Trascripción del discurso pronunciado en el Congreso Alemán por la Paz celebrado en Kassel los días 4 y 5 de diciembre de 2010. Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Unos Balcanes estables y prósperos son de interés vital tanto para los pueblos balcánicos como para el resto de Europa. Sin embargo, la situación en la región sigue siendo complicada, con graves tensiones políticas, socio-económicas, de seguridad y toda una serie de problemas que no deberían descuidarse.
A lo largo del período de los últimos veinte años, los Balcanes han sido el campo de prueba de nuevas doctrinas, convirtiéndose en una región de cambios espectaculares. Precedentes en las relaciones internacionales:
- La segunda Yugoslavia (República Federal Socialista de Yugoslavia) se destruyó en 1992, la tercera en 2006, en ambos casos confluyeron toda una serie de factores internos y externos;
- La agresión de la OTAN contra Serbia (Yugoslavia) en 1999 fue la primera guerra en suelo europeo que se producía tras la Segunda Guerra Mundial, presentada como «intervención humanitaria», en contravención de los principios básicos del Derecho Internacional y sin que el Consejo de Seguridad de la ONU la hubiera aprobado,
- La proclamación unilateral de independencia de Kosovo y Metohija en 2008, mientras la provincia estaba bajo mandato de la ONU, fue otro precedente, de nuevo sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU y en violación de la Constitución de Serbia;
- Se han creado siete nuevos Estados apenas sostenibles, algunos después de terribles guerras civiles y cuyas consecuencias se dejarán sentir en las décadas venideras [*].
A pesar de los progresos experimentados en la normalización de relaciones, la desconfianza sigue limitando los esfuerzos que se hacen para estimular los lazos económicos, sociales, culturales y de otro tipo. Después de más de setenta años de vida en común, esos lazos fueron violentamente segados mediante secesiones y conflictos. Es en gran medida necesario eliminar todos los obstáculos políticamente motivados y fomentar una cooperación lo más amplia posible basada en el reconocimiento de los intereses mutuos. La libre circulación de productos, personas, ideas, culturas y capital impulsarán sin duda el desarrollo general, disminuirán la dependencia de la ayuda exterior y ayudarán a afrontar las consecuencias de la crisis económica y financiera global.
Aunque no sea un problema general, hay un cierto número de casos pendientes en los que aún hay que definir nuevas fronteras internacionales, entre ellos las zonas de la frontera serbo-croata en el Danubio y la frontera serbio-bosnio en el río Drina. La mejor forma de resolver estas cuestiones es aplicar las normas internacionales.
Además de las minorías nacionales de siempre, han venido apareciendo nuevas minorías. A lo largo de la historia, los Balcanes, célebres como región por constituir una mezcla de naciones, culturas y religiones (y ciertamente de conflictos, tras las amplias fragmentaciones territoriales de las últimas dos décadas), se han «enriquecido» a sí mismos produciendo aún más minorías nacionales, lenguas e incluso religiones. ¿En aras al bien común? No parece que sea así. Los niveles más básicos de derechos nacionales, políticos y humanos no se han respetado en un buen número de casos.
Serbia sigue aún acogiendo a 220.000 personas desplazadas de Kosovo y Metohija, principalmente serbios, y a unos 300.000 refugiados serbios de Croacia y Bosnia y Hercegovina. Ésta es la cifra más alta de refugiados y personas desplazadas en un país europeo. Esta situación provoca no sólo graves problemas socio-económicos sino también dificultades políticas. A ningún miembro de los dos grupos se le permite volver a sus lugares de origen con libertad y seguridad. Aunque se les ha prometido autonomía territorial, los serbios en Croacia se ven privados incluso de los derechos individuales más básicos, como el derecho a la propiedad privada de sus casas, apartamentos y fincas.
Una de las potenciales fuentes de desestabilización es Bosnia y Hercegovina, al que en ocasiones se denomina «estado fallido». El Acuerdo de Paz de Dayton (París, 1995) define el sistema constitucional de Bosnia y Hercegovina garantizando la igualdad soberana de los tres pueblos que la integran (musulmanes, serbios y croatas) y la igualdad entre las dos entidades: la federación de Bosnia y Hercegovina (musulmanes y croatas) y la República Srpska. A diferencia del Acuerdo de Paz de Dayton-París, los intentos del Alto Representante de la UE para cambiar la estructura federal e imponer un sistema unitario anulando el consenso en la toma de decisiones e introduciendo el criterio mayoritario son contraproducentes, por decirlo de forma suave. Se está intentando hacer que el proceso de estabilización retroceda al principio de los años noventa, lo que resulta muy peligroso para la existencia misma de Bosnia y Hercegovina como Estado. Después de las recientes elecciones allí, la comunidad croata llegó a pedir abiertamente la creación de una tercera y propia entidad. Este hecho revela que tanto serbios como croatas tienen el mismo temor de tener que enfrentarse a discriminación en la Bosnia dominada por los musulmanes.
