Introducción La agricultura mundial pasa por una crisis sin precedentes caracterizada por niveles récord de pobreza rural, hambre, migración, degradación ambiental; intensificada por los cambios climáticos y las crisis energética y financiera. Asegurar el alimento ya no es cuestión de dinero o de capacidad para producirlo, sino un problema estructural mucho más complejo (Rosset 2006). […]
Introducción
La agricultura mundial pasa por una crisis sin precedentes caracterizada por niveles récord de pobreza rural, hambre, migración, degradación ambiental; intensificada por los cambios climáticos y las crisis energética y financiera. Asegurar el alimento ya no es cuestión de dinero o de capacidad para producirlo, sino un problema estructural mucho más complejo (Rosset 2006).
Un país como El Salvador donde se ha desmantelado sistemáticamente el agro no puede aspirar a reconstruir de un zarpazo la soberanía que algún día alcanzó. Sin embargo tampoco se puede continuar por la senda que durante años ha transitado y seguir descansando las apuestas en el modelo productivista de la revolución verde. Realizar un análisis en torno a estos temas es el objetivo del presente trabajo, .
Para Bartra (2008) otra agricultura es posible. Pero la nueva revolución verde no puede ser más de lo mismo. El viejo modelo de irrigación, mecanización, mejoramiento de semillas, fertilización y control de plagas no sólo se agotó, también mostró su consustancial irracionalidad como paradigma único.
Es que no podemos seguir pensando en los mismos términos, ni bajo los mismos paradigmas. Mucho menos podemos pensar que nos vamos a enfrentar con los mismos problemas en el futuro. Se ha enfatizado en el calentamiento global, pero el recuento de los daños debe ser más abarcador: «cambio climático, desertización, crisis mundial de recursos hídricos, deforestación, deterioro de los océanos, erosión acelerada de la biodiversidad y contaminación de aire, suelo, agua dulce y mar» (Bartra 2008).
Con el presupuesto anterior ni siquiera es opción el pensar en otros de los paradigmas ya existentes en materia de producción de alimentos. Es imperioso arriesgarse a construir nuevos paradigmas, ese móvil tiene que ser la razón sustancial de la ciencia en la actualidad. Sobre esa contradicción nace y se consolida el paradigma de la Agroecología en materia del aseguramiento del alimento, como disciplina científica que aspira a convertirse en alternativa, en una ciencia basada en la práctica constante y permanente, que lejos de quedarse estancada busque constantemente respuestas ante una situación tan caótica.
Una ciencia fuertemente práctica
Es un día viernes y un grupo de jóvenes estudiantes se congregan poco a poco en el redondel del parqueo de la Universidad Luterana Salvadoreña. Hacen un círculo mientras van llegando. Desde el centro del círculo se escucha la voz de alguien. Es un hombre de barba poblada, quién ha comenzado a explicar el recorrido hacia la Finca Integral Autosostenible. Tal Finca representa el modelo que la Universidad Luterana Salvadoreña construye para demostrar que es posible otra forma de producir alimentos, basado en la Agroecología y diversas tecnologías alternativas.
Es muy inusual ver a los estudiantes tan entusiasmados por ir al campo, máximo si se trata de jóvenes que viven en la ciudad. El campo es visto desde la urbanidad como algo despreciable, con poco valor y sin mucha importancia. Con entusiasmo inusitado el grupo se dirige al Cantón Las Casitas, en los Planes de Renderos, donde se ubica el lugar de destino. En esta ocasión, los estudiantes reunidos son de otras carreras que ofrece la institución -no de la Ingeniería Agroecológica, quienes semanalmente van tres veces al referido lugar-. Se trata de estudiantes de Administración de Empresas, Ciencias de la Computación, Trabajo Social y Ciencias Jurídicas. Quien dirige la charla es el director del campo experimental, el Ingeniero César Erazo, que viste de sombrero, botas, ropa cómoda y lleva en la mano el corvo, como un campesino.
«Lo que vamos ir a constatar es que los alimentos no vienen del supermercado», bromea mientras hace la señal para subir al transporte que les llevará hacia el lugar donde, hace más de un año, construye junto al coordinador de la carrera, Ingeniero Julio Sandoval, docentes y estudiantes, una finca donde se practica y se crea la ciencia necesaria para demostrar que la campesina y el campesino pueden ser lo más soberanos posibles en su misma parcela.
