El siglo XX se caracterizó por haber sido escenario de grandes movilizaciones sociales para eliminar las desigualdades socio-económicas.
Varias de ellas han merecido la apelación de “revolución”, como es el caso de la Revolución de Octubre en Rusia, de la Revolución China, de la Revolución cubana… La gran movilización social campesina de La Convención y Lares en Cusco, Perú, no ha merecido la apelación de “revolución” pero, sin lugar a dudas, ha sido el punto de quiebre para acabar con el gamonalismo, una especie de feudalismo al estilo del Perú.
Todas estas movilizaciones sociales, cada una con sus propias características, han hecho vibrar las fibras más profundas de las grandes mayorías pisoteadas por el gamonalismo y el capitalismo. Es el caso del movimiento social campesino de La Convención y Lares liderado por Hugo Blanco.
Pero, ¿por qué estas grandes movilizaciones sociales del siglo XX no han logrado poner en igualdad de condiciones socio-económicas, y de oportunidades, a todos los habitantes del país, objetivo supremo de una “revolución” y, al mismo tiempo, servir de ejemplo para lograr la eliminación de las grandes desigualdades socio-económicas a nivel mundial?
El caso de la recuperación de tierras en La Convención y Lares
Tomemos un caso de escuela, el movimiento social campesino de La Convención y Lares. Su lema de combate y de adhesión fue el de “Tierra o Muerte. Venceremos”. Un estandarte que refleja fielmente el objetivo de la movilización de los campesinos: la recuperación de la tierra cultivable.
La tierra cultivable es el elemento central de los Dos Procesos Naturales de Producción; es decir, es el elemento central de una agricultura y ganadería primaria, de autoconsumo. Con la recuperación de la tierra cultivable, los campesinos tomaron las riendas del aparato productivo. Gran victoria, soñada desde la invasión española de 1532, en donde los pueblos originarios del Tawantinsuyo perdieron la totalidad de sus tierras cultivables, entre otras cosas.
Se supuso que con la recuperación de sus tierras cultivables, los campesinos-pongos terminaban una larga lucha de más de cuatro siglos, y que todo estaba resuelto. Los campesinos, recuperando la tierra cultivable, volverían a ser los hombres libres que antes lo fueron, y que su sociedad volvería a gozar de un bienestar general.
La historia nos dice que no fue así. Una gran parte de esta masa de campesinos-pongos pasaron a engrosar las filas de los excluidos en las grandes capitales de departamento, especialmente en Lima, la capital del Perú. Otra parte se quedó en las tierras recuperadas pero siguiendo, algunos, en un estado de pobreza y, muchos, en un estado de extrema pobreza. Muy pocos lograron escapar de ese infierno. Y a qué costo. Lo explicaremos luego.
Es cierto que ya no dependían de un criminal y explotador gamonal. Es cierto que habían logrado pasar de una condición de pongo (una especie de esclavo del gamonal), a una condición de ser humano, “libre de sus actos y de su destino”. Entonces, ¿en dónde estuvo la falla para que la felicidad fuera completa?
La Repartición Individualista se invita en la recuperación de tierras cultivables
El enigma del problema se encuentra en que, los recuperadores de tierras cultivables habían decido, implícitamente, por continuar con el mismo tipo de repartición del resultado de la actividad económica imperante en tiempos del gamonalismo. Bien que habían evolucionado en las formas de trabajar, al pasar de una agricultura y ganadería primaria de autoconsumo a una economía de mercado incipiente, el tipo de repartición del resultado de la actividad económica fue el mismo que ya imperaba en la época del gamonalismo.
Me explico. Con la recuperación de la tierra cultivable se da muerte al gamonalismo. Esta fue la gran victoria de los campesinos, acción que se irradió como un reguero de pólvora al interior del departamento de Cusco y en tantos otros departamentos andinos del Perú.
Con el lema de “Tierra o Muerte. Venceremos”, se inició la muerte al gamonalismo como sistema socio-económico inhumano, cuyos gamonales se dieron el “lujo”, con la ayuda de un fierro al rojo vivo, de poner su marca en la nalga de sus pongos como si fueran simples animales de propiedad del gamonal. Con este movimiento social campesino iniciado en La Convención y Lares se dio por terminado un sistema basado en el gamonal, propietario de la totalidad de las tierras cultivables, y el trabajador-campesino-pongo (siervo) y su familia, fuerza de trabajo gratuito, bestia de carga.
Pero, ¿por qué no lograron el bienestar general luego de la recuperación de las tierras cultivables? ¿Cuál fue el tipo de repartición del resultado de la actividad económica que ellos comenzaron a practicar luego de la recuperación de la tierra cultivable? Trataremos de explicarlo en lo que sigue, y que ha sido el talón de Aquiles de todas las revoluciones del siglo XX. Cada revolución con su propia particularidad, pero todas cometieron el mismo error de fondo en la solución del problema.