En mi opinión, Serbia no debe ni puede reconocer la secesión ilegal de Kosovo y Metohija. Por tanto, sigue existiendo un problema pendiente de resolución. Deberían buscarse soluciones que respeten los principios básicos del Derecho Internacional, las decisiones de la ONU y la constitución de Serbia como Estado soberano. Esa es la posición que apoya la mayor parte de la comunidad internacional, incluidos algunos de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Rusia y China), así como algunos integrantes de la UE (España, Grecia, Rumania, República Eslovaca y Chipre). Es necesario celebrar nuevas negociaciones. Podría ser contraproducente esperar que se suavice más la posición oficial del gobierno de Serbia. Quizá no tanto por la firmeza del gobierno defendiendo su soberanía e integridad territorial como porque, sobre todo, el compromiso es la única vía para garantizar la estabilidad interna de Serbia, la cual, a su vez, es importante para una paz y estabilidad duraderas en los Balcanes.
Se ha señalado repetidamente que el futuro de los Balcanes está en las manos de los países que ocupan ese territorio. Esto es verdad, sobre todo en teoría. En realidad, uno de los problemas generales de la región es la excesiva intervención de los centros de poder de fuera de la misma. Considerando que Bosnia y Hercegovina y la provincia de Kosovo y Metohija continúan siendo protectorados internacionales, que los gobiernos de la mayoría de los países en la región deben lealtad a Occidente (que les ayudó de diversas maneras a llegar al poder mediante las «revoluciones de color»), no está muy claro qué es lo que pueden hacer los elementos regionales por ellos mismos, y cuáles son los márgenes reales de que disponen para poder superar los necesitados compromisos.
La comunidad internacional, al estar esencialmente limitada a la OTAN y a la UE, carece de capacidad y voluntad política para llegar a soluciones de compromiso por lo que continúa imponiendo sus propias soluciones; soluciones que, antes o después, no parece que vayan a ser sostenibles. Esto quizá explique por qué la OTAN y la UE mantienen una presencia importante militar, policial y civil en Bosnia y Hercegovina, Macedonia y, especialmente, en la Provincia de Kosovo y Metohija, donde hay desplegados alrededor de 10.000 soldados de la OTAN, incluyendo una de las mayores bases militares del mundo: Bondsteel.
No hay duda de que la principal fuente de desestabilización de los Balcanes sigue siendo Kosovo y Metohija. La supuesta violación masiva de derechos humanos de los albaneses en Kosovo y Metohija fue sólo una excusa para la agresión de la OTAN contra Serbia. La agresión de la OTAN en 1999 fue un error histórico de Occidente, especialmente de Europa Occidental y Alemania. Fijó un precedente y fue el primer eslabón de una cadena de agresiones y ocupaciones que vinieron después. Desde entonces, Europa ha estado obligada a tomar parte en otras intervenciones militares fuera de su zona de defensa. Con los documentos de la reciente Cumbre de la OTAN de Lisboa, esa práctica ha quedado codificada y formalizada. La agresión fue un error garrafal respecto a las Naciones Unidas y especialmente respecto al Consejo de Seguridad y su papel de mantenimiento de la paz en el mundo. Fomentó las tendencias separatistas en la región, Europa y el mundo. Nuevas bases militares surgieron como setas desde Kosovo a Bulgaria, Rumania y los estados bálticos. Se ha valorado la destrucción económica, incluidos algunos de los corredores estratégicos europeos, en alrededor de 100.000 millones de dólares USA.
La secesión unilateral de Kosovo y Metohija en febrero de este año constituye también un peligroso precedente. Podría debatirse si sirvió para animar la independencia de Abjazia y Osetia del Sur, pero no cabe discusión alguna sobre el efecto general del «caso único» de Kosovo.
El mes pasado, representantes albaneses de Kosovo y Metohija, de la ex República Yugoslava de Macedonia, Grecia, Montenegro y tres distritos del sur de Serbia (Presevo, Bujanovac y Medvedja) se reunieron en Tirana para anunciar su devoción por la «Albania natural». Esta reunión estuvo precedida por repetidas declaraciones de las más altas autoridades albanesas alegando que los albaneses tienen derecho a vivir juntos, que fueron seguidas por la declaración del ex jefe de la Misión OSDE de Verificación de Kosovo, el embajador estadounidense William Walker, de que los albaneses tienen derecho a unirse.
Los efectos «colaterales» de la secesión unilateral de Prístina pueden resumirse en una única palabra: divisiones. Divisiones dentro de la UE, Naciones Unidas, OSCE, entre UE/OTAN-Rusia, divisiones en los Balcanes y divisiones dentro de la misma Serbia.
Además del hecho de que la provincia se enfrenta a tremendos problemas socio-económicos y desempleo, es un refugio seguro y trampolín de extremistas y clanes del crimen organizado cuyo verdadero objetivo real es operar en el territorio de la UE. Se sabe que la mafia albanesa controla más del 60% del mercado total de heroína en Europa. También está bajo su control la trata de seres humanos, de órganos vitales y el contrabando de armamento.