La Agroecología es la que ofrece las bases científicas y metodológicas para las estrategias de transición a un nuevo paradigma de desarrollo. La base cultural, social y productiva de este nuevo paradigma radica en la racionalidad etnoecológica de la agricultura familiar campesina, fuente fundamental de un legado importante de saber agrícola ancestral, de agrobiodiversidad y de estrategias de soberanía alimentaria, según lo plantea Altieri y Nicholls (2012).
«¿Saben por qué en la Universidad hemos creado este programa para estudiantes de otra carreras?» pregunta Erazo frente al portón del Centro Experimental. «Para que nos demos cuenta, que en el país tenemos que pensar de nuevo en la agricultura. En el mundo hay más de 1 billón de personas sin alimento», explica frente al asombro de varios estudiantes que comienzan a bajar del vehículo.
Para Karenina (2012), periodista de origen mexicano y militante desde hace mucho tiempo del Movimiento Agroecológico Latinoamericano (MAELA), quien en abril del 2012 visitó la Universidad Luterana Salvadoreña, «[ ]…para trabajar en la Agroecología hay que ser traviesos y arriesgarse a experimentar -según dicen por acá- y es que lo técnico no tiene validez en cantidades, recetas, ni estudios previos, sino que su valor comienza cuando la práctica da la respuestas. La Agroecología forma parte de una filosofía de vida, de una visión política y de una construcción humana. Por ello, para arriesgarse en ella hay que ser traviesos sin dudar, no abandonar la nobleza de un niño, ni la resistencia de un guerrero».
Lamentablemente la Universidad Luterana Salvadoreña es la única institución de Educación Superior en el país que se ha atrevido a plantear una Agronomía basada en la Agroecología.
Para el Director del Centro Experimental de la Universidad Luterana Salvadoreña, la Agroecología es un sistema que resuelve no sólo el tema de la disponibilidad de alimentos, sino también la calidad, la sanidad, la recuperación de los suelos, la protección del medio ambiente, entre otros aspectos.
La cara de los estudiantes muestra un agotamiento al final del día. Pero, según lo han manifestado han gozado: «nunca me había sentido tan contento de lo que hago», dice Napoleón con una voz entrecortada mientras toma agua y recupera el aliento. «Ustedes no saben lo divertido que es hacer esta ciencia» dice Erazo, mientras finaliza el viaje.
Limitantes de la agricultura convencional según los datos gubernamentales
Por más que el gobierno actual realiza esfuerzos con su Plan de Agricultura Familiar basado en el modelo de agricultura convencional, los resultados son muy poco contundentes. Según la Revista Trimestral de octubre-diciembre de 2012 del Banco Central de Reserva, para el año 2009 la importación de frijol era de 25 millones de dólares, cifra que casi se duplica en el año 2011 -47 millones de dólares-. Algo similar ocurrió en el mismo periodo con la importación de maíz, la que pasó de 115 a 209 millones de dólares, 94 millones más. El arroz en cambio experimentó un menor costo de importación, ya que pasó de 38 a cerca de 35 millones de dólares a causa de una baja en el consumo (BCR 2012).
La producción nacional en todos los casos ha sido inferior. Para lo relativo al maíz, la producción nacional tuvo una reducción de 186 mil quintales entre 2009 y 2011. En el caso del frijol se redujo 310 mil quintales para el mismo periodo. Para el caso del arroz se redujo 43 mil quintales (BCR 2012).
Todos podemos recordar los daños que produjo la tormenta 12E en el año 2011. Según el Ministerio de Agricultura y Ganadería generó una pérdida de 987 mil quintales de maíz, 339 mil de frijol y 92 mil de arroz (FAO 2011). En el año 2012 los resultados no fueron mucho mejores debido a una sequía muy fuerte en el oriente del país, de la que resultó otra grave disminución en la producción: casi 10% en el caso del maíz; del frijol no se conocieron datos concretos, aunque el impacto fue menor.
Las importaciones de maíz en el año 2012 alcanzaron 147 millones de dólares -cuando en el año 2009 éstas habían sido de 115 millones, es decir que hubo más de 30 millones de aumento-. En cuanto al frijol, las importaciones representaron una inversión de 25 millones en el año 2009 y 29 millones en el 2012. El único producto cuya cifra de importación no ha variado es el arroz, que tanto en el 2009 como en el 2012 sumó 38 millones dólares.