Los arrendires llevaban en la sangre la Repartición Individualista
Sucede que la mayor parte de los dirigentes campesinos que acompañaron a Hugo Blanco, en la recuperación de las tierras cultivables, fueron los “arrendires” del gamonal. Campesinos que, contra una contraprestación personal o monetaria, el gamonal les daba acceso a una parcela de tierra cultivable. El “arrendir”, entonces, hacía producir la parcela de tierra cultivable para su propio beneficio. Es decir, el resultado de la producción lo lanzaba al mercado de bienes agrícolas. Y era él, y sólo él, el dueño del resultado de la venta de sus productos agrícolas. Este es el principio de la Repartición Individualista del resultado de la actividad económica que estaba inmerso en el comportamiento del arrendir.
Con esta práctica cotidiana, el arrendir no tenía ni la misma mentalidad ni el mismo comportamiento del pongo, persona sumisa totalmente a las órdenes del gamonal y, por lo general, sin ningún nivel de instrucción escolarizada. Mientras que el campesino-pongo y su familia estaban a las órdenes del gamonal las 24 horas del día y los 7 días de la semana, el campesino-arrendir se encontraba entre los fuegos de dos sistemas económicos.
El arrendir, por un lado, debía aceptar el compromiso impuesto por el gamonal a fin de obtener el uso de una parcela de tierra cultivable. Por otro lado, el arrendir se encontraba dentro de la malla de una economía de mercado en donde comercializaba los bienes económicos resultado de la producción de la tierra cultivable cedida en uso por el gamonal.
De esta manera, el arrendir era parte de dos sistemas socio-económicos, en donde el segundo elemento de cada uno de estos sistemas económicos es la Repartición Individualista del resultado de la actividad económica. Es decir, el 100% del resultado de la actividad económica pertenece a quien maneja el acto económico.
Veamos. Por un lado, en tanto que propietario de la totalidad de las tierras cultivables, el gamonal era quien se apropiaba la totalidad del resultado del trabajo de los campesinos-pongos, más la contribución de los arrendires. Por otro lado, el arrendir debería ser el único propietario del resultado de su actividad económica si no estuviera ligado al gamonal a través del pago de una contraprestación por el uso de una parcela de tierra cultivable.
Eh ahí el interés supremo del arrendir para participar activamente en la recuperación de tierras cultivables: obtener la propiedad de la parcela de tierra cultivable cedida en uso por el gamonal, a fin de ser, plenamente, un miembro de una economía de mercado a Repartición Individualista. “Tierra o Muerte. Venceremos”, definía claramente el interés supremo del arrendir.
En definitiva, el motor de la lucha de los campesinos-pongos y, sobre todo, el de los campesinos-arrendires, era devenir propietarios de la tierra cultivable que hacían producir año tras año. A partir de ese objetivo, tanto el campesino-pongo como el campesino-arrendir estaban de acuerdo, inconscientemente, con la Repartición Individualista del resultado de la actividad económica.
Cuando la recuperación de tierras se lleva a cabo, tanto el campesino-pongo como el campesino-arrendir toman posesión definitiva de una parcela de tierra cultivable. Se convierten en el propietario de su parcela de tierra cultivable. Devienen, así, los pequeños propietarios de una economía capitalista.
De esta forma, la lucha de los campesinos de La Convención y Lares da muerte al gamonalismo y, al mismo tiempo, da nacimiento formal a una economía Capitalista. Es decir, si bien se había liberado al campesino de las garras del gamonal, la gran lucha de recuperación de tierras desembocó en una actividad socio-económica de grandes desigualdades socio-económicas.
Bien sabemos que el principio de la Repartición Individualista facilita la acumulación y concentración de riquezas en manos de un pequeño número de personas, mientras la gran masa de trabajadores y sus familias deben afrontar un trabajo con salarios miserables, y una abultada masa de desocupados y sub-ocupados. Y es esto lo que ahora se ve en el Sagrado Valle de los Incas, cuna de las grandes recuperaciones de tierra cultivable.
La pregunta obligada. ¿Existía alguna otra alternativa?
En los tiempos de las grandes recuperaciones de tierra de La Convención y Lares no existía otra alternativa, ni siquiera en términos teóricos. Ahora estamos mucho más claros en este tema. No habrá construcción de una nueva economía y una nueva sociedad si no instalamos la Repartición Igualitaria del resultado de la actividad económica como el elemento hegemónico de la actividad socio-económica.
Y este tipo de repartición deberá venir acompañado de una propiedad comunitaria de las empresas-país, quienes tendrán acceso a un financiamiento ilimitado para su creación y desarrollo. Sólo así estaremos en condiciones de construir una sociedad del Buen Vivir con igualdad de oportunidades para todos los habitantes del país.