Poner fin al estatuto de protectorado de Bosnia y Hercegovina sería un paso importante en la buena dirección. Después de quince años de paz y gobernanza internacionales, se debe dar una oportunidad a instituciones y políticos locales para que trabajen juntos, para que se comprometan y dirijan el país sin el todopoderoso denominado Alto Representante. La reapertura de negociaciones sobre el estatuto de Kosovo y Metohija anunciada recientemente, previo dictamen de la Corte Penal Internacional, es una expectativa muy razonable. El compromiso debe basarse en el respeto al Derecho Internacional. Debe considerarse la resolución núm. 1244 (1999) del Consejo de Seguridad de la ONU como documento legal permanente, punto de partida y piedra angular de cualquier solución futura para el problema de Kosovo y Metohija. Esta es la condición previa más importante para la paz y la estabilidad en los Balcanes. Los extranjeros van y vienen, sus intereses varían, pero las naciones de los Balcanes permanecerán aquí para siempre. Por esta razón, deberían comprometerse para defender sus intereses a largo plazo.
La UE parece ser un socio clave de los estados balcánicos. ¿Cuánto durará la actual crisis financiera, económica e institucional de la UE? ¿Qué conclusiones sacó Bruselas de las recientes ampliaciones de miembros de la UE? Contestar a estas preguntas ayudaría a valorar de forma realista las perspectivas de una serie de países balcánicos de conseguir integrarse en la UE. Continuar sometiéndose a las demandas sin fin de la burocracia de Bruselas a cambio de repetidas promesas de «perspectivas europeas» puede resultar una mera pérdida de tiempo y de intereses vitales.
La democratización y transición han dejado, entre otros efectos, profundas tensiones y divisiones sociales, tasas extremadamente altas de desempleo, corrupción y crimen organizado. Estas tendencias no representan precisamente activos para la paz y estabilidad. Para paliar las raíces de estas tendencias se requiere voluntad política, estrategias, recursos (incluidos los financieros) y tiempo.
La benevolencia occidental respecto al incremento obvio del separatismo y la fragmentación política (especialmente en lo que afecta a Serbia y a la nación serbia) y el claro apoyo a la centralización, unificación de otros determinados países (especialmente Bosnia y Hercegovina) son ejemplos de una política de dobles raseros. Dejando a un lado los motivos e intereses de Occidente, hay que señalar que tal política servirá seguramente para entorpecer las perspectivas de paz y estabilidad actuales, hasta 2010 y más allá.
Los efectos incluirían: proliferación de estados-títere con economías insostenibles; minorías nacionales con diferentes niveles de derechos; partidos políticos basados en criterios étnicos y religiosos; refugiados y personas desplazadas debido a la falta de voluntad política para asegurar una serie de condiciones que les permitan un retorno libre y seguro a sus hogares; y expansión del Islam, pero no como religión o cultura sino como sistema global gubernamental y social. De hecho, algunos dirigentes musulmanes consideran los Balcanes como un trampolín para nuevas expansiones (en una serie de países balcánicos se han descubierto recientemente grupos wahabíes y organizaciones extremistas islámicas).
Serbia, con sus recursos y posición geoestratégica, es capaz y está dispuesta a desempeñar su papel para lograr una estabilidad, paz y desarrollo sostenibles en los Balcanes. Pero Serbia se enfrenta a graves problemas: estancamiento del desarrollo socio-económico, alrededor de un millón de personas desplazadas, 700.000 viviendo bajo el umbral de la pobreza e indiferencia ante los intereses nacionales legítimos.
La integridad y soberanía territorial de Serbia no están en peligro sólo por la ilegal y unilateral secesión de Kosovo y Metohija, pero esas tendencias están presentes en algunas otras zonas (es decir, en los distritos del sur, Vojvodina y Raska).
Recientemente, se estableció en Belgrado el «Grupo de Amigos de Sandzak» (Raska), ¡compuesto por los embajadores de EEUU, Alemania, Gran Bretaña e Italia! ¿Cuál podría ser el objetivo político de esa acción? Hace tiempo que a esos embajadores se les dio la bienvenida en Belgrado como amigos de Serbia y se espera que se comporten como tales. Formar un «Grupo de Amigos» de esos estados es una práctica bien conocida en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, y normalmente persiguen el objetivo de mostrar un firme apoyo hacia un país con determinados problemas pendientes de examen dentro de la ONU. Pero que un grupo de diplomáticos acreditados ante un país formen un «Grupo de Amigos» de una región determinada de tal país no es ni diplomático ni muestra respeto por la asociación u hospitalidad de ese país y nación en particular.
A la sociedad civil, al pueblo serbio, le gustaría ver que todo el mundo invierte en el entendimiento y respeto mutuos a fin de que los Balcanes se conviertan en una región de integración, de paz y estabilidad, dejando atrás escisiones, desconfianzas y confrontación.
Nota:
(*) Serbia, Bosnia y Hercegovina, Grecia y Chipre no han reconocido la autoproclamada secesión de Kosovo y Metohija de Serbia.
Zivadin Jovanovic es el presidente del Foro de Belgrado por un Mundo de Iguales. Fue Ministro Federal de Asuntos Exteriores de la República Federal de Yugoslavia.
Fuente: