguen. Tampoco es improbable que Europa acabe rigiéndose por dos Tratados: El Constitucional (para los que lo aprueben) y el de Niza (para los suspensos). Aunque no es arriesgado pensar que si Francia dijera no, todo el complejo andamiaje político-institucional previsto en el Proyecto de Constitución quedaría en entredicho. Lo lógico, entonces, sería iniciar un proceso constituyente sobre otras premisas. Sin duda, una catástrofe …para los líderes europeos que nos han metido en este lío; para el resto, se abriría otra historia.