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Introducción de Saïd Bouamama a su libro «La Tricontinental. Los pueblos del tercer mundo asaltan el cielo»

Fuentes: bouamamas

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En enero de 1966 se celebraba en La Habana la Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina, más conocida con el nombre de «Tricontinental». Participan en ella casi 500 delegados que representan a un centenar de delegaciones procedentes de 82 países. También participan en este acontecimiento histórico observadores de «más de cincuenta organizaciones antiimperialistas nacionales e internacionales de países que no pertenecen a estos tres continentes (1)». Los condenados de la tierra del siglo XX convertían así la capital cubana en el espacio de todos los posibles emancipadores, el lugar donde organizar solidaridades concretas, el sitio en el que anticipar colectivamente un futuro sin colonialismo y sin imperialismo.

Durante doce días militantes y dirigentes de cientos de organizaciones intercambian análisis políticos, comparten sus estrategias y tácticas, elaboran juntos las convergencias necesarias de sus luchas. El acontecimiento, cuyos participantes viven como un verdadero congreso de los pueblos y naciones dominados por el imperialismo, adquiere una indiscutible dimensión histórica, como atestiguan las reacciones que suscita. Es cierto que la ambición es de envergadura. Mehdi Ben Barka, presidente del comité preparatorio, lo resume de la siguiente manera :

«La conferencia que reunirá a organizaciones revolucionarias es un acontecimiento histórico por su composición ya que en ella estarán presentes las dos corrientes de la revolución mundial: la corriente surgida con la revolución socialista de octubre y la de la revolución nacional liberadora (2).»

Las reacciones políticas de Estados Unidos y sus aliados confirman el particular reto de la Tricontinental. A petición de Perú se convoca una reunión especial del Consejo de la Organización de Estados Americanos (OEA) para el 25 de enero, esto es, apenas diez días después de la clausura de la conferencia. No resulta sorprendente que la Tricontinental sea condenada como «complot comunista». El representante estadounidense, Ward Allen, declara en esta ocasión que la conferencia es «el esfuerzo más flagrante de la URSS, de la China comunista y de sus satélites […] para provocar el derrocamiento de gobiernos democráticos en este hemisferio y sustituirlos por regímenes comunistas dictatoriales (3)». También se establece una comisión del Senado. En junio de 1966 entrega un informe de 156 páginas en el que desde el primer párrafo se considera la Tricontinental «la reunión más poderosa de fuerzas antiestadounidenses procomunistas en la historia del hemisferio occidental (4)». A pesar de la diversidad de estilos el leitmotiv de las críticas contra la Tricontinental es el mismo: la conferencia no es una iniciativa colectiva basada en una comunidad de opresión y de adversarios, sino una subversión manipulada por Moscú o Pekín, según quien escriba. Al ofrecer un panorama de las reacciones suscitadas por la Tricontinental el informe político del secretariado ejecutivo de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL) recuerda en mayo de 1966 que :

«La Revue internationale d’Espagne se hizo eco de las declaraciones del Departamento de Estado yanqui, El   Mercurio de Chile atribuyó a órdenes de la conferencia las huelgas de mineros. El Universal de México declaró que la conferencia ha elaborado planes para crear disturbios, terrorismo y actos de subversión, El Universal de Caracas inventó dos páginas de supuestos acuerdos secretos, La Prensa de Argentina calificó la conferencia de de «descarada amenaza contra la libertad de América Latina». Las agencias imperialistas Associated Press y United Press International llenaron el mundo de sus ataques. The Miami Herald calificó a los delegados de la Tricontinental de «grupo de miserables antiimperialistas», la Feuille d’Awis de Suiza declaró que la reunión de La Habana no era sino una gigantesca operación de propaganda comunista, L’Aurore de Francia trató de ridiculizarla, etc (5)».

Entre las condenas de la Tricontinental también hay que citar la Conferencia Mundial de los Democratacristianos y el Congreso de la Internacional Socialista. El Congreso de Lima de abril de 1966 de la primera está marcado por varias intervenciones pidiendo presentarse como la «anti-Tricontinental (6)». En mayo de 1966 el Congreso de Estocolmo de la segunda hace figurar la condena de la Tricontinental en su resolución final. Señalemos por último la carta de los representantes de 18 países de América Latina al Consejo de Seguridad de la ONU tras la conferencia acusándola de «violar los principios de las Naciones Unidas (7)».

