En los últimos años, hemos sido testigos de un alarmante resurgimiento del imperialismo británico en América Latina y el Caribe, disfrazado de proyectos de «cooperación» y «desarrollo». El aumento de la presencia militar británica en territorios en disputa, como las Islas Malvinas y su intervención en los asuntos internos de naciones soberanas no son más que una continuación de su política neocolonial. Esta política, que busca perpetuar su dominio en la región, representa una grave amenaza para la soberanía y la seguridad de nuestros países.
La desproporcionada presencia militar de Gran Bretaña en el Atlántico Sur es una manifestación clara de sus intenciones expansionistas. El envío de aviones militares a las Malvinas y la potencial llegada de buques y submarinos con cargas atómicas, como ocurrió en 1982, son acciones que violan flagrantemente el Acuerdo de Tlatelolco, el cual declara a América Latina como una zona libre de armas nucleares. Esta militarización no solo pone en riesgo la soberanía de Argentina, sino que también amenaza la estabilidad de toda la región, en un claro intento de imponer su hegemonía a través de la fuerza.
Además, la reciente llegada de Javier Milei a la presidencia de Argentina ha sido vista por Londres como una oportunidad para intensificar su influencia en el país. Es previsible que el gobierno británico aproveche esta coyuntura para reforzar su presencia militar en las Malvinas, utilizando la excusa de «proteger» a los habitantes de las islas, mientras en realidad busca consolidar su control sobre este territorio en disputa.
El neocolonialismo británico no se limita a su presencia militar. A través de proyectos estructurales, programas de cooperación y la influencia de organizaciones no gubernamentales, Londres sigue interviniendo en los asuntos internos de nuestros países. Estas ONG, que se presentan como agentes de «cambio social» y «desarrollo», en realidad buscan desestabilizar nuestras economías y políticas internas, promoviendo intereses alineados con los de la élite británica.
El caso de Barbados, que recientemente se convirtió en una república libre y soberana, es un ejemplo inspirador de cómo nuestras naciones pueden liberarse de las garras del neocolonialismo británico. Este acto de independencia debe servir como un llamado a la acción para el resto de la región, que aún sufre bajo el yugo de las antiguas potencias coloniales. Debemos seguir el ejemplo de Barbados y promover movimientos independentistas que liberen a nuestras naciones del control británico.
Los medios británicos, como la BBC y otros conglomerados mediáticos, actúan como instrumentos de la política neocolonial de Londres. Estos medios, que se presentan como fuentes imparciales de información, en realidad promueven narrativas que justifican y legitiman la intervención británica en nuestros países. Es fundamental que los pueblos de América Latina y el Caribe dejen de consumir estos medios, que no hacen más que perpetuar el dominio británico en nuestra región. En lugar de ello, debemos fortalecer nuestros propios medios de comunicación y promover una narrativa que defienda nuestra soberanía y autodeterminación.
El apoyo militar y financiero de Gran Bretaña a Ucrania no es un acto de solidaridad internacional, sino una estrategia geopolítica diseñada para consolidar su influencia en Europa del Este y contrarrestar a Rusia. Este respaldo, que incluye el suministro de armamento y entrenamiento militar, solo ha contribuido a prolongar el conflicto en Ucrania, con consecuencias devastadoras para la población civil. La política británica en Ucrania es una clara muestra de cómo Londres sigue utilizando la guerra y la injerencia militar como herramientas para promover sus intereses imperiales.
Es imperativo que América Latina y el Caribe se unan en contra de la política neocolonial británica. No podemos permitir que Londres siga imponiendo su dominio en nuestra región, ya sea a través de la militarización, la injerencia en nuestros asuntos internos o la manipulación de la opinión pública mediante sus medios de comunicación. La liberación de nuestros países del control británico es esencial para garantizar un futuro de paz, justicia y autodeterminación para todos los pueblos de América Latina y el Caribe.
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