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Historia de un «terrorista»

Fuentes: Rebelión

El pasado 28 de julio una pequeña noticia pasaba casi desapercibida en la mayoría de los medios de comunicación. Era la breve historia de Muktar Sahid Ibrahim, uno de los cuatro hombres que lograron huir después de su intento frustrado de hacer explotar cuatro bombas el 21 de mayo en Londres, tres de ellas en […]

El pasado 28 de julio una pequeña noticia pasaba casi desapercibida en la mayoría de los medios de comunicación. Era la breve historia de Muktar Sahid Ibrahim, uno de los cuatro hombres que lograron huir después de su intento frustrado de hacer explotar cuatro bombas el 21 de mayo en Londres, tres de ellas en el metro y una en un autobús.

Sahid tiene 27 años, llegó a Inglaterra en 1992 huyendo de Eritrea. Sus compañeros de escuela le recuerdan como un joven sin especiales tendencias religiosas, que fumaba porros, bebía cerveza y le gustaba el fútbol y las chicas rubias. Formaba parte de una banda de delincuentes juveniles que fue detenida por un robo con violencia por el que Sahid tuvo que cumplir cinco años de prisión.

Fue durante esos años en una cárcel británica donde acumula su rencor y odio hacia el sistema que le he encerrado en plena juventud, se hace cada vez más religioso y se aprende de memoria el Corán hasta convertirse en un defensor de la yihad (guerra santa) y de la búsqueda del paraíso de Alá.

El ladronzuelo de diecisiete años que fumaba porros y que llegó con catorce años al Reino Unido terminó lleno de odio intentando inmolarse en un atentado suicida en un autobús de Londres con el sueño de entrar como mártir en el paraíso. No parece que Sahid formara parte de ninguna red de Al Qaeda contra la que tantos recursos de inteligencia se están dedicando, no fue jamás a Afganistán ni a esos supuestos santuarios de mártires islamistas que Occidente ha bombardeado para luchar contra el terrorismo, nunca salió de Inglaterra. Tampoco se hizo fundamentalista en ninguna mezquita radical de las que la policía vigila con tanto celo, ni fue embaucado por ningún imán que tanto preocupan a nuestros dirigentes. Por supuesto no pisó un campo de entrenamiento de terroristas tan buscados por los satélites espías de Estados Unidos y Europa.

Sahid Ibrahim «se hizo terrorista» mientras estaba bajo la tutela del sistema penitenciario británico. Esos sistemas penitenciarios que, según dicen nuestras legislaciones, tienen como función reinsertar a los delincuentes.

Mientras los recursos económicos del Reino Unido se destinaban a bombardear Afganistán e Iraq para luchar contra el terrorismo, la administración se quedaba sin fondos para atender a los jóvenes conflictivos o dotar de recursos al sistema penitenciario. Y ahí fue donde apareció el terrorismo que pensaba reventar un autobús londinense lleno de pasajeros. Estos gobernantes son de los que les señalas la luna y miran el dedo. O quieren que miremos el dedo.

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