Los participantes en la conferencia también miden la trascendencia histórica del acontecimiento. En Asia la cuestión central es, evidentemente, la cuestión vietnamita. La «guerra especial» (8) que Estados Unidos priorizan desde 1961, es decir, ofrece armamento y apoyo a un ejército títere apoyado con unos bombardeos, es un fracaso. La intervención estadounidense se vuelve completamente abierta y se extiende a Vietnam del Norte a partir de 1965. El cuerpo expedicionario pasa de 50.000 soldados en abril a 75.000 en junio, 125.000 en agosto y 200.000 a finales de 1965 (9). Los reportajes se multiplican y sacan a la luz una barbarie indiscutible: asesinatos masivos de civiles, pueblos y aldeas arrasados, destrucción de diques, hospitales y escuelas, torturas, bombardeos con napalm, fósforo blanco y otros productos tóxicos, etc. Jean-Paul Sartre resume el sentimiento general: «Los vietnamitas luchan por todos los hombres y las fuerzas estadounidenses contra todos (10)». Lo que se espera es una solidaridad concreta que pueda hacer disminuir el sufrimiento del pueblo vietnamita. La Tricontinental contiene esta esperanza.

América Latina, por su parte, se encuentra todavía bajo el shock de la intervención estadounidense en la República Dominicana el 28 de abril de 1965. Con esta ocasión el presidente [estadounidense] Lyndon B. Johnson muestra sus intenciones a los pueblos del mundo: «Todo intento de erigir una dictadura comunista provocaría una respuesta de los demás Estados del hemisferio (11)». Por supuesto, no es un caso aislado. La delegación cubana a la Tricontinental cita la cifra de 45 golpes de Estado en América Latina en los últimos veinte años (12). La revuelta está a punto de estallar en el conjunto del subcontinente. Si bien esta revuelta adquiere múltiples formas, el objetivo de todas ellas es cuestionar el orden neocolonial que imponen las multinacionales estadounidenses. Desde ese punto de vista, Cuba, anfitriona de la Tricontinental, es un símbolo de resistencia mantenida durante mucho tiempo por un amplio abanico de movimientos sociales, sindicales y políticos. Poco antes de la conferencia Léo Huberman y Paul Sweezy concluían una visión de conjunto de la situación de la región afirmando: «No hemos encontrado en América Latina un solo hombre de izquierda serio que no defienda ardientemente la revolución cubana (13)». Para los pueblos de América Latina la cuestión de la solidaridad continental también es esencial en la secuencia histórica en la que se desarrolla la Conferencia de los Pueblos de los Tres Continentes.

En África está perfectamente instalado el tiempo de los asesinatos de los líderes y dirigentes progresistas (14). Tras el asesinato de Um Nyobe en 1958 es el turno de Félix Moumié en 1960, de Patrice Lumumba en enero de 1961, de Sylvanus Olympio en 1963. El presidente del comité preparatorio de la Tricontinental, Mehdi Ben Barka, es secuestrado en París el 29 de octubre de 1965, apenas dos meses antes del acontecimiento internacionalista por el que tanto había trabajado. La descolonización del continente está lejos de haber acabado. Las potencias coloniales, con el apoyo de Estados Unidos, tratan de salvaguardar un «cono» blanco en África austral. La lucha armada se extiende desde Mozambique a Sudáfrica, de Congo a Guinea Bissau, de Angola a Rodesia. Pronto se añaden los golpes de Estado, como el golpe contra Kwame Nkrumah, símbolo del panafricanismo progresista, unas semanas después de la clausura de la Tricontinental. Sobre todo, el neocolonialismo y sus nuevos mecanismos para crear dependencia asfixian las experiencias de independencia económica. También en África es el momento de buscar solidaridades que permitan resistir a estas injerencias extranjeras y a estos crímenes.

