Es muy común y extendida la creencia de que un «gobierno de izquierda» por muy light (en referencia a ligero, corto) que sea, representa un fenómeno progresivo en comparación, por ejemplo, a los gobiernos abiertamente reaccionarios de la clase dominante. Se dice que un gobierno de éste tipo contribuye, aunque sea mínimamente, al proceso de […]
Es muy común y extendida la creencia de que un «gobierno de izquierda» por muy light (en referencia a ligero, corto) que sea, representa un fenómeno progresivo en comparación, por ejemplo, a los gobiernos abiertamente reaccionarios de la clase dominante. Se dice que un gobierno de éste tipo contribuye, aunque sea mínimamente, al proceso de transformaciones sociales y económicas que en algún momento colocarían al país en una situación favorable a la superación del orden burgués y con él, de toda miseria, explotación y opresión.
Como una consecuencia de lo anterior, esta idea -fundada en los máximos exponentes del ala revisionista de la socialdemocracia alemana del siglo XX- considera así que todo movimiento político o intelectual progresista y de izquierda debe apoyar, cuando menos, en períodos críticos y/o electorales, a estos gobiernos, asegurando así la continuidad de los mismos, junto con una buena mayoría parlamentaria.
Cualquiera que se oponga a este esquema es catalogado por los seguidores de éste, como un sujeto o un movimiento que le hace el juego a la derecha, un vulgar ultraizquierdista, cuya acción resulta, en el fondo, favorable a los intereses de la clase dominante del país.
Así lo entiende, por ejemplo, Ricardo Ribera historiador, catedrático y fiel defensor del FMLN. Dice: «hay momentos en que lo central es llevar a la izquierda al poder y/o impedir que la derecha se haga con él. Transformado el escenario, se abre entonces un período histórico en el que corresponde presionar, exigir, criticar, atacar incluso, a esta izquierda partidaria que hemos empoderado, Antes había mencionado que «El analista político, en especial si se considera de izquierda, deberá tomar en cuenta tal diferenciación [Se refiere a las relaciones de fuerza], si no quiere terminar haciéndole el juego a las fuerzas adversarias de derecha**.
Así, el planteamiento es que la izquierda debería -frente a un gobierno que aplica fielmente las políticas más rapaces de los bancos y los organismos financieros internacionales, las recetas neoliberales más dogmáticas y antipopulares- guardar un espantoso silencio en épocas electorales, unirse en bloque para votar por éste partido y, solo una vez y cuando la derecha fue derrotada electoralmente, criticar y exigir al gobierno medidas que satisfagan los intereses de los trabajadores y el pueblo. Hacer lo contrario, según esta visión, es hacerle el juego a la derecha y nos convierte, por lo tanto, en enemigos políticos.
Pero la realidad es muy distinta…
Pero la realidad es muy distinta. La verdad es que más allá de los embrollos y justificaciones explicativas de estos catedráticos, quienes en verdad hacen el juego a la derecha, es decir a la clase dominante del país (y al capital extranjero), en última instancia, es el mismo gobierno y sus epígonos como Ricardo Ribera. Es más, no solo le hacen el juego, sino que administran su Estado, garantizan la seguridad de sus negocios y aplican sus políticas.
Pero a la misma vez hacen algo que la derecha tradicional no siempre puede: retrasan, cuando no del todo impiden, la organización y el ascenso de las luchas sociales. En este campo, los gobiernos de izquierda light como el FMLN, juegan un papel verdaderamente invaluable para la clase dominante y el capital extranjero. La derecha tradicional no puede detener este ascenso de luchas que provocan sus políticas más rapaces, si lo puede hacer y en efecto lo hacen -en parte por el prestigio del que estos partidos gozan ante las masas- un gobierno liderado por un partido considerado tradicionalmente de izquierda. En ese sentido los gobiernos de izquierda light no son pues sino una carta de la cual echa mano la clase dominante en períodos especiales.
