El texto que sigue es la traducción del discurso pronunciado en el Center for Strategic and International Studies (CSIS) en Washington el pasado 12 de junio 2014. Es de interés porque hace explícito el lado belicista del Tratado Transatlántico de Libre Comercio (TTIP). Traducción por S. Seguí.
Buenas tardes, señoras y señores:
Les doy las gracias por haberme invitado a hablar en el CSIS hoy.
Estoy muy contento de estar aquí hoy, delante de un público estadounidense, ya que es de la mayor importancia continuar hoy el diálogo con nuestros amigos estadounidenses.
Estuve en Bruselas el pasado mes de marzo, cuando el presidente Obama se dirigió a los jóvenes europeos. Y puedo decirles que a veces es bueno que se nos recuerde los valores que compartimos, tal como hicimos en las playas de Normandía hace unos días.
La razón por la que estoy aquí con ustedes hoy es precisamente porque me gustaría compartir con ustedes cómo queremos defender esos valores, junto con ustedes.
1 – El mundo ha cambiado desde el fin de la Guerra Fría; nuestra relación debe profundizarse.
A ambos lados del Atlántico, nos hemos enfrentado a la peor crisis financiera y económica desde la Gran Depresión. Estados Unidos tomó medidas importantes: implementó un fuerte plan de recuperación y una resuelta política monetaria. Y está en camino hacia la independencia energética, un objetivo que hubiera parecido totalmente irreal hace tan sólo unos años.
En Europa también, hemos dado grandes pasos:
• para salvar el euro;
• para regular los mercados financieros;
• establecer la unión bancaria;
• consolidar las finanzas públicas;
• mejorar nuestra competitividad;
• y poner en marcha nuevos sistemas de gobernanza económica y fiscal.
Confío en que tanto EE.UU. como Europa saldrán fortalecidos de la crisis. Pero esto no será suficiente.
Desde el fin de la Guerra Fría, el mundo en que vivimos se ha vuelto más pequeño, más rápido, más complejo y más interconectado. Han surgido nuevos actores, nuevas interdependencias y nuevas amenazas. Las desigualdades, el agotamiento de los recursos, el cambio climático y la demografía siguen siendo fuentes de inestabilidad en muchas partes del mundo.
Otros países -fuera de EE.UU. y Europa- han entrado en la escena mundial como grandes potencias económicas industriales y a veces militares: China, India y Brasil, por nombrar algunos. Defendiendo sus propios intereses en su esfera de influencia, tomando posiciones fuertes en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Todo ello conduce a la turbulencia y la intranquilidad en más y más lugares de todo el mundo: en el Sahel, tan dolorosamente recordado por el secuestro de las escolares en Nigeria: en Afganistán y Pakistán. En todo el Oriente Próximo, donde la crisis siria envía pocas señales de que vaya a resolverse. Y el aumento de la presión de los fundamentalistas en Iraq. Más cerca de casa, en Ucrania, donde el ejército nacional y los separatistas están ahora enfrentándose abiertamente entre sí en la región Slaviansk. Y no debemos olvidar las tensiones que emergen en el Mar del Sur de China.
En todas partes vemos que las crisis regionales pueden convertirse en conflictos violentos. Y que la violencia puede proceder tanto de actores estatales como de otros no estatales. Los terroristas pueden golpear a cualquiera, en cualquier lugar. Un coche bomba en Kabul; o un Kalashnikov en un museo judío de Bruselas, hace unos días. Las armas de destrucción masiva siguen estando al alcance de un cierto número de países. Los ciberataques pueden ir dirigidos a todos nosotros: los gobiernos, los bancos, las compañías de telecomunicaciones u hospitales.
En este nuevo orden, o desorden, internacional el liderazgo económico, militar, político e incluso moral de Occidente está siendo cada vez más cuestionado.
Si EE.UU. y la UE quieren estar en condiciones de influir en este nuevo mundo, tenemos que ser actores, no espectadores. Tenemos que actuar juntos. En medio de tanta turbulencia, es vital saber quiénes son tus amigos. Ser capaz de contar con un socio fiable. Y quiero hacer hincapié en ese punto en el día de hoy: Europa es ese socio fiable para EE.UU.. Y estamos decididos a actuar junto con ustedes para defender nuestros valores e intereses comunes.
Para ello -y este es mi segundo punto- como aliados naturales y amigos cercanos, tenemos que ser capaces de rediseñar nuestra relación y desarrollarla aún más. No necesito recordar la larga y especial asociación que hemos construido juntos. EE.UU. intervino dos veces en el siglo pasado para ayudar a defender la democracia en Europa contra la dictadura y la tiranía, y ayudó a reconstruir Europa con el Plan Marshall.
