Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
A raíz de las elecciones del pasado mes en Grecia por las que accedió al poder el partido de izquierdas antiausteridad Syriza, ejércitos de partidarios y detractores -desde Barcelona a Berlín- se han puesto en movimiento. Aunque el ministro de finanzas alemán Wolfgang Schaueble dejó claro que Berlín no iba a tolerar ningún cambio en la estrategia de la Unión Europea (UE) respecto a la deuda, estrategia que ha empobrecido a países como Grecia, España, Portugal e Irlanda, las organizaciones de izquierdas de toda Europa se han reunido en Barcelona para trazar un plan de batalla.
Mientras Schaueble se dedicaba a poner impedimentos al ministro de finanzas griego Yanis Karufakis, el Partido de la Izquierda Europea (PEL, por sus siglas en inglés), junto con toda una gama de partidos verdes, se reunían en la capital de Cataluña en el «Primer Foro de Europa del Sur» para esbozar los diez puntos de la «Declaración de Barcelona» con el objetivo de poner fin a «la austeridad y a la desigualdad» y promover «la democracia y la solidaridad».
A primera vista, las dos últimas semanas se parecen ominosamente a septiembre de 1914, con las fuerzas de oposición atrincherándose ante una sangría masiva.
Por una parte, el Banco Central Europeo (BCE) -uno de los miembros de la «Troika», que componen también la Comisión Europea (CE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)- le negó bruscamente a Grecia el derecho a vender bonos del gobierno para poder recaudar dinero. Los representantes del gobierno griego tampoco consiguieron mucho apoyo del resto de los dirigentes de los países miembros de la UE para reducir la insostenible deuda de Atenas de 360.000 millones de dólares. El canciller británico del Tesoro Público, Gordon Osborne, opinó sombríamente que «el desacuerdo» entre la Eurozona y Grecia estaba «poniendo en peligro la economía global».
Por otra parte, el gobierno de Syriza dejó claro que Grecia había puesto punto final a las políticas de austeridad que habían destruido su economía, habían dejado a más de la cuarta parte del país en situación de desempleo y triturado los servicios sociales más básicos. Y la Declaración de Barcelona es un desafío directo a las fórmulas económicas de la Troika y la cancillera alemana Angela Merkel: «El merkelismo no es invencible. La austeridad puede acabar. Europa puede cambiar», se lee en el documento.
Sin embargo, por detrás de las trincheras, la situación era mucho más compleja que la de dos bandos enfrentados en una batalla del estilo el que gana se lo lleva todo, y la política alrededor de los principios económicos, más fluida que lo que uno podría inicialmente inferir.
Aunque, sin duda, Grecia no va a volver a la fallida fórmula de vender sus empresas estatales, recortes presupuestarios inmensos, despidos y onerosos impuestos; ni tampoco está ansiosa por salir de la Eurozona. Esta última se compone de 18 de los 28 miembros de la UE que utilizan una moneda común: el euro.
Para todo el sturm und drang [tormenta e ímpetu] que llega de Berlín y de la sede de la UE en Bruselas, el programa de Syriza es cualquier cosa menos radical, más socialdemócrata que bolchevique. Y un número cada vez mayor de economistas y de europeos está llegando a la conclusión de que adoptar una línea dura con Grecia podría, finalmente, poner en peligro todos los esfuerzos de la UE.
Como estrategia para superar la deuda, la austeridad tiene una trayectoria casi ininterrumpida de fracasos, empezando por América Latina en los últimos años de la década de 1980. Ha sido realmente catastrófica para Grecia y, en menor medida, para Irlanda, Portugal y España, y no hay prácticamente ningún país europeo que haya esquivado su impacto en el empleo y servicios sociales.
La «austeridad» no va sólo de recortes y austeridad presupuestaria. Al aumentar el desempleo e introducir contratos «temporales» de trabajo, debilita gravemente los sindicatos y la capacidad de los trabajadores para negociar salarios más altos y mejores beneficios. En efecto, según la Organización Internacional del Trabajo, a partir de 2007 los salarios se han estancado o han bajado en la mayoría de los países de la UE.
La austeridad también acelera la desigualdad económica. Según el Suisse Research Institute, el 1% controla ahora el 48,2% de las riquezas mundiales y la desigualdad en Europa es la más alta alcanzada en medio siglo. Mucha más gente es más pobre ahora que hace una década, mientras unos pocos son más ricos que nunca. Estos últimos se resistirán a moderar las políticas por las que, desde hace media década, están consiguiendo un lucro inmenso.
Las elecciones griegas fueron un cañonazo de advertencia a esa estrategia y un aviso de que, aunque la riqueza y el poder político pueden estar relacionados, no son la misma cosa: no se puede anular a los gobiernos.
Pero el compromiso por el lado de la Troika va a ser difícil, en parte porque la estrategia de austeridad ha sido muy lucrativa para las elites de la UE, en parte debido a que la intransigencia de muchos de los dirigentes de la UE se debe a demonios diversos.
Tenemos el demonio del «¿por qué no nosotros?» Los partidos en el poder en Irlanda, Portugal y España están espantados porque si Syriza consigue un acuerdo sobre la deuda griega que no implique seguir crucificando a su población, sus propios empobrecidos electores van a plantearles duras preguntas y a exigir algo similar.
