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Sobre la Unión por el Mediterráneo

Fiasco europeo en el Mediterráneo

Fuentes: La Vanguardia

Ya lo advertía Javier Solana: la Unión por el Mediterráneo (UpM) impulsada por el presidente francés Nicolas Sarkozy no sería ninguna revolución, sino más bien una evolución. Una fase más del Proceso de Barcelona (1995) en que se inspiró y al que pretendía superar en resultados. No lo ha logrado. Dos años después de su […]

Ya lo advertía Javier Solana: la Unión por el Mediterráneo (UpM) impulsada por el presidente francés Nicolas Sarkozy no sería ninguna revolución, sino más bien una evolución. Una fase más del Proceso de Barcelona (1995) en que se inspiró y al que pretendía superar en resultados. No lo ha logrado. Dos años después de su lanzamiento con una suntuosa cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en París, el acariciado proyecto agoniza, incapaz de sortear las dificultades que hipotecaron el éxito del anterior intento.

El mal momento que atraviesan las relaciones entre palestinos e israelíes no justifica la patente imposibilidad de convocar una cumbre bienal entre los líderes de las dos riberas del Mediterráneo (por dos veces se ha desconvocado la cumbre de Barcelona).

El objetivo del proyecto soñado por Sarkozy era, sin renunciar a intervenir, ponerse por encima del enquistado conflicto para avanzar en lo práctico, en proyectos de cooperación: descontaminar el Mediterráneo, instalar una gigantesca red de placas solares, mejorar el transporte… Pretendía hacer el recorrido inverso: a través de la cooperación regional, llegaría la paz. Helàs, hasta ahora, la UpM ha fracasado en su íntima razón de ser.

París compensó el «borrón y cuenta nueva» que hizo al enterrar el proceso de Barcelona dando a la ciudad la sede del secretariado. Iba en ella la promesa de convertirla en capital del Mediterráneo. La creación de una estructura permanente debía colmar las carencias del anterior proyecto y darle más capacidad operativa. Todo sigue en el aire.

El secretariado ocupa desde junio parte del Palau de Pedralbes; en él, el diplomático jordano Ahmed Masa»deh ejerce de secretario general de una oficina sin responsabilidades y en precario. Sólo la semana pasada se aprobó su presupuesto y el dinero que costaron las sillas en que debe sentarse media docena de subsecretarios tuvo que ser adelantado por el IEMED (Institut Europeu de la Mediterrània). Las rencillas internas de los europeos retrasaron el nombramientos de los vicesecretarios generales y algunos ni siquiera han tomado posesión.

Por el lado sur, las malas relaciones entre vecinos tampoco facilitan el trabajo. Un embajador europeo señala un error fundamental en la arquitectura institucional de la UpM: haber incluido como socio a la Liga Árabe, un organismo que antes participaba como observador de las reuniones ministeriales pero que ahora ha entrado en los órganos de gobierno. El cambio no facilita las relaciones con Israel en uno de los pocos foros que comparte con los palestinos. Los árabes, resaltan fuentes diplomáticas, toman cualquier tema como excusa para hacer presión.

La idea de tener dos copresidencias rotatorias tampoco ha salido como se esperaba. Las ejercen, desde julio del 2008, Francia y Egipto. La idea era renovarlas este año en la cumbre de Barcelona. España aspiraba a relevar a París al mando por parte europea, hasta que Bélgica, actual presidencia de turno de la UE, dejó claro que no iba a aceptarlo. No todo el mundo interpretó igual el pacto no escrito sellado hace dos años en Marsella, aunque Madrid se fió de la palabra de París de que los países del sur de Europa se turnarían el liderazgo.

«No nos parece bien que sólo los países del sur de la UE puedan tratar o representarnos con los vecinos del Sur», decía en junio a La Vanguardia, Steven Vanackere, ministro belga de Exteriores. Sería como sí sólo los del Este pudieran hablar con Europa oriental, insistía… Y no ha cedido. Al final han tenido que mediar los servicios jurídicos del Consejo, que han aclarado que con el tratado de Lisboa el mando no corresponde a ninguno de los dos sino a … Catherine Ashton, alta representante de Política Exterior. Por un periodo transitorio, cederá parte de las responsabilidades a un país, aunque sigue sin estar claro a quién.

La batalla hispanobelga refleja la disputa que marcó la fundación de la UpM. Sarkozy pretendía en un primer momento crear una «Unión Euromediterránea», entre los países de la ribera sur y los europeos del norte. La canciller alemana Angela Merkel pronto paró los pies al francés y recondujo el proyecto para que ningún país europeo se viera excluido. Al contrario, se incluyó a Turquía y los Balcanes, con lo que la UpM suma la vertiginosa cifra de 43 socios con voz y voto en cada decisión.

No se puede decir que el impulso político sea proporcional al número de socios. Además, por imposición de los países del norte, la UpM tampoco cuenta con más financiación que el anterior proyecto, un revés que París aspira a solucionar atrayendo la inversión privada. Aún así, ambas orillas siguen trabajando en pequeños proyectos de cooperación bilateral con financiación europea sin las «fantasías de Sarkozy», afirman en una organización ligada a este canal de cooperación.

El rumbo de la UpM sigue sin estar claro. Tras cancelar la cumbre prevista para el pasado mes de junio en Barcelona, en el segundo intento se intentó aprovechar la posible convocatoria para acoger una sesión de las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos que auspicia Estados Unidos. De haber ido bien, se contaba con llevar a Barcelona a Barack Obama. Las negociaciones han entrado en punto muerto y esta semana Benjamin Netanyahu ha anunciado la construcción de 1.300 viviendas en Jerusalén oriental, dando al traste con todos los esfuerzos diplomáticos europeos para reactivar la UpM. El Mediterráneo, una vez más, tendrá que esperar.

Fuente: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20101115/54071034421.html