El dirigente nicaragüense del Movimiento Internacional Ríos de Agua Viva, reverendo Omar Duarte, dijo este sábado en Managua, en un encuentro en el que estuvieron líderes de las diferentes denominaciones evangélicas, que éstos pidieron al Presidente Daniel Ortega reanudar las relaciones diplomáticas «con el pueblo de Dios», es decir con el Estado de Israel, que […]
El dirigente nicaragüense del Movimiento Internacional Ríos de Agua Viva, reverendo Omar Duarte, dijo este sábado en Managua, en un encuentro en el que estuvieron líderes de las diferentes denominaciones evangélicas, que éstos pidieron al Presidente Daniel Ortega reanudar las relaciones diplomáticas «con el pueblo de Dios», es decir con el Estado de Israel, que Managua decidió suspender a raíz del criminal ataque del ejército israelí a la Flotilla de la Libertad el 31 de mayo pasado.
En esa fecha, una flotilla de 6 naves con unos 750 civiles desarmados se dirigía hacia la Franja de Gaza, sitiada por el ejército israelí desde hacía más de año y medio, con el fin de entregar víveres y otros enseres de primera necesidad a un millón y medio de habitantes, la mayoría de ellos niños, que viven en condiciones infrahumanas por el mero hecho de ser palestinos.
El área sitiada por el ejército israelí ni siquiera pertenece legalmente a su territorio, el que este estado define a voluntad enviando tropas y tractores para expulsar pobladores de tierras ajenas cada vez que se le antoja.
El ataque de las fuerzas israelíes a la Flotilla de la Libertad se saldó con nueve muertos y más de cuarenta heridos entre los tripulantes. Ni siquiera se produjo en aguas territoriales israelíes.
El dirigente de los evangélicos nicaragüenses dijo a los medios: «Como pueblo evangélico pedimos al presidente Daniel Ortega reanude las relaciones de amistad con Israel. El distanciamiento entre naciones no abona a la paz y la tranquilidad, hay que dar muestras de tolerancia.»
Es paradójico el reclamo de los dirigentes evangélicos dirigido precisamente a un gobierno que tiene más y mejores relaciones con todos los países del mundo de lo que jamás las tuvo gobierno alguno durante la larga noche neoliberal.
Nicaragua tiene relaciones y hasta tratados comerciales con países tan diferentes como los Estados Unidos y la Unión Europea, Rusia, China, Taiwán, Corea del Norte y Corea del Sur, Cuba, Venezuela, Irán y muchos otros países – con muchos de los cuales presidentes como Doña Violeta, Arnoldo Alemán o Enrique Bolaños sencillamente carecían de libertad para relacionarse.
Nunca Nicaragua había sido tan respetada internacionalmente como hoy: Un nicaragüense, el Padre Miguel D’Escoto, fue presidente de la Asamblea General de la ONU, y Nicaragua está representada en varios de los órganos de esa organización, como el Comité por la Descolonización, el Foro Permanente de Cuestiones Indígenas, la Comisión de Desarrollo Sostenible y el Comité de Organizaciones No-Gubernamentales – órganos para los que el país ha resultado electo por los demás estados miembros.
Se entiende que este prestigio también conlleva el deber de actuar con claridad en las cuestiones que se consideran fundamentales.
Un estado miembro de las Naciones Unidas no puede, impunemente, cercar a un millón y medio de seres humanos, de los cuales un 60 por ciento son niños, negarles los bienes más básicos para la vida y además bombardearlos durante semanas con armas de destrucción masiva como el fósforo blanco causándole miles de muertos y heridos entre su población civil, tal y como Israel lo ha hecho desde el ataque y cerco a Gaza hace un año y medio. Y cuando un grupo de organizaciones solidarias de diferentes países organiza un convoy de ayuda, no puede abordarlo en aguas internacionales y matar a miembros de su tripulación desarmada e indefensa.
No es decente, no es humano ni mucho menos cristiano el quedarse de brazos cruzados ante semejante atrocidad.
Nicaragua tuvo una actitud muy digna al suspender las relaciones con Israel. El argumento del dirigente evangélico en el sentido de que «el distanciamiento entre naciones no abona a la paz y la tranquilidad, hay que dar muestras de tolerancia» no es ni solidario ni cristiano, es fariseo.
