Quizás no sea tan histórico un hecho como este, pues la misma existencia del Estado como forma de organización social, prevé la censura de cualquier signo de resistencia a su implacable poder. Lo que sí es histórico es el hecho de que en un país que se ha jactado de tener la «democracia más antigua […]
Quizás no sea tan histórico un hecho como este, pues la misma existencia del Estado como forma de organización social, prevé la censura de cualquier signo de resistencia a su implacable poder. Lo que sí es histórico es el hecho de que en un país que se ha jactado de tener la «democracia más antigua de América Latina» se esté procesando a seis personas por lo que puede ser considerado una nimiedad. Sin embargo, para el Estado no existen pequeñeces, cada acto, por más simbólico que sea, es un acto peligroso.
Obstrucción de la vía pública, resistencia al arresto o convertirse en la encarnación viva de Bruce Lee, según testimonios de los «agredidos» antimotines, son las razones con las que el peso de la represión estatal pretende encausar a Marita Arce, Mario Villalobos, Luis Salas, Diego Retana, Adrián Jaén y Denis Solís . Tan sutil es el entramado que se ha montado en este discurso, que ya nadie recuerda la agresiva barbarie de un grupo de trogloditas que ciñeron sus garrotes y sus escudos, sus armaduras y sus botas contra familias, incluidos ancianos y niños, que llegaron a manifestarse pacíficamente frente al edificio de la Caja Costarricense del Seguro Social aquel fatídico 8 de noviembre de 2012 .
¿Y al final es esto importante? En realidad no, esa es la naturaleza histórica del Estado, nada puede sorprender a los agudos o incautos. Lo que es importante en todo esto es limitar el poder de esa máquina, donde la ley no es funcional para la mayoría, pero que es un elemento de rebote que puede ser factible en la continua construcción de los derechos humanos. Eso es lo que muchos no entienden aunque vean los frutos de esa batalla a largo plazo.
La susodicha y afamada democracia costarricense está pasando tiempos oscuros, muy oscuros. La represión, la vigilancia y la violación flagrante de los derechos por parte de las llamadas «autoridades», está posicionándose material y psíquicamente en las personas, a tal punto que empiezan a justificarse y legitimarse. Este círculo vicioso de ignorancia y poder es sumamente peligroso, pero será, como siempre, la misma historia quien dé la razón.
La democracia termina siendo un cascarón que cubre un caldo insípido y putrefacto, está vacía de contenido. Porque allá donde exista una limitación a «valores democráticos» tan fundamentales como la libertad de expresión, implica que las posiciones autoritarias están prevaleciendo, desplazando poco a poco las conquistas sociales. Ese cascarón termina manifestándose cada cuatro años en un proceso electoral que está en tela de juicio, que ha perdido credibilidad y cuya tasa de abstención creciente solo demuestra su debilidad y deterioro. Esto, en última instancia, degenerará en la careta real del Estado: las posiciones dictatoriales. Y para ello, el caldo de cultivo está preparado.
Para el costarricense que aun añora los tiempos pasados y que considera esta pequeña Suiza como un idilio, algo así como el Paraíso del Edén bendecido por Dios y «la Negrita», debería preocuparle que el Estado se encamine hacia formas draconianas de persecución política. Para los -se supone- defensores de las libertades (los acuciosos liberales por ejemplo), lo obvio sería combatir férreamente las arbitrariedades del Estado. Mas hoy guardan silencio en las tribunas de la palabra. Y es que so n estos pragmatismos donde se pierde el verdadero sentido de la democracia, la cual termina siendo un simple instrumento del egoísmo de unos cuantos, el mismo e inútil cascarón que debiera ser arrancado para siempre junto con toda su forma de dominación.
Para los amantes de la verdadera libertad (no de imaginarias quimeras liberales), solo puede existir el más apabullante repudio hacia el Estado y hacia toda forma de dominación que pretende enaltecerse a costa de la esencia misma del ser humano. La libertad no puede ni debe estar limitada por nada ni por nadie. La prisión es, simplemente, el símbolo de los sepultureros de todo lo humano, de eso que es la máxima aspiración de la consciencia: el ser libre.
El juicio político terminará revirtiéndose contra todos, este es el preámbulo de la insensatez, de lo absurdo, de lo bestial. Derrotar al monstruo es la clave para transformar la realidad. Por esta razón, apoyar a estas seis personas, exigir su liberación inmediata, parte de la coherencia de quien se reaforma en la libertad, de quien aspira vivir un mundo humano y no de bestias con cascos, escudos y palos.
Por eso, la consigna que aquí se escribirá sobre piedra será: ¡ Congruencia al hablar de libertad, luz para la justicia y la verdad, fortaleza y unión ante la represión !
José Solano, Educador
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