Pero hay datos más contundentes que nos pueden dar una aproximación más profunda al problema de la decadencia de la agricultura convencional. El principal de estos datos es del agotamiento del suelo, revelado en su menor rendimiento. En el caso de los mismos productos antes analizados se encuentra que el rendimiento del frijol pasó de 13.6 quintales por manzana en el 2009 a 10.7 en el 2011. El maíz pasó de 52.1 quintales por manzana a 46.6 en el mismo rango de tiempo. El arroz de 115 quintales por manzana pasó a 108. Si los campesinos y las campesinas afirman que los precios de los agrotóxicos crecen cada año, y la rentabilidad baja cada vez más, esta situación se vuelve insostenible (BCR 2013).
Uno de los diversos problemas del agro en El Salvador -que es la misma carencia en la visión del gobierno- es que no hay un reconocimiento que frente al cambio climático no basta con lamentarse, sino que es urgente enfrentarlo. Parece ser que no se quieren dimensionar los impactos, las consecuencias negativas y la magnitud del problema sobre la producción agrícola. Lejos de crearse un interés en la búsqueda de maneras de incrementar la resiliencia a partir de la implementación de agroecosistemas, se opta por continuar la vía tradicional de producción. Mientras tanto la economía del país sigue sangrando, en primer lugar por las pérdidas que sufre la pequeña producción campesina por los efectos del cambio climático y, en segunda instancia, por el incremento en las importaciones.
Ahí es donde la aplicación de la agricultura convencional se vuelve un dogma, porque ya no produce una respuesta al problema en su totalidad, sino en la particularidad y esa es la particularidad del mercado. Cada año las voces son de lamento por no haber alcanzado la cifra record de producción de maíz, o de frijol, conociendo que la vulnerabilidad climática es una variable que ya no es controlable ni en las manos del gobierno, ni de las y los campesinos. Por ello es necesario el giro copernicano.
La Agroecología como factor de resiliencia frente al cambio climático
Como por milenios han demostrado las y los campesinos, la diversificación agrícola puede incrementar la resiliencia en agroecosistemas y proteger la producción de varias maneras, incluyendo la protección de cultivos de los efectos de eventos climáticos extremos y fluctuaciones en temperatura y precipitación. En Centroamérica, se observó que fincas diversas y con prácticas de conservación de suelos (barreras vivas o muertas, zanjas de escorrentía, etc) resistieron más el impacto del huracán Mitch en el año 1998 que las fincas manejadas bajo monocultivo (Nicholls y Altieri 2012).
En El Salvador también hay casos documentados de resiliencia al cambio climático. Un documental de la Red por la Agricultura y la Soberanía Alimentaria (2012), de la cual la Universidad Luterana Salvadoreña formó parte, muestra tres casos donde campesinos y campesinas que practican una agricultura sostenible y hacen uso de prácticas agroecológica, han logrado minimizar los daños que les produce el cambio climático, en zonas totalmente distintas.
La investigación agroecológica ha comprobado que los agricultores mantienen la diversidad como un seguro para enfrentar el cambio ambiental o las necesidades sociales y económicas futuras. De hecho, la riqueza varietal mejora la productividad y reduce la variabilidad de la producción (Uphoff 2002).
La estrategia del campesino y de la campesina de diversificar, sembrando varias especies y variedades de cultivos, estabiliza los rendimientos a largo plazo, promueve una dieta diversa y aumenta al máximo los retornos en condiciones de niveles bajos de tecnología y recursos limitados. Los policultivos producen más rendimiento en un área determinada que lo que se obtiene de monocultivos ocupando la misma área.
Un aspecto fundamental según Francis (1986) es la poca variabilidad del rendimiento de milpa del concepto campesino, la cual es muy inferior año con año respecto a la variabilidad del monocultivo, lo que significa que los campesinos y campesinas son capaces de mantener una producción más o menos continua bajo condiciones ambientales marginales, hoy un aspecto clave frente a los extremos climáticos.
Desde esta visión, que no pretende absolutizar la perspectiva total de la obsolescencia de la agricultura convencional, hay indicios destacados de que la Agroecología aporta más respuestas al problema de la alimentación que se agrava año con año en el país y en el mundo.
