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Ex URSS

Historia falsa, pero suya…

Fuentes: Pravda

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

Los estonios de la edad de piedra eran contemporáneos de los sumerios y demás pueblos antiguos.

Como ya informó Pravda, en noviembre en Tashkent se desató una oleada de actos de vandalismo, bendecidos al más alto nivel gubernamental. En unos pocos días fue destruida toda una serie de monumentos arquitectónicos, que recordaban aquellos tiempos cuando Uzbekistán y Rusia tenían una historia común.

El caso es que los recientes acontecimientos de Tashkent tampoco son fruto de la casualidad. Ha pasado a ser ya una especie de tradición que se ha venido gestando en las antiguas repúblicas de la URSS a lo largo de los últimos 19 años, y que está dirigida a tergiversar completamente la historia, tachando de la misma hechos y acontecimientos por todos conocidos. La confirmación más plausible de lo que estamos hablando, la han encontrado los historiadores de la Universidad Estatal de Moscú, tras analizar 187 manuales de historia de 12 países, que en su día formaron parte de la Unión Soviética. Por desgracia, como constatan los autores de la investigación, en todos estos estados, a excepción hecha de Bielorrusia y Armenia, a los niños se les presenta una visión nacionalista de la materia.

Según advierten los investigadores rusos -informa la agencia «Nueva Región»- los acontecimientos que aparecen más tergiversados son la revolución de Febrero, la de Octubre, los periodos de la construcción del socialismo, la Segunda Guerra Mundial y la época de posguerra.

Además, los momentos clave de las épocas más antiguas, se deforman hasta la ridiculez. Los autores de los libros de texto, despreciando por completo los hechos históricos, inventan auténticos mitos, intentando presentar a su pueblo como el más antiguo en la Tierra. Este falso patriotismo, en ocasiones alcanza cotas desquiciantes.

Por ejemplo, en los libros de historia en las escuelas de las Repúblicas Bálticas hay un capítulo dedicado al «origen étnico de los pobladores de la edad de piedra», en el que los antepasados de los azeríes resultan ser contemporáneos de los sumerios. Llegan incluso a asegurar que esta «antigüedad» de Azerbaiyán, permite afirmar que la «actual Armenia surgió en el territorio del Azerbaiyán occidental».

En los libros de texto georgianos de geografía e historia, en calidad de «regiones históricas de Georgia» aparecen señaladas en los mapas territorios que se encuentran dentro de Azerbaiyán, Rusia y Turquía.

Pero la principal característica de los manuales de historia en las escuelas de las antiguas repúblicas soviéticas es la divulgación de la imagen del «enemigo jurado», representado por Rusia y los rusos, personificación y origen de todas las desgracias imaginables. «Saqueos, devastación y asesinatos trajeron a nuestro pueblo los rusos a lo largo de los siglos de historia», inculcan a la nueva generación desde las páginas de los manuales.

Y en este sentido es agradable, por decirlo de alguna manera, constatar el contraste que representan únicamente Armenia y Bielorrusia.

Los libros de texto estonios presentan como «siglo de oro», el periodo cuando el país era gobernado por los suecos, omitiendo que precisamente en esa «bendita época» murieron 4/5 partes de la población de la región. Incluso desde una óptica nacionalista, esa etapa cabría únicamente calificarla como terrible, pero los autores del manual muestran unos episodios tan sangrientos como la incorporación de Estonia a Europa, como la posibilidad de conservar su identidad nacional y evitar la rusificación.

La incorporación a Rusia es siempre valorada con tintes negativos. Se incide especialmente en la pérdida de la independencia, ignorando por completo las aspectos positivos. Así por ejemplo la unificación de Ucrania con Rusia la relatan a los escolares ucranianos como el reconocimiento de Moscú de la independencia de Ucrania, retratando a los niños un imaginario «estado ucraniano de cosacos», que posteriormente fue vilmente destruido por Rusia.

Pero el tema más espinoso es el periodo de la URSS, presentado como una ininterrumpida confrontación de los pueblos «amantes de la libertad» y los ocupantes. Especialmente delirante es una cita de un libro de texto de Kazajistán: «La lucha del pueblo kazajo contra el colonialismo ruso se prolongó durante largo tiempo, desde la segunda mitad el s.XVIII hasta los años 90 del s.XX.». No se queda atrás el manual georgiano, que asegura que en resultado de la imposición del «régimen militar de ocupación» la población del país «se encontraba en una situación lastimosa, obligada a luchar contra el dominio ruso por la recuperación de su soberanía estatal». A los escolares del resto de países, de un modo igual de pintoresco les relatan los horrores de las limpiezas étnicas de los tiempos del genocidio soviético.

Otro de los denominadores comunes de los libros de texto de Ucrania, Georgia, Moldavia y las Repúblicas Bálticas es la relación que establecen entre el inicio de la Segunda Guerra Mundial y el Pacto Molotov-Ribbentrop y la calificación de la URSS como agresor. Esa visión es la que les permite elevar al rango de «héroes» a los seguidores de S.Bandera, a los «hermanos de los bosques» y los escuadrones letones de las SS, presentando a los lacayos fascistas como luchadores por la libertad y la independencia.

Como subrayan los historiadores de la Universidad de Moscú, en los manuales de texto no hay ni una palabra de todo lo bueno que durante décadas ha unido a nuestros pueblos. Por desgracia, de continuar con esta tendencia, dentro de 15-20 años, del auténtico discurrir de los acontecimientos del siglo XX no quedará ningún recuerdo, mientras que en la conciencia de los antiguos pueblos de la URSS quedará la imagen de Rusia como un siniestro imperio, que durante siglos estuvo aniquilando, reprimiendo y explotando a sus «súbditos».

El cuadro real del auténtico impulso histórico de muchos pueblos (de esa misma Asia Central y Kazajistán) que durante el Poder Soviético pasaron literalmente de la Edad media a la época industrial, no solo permanece olvidado, sino cínicamente desvirtuado. Es triste constatar como la mentira se convierte para nuestros vecinos en ideología oficial.

Fuente: http://gazeta-pravda.ru/content/view/3377/34/