No es Nicaragua la intolerante, lo es el gobierno israelí, que a cada crítica de la comunidad internacional responde con acusaciones de que se está persiguiendo a los judíos, «al pueblo de Dios», y que a cada rato pone a prueba la paciencia de esa misma comunidad internacional con atrocidades como la cometida contra la Flotilla de la Libertad.
En un mundo civilizado, la comunidad internacional debería ser capaz de poner fin a semejantes desmanes. Esa es la posición digna de Nicaragua. Si un gobierno no posee esa libertad de ser digno, ¿cómo puede esperar ser respetado, como lo es Nicaragua hoy en día en el mundo?
Es mentira que el gobierno de Israel represente a los judíos o a los creyentes del judaísmo de todo el mundo. Esa es la ideología sionista que tanto daño causa a la humanidad.
Un prominente judío como Albert Einstein ya en 1938, antes de la Segunda Guerra Mundial, advertía que «sería más razonable alcanzar un acuerdo con los árabes sobre la base de una vida común pacífica que crear un Estado judío […]. Temo los perjuicios internos que el judaísmo sufrirá en razón del desarrollo en nuestras filas de un nacionalismo estrecho».
10 años más tarde, el 2 de diciembre de 1948, Einstein publicaba junto con otras personalidades judías una carta en el New York Times denunciando la masacre de la aldea árabe de Deir Yassin, en la que las tropas de Menajem Begin, considerado en la actualidad uno de los padres fundadores del estado de Israel del que fue Primer Ministro, asesinaron a 240 hombres, mujeres y niños, manteniendo a algunos con vida para hacerlos desfilar como prisioneros por las calles de Jerusalén.
Einstein, la antifascista Hannah Arendt, el rabino Jessurun Cardozo y otros 26 firmantes, consideraron como algo «trágico» que la dirigencia sionista internacional aceptase al movimiento de Begin, Tnuat Haheteur, un «partido político con un enorme parecido en cuanto a su organización, métodos, filosofía política y planteamientos sociales, a los partidos nazi y fascista». Menajem Begin es uno de los miembros históricos del actual partido de gobierno israelí, el Likud.
La lista de atrocidades cometidas por el Estado de Israel desde su fundación el 14 de mayo de 1948 es muy larga y está disponible para todo aquel que desee conocerla. También lo es la lista de resoluciones de las Naciones Unidas que el Estado Sionista ha ignorado desde que fue aceptado por la organización a la vista y paciencia de la comunidad internacional.
También, desde ese entonces, es larga la lista de judíos y gentiles que, habiéndose indignado por los constantes abusos del Estado Sionista, los han denunciado y rutinariamente son llamados «antijudíos», «antisemitas», «judíos que se odian a sí mismos», etcétera. Ese chantaje ya no funciona más en el mundo de hoy.
La actuación del Estado Sionista no tiene nada que ver, ni con la Palabra de Dios, ni con el judaísmo, ni con las víctimas del Holocausto Nazi. Simplemente tiene que ver con el proyecto político de una élite imperialista dependiente de la guerra y la conquista.
En América Latina, Israel nunca le preguntó a las dictaduras más reaccionarias qué pensaban sobre Hitler, el fascismo o los judíos para darles su apoyo como fieles aliados de los Estados Unidos. Veamos algunos ejemplos:
– A la Guardia Nacional de Somoza no se le llamaba «la genocida» por nada. Baste recordar su uso de fósforo blanco contra el pueblo de Estelí y otras ciudades. ¿Cuál era el fusil de la guardia, sino el Galil israelí? ¿Qué subametralladoras usaban, sino las de marca UZI? Luego del derrocamiento del tirano, Israel pasó a proveer de entrenadores a la Contra, muchos de los cuales luego pasaron a cumplir servicio en Colombia.