En Europa los militantes anticolonialistas que se movilizaron por el derecho del pueblo argelino a la independencia nacional siguen con atención los primeros pasos del nuevo Estado. Algunos acuden sobre el terreno para ayudar a reconstruir una nación destruida por el colonialismo francés. Otros escrutan las tomas de postura anticolonialistas y antiimperialistas de la Argelia independiente, totalmente comprometida con la preparación de la Tricontinental. Testimonio de ello es el informe elaborado por Mehdi Ben Barka para el presidente argelino Ahmed Ben Bella fechado el 10 de junio de 1965 y que nunca llegará a su destinatario, derrocado por un golpe de Estado el día 19 del mismo mes (15).

La Argelia independiente, a la que tanto estiman estos militantes, apoya activamente las luchas armadas que se desencadenan en África (en Angola y en Sudáfrica en 1961, en Guinea Bissau, en Cabo Verde y en Congo en 1963, en Mozambique en 1964, en Namibia en 1966, etc.). Una parte de los militantes y de las redes activas durante la guerra de Argelia se compromete con la solidaridad con estas nuevas luchas armadas africanas. Una de estos militantes, Didar Fawzi, da testimonio de la evolución de las posturas de estos militantes que resume como el «paso del anticolonialismo al antiimperialismo«:

« [ La evolución ] también se confirmó en los textos internos del grupo en torno a Curiel: de entrada «organización anticolonial y antifascista» (en referencia a las luchas en Portugal y España), pasará a ser de «solidaridad» precisando su apoyo a las luchas antiimperialistas del mundo (16) «.

Henri Curiel y su red participan activamente en la preparación de la Tricontinental (17).

El propio Estados Unidos conoce está búsqueda y esta necesidad de internacionalismo, como atestigua la trayectoria de Malcolm X. En unos años su nacionalismo negro se articula con el antiimperialismo y el internacionalismo (18). Su asesinato, menos de un año antes de la conferencia de los tres continentes, refuerza aún más el sentimiento de una comunidad de lucha y de enemigo entre los negros estadounidenses y los pueblos que sufren el colonialismo y el imperialismo. Robert Williams, militante de la autodefensa negra empujado al exilio, está presente. Interviene en La Habana y la conferencia adopta una resolución de apoyo a la lucha de los negros en Estados Unidos.

Lejos de ser un complot «comunista» urdido por Moscú, Pekín o La Habana, como afirman sus detractores, la conferencia es el resultado de las convergencias objetivas de múltiples luchas (luchas por la independencia, luchas contra el neocolonialismo, luchas contra las injerencias extranjeras, luchas por la igualdad en Estados Unidos, etc). La toma de conciencia de una comunidad de adversarios es el primer pilar de la Tricontinental. La de una comunidad de objetivos, resumida por el tríptico que atraviesa el conjunto de los trabajos (la lucha contra el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo) constituye su segundo pilar. La voluntad de una acción concreta de solidaridad exigida por la urgencia de las situaciones en las que se ha emprendido la lucha armada y que cada día provocan víctimas (en particular en Vietnam y en las colonias portuguesas), constituye el tercer pilar de la conferencia de los tres continentes.

Este último pilar de la Tricontinental es fundamental. En un texto fechado el 15 de octubre de1965 Mehdi Ben Barka y Youssef Sebai, respectivamente presidente y secretario general del comité preparatorio de la conferencia, insisten fuertemente en esta solidaridad concreta con los pueblos en lucha con las armas en la mano: «La lucha de los pueblos, el apoyo moral y material a quienes combaten con las armas en la mano es uno de los objetivos fundamentales de la conferencia (19)». Esta insistencia responde en particular al conflicto chino-soviético que debilita considerablemente las luchas anticolonialistas y antiimperialistas en África y América Latina. «Las dos potencias socialistas ayudaban a movimientos de liberación opuestos. Pero cuando el movimiento era coherente, como en Vietnam, Moscú y Pekin le ayudaban paralelamente (20)», recuerda Didar Fawzi. La polémica ideológica chino-soviética frenaba objetivamente la construcción de solidaridades concretas. La apuesta de la Tricontinental fue neutralizar estas divisiones poniendo en el centro del debate las exigencias concretas de la solidaridad.

