Guerra de posiciones. Ese concepto gramsciano es el que mejor ilustra la situación continental después del cambio de época inaugurado por el comandante Hugo Chávez en 1998, que llevó a que una izquierda aglutinada en el Foro de Sao Paulo, que hasta ese año sólo gobernaba (eso sí, desde 1959) la Cuba socialista, pasara […]
Guerra de posiciones. Ese concepto gramsciano es el que mejor ilustra la situación continental después del cambio de época inaugurado por el comandante Hugo Chávez en 1998, que llevó a que una izquierda aglutinada en el Foro de Sao Paulo, que hasta ese año sólo gobernaba (eso sí, desde 1959) la Cuba socialista, pasara a gestionar hasta 11 gobiernos latinoamericanos (Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Paraguay y un Perú que comenzó con signo progresista y terminó con un claro carácter conservador). Sin embargo, tras una ofensiva de carácter conservador, fue perdiendo por la vía electoral (Argentina) o de los golpes de Estado (Honduras) y parlamentario-judiciales (Paraguay o Brasil) las posiciones conquistadas. Otras veces la contrarrevolución llegó desde dentro, como es el caso de Ecuador, donde la derecha ni siquiera tuvo que ganar electoralmente al correísmo para hacerse con el poder.
La reciente victoria del uribismo en Colombia y del lopezobradorismo en México, junto con los vaivenes judiciales en torno a la liberación de Lula en Brasil, todo ello en menos de un mes, ilustran a la perfección esa especie de empate catastrófico en la que se encuentra América Latina, empate entre los proyectos progresistas y los intentos de restauración conservadora.
Es en este contexto que entre el 15 y 17 de julio se celebra el 24 Foro de Sao Paulo en La Habana, Cuba. Un foro ideado por Fidel Castro y Lula da Silva allá por 1990, cuando caía el mundo y se imponía el fin de la historia
. Foro que siempre ha recogido en su seno las correlaciones de fuerza existentes en cada país y momento histórico. Al fin y al cabo, de eso se trata la política. Por eso también no es casualidad un FSP en la Cuba post Castro, con Díaz Canel como presidente, y el PCC, de Raúl, de anfitrión del evento.
Y todo ello en un momento de crisis.
Crisis del capitalismo que sólo puede seguir el proceso de acumulación profundizando el despojo, en un proceso de financiarización de la economía, con Trump y el Brexit poniendo en jaque la globalización neoliberal, y China y Rusia haciendo jaque mate al mundo unipolar.
Crisis del imperialismo, que sin embargo continúa su ofensiva en todo el planeta, haciendo lo único que sabe hacer, y aprovechando también errores ajenos. En el caso de América Latina y el Caribe, ha cambiado el enemigo externo, Cuba por Venezuela, pero continúan las mismas viejas practicas en un nuevo tablero de juego.
Crisis política de la que no se salvan ni los gobiernos de izquierda ni los de derecha. Ahora mismo el escenario continental tiene incendios en Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Brasil, Colombia y Argentina.
Al igual que en 1990, el foro nació en un escenario tremendamente complejo. En 2018 el foro se reunirá en Cuba en otro momento complejo. Del fin de la historia al fin del ciclo progresista es el relato que quieren imponer. Quieren (re) imponer una versión tecnocrática de la política, dejando como mucho espacio para un progresismo light.
Para ello la ofensiva mediática, judicial e incluso religiosa es abrumadora. Quieren vencer culturalmente y cuentan para ello con la potencia de fuego mediática, con el avance de la derecha evangélica entre los sectores populares y la herramienta del lawfare cuando es necesaria, especialmente contra los líderes de la izquierda.
Los riesgos son grandes, la ventana de oportunidad que supuso el FSP, tal como la define el politólogo y ex diplomático cubano Roberto Regalado, uno de sus fundadores, puede abrirse, pero también cerrarse, con el riesgo de que del posneoliberalismo se pase a una socialdemocracia con características latinoamericanas.
Por eso los desafíos de esta edición del Foro de Sao Paulo son probablemente los mayores en la historia de esta herramienta de confluencia y unidad para la izquierda latinoamericana.
Todo ello en medio de un proceso de integración en retroceso: un Alba ralentizado, una Unasur en crisis y una Celac estancada.
Y con debates viejos, pero que necesitan de nuevas respuestas, como la relación partido-movimiento-gobierno-Estado. Para ello es imprescindible el diálogo con las nuevas fuerzas de izquierda y/o progresistas latinoamericanas, desde Nuevo Perú a Colombia Humana, del Frente Amplio de Chile a Morena de México.
Y, sobre todo, repensar los límites de los proyectos progresistas construidos hasta el momento. Repensar los límites para catapultarse hacia adelante en la edificación de un proyecto nuevo y más ambicioso que ya tiene un punto de partida, el Consenso de Nuestra América, documento de proyecciones para un programa político de acuerdos de la izquierda, los partidos y movimientos populares de América Latina y el Caribe.
Y, sobre todo, unidad, la que proclamaba Fidel Castro en su discurso en la clausura del cuarto Foro de Sao Paulo celebrado en La Habana el 24 de julio de 1993: Vean cómo a pesar de la diversidad de organizaciones tenemos un gran número de puntos en común y luchas en común, y esa declaración, que puede tener una coma más y una coma menos, una palabra más y una menos, una que nos satisfaga más y otra que nos satisfaga menos, es prácticamente un programa de lucha
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Fuente: http://www.jornada.com.mx/2018/07/15/opinion/020a1mun
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