Pensemos en un ejemplo rápido: En El Salvador, bajo los gobiernos de derecha, el movimiento popular, sindical y estudiantil venía protagonizando una serie de luchas importantes; recordemos que fue en el 2001 bajo la administración de Francisco Flores que las «marchas blancas» lograron frenar (sin una relación parlamentaria favorable) la privatización del sistema de Salud en el país. Otros ejemplos más cercanos: desde el 2004 se desarrollaron intensas manifestaciones, principalmente estudiantiles, contra el aumento del pasaje, que se convirtieron luego en luchas ofensivas, por el medio pasaje estudiantil: ambas triunfaron relativamente, de nuevo con una relación desfavorable en el parlamento. En el 2008 hubo un efímero resurgir de las luchas estudiantiles, principalmente en el Occidente del país.
Debemos recordar, además, que fue en este período que va del 2006 al 2009 donde se desarrollaron luchas importantes contra los desalojos de campesinos en el Oriente del país, así como las batallas callejeras de los pobladores contra el relleno sanitario en Santa Ana. Es importante mencionar que estas luchas se desplegaron, la mayoría de las veces, a contramarcha de las direcciones tradicionales cooptadas por el FMLN, que ya orientaba por aquel momento en el sentido de truecar las peleas de calle por votos: las cosas se resolverían, decían, al ganar las presidenciales. Ello limitó el mismo desarrollo de las luchas aun cuando el FMLN se encontraba todavía en la oposición.
La gran mayoría de esta actividad popular ahora no existen más: la situación de estabilidad sociopolítica de la posguerra (1992) que tendía hacia su rompimiento del 2001 al 2006 fue quebrada por completo gracias a las políticas represivas de los gobiernos de ARENA que culminaron con la aprobación de la ley antiterrorista, pero también y particularmente gracias a la política electorera del FMLN en un primer momento, y a su actuar gubernamental después.
¿Qué hubiese pasado si el FMLN no hubiese llegado al gobierno? Y, aún más ¿Qué hubiese pasado si en lugar del enfoque predominante por aquel entonces en el FMLN, de truecar las luchas por votos, hubiese sido derrotado por un enfoque de preponderancia de las luchas, por sobre la acción electoral, de articulación por la base de las mismas (eso que los educadores populares llaman creación de poder popular?
No podemos saberlo a ciencia cierta, pero lo más probable es que estas luchas se hubiesen desarrollado y estaríamos ahora en un escalón más elevado de las luchas sociales, de la lucha de clases, y, siendo éstas, como hemos demostrado, el verdadero motor de las trasformaciones sociales, la cuestión no puede presentarse con más claridad: los gobiernos del FMLN ha contribuido al sostenimiento del régimen social de la propiedad privada de los medios de producción, de la economía neoliberal y el estatus de semicolonial del país, ello mediante la administración del Estado y el apaciguamiento de las luchas.
¿Quiénes hacen entonces el juego a la derecha, a las clases dominantes del país? La respuesta resulta evidente. Lo que no resulta tan sencillo responderse -al menos en el esquema de catedráticos como Ribera- es de aquello que éste piensa echar mano después de las elecciones: el movimiento con el cual supuestamente exigiría al «gobierno de izquierda» concesiones.
¿Con qué fuerzas vamos a exigir después de las elecciones? ¿Con qué movimiento vamos a luchar y arrancar a los gobiernos del FMLN nuestras conquistas? Estas interrogantes no tienen respuesta para nuestros amigos defensores a ultranza del FMLN y, en efecto, dentro de su esquema no podrían tenerlo. Sin embargo, para nosotros es simple: El FMLN desmovilizó las luchas, así lo quieran comprender o no catedráticos como Ricardo Ribera.
La respuesta no radica entonces en votar por el FMLN y luego exigir con movimientos que ya fueron desmovilizados por la misma votación que Ribera pretende orientar. La salida es la organización y las luchas independientes del FMLN (y de los aparatos sindicales, estudiantiles y campesinos que le son afines), del gobierno y la derecha.
Notas:
* El presente es parte de una serie de artículos dedicados al estudio de la realidad política de la izquierda tradicional de El Salvador. El primer artículo puede encontrarse acá http://voces.org.sv/2015/03/17/lecciones-basicas-de-ciencias-politicas-i/ . En el artículo III de Lecciones básicas de Ciencias Políticas trataremos sobre el problema de las demandas mínimas-demandas máximas y su ligazón interna.
** Ricardo Ribera. Política en tiempos electorales. (15-03-2015) Contrapunto.
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