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Izquierda Unida ante las elecciones europeas

Fuentes: Rebelión

El próximo 7 de junio se celebrarán las elecciones al parlamento europeo en las que están llamados a participar 498 millones de europeos. Sí, bien digo europeos, hace ya más de dos décadas una España de españolitos huidos de una transición agónica y continua, por nunca acabada, fijaban sus miras en una integración que venia […]

El próximo 7 de junio se celebrarán las elecciones al parlamento europeo en las que están llamados a participar 498 millones de europeos. Sí, bien digo europeos, hace ya más de dos décadas una España de españolitos huidos de una transición agónica y continua, por nunca acabada, fijaban sus miras en una integración que venia fraguándose por más de treinta años en nuestro entorno geográfico y económico natural, Europa.

El proceso, en todo momento cupular y no consultado, nos llevo a integrarnos en unas estructuras institucionales y de decisión política nuevas. Marcadas por los intereses de la competitividad económica y el máximo beneficio de unas multinacionales que rediseñaron el espacio político europeo, para moldear sus legislaciones nacionales e instituciones de representación de un golpe. Bajo sus premisas de eficiencia capitalista, redefinición de gasto público y privatización de servicios básicos construían un nuevo espacio político y económico, la Unión Europea.

La construcción de un espacio supranacional de decisión y articulación de políticas de carácter fundamentalmente económico en su vertiente liberal, no ha ido acompañado en este periodo (desde su inicio programático y normativo 1952) de una necesaria evaluación y participación activa de aquellos que aunque solo estadísticamente, en su aspecto demográfico, hacen parte de ella. Me refiero lógicamente a los y las ciudadanas de eso que se ha dado en llamar UE.

La especial configuración tridimensional de los órganos de decisión y acción de la UE (no existe otro referente), el consejo, la comisión y el parlamento, la especialización de sus cometidos y la singularidad de sus reuniones, no hace sino que continuar el oscurantismo propio de el proceso trasnacional que se ha configurado en Europa.

La tradición (más europea, por francesa que ninguna) de la división de poderes en un órgano ejecutivo (gobierno) uno legislativo (parlamento) y uno judicial, dio paso innovador (precisamente en Europa) a la singular composición de un órgano ejecutivo a la vez legislador, otro a su vez ejecutivo y otro justificador de la tradición electiva de nuestros representantes llamado parlamento.

Pero no existe una institución de la UE más desconocida para el conjunto de los ciudadanos que el parlamento europeo. Ninguna de sus sesiones o plenarios recibe mención alguna en los medios nacionales, que encumbran las informaciones europeas de trascendencia en «cumbres» de expertos y jefes de estado y de gobierno. En un intento maximalista de configurar el desarrollo político, institucional y legislador de la Unión, en las decisiones tomadas por aquellos que configuran los estados nación de la UE, restando característica y papel a los parlamentarios, únicos representantes que los ciudadanos de la UE podemos elegir.

Podríamos escribir por largo y tendido sobre disquisiciones sociológico-estadísticas, del interés de los ciudadanos europeos, o españoles, en el devenir de la UE, su cotidianidad y la importancia de las decisiones que se toman en sus foros y la vida cotidiana de éstos. Seguramente estudios demoscópicos avalaran tal o cual o contra cual definición del interés y la importancia que estos tiene para aquellos.

Pero bien es cierto que la situación en un principio es la que tenemos, hablar sobre la legitimidad de las instituciones europeas, su deficiencia democrática de base y de facto, la falta de representatividad social y de preocupación social, solo anima desde la abstención a los amigos de status quo, aquellos que planearon, diseñaron y ahora ejecutan unas instituciones alejadas de los ciudadanos, un marco oscuro y descontrolado de poder político y económico que rige día a día y cada vez más la vida de millones europeos.

Son en estos estamentos y con este organigrama donde la Europa de las multinacionales y la geoestrategia económica y militar legitiman su poder. Y por lo tanto son en estas instituciones, donde se lucha la batalla de dos modelos de concepción de lo social y lo humano.

Una, como estructura de poder omnívoro, económico y social que gestiona a los millones de europeos como parte de su capital variable, a la vez que como consumidores y clientes, ajustando normas y legislaciones. Restrictivas en lo social, privatizadoras en lo prestacional, anuladoras del papel de estado y del ejercicio representativo de la democracia.

La otra, minoritaria y desconocida, intrusa y molesta, compuesta por hombres y mujeres, vencidos en mil batallas, incomprendidos en otras tantas. Aquella que pretende subvertir el orden establecido, la división y el reparto del poder; legislativo, ejecutivo y judicial, aquella que pretende configura el sueño de Víctor Hugo y no el de Napoleón.

Aquella para la que la unión económica y monetaria es más que un mercado, es un espacio de relación social y laboral; regulado, normado, justo, equitativo, progresivo y solidario. Estos creen en una Europa que mire por los trabajadores, las mujeres, los jóvenes y los inmigrantes que construyen con nosotros esta Europa. Creen en una Europa donde las instituciones y la administración juegan un papel regulador y fiscalizador del capital, no en una administración que regula y fiscaliza para el capital.

Esta otra, es la alternativa de los que quieren transformar y ser participes de esa transformación. En un mundo cada día más interconectado y desgraciadamente cada día más endógeno en pequeños países, naciones, intereses, clases y divisiones sociales.

Este es el proyecto de aquellos que sin grandes aportaciones económicas y la aquiescencia de los medios, pretende estar presente en el parlamento, para hacer oposición, esta es la opción de los que sabedores de errores y fracasos, sabedores del creciente desengaño y alejamiento de importantes sectores sociales de la preocupación de lo político, continúa involucrada con su proyecto emancipador. Que desea contar con el apoyo y la participación de todos y cada uno de los que creen que otro espacio de relación, gestión y coordinación europea es posible. Esta es la opción de los que suman y de los que recuerdan que aquellos (la otra Europa) no se quedaran en casa el día 7, el fantasma que ya nos sólo recorre Europa, sino que lo asola, movilizará sus huestes el día 7, en todas sus vertientes y matices: fascistas, neoliberales, social liberales y otros muchos que surgen de la moda de lo poco moderno de lo político.

Este es el proyecto que pide tu voto, este es el proyecto de IU.

Jorge Crespo. Coordinador de IU de Cantabria