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Haití y la crisis sistémica

Fuentes: Rebelión

La vuelta de hoja lleva otra vez a la urgencia de reconocer y difundir la extrema situación que se vive en Haití, meses de protestas y represión, años de manifestaciones cíclicas, siglos de olvido y negación. Haití es en América la crisis total del sistema capitalista y de la hegemonía imperialista de los Estados Unidos, […]

La vuelta de hoja lleva otra vez a la urgencia de reconocer y difundir la extrema situación que se vive en Haití, meses de protestas y represión, años de manifestaciones cíclicas, siglos de olvido y negación. Haití es en América la crisis total del sistema capitalista y de la hegemonía imperialista de los Estados Unidos, es también, la crisis de la humanidad puesta en escena, es un grito cuyo eco no hemos alcanzado a escuchar y comprender por la ocupación en otros frentes de lucha y también por la ponderación de otras naciones como si fueran más relevantes, pero en Haití, se ponen de manifiesto no únicamente el real carácter del capitalismo por las condiciones de suprema de explotación, marginación, racismo y represión, se evidencia de igual forma, la aguda urgencia de la conformación de una alternativa de izquierda que alcance a aglutinar la esperanza en un sólo camino para dar salida a esta situación, las alianzas temporales que suelen presentarse en coyunturas particulares, en muchas ocasiones así como surgen se diluyen, dejando debilitado al movimiento o la implementación de las demandas, la insurrección tiene a los barrios populares organizándose, tomando las calles, montando barricadas, organizando marchas e incluso milicias, el pueblo está discutiendo las estrategias posibles para desafiar al régimen de Jovenel Moïse, presidente repudiado y cuya salida encabeza las demanda social. Los obreros, campesinos, estudiantes y demás sectores no han cesado en la resistencia, la profundidad de las heridas es equivalente al deseo de cambio y a la generación de conciencia proletaria que poco a poco va tomando mayor forma en el país caribeño.

El actual ciclo de protestas comenzó el mes de julio de 2018, cuando el presidente, Jovenel Moïse, aumentó el costo de los productos petroleros siguiendo las indicaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el descontento se incrementó al vincularse al presidente con actos de corrupción al malversar fondos por más de dos mil millones de dólares provenientes del programa Petrocaribe y por el consecuente desabasto de combustible causado por la crisis arrastrada. Altos precios, sub-ejecuciones, contratos yuxtapuestos, obras fantasmas, liquidación precoz de fondos, evasión fiscal, nepotismo y otras acusaciones caen sobre el gobierno, temas de los que países como México saben mucho. Haití presenta movilizaciones recurrentes, la dura realidad muestra el alza de la pobreza así como de la violencia de Estado, más de cuarenta personas han sido asesinadas por el terrorismo del poder, cientos encarcelas y torturadas, junto a esto, la ocupación imperialista y neocolonial que está presente desde años atrás, impide la generación de vías alternas democráticas para el pueblo, el manto de silencio que cubre lo referente a Haití, es la cúpula de una permanente agresión por varias vías. La inflación, el desempleo y la precariedad crecen abismalmente con gran rapidez, las fuerzas productivas en lucha resisten para superar la mayor de la crisis y poner abajo al gobierno «neoliberal, antipopular, ilegítimo y antidemocrático», tal y como lo definen los haitianos.

Los sectores sociales en resistencia han firmado un acuerdo político para sentar las bases de un gobierno de transición una vez se logre la renuncia del presidente Jovenel Moise, el pasado 9 de noviembre, se congregaron con la mira común de salir de una vez y para siempre del pesado lastre que significa cargar sobre las espaldas de los trabajadores y trabajadoras la crisis económica más larga de la historia latinoamericana, sin embargo, el presidente como es común, se aferra al poder y agudiza la represión, actitud compartida por ejemplo, con Sebastián Piñera, presidente de Chile. El acuerdo es en sí, una posible hoja de ruta, un camino que en realidad tendrá que buscar las diferentes veredas por las cuales andar, sin perder el rumbo pactado, en este proceso largo y complejo aún deben fijarse los tiempos de la transición, las estructuras y formas del gobierno futuro. Todo sin bajar la guardia en la lucha, sin dar oportunidad a qué el actual gobierno, las potencias que mantienen ocupación e intereses económicos, puedan desvirtuar el carácter emancipador de los acuerdos, la independencia de la resistencia como de la sociedad a construir es indispensable para garantizar que sean los haitianos quienes reciban los beneficios de cada uno de los logros consumados, como puede deducirse, la desconfianza de la población a las organizaciones tradicionales es alta, por ello, la independencia proletaria es indispensable para realmente hablar un nuevo gobierno y del establecimiento de las bases para reconstruir la nación.

La solidaridad internacional debe expresarse a favor del pueblo haitiano, por la salida del gobierno corrupto y opresor, por la unidad latinoamericana, en un contexto tan particular como el actual. Las luchas presentes no pueden entenderse en un contexto únicamente local o regional, la mirada global permite comprender que lo que se vive en Nuestra América y en todas las zonas en resistencia a nivel mundial, es sin dudas, la crisis final del capitalismo y del imperialismo estadounidense. La resistencia haitiana es síntoma y reflejo del nuevo mundo que habremos de crear, el proyecto socialista tiene que ponderarse como bandera, los pueblos latinoamericanos integrados deben contribuir a la reconfiguración de toda la humanidad.

Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.