Hace unos meses escribíamos un artículo (1) acerca de las diferentes corrientes políticas que habían dado forma al paisaje americano en los últimos veinte años. En ese entonces echábamos de menos la ausencia en estos fenómenos políticos de los radicales, es decir, aquellos que por la constitución de su espíritu y su lucha estaban llamados […]
Hace unos meses escribíamos un artículo (1) acerca de las diferentes corrientes políticas que habían dado forma al paisaje americano en los últimos veinte años. En ese entonces echábamos de menos la ausencia en estos fenómenos políticos de los radicales, es decir, aquellos que por la constitución de su espíritu y su lucha estaban llamados a luchar contra las diferentes formas de manifestación de la falsa conciencia dominante en la política continental. Y por eso mismo planteaban un reto para el sistema social existente en todas sus variantes. Por supuesto, debemos anotar que los radicales nunca han dejado de existir, pero debido a la falta de una coherencia doctrinal y política, se han convertido en la carne de cañón usada en las luchas intestinas entre las distintas fuerzas políticas propiamente consolidadas. Entre todas estas corrientes y movimientos políticos consolidados, podemos asegurar la existencia de al menos dos polos en lucha: por un lado, tenemos a los neoconservadores y a los neoliberales integrales unidos a la mundialización; y por el otro, aparecen los diferentes nacionalismos izquierdistas y los social-globalistas. Estos dos polos hoy día parecen disputarse el futuro de la América desde el Río Grande hasta la Patagonia, en una guerra cruenta que cada vez cobra más violencia.
Ahora bien, frente a este panorama desolador, se puede escuchar, como un susurro en el bosque, una voz nueva que la propaganda de la gran prensa y los medios de comunicación intenta acallar. Para poder ahogar semejante voz, la gran prensa de todas las ideologías políticas lanza cualquier clase de teorías de conspiración, desacreditando, de una forma u otra, los disturbios producidos en distintos países gobernados por ideologías disimiles y que públicamente se combaten entre sí. En las últimas semanas hemos sido testigos de cómo un nuevo paquete económico es impuesto por el FMI a Ecuador, y como resultado de ello se desatan protestas violentas en las calles de este país; mientras tanto, en Chile el gobierno alza el precio de los pasajes del servicio público, provocando una manifestación masiva que acaba en un Estado de sitio que asola la capital; al mismo tiempo, las perspectivas de un fraude electoral en Bolivia causan terribles disturbios en las horas finales del conteo de la votación y ponen patas arriba la reelección de Evo Morales, etc… Tanto los liberales como los socialistas se echan la culpan entre sí, afirmando que sus enemigos son los causantes de semejantes disturbios, incluso culpándolos de financiar minorías violentas con la intensión de derrocar a los gobiernos adversarios y hostiles a sus proyectos políticos.
Siguiendo al pie de la letra estas líneas, la agencia de noticias, con sede en Washington, NTN 24, publica un informe acerca de la conspiración del Grupo de Puebla (fundado en julio de este año), como el responsable directo de los eventos ocurridos en Ecuador y Chile. Y siguiendo semejante línea argumentativa, culpa al progresismo de ser el responsable de una conspiración política para acabar con los gobiernos hostiles al socialismo e instaurar una «Unión Soviética Hispana» en toda la región:
«Según el político y profesor Pedro Urruchurtu, no es casualidad que el GDP se haya reunido diez días antes que el Foro de Sao Paulo. Asegura que es todo un plan para que la izquierda regrese a América Latina. «De ahí en adelante, el objetivo será acabar con el Grupo de Lima; desmantelarlo con nuevos gobiernos «progresistas» o incentivar más desestabilización. También buscarán arrebatarle la reelección a la Secretaría General de la OEA a Almagro. Esto sería lo que oxigena protestas masivas y violentas como las ocurridas en Ecuador y Chile. «Tienen todo un sistema de medios propios (InfoNodal) y externos (RT, Telesur, etc.) listos para hacer su trabajo de reimpulso de la izquierda y del reacomodo de la región. En tiempo de repliegue se han reorganizado, por no haberlos derrotado a tiempo, comenzando por Venezuela»» (2).