Contrariamente a lo que hoy afirman muchos comentaristas, la apuesta se ganó de sobra. Quienes se contentan con «predecir el pasado» hablan de buen grado de «fracaso» ocultando la reacción virulenta y brutal de las potencias imperialistas en los años que siguieron a la conferencia de los tres continentes. Muchos actores importantes de la Tricontinental van a ser asesinados: Ben Barka en 1965, antes incluso de la conferencia, Che Guevara en 1967, Amilcar Cabral en 1973, Salvador Allende el mismo año, Henri Curiel en 1978, por citar solo los más conocidos. Fidel Castro, por su parte, es objeto de al menos ocho intentos de asesinato entre 1960 y 1965, según las conclusiones de la Comisión Church del Senado de Estados Unidos (21).

Los asesinatos tendrán por objetivo muchos líderes que se consideraban peligrosos: Osende Ofana en 1966, Martin Luther King en 1968, Naïm Khader en 1981, Thomas Sankara en 1987, Dulcie September en 1988, Jean-Marie Djibaou en 1989, etc. La contraofensiva también se traduce en la multiplicación de golpes de Estado contra todos los gobiernos que se niegan a someterse. No se puede hacer ningún balance serio de la Tricontinental sin tener en cuenta estas nuevas estrategias de Estados Unidos y sus aliados en contra de la insurrección.

¿Cuál es el balance de la Tricontinental? ¿Qué queda de este acontecimiento medio siglo después? ¿Existen lecciones y una herencia todavía útiles hoy en día para las nuevas generaciones de militantes?

Estas preguntas militantes nos parecen necesarias cuando se impone un ultraliberalismo con unas consecuencias dramáticas para los pueblos del Sur y la globalización capitalista multiplica las nuevas guerras por el petróleo, el gas y los minerales estratégicos. Comprender la historia de las luchas de los pueblos cuando se desarrollan nuevas ideologías de legitimación, como la que anuncia el «fin de la historia» o afirma el «choque de civilizaciones», es parte de una contraofensiva de los «condenados de la tierra». Por supuesto, a algunas personas les interesa ocultar estas preguntas. Otras desearían que el único recuerdo de la Tricontinental fuera el de una reunión de idealistas simpáticos aunque ilusos. E incluso otras aceptan reconocer el carácter inédito y excepcional de la conferencia, pero es para enterrarla aún más presentándola como símbolo de un pasado terminado que ya no tiene relación alguna con los retos actuales.

Creo, por el contrario, que la globalización capitalista en su forma actual, ultraliberal y beligerante, vuelve a plantear a los «condenados de la tierra» la cuestión del internacionalismo. Considero que este internacionalismo que todavía busca su forma de organización adaptada al siglo XXI es lo que se está alumbrando en los foros sociales mundiales y en el intento de una alternativa en construcción como la que representa la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en el continente americano (22). Por su puesto, como en el momento de la Tricontinental, este internacionalismo que se está alumbrando está lleno de contradicciones

La historia de la emancipación no se escribe en un despacho universitario o según un plan lineal y exento de incoherencias, de contradicciones y de confrontaciones. Por el contrario, está hecha de escollos, de avances y retrocesos, de confrontaciones sobre las opciones estratégicas y tácticas, de contradicciones en los proyectos políticos. No obstante, nunca supone una vuelta completa a la fase anterior. De la misma manera que no se puede entender la Tricontinental sin tener en cuenta [la Conferencia de] Bandung diez años antes, el internacionalismo que necesitamos hoy precisa para desarrollarse tener en cuenta la Tricontinental, sus éxitos y sus fracasos, sus innovaciones y sus límites.

Este libro se sitúa voluntariamente en la esfera militante. Me sentiría satisfecho si contribuye, aunque sea modestamente, a que se conozca esta secuencia particular de la resistencia mundial a la opresión. Como ponía de relieve el informe político de la secretaría ejecutiva de la OSPAAAL, nacida de la conferencia de los tres continentes en mayo de 1966, «esta gran humanidad ha dicho «¡basta!». Y se ha puesto en marcha y sus pasos de gigante no se detendrán hasta que no haya conquistado su libertad definitiva (23)». Se puede frenar esta marcha, también se la puede obligar a detenerse e incluso a volver atrás momentáneamente. Pero mientras haya opresión hay resistencia y esta lleva inevitablemente a reiniciar la marcha.

