2013 pareció establecer para Grecia el fin de una tendencia a nivel económico que, tras seis años de recesión, se podría resumir en el estancamiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país y del índice de desempleo. Este año finaliza con una contracción de la economía que ronda el cuatro por ciento, pero todo apunta […]
2013 pareció establecer para Grecia el fin de una tendencia a nivel económico que, tras seis años de recesión, se podría resumir en el estancamiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país y del índice de desempleo. Este año finaliza con una contracción de la economía que ronda el cuatro por ciento, pero todo apunta a que para el próximo año el valor de la economía griega se situará entorno al cero, décimas arriba según el gobierno de Atenas o décimas abajo a tenor de las previsiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
También el desempleo siguió una suerte de marasmo, estabilizándose prácticamente a lo largo de todo el año en el 27 por ciento, con ligeras subidas y bajadas de apenas unas décimas, ayudado en parte por una temporada récord en el sector del turismo y también por la creciente corriente migratoria de trabajadores griegos hacia países del norte de Europa.
Otro dato macroeconómico que durante los últimos meses disparó la euforia gubernamental fue la eventual consecución de un superávit primario, sin contar los intereses del pago de la deuda, que permitiría al país la vuelta a los mercados financieros en 2014.
Esa posibilidad se apoyó fundamentalmente en drásticos recortes del presupuesto público, básicamente en las partidas sociales; un fuerte incremento de la presión fiscal, del 10 por ciento de media; y la práctica paralización de las devoluciones del Estado a los contribuyentes, como es el caso de las declaraciones negativas del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) o del impuesto de la renta.
De lograrse el citado superávit, Grecia vería rebajados los tipos de interés vinculados a los préstamos internacionales concedidos, lo que supondría un ligero alivio en el pago de la deuda y el inicio de un nuevo ciclo en relación con los mercados financieros y con los acreedores extranjeros.
Sin embargo, esta tímida mejora prevista en el ámbito financiero no mostró ninguna conexión con la economía real que, lejos de recuperarse, continuó en 2013 profundizando su espiral de recesión.
Un dato revelador del abismo entre el sector productivo y el especulativo lo aportó la Autoridad de Estadísticas de Grecia (Elstat) al mostrar un descenso en el volumen de la producción industrial del 8,9 por ciento, en el cómputo interanual, en contraposición con la marcha ascendente de la Bolsa de Atenas que, en los últimos cuatro meses, creció un 50 por ciento.
Desde el inicio de la crisis el PIB griego se redujo en un 22 por ciento, lo que significa la mayor caída registrada nunca para un país desarrollado en tiempos de paz, y ello derivó en una pérdida del 40 por ciento en el poder adquisitivo de los ciudadanos y en el desplome de la actividad económica y comercial.
Junto al citado descenso de la producción industrial, los últimos informes de Elstat muestran una contracción del sector de la construcción (-31 por ciento) y del comercio minorista (5,9 por ciento), mientras se generaba un importante desequilibrio en la balanza comercial, debido al aumento de las importaciones (7,9 por ciento) y al descenso de las exportaciones (2,2 por ciento).
Según los datos de la Confederación General de Profesionales, Artesanos y Comerciantes, el volumen de negocio de las pequeñas empresas, que suponen el 99,6 por ciento del total, disminuyó en 75 por ciento desde el inicio de la crisis, mientras que su cifra de empleados retrocedió al nivel de 1997.
En el ámbito de las familias, las medidas de austeridad se llevaron este año el 10 por ciento de sus ingresos, lo cual dejó a cambio un aumento equivalente de la carga impositiva y un índice de desempleo del 27,1 por ciento en el segundo trimestre del año.
Las consecuencias fueron un empeoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos, expresada en la tendencia al alza de hogares que se hallan en el umbral de la pobreza, un 23 por ciento en 2012 y cerca de un tercio en la actualidad, y en la creciente dificultad para poder hacer frente a sus obligaciones de pago.
Así, el Banco de Grecia constató en noviembre una reducción de los depósitos bancarios y un aumento de la morosidad tanto con el Estado, al que empresas y particulares ya adeudan más de 60 millardos de euros, como con las entidades financieras, que para 2014 evalúan en 140 mil el número de desahucios probables si el gobierno decreta el fin de la moratoria existente.
En resumen, y en lo que respecta a la economía real, el optimismo del gobierno se basó principalmente en que la desregulación laboral, las reformas exigidas por los acreedores y la recapitalización bancaria, sirvieran para atraer inversiones extranjeras y para facilitar líneas de crédito a las empresas, según lo explica el economista Kostas Lapavitsas.
Unas esperanzas que hasta el momento se han mostrado vanas, pues ni el vasto programa de privatizaciones ni la rebaja del 22 por ciento del salario mínimo han supuesto un acicate para los capitales foráneos.
Por esa razón, el profesor de economía política Leonidas Vatikiotis aseguró que la realidad desmiente las predicciones del gobierno, basadas en que «salarios más bajos, facilitan exportaciones y atraen inversiones», pues ni lo exportado entre 2010-2013 superó al periodo previo de la crisis (1995-2008), ni aumentó el stock de capital fijo.
Más bien al contrario, la reducción de un 32,4 por ciento en los salarios, durante los últimos dos años, vino acompañada de una caída de la inversión a precios constantes que la situaron al nivel de 1994, reduciéndose en un ocho por ciento en 2013.
Para muchos economistas, Grecia cierra un ciclo en el que quedó clara la imposibilidad de recuperación bajo los parámetros neoliberales de austeridad y contención del déficit, pues de seguir con las mismas políticas harían falta aún dos décadas, en el mejor de los casos, a fin de retornar al punto de partida.
Al contrario, la salida de la eurozona y la recuperación de la soberanía fiscal y monetaria, algo que comienza a debatirse en determinados ámbitos, permitiría la mejora económica en un lapso de tiempo mucho menor, tal y como experimentaron los países latinoamericanos que abandonaron los férreos dictámenes neoliberales, tras décadas de opresión.
Antonio Cuesta. Corresponsal de Prensa Latina en Grecia. Su blog de noticias es: http://deatenas.tumblr.com/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.