Mientras tanto, la agencia de noticias RT, desde el otro bando ideológico, informaba de las denuncias de un posible golpe de Estado, orquestado por la OEA, contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia. Según sus informes, la oposición boliviana denunciaría un posible fraude electoral cometido por el gobierno y esto habría desencadenado disturbios urbanos. «La misión de la OEA ya está con el golpe de Estado», afirma el mandatario boliviano citado por RT, y continua: «cualquiera que sea su criterio (él de la oposición), deben tener en cuenta el respeto a nuestra Constitución» (3). Al mismo tiempo, el presidente venezolano Nicolás Maduro manifiesta su solidaridad con su homólogo ideológico boliviano y reafirmaba la existencia de una conspiración de carácter continental para acabar con la revolución bolivariana: «Hemos estado en contacto durante las últimas horas con el hermano Evo Morales Ayma. Quiero expresar toda la solidaridad de Venezuela con el pueblo de Bolivia y con el presidente reelecto, legítimo, constitucional, Evo Morales», y sigue así: «En Bolivia hay una conspiración, una conjura, han llamado a la violencia, nosotros hemos vivido y sufrido situaciones parecidas» (4).
Como se puede ver, toda esta serie de teorías conspirativas y denuncias a un nivel diplomático se parecen a un juego de espejos donde cada uno refleja, pero al revés, las mismas características que denuncia ver en su enemigo. Pero todos ignoran, convenientemente, las causas reales que producen semejantes manifestaciones. La prensa internacional aliada con el mundialismo justifica las protestas violentas del pueblo venezolano porque son «demócratas» deseosos de deshacerse de un dictador, y al mismo tiempo denuncia las confrontaciones sangrientas de los manifestantes en Chile por ser parte de una conjura castro-chavista para derribar un gobierno legítimo en América Latina. Otro tanto podríamos decir de la propaganda izquierdista que denuncia revoluciones de color en contra de las repúblicas socialistas y la inminente invasión a Venezuela por el TIAR. Claro, con esta clase de explicaciones se olvida que la razón detrás de la violencia de las protestas chilenas se encuentra en el incremento en los precios de los pasajes de transporte público, o que la migración venezolana se debe a una devastación sin precedentes del sistema productivo, que causa una gran conmoción en millones de personas. De este modo, se reemplazan los verdaderos problemas por falsas banderas o por razones de segundo orden a las cuales se les da un poder omnímodo sin precedentes. Con esto no queremos negar la intervención de políticas extranjeras en una nación o la guerra psicológica en boga contra los gobiernos opuestos a un modelo único económico, pero queremos retornar a su justo lugar semejantes causas y no enmascarar, con una fraseología hueca, una serie de fenómenos que no tienen nada que ver con lo sucedido.
El problema con semejante propaganda es que parece entronizar a dos polos opuestos que están en una guerra manifiesta, mientras deja de lado cualquier explicación realista de los fenómenos que se están produciendo. Bajo estos mismos razonamientos, los órganos de propaganda a nivel mundial consideran las revueltas en Hong Kong como parte de una elaborada trama de presiones orquestada por Estados Unidos contra China, o que los separatistas catalanes son agentes de Moscú que quieren destruir la Unión Europea. Sin embargo, valdría la pena hacer notar, que semejantes razonamientos simplistas son producto de los poderosos aparatos de comunicación y propaganda, que tanto los liberales como los socialistas, han venido creando. De este modo caen en el error, debido a la propia megalomanía de sus sistemas de comunicación, de confundir la opinión de sus pueblos con la propaganda que ellos mismos han creado. Ya el marxista Georges Lukács, al estudiar las peripecias de las ideologías reaccionarias y racistas en Alemania, hizo notar que semejante confusión podía inducir a terribles errores y llevaba a muchos líderes a ser miopes respecto a la auténtica política que debían aplicar en momentos decisivos: «En su día, Hitler incurrió en el error de confundir a sus Quisling con los pueblos; hoy muchos ideólogos de la apologética directa confunden a los pueblos con las «quintas columnas». La razón es en ambos casos la misma: el desprecio que se siente por las masas y, por tanto, la miopía o la ceguera que impide ver la voluntad real de estas. Y junto a esta razón aparece, íntimamente unido a ella, claro está, la megalomanía del aparato» (4). Si bien Lukács dirigía estas palabras contra el naciente aparato imperialista de los Estados Unidos, puede decirse que ellas mismas podrían aplicarse a los Estados socialistas de Europa del Este, defendidos por Lukács, pero que acabaron confundiendo la ideología de sus sistemas con la voluntad popular y sabemos que esto terminó en su desintegración. Algo parecido está ocurriendo hoy, en plena globalización, donde los medios de comunicación han enloquecido y se proclaman por todas partes cuantas medias verdades se esté dispuesto consumir.
