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Un año después del Tratado de Lisboa: grupos de presión, conflictos de intereses, falta de controles

Europa turbia

Fuentes: Rebelión

Hace una semana se publicó un trabajo de investigación conjunta del Financial Times con el Buró para el Periodismo de Investigación sobre cómo se gastan los Fondos Estructurales de la Unión Europea. Los Fondos Estructurales y el Fondo de Cohesión son los instrumentos financieros de la política regional de la Unión Europea (UE) encaminada a […]

Hace una semana se publicó un trabajo de investigación conjunta del Financial Times con el Buró para el Periodismo de Investigación sobre cómo se gastan los Fondos Estructurales de la Unión Europea. Los Fondos Estructurales y el Fondo de Cohesión son los instrumentos financieros de la política regional de la Unión Europea (UE) encaminada a reducir las diferencias de desarrollo entre las regiones y los Estados miembros. Para el período 2007-2013, la dotación financiera asignada a la política regional asciende a casi 348.000 millones de euros. Esta política representa un 35 % del presupuesto comunitario, por lo que constituye la segunda partida presupuestaria más importante (1).

Pues bien, las conclusiones de este estudio revelan, entre otras cosas, las siguientes: que sólo un 10% de los 348.000 millones de euros destinados por la UE para ayudar a sus regiones más pobres ha llegado a desembolsarse; que algunas de las mayores multinacionales del mundo, entre ellas FIAT, IBM, Nokia, Siemens, McDonalds (60.000 euros para formar a su personal en Uppsala, Suecia), H&M, Nokia Coca-Cola han recibido dinero de ese programa; que British American Tobacco obtuvo 1,6 millones de euros para construir una fábrica de cigarrillos; que otras empresas están sirviéndose de los fondos de la UE para trasladar sus fábricas a países con mano de obra más barata pese a que ello está expresamente prohibido por Bruselas, y que entre los concesionarios de estas ayudas figuran empresas ligadas a la mafia calabresa, a la cual, según un estudio de la Guardia di Finanza habrían ido a parar durante los últimos años 1.200 millones € de los fondos estructurales europeos (2).

Si estas conclusiones son preocupantes, más lo es la explicación que hace  Cynthia O’Murchu, una de las autoras de la investigación del Financial Times, sobre cómo funciona el sistema. Cabría esperar -dice O’Murchu- que fueran los Estados o la Comisión quienes gestionaran la concesión de esos fondos, y sin embargo, quienes lo hacen son «una multitud de autoridades más pequeñas, lo que dificulta saber quién recibe de hecho el dinero». En suma: la Comisión no sabe a quién llega el dinero, y eso porque se trata de un sistema incapaz de controlar tantos pequeños proyectos. La Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) cuenta con algo más de 20 investigadores dedicados a combatir el fraude. Los proyectos, en cambio, son una infinidad. Demasiados pocos investigadores para tanto documento.

La opacidad, la falta de controles y el manejo de información alimentan el conflicto de intereses, que avanza en la Unión Europea. Citamos tres casos recientes: Günter Vergheugen, antiguo Comisario de Empresa e Industria, además de uno de los cinco Vicepresidentes de la Comisión (Barroso I) dos meses después de concluir su mandato, montó una empresa consultora que ofrece servicios en la misma materia de la que se ocupaba oficialmente (3); este mismo verano, Joe Borg, antiguo Comisario de Pesca, empezó a trabajar para FIPRA, una consultora que cabildea en asuntos marítimos; y Benita Ferrero-Waldner, ex comisaria europea de Relaciones Exteriores y de Comercio ha aceptado ser nueva vocal del órgano rector de Gamesa, y no sólo: también figura en el consejo de la aseguradora alemana Munich Re (4).

El día 29 de noviembre el Observatorio Corporate Europe publicaba un informe sobre cómo EUFIC (European Food Information Council) un grupo de presión financiado por las grandes multinacionales de la alimentación (Coca-Cola, Danone, Kraft Foods, Mars, McDonald’s, Nestlé, Unilever) cuya función es «proporcionar información creíble, basada en la ciencia sobre la calidad nutricional y la seguridad de los alimentos» condiciona a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), agencia que debe a su vez «proporcionar asesoramiento científico independiente sobre todas las cuestiones que afectan directa o indirectamente a la seguridad alimentaria»(5). Se cuenta en este documento el caso de Laura Smillie, número dos del la Dirección de Comunicación de EFSA, que sólo tres semanas antes trabajaba en el Departamento de Comunicación de EUFIC y que sin ambages reconocía que durante su trabajo en EUFIC formó parte durante cinco años de la plataforma de consultores de EFSA. Controlador y controlado, controlado y controlador, entran y salen por una puerta giratoria. Un detalle: son una sola persona. Aceptado esto, no hay más que un paso para aceptar ciertas aseveraciones de EUFIC de este jaez: «Se ha descubierto que los chicles sirven para controlar el apetito» o que tomar «tres snacks al día puede tener un impacto positivo en la salud», o que los alimentos genéticamente modificados no son malos, pues «no hay riesgos inherentes en la transferencia de DNA entre organismos no siendo el DNA tóxico». ¿Quién pagó estos estudios creíbles y basados en la ciencia? ¿Quién los hizo? Sorprende ver que EUFIC se asocie para estos estudios con científicos que se sabe que reciben dinero de Coca Cola, Nestlé, Bonduelle, Unilever o Philip Morris. Pero sorprende más aún que la Autoridad Europea para la Alimentación se asesore con estos mismos personajes.  Otra vez, mecenas e investigador entran por la puerta giratoria, y otra vez sólo sale uno. Otra vez, controlador, asesor y controlado  entran en la puerta giratoria, y otra vez vuelve a salir uno. Y es que para tranquilizar al consumidor, no hay como la unanimidad.

Aún hay más. Anteayer el Observatorio Corporate Europe publicó la lista de los peores lobbistas de 2010. 8.000 ciudadanos de toda Europa participaron en una votación pública, tras la cual enviaron una carta al Comisario Marox Sefcovic en la que señalaban que las empresas y lobbies nominados para los Premios a los peores lobbies europeos en 2010 «habían socavado las políticas europeas para combatir el cambio climático y regular el sector público». Los ganadores de esta edición han sido los siguientes: en la categoría cambio climático la subsidiaria Npower del gigante energético alemán RWE, «que se presenta como ecológica, pero presiona para mantener sus plantas de carbón y petróleo abiertas»; en la categoría finanzas, ganaron Goldman Sachs y el lobby de derivados ISDA, «por defender sus armas financieras de destrucción masiva». 

Hace un año se aprobó el Tratado de Lisboa, que prometía una Europa más democrática y transparente. Apenas se investiga, se ve que Europa sufre los manejos turbios de un sistema que pone en peligro una alta idea política, y no me refiero a esta UE, sino a la unidad política de Europa. Aprovechar esta información para saber bien qué Europa no queremos es de justicia, pero caer en un euroescepticismo tal que haga de Europa un desaguisado de países, mientras otras potencias se alivian al contar con un competidor global menos, sería un gran error.

Notas:

1. http://europa.eu/scadplus/glossary/structural_cohesion_fund_es.htm

2. http://blogs.euobserver.com/alfter/2010/12/03/eu-money-to-the-mafia-the-tobacco-industry-and-multinationals/

3. http://blog.brusselssunshine.eu/2010/09/ex-commissioner-verheugen-in-revolving.html

4. http://www.cincodias.com/articulo/empresas/ex-comisaria-europea-Benita-Ferrero-Waldner-nuevo-miembro-consejo-Gamesa/20100224cdscdsemp_30/

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