Notas:

(1) Mehdi Ben Barka, «La réunion de la Tricontinentale sera un événement historique», Vers la première conférence tricontinentale. Bulletin de la présidence du comité international de la première conférence de solidarité des peuples de l’Afrique, l’Asie et l’Amérique latine, n°1, 15 de octubre de 1965, La Habana, p.13.

(2) Mehdi Ben Barka, «Assumer la stratégie globale face aux impérialistes: tâche de la Tricontinentale», rueda de prensa del 30 de septiembre de 1965 de Ben Barka en La Habana, en Vers la première conférence tricontinentale, op. cit., p. 12.

(3) Citado en Jean-Jacques Brieux, «La Tricontinentale», Politique étrangère, n° 1, vol. 31, 1966, p. 40.

(4) The Tricontinental Conference of African, Asian and Latin American Peoples. A Staff Study, prepared for Subcommittee to investigate the administration of the internal security act and other internal security laws, Committee on the judiciary, United States Senate, Washington, US Government Printing Office, 1966, p. 3.

(5) «Rapport politique du secrétariat exécutif de l’OSPAAAL», Bulletin Tricontinental, suplemento especial, mayo de 1966, p. 11.

(6) Roberto Panini, L’Internationale démocrate-chrétienne: la coopération internationale entre les partis démocrates-chrétiens de 1925 à 1986, París, Le Cerf, 1988, p. 175.

(7) Fidel Castro, Cuba responde al documento de la OEA sobre la Tricontinental, Ministerio de Relaciones Exteriores, Dirección de Información, La Habana, 1966.

(8) Véase Études vietnamiennes, «L’échec de la guerre spéciale 1961-1965», n° 11, noviembre de 1966.

(9) Albert-Paul Lentin, La Lutte tricontinentale. Impérialisme et révolution après la conférence de La Havane, París, François Maspero, 1966, p. 130.

(10) Jean-Paul Sartre, Situations VIII, París, Gallimard, 1971.

(11) Citado en Articles et Documents, París, La Documentation française, 1969, p. 23.

(12) Véase al respecto Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina , Siglo XIX, 1980, [edición en francés Les Veines ouvertes de l’Amérique latine, París, Plon, 1981].

(13) Léo Huberman, Paul Sweezy, Où va l’Amérique latine, París, François Maspero, 1964, p. 206.

(14) Véase al respecto mi obra Figures de la révolution africaine, de Kenyatta à Sankara, París, La Découverte, 2014.

(15) Mehdi Ben Barka, «Rapport à l’intention du président de la République algérienne (10 juin 1965)», en René Galissot, Jacques Kergoat, Mehdi Ben Barka. De l’indépendance marocaine à la Tricontinentale, París, Karthala, 1997, p. 141-147.

(16) Didar Fawzi, «Ben Barka, Curiel, la Tricontinentale et la solidarité afro-asiatique», en Mehdi Ben Barka. De l’indépendance marocaine à la Tricontinentale, op. cit., p. 167.

(17) Ibid, p. 165.

(18) Sobre esta evolución véase el capítulo consagrado a Malcolm X en mi libro Figures de la révolution africaine, de Kenyatta à Sankara, op. cit.

(19) Mehdi Ben Barka, Youssef Sebai, «Antécédents de la première conférence tricontinentale qui siégera à La?Havane», Vers la première conférence tricontinentale , op. cit., p. 4.

(20) Medhi Ben Barka, op. cit., p. 168.

(21) Yvonnick Denoël, Le Livre noir de la CIA, París, Nouveau monde, 2011.

(22) Fundado conjuntamente en 2004 por Cuba y Venezuela, el objetivo del ALBA es promover la integración de los países de América Latina y el Caribe basándose en los principios de la solidaridad, la complementariedad, la justicia y la cooperación.

(23) » Rapport politique du secrétariat exécutif de l’OSPAAAL «, op. cit. , p. 20.

Publicado con la amable autorización de Editions Syllepse y del CETIM

Saïd Bouamama, La Tricontinentale. Les peuples du tiers-monde à l’assaut du ciel, [La Tricontinental. Los pueblos del tercer mundo asaltan el cielo]  Editions Syllepse y CETIM, París y Ginebra 2016, 190 páginas, 15 euros.

Fuente: https://bouamamas.wordpress.com/2016/11/21/introduction-de-said-bouamama-a-son-ouvrage-la-tricontinentale/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.