El derechista Partido Popular en España está mirando nerviosamente por encima de su hombro la creciente fuerza del partido antiausteridad Podemos. Que el PEL eligiera España para su conferencia no ha sido algo accidental: Podemos está llegando al 24% en las encuestas nacionales y es el único partido en el país que está actualmente creciendo. Ahora es el segundo mejor colocado en España. Con elecciones locales y nacionales a celebrar este año -las primeras en mayo, las últimas en diciembre- los dos principales partidos de España, hasta ahora, están realmente asustados.
También los gobiernos de Portugal e Irlanda que aceptaron las exigencias de austeridad de la Troika se enfrentan ahora a la expansión, por la izquierda, de los partidos antiausteridad.
Otro de los demonios es la derecha, aunque las elecciones parlamentarias europeas del pasado mayo demostraron que cuando la izquierda presenta un programa antiausteridad claramente articulado, los votantes lo escogen por encima del de la derecha. Sin embargo, lo que esas elecciones mostraron también es que cuando el centro-izquierda acepta la austeridad -como pasó en Gran Bretaña y Francia- la derecha sale ganando.
La cancillera alemana Angela Merkel está inquieta ante la posibilidad de perder votos a la derecha con el euroescéptico partido de la Alternativa para Alemania. El primer ministro británico David Cameron está intentando defenderse del derechista Partido por la Independencia del Reino Unido, y el presidente francés François Hollande va por detrás de Marine Le Pen, del Frente Nacional, partido antiinmigrantes y antisemita.
Hay partidos fuertes de derechas en Dinamarca, Finlandia y Holanda, aunque en los dos últimos casos sus cifras cayeron en las elecciones parlamentarias europeas.
Los que esas elecciones de mayo pasado sugieren es que cualquier esfuerzo para apropiarse de las políticas o de la base de la derecha moviéndose en su dirección no consigue más que alimentar a la bestia. Las experiencias de Grecia son instructivas. El partido neonazi Nuevo Amanecer es también antiausteridad, pero Syriza le derrotó en las elecciones del mes pasado. Al mismo tiempo, la advertencia de Syriza de que la austeridad alimenta las políticas de la derecha es casi realmente verdad. En una crisis económica hay siempre quienes se vuelven hacia el lado oscuro y las simplistas explicaciones de la situación: inmigrantes, rumanos, judíos y «holgazanes».
Aunque la derecha europea es preocupante, ha perdido por lo general las batallas frontales con la izquierda porque la derecha tiene poco que ofrecer aparte de la política del racismo y la xenofobia.
Y Europa necesita respuestas. La crisis griega es una crisis de toda la UE. De una manera u otra, todos los países -incluso Alemania, el motor de la UE- se caracterizan por la caída de los salarios o un incremento anémico, por el aumento de la desigualdad económica, la extensión de la deflación y una disminución general de los niveles de vida. Este es el malestar general que aborda la Declaración de Barcelona.
Pierre Laurent, secretario general del Partido Comunista Francés y presidente del PEL, dijo en el foro de Barcelona que «2015 es un año decisivo, el año del cambio», y que la victoria de Syriza «tendrá un enorme impacto por toda Europa porque por vez primera desde la crisis, obligará a todos los gobiernos europeos a discutir una alternativa a la austeridad».
La Declaración propone un programa para aliviar el desempleo, crear un desarrollo sostenible, ampliar el crédito, la resistencia frente al «racismo y la xenofobia» y una conferencia sobre la deuda europea en la misma onda del Acuerdo de la Deuda de Londres de 1953 que eximió a Alemania de la mitad de sus deudas tras la II Guerra Mundial.
No está claro cómo la crisis de la deuda griega incidirá en los próximos meses.
Puede que la Troika adopte una línea dura, en cuyo caso Grecia puede verse obligada a salir de la Eurozona, una medida de la que Berlín afirma que tendrá poco impacto. Otros analistas no están tan seguros.
«El punto de vista dominante alemán» de que una salida de Grecia sería «un choque menor para la Eurozona y sin consecuencias para la economía mundial» dice el analista del Financial Times Wolfgang Munchau, «no podría estar más equivocado».
La Troika, si se ve frente a un posible colapso de la UE o de la Eurozona y a una insurgencia creciente por su izquierda, podría reaccionar dando a los griegos parte de lo que quieren: una reducción de la tasa de interés sobre la deuda -quizá incluso una reducción de la deuda- y la ampliación del calendario de pago. Lo que no van a conseguir -porque el electorado griego ha dejado muy claro que no lo va a aceptar- es más austeridad.
Ese es el contagio -llamado en ocasiones el «virus griego»- que ya se está extendiendo a España, Portugal e Irlanda, y es probable que pueda saltar a Italia, Francia y Centroeuropa.
Los griegos han sacudido las columnas del templo. En su interior, los poderosos tiemblan.
Conn Hallinan es un columnista de Foreign Policy in Focus. Sus ensayos pueden encontrarse en Dispatches from the Edge y sus novelas sobre la antigua Roma en The Middle Empire Series.