La respuesta de las élites políticas de la Unión Europea a esta crisis ha consistido en la firma de «memorándums de entendimiento» con distintos países periféricos. Los memorándums firmados con Grecia, Irlanda y Portugal, dieron pie a la intervención de fuerzas antidemocráticas en el corazón de la política de esos países e introdujeron políticas criminales […]
La respuesta de las élites políticas de la Unión Europea a esta crisis ha consistido en la firma de «memorándums de entendimiento» con distintos países periféricos. Los memorándums firmados con Grecia, Irlanda y Portugal, dieron pie a la intervención de fuerzas antidemocráticas en el corazón de la política de esos países e introdujeron políticas criminales que empezaron a ser implementadas por los gobiernos locales en su condición de vasallos. Estos memorándums también fueron un precedente de las orientaciones estratégicas de las élites de los países centrales para el futuro de Europa. En 2012, en colaboración con las élites de los países periféricos, aprobaron el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza y crearon el Mecanismo Europeo de Estabilidad, dos instrumentos que institucionalizaron el sometimiento de nuestras políticas a las necesidades de los países centrales.
Es momento de empezar a trabajar en nuestra propia respuesta estratégica. Es necesario oponerse al relato de los memorándums de los poderes centrales con un Memorándum de las periferias. Tomando en cuenta nuestros propios contextos, el trabajo será tan necesario como complejo. Desde Belfast a las Islas Canarias, de Lisboa a Atenas, de Nicosia a Ljubljana, la Europa periférica ha sido sometida a procesos de fragmentación política. Por un lado, las élites centrales han usado en más de una ocasión las diferencias locales con el fin de evitar la concentración de poder en nuestras regiones. Al mismo tiempo, las élites lacayas locales no han dudado en apoyarse en las élites centrales para reproducir su propia posición de poder, sin prestar atención al interés de sus pueblos. Los casos de Eslovenia y España muestran hasta qué punto hay paralelismos entre los países periféricos, su deterioro progresivo y las consecuencias que esta situación tiene para la legitimidad del sistema.
El diagnóstico
Tras el inicio de la crisis, varios países de la periferia europea se vieron en la necesidad de acudir a los rescates financieros. Éstos estaban condicionados a una rigurosa implementación de las llamadas medidas de consolidación fiscal y reformas estructurales acordadas en el programa. Dicho de otro modo, a cambio de los préstamos los países estaban obligados a seguir estrictas medidas de austeridad que fueron mostradas como la única garantía para resolver la crisis. Sin embargo, las recetas formuladas no hicieron sino reproducir las calamidades, como se puede ver en el caso de Grecia. Al mismo tiempo, y casi sin darnos cuenta, la austeridad pasó a ser una receta universal para el destrozo de nuestros países.
A pesar de que Eslovenia todavía no ha solicitado formalmente un rescate, el país ha venido aplicando las medidas de austeridad por iniciativa de sus élites y ahora afronta consecuencias similares a las de los países rescatados. España, por su parte, solicitó un rescate financiero en julio de 2012. Desde que se implementaron esas políticas, ambos países han visto incrementar exponencialmente sus niveles de deuda pública. En España, ésta ha subido del 26% del PIB de 2007 al 94% de finales de 2013, con todas las proyecciones apuntando a un 105% en 2018. En Eslovenia, el 22% de 2008 se ha incrementado y en 2013 suponía el 72% del PIB. De acuerdo con datos del FMI, su deuda supondrá el 77,7% del PIB a lo largo de este año.
La reacción a las proyecciones ha sido la misma en ambos países. A pesar de la oposición y las críticas, las élites gobernantes introdujeron la «regla de oro» de la estabilidad presupuestaria en sus constituciones. Con esta maniobra de los países centrales, ambos países renunciaron a la única herramienta de política macroeconómica con la que afrontar el problema del endeudamiento. Aunque las metas que se han fijado ambos países con la introducción de la «regla de oro» parecen irrealizables, éstas tendrán que ser cumplidas so pena de ser sancionados. En adelante, el déficit público no estará permitido y nuestros gastos presupuestarios sólo podrán ser pagados con subidas de impuestos.
Los efectos de las medidas de austeridad ya pueden ser vistos en el deterioro de la situación social de ambos países, con una rápida caída en los niveles y condiciones de vida de sus ciudadanos. En España, más de un 25% de la población en edad de trabajar no puede encontrar un trabajo y más del 20% está al borde de la pobreza. Algunas de estas cifras son similares en Eslovenia, en donde casi el 20% de la población vive bajo el umbral de la pobreza o está en situación de exclusión social. El desempleo juvenil en España ya ha superado el 55%, mientras que en Eslovenia, un país acostumbrado a niveles de desempleo muy bajos, la tasa actual es del 26%. Además, las reformas en el mercado laboral de ambos países han provocado un aumento de la precariedad de la fuerza laboral, creando una nueva clase de asalariados pobres que carecen de beneficios sociales y se enfrentan a la degradación de sus condiciones de jubilación. Vivimos en países más pobres y en los que es cada vez más difícil para los trabajadores y trabajadores dotarse de unas condiciones de vida decentes.
Una política alternativa
En este escenario, es necesario implementar una serie de medidas con el fin de dar la vuelta a la tendencia de crecimiento económico sin creación de empleo. La política de austeridad y las denominadas reformas estructurales (en realidad, reformas neoliberales) deben ser paradas inmediatamente. Sin embargo, eso no será suficiente. Es necesario implementar con urgencia un programa de desarrollo económico. El ‘new deal’ europeo propuesto por Alexis Tsipras, candidato a la presidencia de la Comisión Europea propuesto por el Partido de la Izquierda Europea, es la única vía posible para poner fin al problema del desempleo, auténtica lacra que está devastando a la periferia europea. La inversión en las áreas productivas de la economía es una condición insalvable, pero al mismo tiempo el crédito debe ser puesto a disposición de las pequeñas y medianas empresas, aquellas que constituyen la espina dorsal de nuestras economías. Para ello, el mandato del Banco Central Europeo debe cambiar de manera radical, de modo que se convierta en una institución al servicio de la economía productiva, al tiempo que debe ser puesto bajo el control democrático del Parlamento Europeo. Los estados europeos y las iniciativas productivas deben encontrar un aliado en su Banco Central, no un enemigo al servicio de los especuladores financieros.
Las soluciones ofrecidas por las élites políticas europeas han demostrado ser económicamente inefectivas, pero también profundamente antidemocráticas. Desde 2013, cuando el Tratado de Estabilidad entró en funcionamiento, los estados europeos ya no pueden acudir al estímulo fiscal como forma de crear empleo y oportunidades. Los presupuestos nacionales ya no son una herramienta de los pueblos, sino un instrumento sujeto a los dictados de la Comisión Europea, el Eurogrupo y el Banco Central Europeo, instituciones que han fijado el déficit como su prioridad, dejando a un lado a los pueblos a los cuales debían servir.
Al mismo tiempo, el Tratado de Estabilidad fija unos niveles de deuda que no pueden sobrepasar el 60%. Sin embargo, como ya se apuntó, la deuda de los países periféricos se ha incrementado de manera espectacular desde el inicio de la crisis. Paradójicamente, eso no supone un problema para las instituciones europeas. No debemos esperar clemencia por parte de nuestros acreedores, a los que las élites vasallas están dispuestas a vender nuestros países. Por ello, el problema de la deuda periférica debe ser tratado de manera urgente en una conferencia europea convocada a tal efecto. La Izquierda Europea ha propuesto el ejemplo del Acuerdo de Londres de 1953, gracias al cual la República Federal de Alemania pudo iniciar un próspero período económico y, al mismo tiempo, afrontar una parte de su deuda. Un futuro próspero para la periferia pasa por la derogación del Tratado de Estabilidad y la revisión de la deuda contraída en estos años.
Periferias, ¡únanse!
Un grupo de economistas franceses ha calculado que la reducción de la recaudación de impuestos provoca la caída de entre el 2% y el 3% del PIB europeo. Este fenómeno, característico de la respuesta de las periferias a esta crisis, fuerza a los estados a vender bonos soberanos e incrementar sus niveles de deuda y es una de las causas de la espiral de recesión en la que entraron nuestros países. La austeridad ha venido acompañada de ventajas fiscales para las clases pudientes.
Es momento de parar estas políticas devastadoras en nuestros países y unirnos con el objetivo de construir un sistema democrático y justo. Como dijo Alexis Tsipras, en necesario conformar las alianzas políticas y sociales amplias. En ese contexto, es fundamental que los países de la periferia europea empiecen a cooperar estrechamente entre ellas, pero también con otras periferias del mundo, con el fin dar una salida alternativa popular a la crisis. Los países del sur necesitan unirse también para cambiar la balanza de poder dar forma a una Europa socialista, que sirva a las personas y no al capital.
Javier Couso es Candidato de Izquierda Unida a las elecciones europeas
Luka Mesec es Miembro de la Iniciativa por el Socialismo Democrático y candidato de Združena levica de Eslovenia a las elecciones europeas
Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/10008/hacia-un-memorandum-de-las-periferias-europeas/