– Carlos Castaño, uno de los fundadores de las temidas Autodefensas Unidas de Colombia, autoras de decenas de miles de atroces asesinatos de campesinos, mencionaba en sus memorias: «Infinidad de temas aprendí en Israel y a este país le debo parte de mi cultura, mis logros humanos y militares…» Un informe de la policía secreta DAS de 1989 mencionaba que Israel había entrenado a Castaño y otros paramilitares. El apoyo israelí a las AUC ha continuado hasta nuestros días. En mayo de 2004, por ejemplo, la empresa GIRSA conectada al ejército israelí le vendió a los paramilitares 3.000 rifles Kalashnikov y 2 millones y medio de balas.
– Entre 1975 y 1979, la dictadura fascista de El Salvador, los asesinos de Monseñor Arnulfo Romero y de muchos otros religiosos, recibía el 83 por ciento de sus armas del Estado de Israel. En la década de los 80s, cuando la hermana república se encontraba a merced de los escuadrones paramilitares de la muerte de ARENA, Israel le vendía al ejército salvadoreño helicópteros, tanques y fusiles, enviando además asesores militares y capacitando a las fuerzas armadas salvadoreñas en la represión contra el propio pueblo.
– El genocidio de la dictadura guatemalteca contra los pueblos indígenas de los 70s a los 90s fue tan brutal, que hasta los EE.UU evitaron dar apoyo militar abierto al régimen. Cientos de pueblos indígenas fueron arrasados, asesinándose a mujeres, niños y hombres sin distinción. Las secuelas de estos crímenes aún siguen vivas en el hermano país. Israel, no sólo le vendió armas a la dictadura guatemalteca, sino que además participó activamente en el entrenamiento de las tropas que cometieron el genocidio.
– 2.000 de los 30.000 desaparecidos por la dictadura argentina en los 70s eran judíos con ideas de izquierda. La dictadura de Videla, Galtieri, etcétera, era antisemita y pro-nazi, llevó adelante un plan sistemático de exterminio contra los judíos. Pero, claramente, para el Estado de Israel se trataba de judíos que no merecían ser protegidos. Israel era uno de los mayores proveedores de armas de Argentina.
– La participación de Israel en el apoyo a los regímenes más oprobiosos de nuestro continente sigue aún en nuestros días. Israel, no sólo le vendió armas a la dictadura hondureña en el pasado, son sus métodos de terrorismo de estado los que hoy se aplican contra los que resisten al golpe del 28 de junio de 2009.
Cuando Nicaragua reacciona ante las atrocidades cometidas por el Estado Sionista, cuando hace uso de su soberanía y de su independencia para hacer lo que muchos otros gobiernos desearían poder hacer pero no se atreven por miedo a las consecuencias, no se trata de ánimo de venganza o de animadversión por hechos ocurridos en el pasado, se trata del elemental deber de reaccionar para que no se cometa contra otros lo que uno ya ha sufrido en carne propia.
Los dirigentes evangélicos que supuestamente piden al Presidente Daniel Ortega reanudar las relaciones diplomáticas con Israel, probablemente desconozcan los detalles históricos que hemos mencionado arriba. No es su culpa, si pensamos en lo mucho que los gobiernos neoliberales hicieron por borrar la verdadera historia del país y de nuestros pueblos durante casi 20 años.
Probablemente actúan presionados por ciertas corrientes estadounidenses que toman por cristianismo la defensa de un estado criminal que no representa a pueblo elegido de Dios alguno, sino solamente sus propios intereses hegemónicos y guerreristas, un estado al que es necesario hacer entender que existen normas internacionales a las que, por el bien de todos, hace falta someterse. No es de elegidos de Dios andar atacando barcos desarmados en aguas internacionales asesinando a su tripulación
En la Nicaragua cristiana, socialista y solidaria de hoy conviven creyentes y no creyentes, judíos y no judíos, árabes, descendientes de europeos, miskitos, ramas, mayagnas, creoles, chorotegas y gentes de todas las razas, etnias, procedencias y religiones. Así es y así será porque, como dice el presidente Daniel Ortega, «la voz del pueblo es la voz de Dios».
Ojalá que los líderes evangélicos tengan oportunidad de meditar a fondo estas cuestiones y que el diálogo con sus conciencias y con Dios les ilumine para poder ver aquello que todo el pueblo tiene ojos para ver.