Juntos resistimos la expansión del comunismo en la era de la Guerra Fría; vimos el colapso del Telón de Acero y la reunificación de la familia europea. Y, más recientemente, hemos sido socios en la lucha contra el terrorismo, en particular en Afganistán.
Hoy en día, las negociaciones para un TTIP libre y justo iniciadas el año pasado, ofrecen una oportunidad única para reforzar y rediseñar la asociación transatlántica. Para hacer crecer nuestras dos economías sin renunciar a los valores que nos son propios. Para estar en la vanguardia de las normas y estándares mundiales. Y para dar forma al entorno global de negocios en los años venideros. Tenemos que ser ambiciosos y construir un mercado transatlántico real.
El comercio entre nosotros no tropieza sobre los aranceles de importación, ya bastante bajos en torno al 4%. Es en los temas de «detrás de las fronteras» donde radica el verdadero potencial de mejora. Y ahí es donde tenemos que enfocar nuestras energías.
El presidente Obama ha dicho que el Tratado debe ser «libre y justo». Estoy de acuerdo. Y todavía no estamos allí.
Sin embargo, señoras y señores, por importante que el TTIP sea, la relación entre EE.UU. y Europa no pueden y no deben reducirse a sólo un área de libre comercio. Tiene que ser una relación política más fuerte.
2 – Si los europeos queremos seguir siendo sus mejores aliados en el escenario mundial, tenemos que actuar también como proveedores de seguridad.
No podemos dejar a los EE.UU. solos en el papel de único policía del mundo. Como el presidente Obama lo manifestó en West Point hace dos semanas: Los EE.UU. sólo puede usar su poderío militar cuando sus propios intereses fundamentales estén amenazados. Aliados y socios tienen que movilizarse en una acción colectiva. El Presidente también dijo con razón lo siguiente: el aparato militar de EE.UU. sigue siendo el mayor de martillo en el mundo. Pero no todo problema es un clavo. En conjunto, estos dos supuestos deben ser la base de una asociación de seguridad transatlántica renovada.
En el mundo actual, la seguridad casi nunca se puede lograr sólo por medios militares. Lo que necesitamos es un enfoque integral, basado en un amplio espectro de instrumentos, en su mayoría civiles. Este es el enfoque tradicional de seguridad de la UE y la característica principal de su Política Exterior y de Seguridad Común (PESC).
Sin embargo, en muchos casos, es indispensable respaldar esos instrumentos civiles con la capacidad de utilizar la potencia de fuego militar. De lo contrario, la diplomacia sigue siendo ineficaz. Por tanto, una PESC creíble necesita una fuerte PDSD (Política de Defensa y de Seguridad Común). Europa sólo puede convertirse en un proveedor de seguridad creíble si también dispone de medios militares para actuar. Y para ser capaz de actuar sin depender en todo momento del apoyo de EE.UU.
Desafortunadamente, esto no es la realidad hoy en día. Durante muchos años, las naciones europeas han reducido constantemente su gasto en defensa y, para hacer las cosas aún peor, lo hicieron de forma no coordinada. Esto ha dado lugar a importantes deficiencias en las capacidades, que limitan la capacidad de Europa para actuar.
Para superar estas deficiencias y construir una capacidad de actuación, Europa tiene una sola opción: la cooperación y la integración.
Como expresó recientemente Arnaud Danjean, Presidente de la Subcomisión de Seguridad y Defensa del Parlamento Europeo: «Ninguno de nuestros Estados miembros, ni siquiera Francia o el Reino Unido, las dos potencias militares más fuertes, está en una posición por sí solo de hacer frente a los retos de seguridad actuales y las amenazas en Europa. Ninguno de nuestros Estados miembros, ni siquiera Alemania, la potencia económica más fuerte, está en una posición por sí sola para garantizar la competitividad de su base industrial nacional. Ninguno de nuestros Estados miembros, ni siquiera los más atlantistas, está en una posición para apoyarse eternamente en la protección de EE.UU.»
En pocas palabras: EE.UU. necesita una Europa fuerte. Y sólo una Europa unida tiene el potencial de ser fuerte. Una PESC, no una única PESC. Una Europa unida, no uniforme.
En la UE de hoy, hay una conciencia creciente de la necesidad de hacer frente a este desafío. En diciembre pasado, por primera vez desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, los líderes europeos se reunieron para discutir de defensa al más alto nivel político. Y claramente se comprometieron en la intensificación de la Política Exterior y de Seguridad Común.
¿Cómo?:
En primer lugar, aumentando la eficacia de la PDSD (en particular mediante el fortalecimiento del enfoque de seguridad integral que combina medios civiles y militares).
En segundo lugar, mejorando el desarrollo de las capacidades de defensa (con especial atención a las deficiencias de capacidad más importantes).