Lo anterior nos lleva a una conclusión lógica: el creciente resentimiento de los pueblos hispanoamericanos que hacen frente a un antagonismo ideológico y económico, cada vez más inadecuados para sustentar la vida espiritual y material de las naciones. Los pueblos sudamericanos se rebelan por igual contra las democracias representativas (liberales) como contra las democracias populares (socialistas), albergando un mismo odio contra ambos. Ante esto, se hace cada vez más urgente darnos cuenta del agotamiento de los sistemas políticos y sociales creados en el siglo XX, culpables de mecanizar la vida de las naciones y causar la alienación de millones de personas de un modo que nunca se había visto en la historia. Tanto el liberalismo como el comunismo disputaron la hegemonía planetaria en el siglo pasado, y cada uno apostó por un sujeto histórico distinto que realizaría las promesas de la Ilustración del progreso social, la libertad, la igualdad y la fraternidad de la humanidad. Mientras que el liberalismo asumió como sujeto al individuo, el comunismo alzó las banderas de la clase, del «proletariado», como sujeto revolucionario que cumpliría semejantes promesas. Sabemos cómo acabó todo aquello: en la disolución del proletariado y en el auge del individuo como sujeto universal de los derechos humanos, el hundimiento de cualquier alternativa económica y la imposición de la filosófica postmoderna como la ideología de la globalización. Hubo otros intentos de crear sujetos históricos parecidos, tales como el Estado o la raza, pero estos también fracasaron en su confrontación violenta a lo largo del siglo XX.
Sin embargo, con el agotamiento cada vez más claro de los sujetos históricos de las ideologías modernas, se abre por fin el espacio para la emergencia de un nuevo actor que había sido sepultado por la fraseología y la lucha partidista: nos referimos a la emergencia de la sociedad orgánica, de las comunidades y las formas de vida pre-capitalistas que fueron condenadas al olvido por las ideologías progresistas. Es precisamente este «pueblo», relegado por la gran Historia Universal nacida de la Ilustración, el que emerge una vez más de los cementerios y las ruinas a las que había sido exiliado por los comunistas y los liberales de todas las tendencias. Ya en los años treinta, el sociólogo alemán Hans Freyer había declarado que el viraje del movimiento proletario al reformismo (hoy diríamos al progresismo) había abierto la posibilidad para una «nueva revolución» distinta a la proclamada tanto por el liberalismo como por el comunismo. El portador de esta revolución sería el «pueblo», «lo que no es la sociedad, no es la clase, no es el interés, ni, por tanto, algo susceptible de transacciones sino algo insondablemente revolucionario». El pueblo «es una nueva formación con su propia voluntad y sus propios derechos… la contrapartida de la sociedad industrial» (7). Y es precisamente este pueblo el que hoy se manifiesta contra la imposición de sistemas políticos inhumanos que están intentando sepultarlo nuevamente. Serán precisamente los héroes, los guerreros portadores de las antorchas de este pueblo convulso, pisoteado, el que hoy se rebela. Después de doscientos años de Independencia, guerras civiles y liberalismo, los «pueblos hispanoamericanos» han sido privado de Dios, de la comunidad y el trabajo, y hoy es este pueblo el que alza los estandartes en cuyas banderas está escrito la palabra «justicia».
Será precisamente la misión de los nuevos «profetas» el darle alas a este pueblo que se arrastra en el fango del sucio lodo del capitalismo, que se encuentra enredado en las telarañas polvosas del socialismo sin conciencia, aquel que vuelve a brotar por fin lejos de las ataduras que lo habían encadenado. Una vez más este pueblo nacerá para reencontrarse con su Dios y expulsar de su seno a los magos negros y sacerdotes estafadores que lo habían mantenido en cautiverio.
Notas:
- Juan Gabriel Caro Rivera, Corrientes y luchas políticas en América, https://
rebelioncontraelmundomoderno. wordpress.com/2019/08/13/ corrientes-y-luchas-politicas- en-america/ - Que es el grupo de Puebla y por qué se le acusa de desestabilizar la región, https://www.ntn24.com/america-
latina/otros-paises/que-es-el- grupo-de-puebla-y-por-que-se- le-acusa-de-desestabilizar-la - Evo Morales comparece ante los medios de comunicación, https://actualidad.rt.com/
actualidad/331330-evo-morales- comparece-medios-comunicacion - Maduro denuncia una conjura en Bolivia y expresa la solidaridad de Venezuela con Morales, https://actualidad.rt.com/
actualidad/331281-maduro- respaldo-evo-morales-bolivia. - Georg Lukács, El Asalto a la razón, FCE, 1959, pág. 652.
- Hans Freyer, Revolution von Rechts, Jena, 1931, pág. 35.
Juan Gabriel Caro Rivera es historiador de la Universidad Nacional de Colombia, miembro del grupo Asociación de Estudios el Arco y la Clava.