Y en tercer lugar, fortaleciendo la industria de defensa europea (en particular, mediante la profundización del mercado interior de la UE para la defensa y el fomento de la innovación).
Para lograr estos objetivos, se encargó los Estados miembros y las instituciones europeas a tomar más de 30 medidas concretas.
Este catálogo incluye una amplia gama de medidas, que van desde la preparación de una Estrategia de Seguridad Marítima al desarrollo de una capacidad de repostaje aire-aire y el desarrollo de una seguridad integral del régimen de abastecimiento.
El mensaje fue claro: los Estados miembros y todas las instituciones de la UE; el Servicio de Acción Exterior, bajo la dirección de Cathy Ashton, la Agencia Europea de Defensa y la Comisión Europea tienen que entregar y reportar sus avances a los Jefes de Estado y de Gobierno en junio de 2015.
Sabemos que la cooperación en defensa nunca es fácil, ya que alude a la soberanía nacional. Y que los países europeos tienen fuertes tradiciones nacionales que siguen siendo fuertes obstáculos a cualquier enfoque común.
Esa es una de las razones por las que creo que la Comisión Europea tiene un papel que desempeñar y puede aportar un valor añadido real. Por supuesto, la defensa sigue siendo principalmente un dominio para los Estados miembros. Sin embargo, la Comisión siempre ha sido el motor de la integración europea, y puede serlo también en el sector de la defensa. Sé que las competencias de la Comisión en este ámbito son limitadas, pero puede hacer una contribución importante con sus políticas, como las de mercado interior, industria, investigación, energía y espacio.
No vamos a alcanzar estos objetivos de la noche a la mañana. Sin embargo, son necesarios, y estoy convencido de que la próxima Comisión mantendrá en un lugar preeminente de su programa la seguridad y la defensa.
Pero tenemos que hacer más.
Como político y en base a los recientes acontecimientos, veo tres hechos principales:
En primer lugar, la situación en Crimea dejó claro que nos falta un régimen de sanciones rápido y eficiente. Dado que no tenemos un conocimiento o una visión general de las inversiones y los activos en poder de las empresas y los ciudadanos rusos en la UE, nos tomó demasiado tiempo para reaccionar. He pedido desde hace tiempo un sistema de seguimiento de las inversiones extranjeras implementables, sobre todo los de las tecnologías críticas o las industrias de defensa.
En segundo lugar, la amenaza al suministro de gas de Europa nos da una oportunidad única para iniciar una reflexión sobre la energía en Europa, tal como se hizo aquí una serie de años atrás con el gas de esquisto. Esto es tanto una cuestión de independencia, como de competitividad.
Y en tercer lugar, creo que es de suma importancia abrir un amplio debate sobre las prioridades estratégicas de Europa.
Sobre la base de la estrategia de seguridad existente, es preciso desarrollar un nuevo concepto estratégico. Uno que defina nuestros intereses comunes, las amenazas que enfrentamos, y las capacidades necesarias para hacer frente a estas amenazas.
Necesitamos un concepto así para orquestar mejor nuestras políticas en nuestro entorno: Europa del Este y los Balcanes, Magreb y África. Porque ¿cómo podemos pretender actuar en la escena mundial si no somos capaces de desempeñar un papel activo con nuestros vecinos más cercanos?
Al establecer este concepto estratégico, también seríamos capaces de definir mejor la forma en que íbamos a compartir la carga de la seguridad y la defensa de nuestros intereses comunes con los EE.UU..
Una vez que tengamos un concepto estratégico, debemos ser capaces de hacer más progresos con los países de la UE en cuanto a la planificación y la formación; en la cooperación para el desarrollo de nuevas tecnologías y capacidades; en el intercambio de información e inteligencia; y, por qué no, en el desarrollo de una gama de capacidades comunes gestionadas directamente por la UE.
Señoras y Señores:
En el orden mundial del siglo XXI, EE.UU. y Europa se necesitan mutuamente más que nunca antes. EE.UU. necesita una Europa fuerte. Y Europa sólo puede ser fuerte si está unida, cuando la UE desarrolle una política común de defensa de gran alcance sobre la base de una amplia cooperación e integración.
Cuando Europa intensifique su capacidad militar y tecnológico estará en mejores condiciones de intervenir donde y cuando los EE.UU. no desee hacerlo, por ejemplo en África. Y ser un socio mucho más capaz en acciones conjuntas, como en Libia.
Europa y los EE.UU. forman un buen equipo. Lo hemos demostrado en el pasado y vamos a probarlo en el futuro. Empleando todas las armas de nuestro arsenal para construir nuestra asociación. Y haciendo frente a los desafíos de un mundo en constante cambio.
Gracias.
1 Tratado Transatlántico de Libre Comercio (TTIP, por sus siglas en inglés) N. del t.