Conclusiones
En este momento histórico, donde la conjugación de varias crisis -económica, política, ambiental, financiera, entre otras- constituye una alarma de la decadencia del capitalismo para la humanidad, irrumpe la agricultura campesina de nueva cuenta conjugándose con una disciplina científica denominada Agroecología, la cual pretende darle una respuesta científica a una serie de conocimientos que la humanidad milenariamente y metódicamente construyó.
La deshumanización del capitalismo provocó que ese acervo se dejara de practicar y que el alimento se transara en las principales plazas de la meca neoliberal, especulando con el alimento y en consecuencia con el hambre.
La Agroecología por el momento es la disciplina científica que ha demostrado constituirse en una alternativa a la producción convencional propuesta por el paradigma de la revolución verde. Para Bartra se trata de hacer una verdadera revolución verde, revolucionar los cimientos de la agricultura convencional en el mundo, por una revolución basada en el respeto de la naturaleza.
En El Salvador los resultados de la aplicación del mismo modelo de agricultura convencional ha provocado graves pérdidas económicas, pero además, no ha resuelto el problema de aumentar el grado de soberanía en la producción de alimentos, a ello hay que sumarle la contaminación del ambiente y del agua, la degradación de los suelos, y el deterioro de la salud de las personas. El modelo de agricultura convencional se ha convertido en un concepto antiagrario y anticampesino. Estos modelos de producción de alimentos son impulsados desde la FAO, el FMI y el BM como la única salida de la crisis alimentaria. Es necesario y urgente el desenganche con esta lógica.
El Estado debe dar un viraje rápido e introducir el concepto de la Soberanía Alimentaria en la producción de alimentos, así como tomar en consideración de forma seria y apoyándose en la ciencia para abordar de frente e inteligentemente el problema del cambio climático. Si el país sigue por el mismo camino, estaremos muy cerca de enfrentar la dura realidad de una serie de crisis alimentarias. En la misma lógica se debe abordar seriamente el tema de la posesión de tierras, para que el pequeño productor campesino tenga acceso, ellos y ellas constituyen la base de la producción de alimentos en el país, no abordar este tema es sensible a la hora de pensar en la autosuficiencia de la producción de los granos básicos.
Los signos de esperanza en el tema de la alimentación provienen de la necesidad que irrumpe en la cabeza del campesino y de la campesina, de producir el alimento, su alimento, regresando al campo para cultivarlo, despojados y despojadas de dogmas absolutistas. Parece ser que el Estado y el gobierno no cambian su mirada hacia el negocio de las grandes transnacionales del alimento, en los próximos años las contradicciones se acentuarán en la búsqueda de la alternativa que enfrente el tema del alimento, pero además el tema del cambio climático.
Referencias
Altieri MA, Nicholls CI. (2010). Modelos Ecológicos y Resilientes de producción agrícola para el siglo XXI. Revista Agroecología 7 (29-31).
Bartra A. (2008). Fin de fiesta. El fantasma del hambre recorre el mundo. Recuperado de: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0187-57952008000200002&script=sci_arttext
Banco Central de Reserva El Salvador[BCR](2012).Revista Trimestral octubre-diciembre 2012 (37,78).
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura [FAO] (2011) Agricultura presenta Informe sobre daños en Sector Agropecuario por Depresión Tropical 12E. Recuperado de: http://www.fao.org/agronoticias/agro-noticias/detalle/es/?dyna_fef[backuri]=21176&dyna_fef[uid]=93867
Karenina P. 2012. Agroecología Traviesa. Recuperado de: http://obviuskarenina.blogspot.com/search/label/Universidad%20Luterana%20Salvadore%C3%B1a.
Revista Productor Agropecuario (2012). El Salvador pierde 2.1 millones de quintales de maíz por sequía. Recuperado de: http://revistaproagro.com/el-salvador-pierde-2-1-millones-de-quintales-de-maiz-por-sequia/
Red por la Agricultura Sostenible y la Soberanía Alimentaria (13 de marzo de 2012). La agricultura ecológica es mejor que la agricultura convencional [Archivo de vídeo]. Recuperado http://www.youtube.com/watch?v=1zhMosmW62E
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Rosset PM, Patel R, Courville M. 2006. Promised Land:Competing Visions of Agrarian Reform. Oakland CA: Food First Books.
Uphoff N. (2002). Agroecological Innovations: Increasing Food Production with Participatory Development. London: Earthscan.
Carlos Molina Medrano es coordinador de la Licenciatura en Ciencias de la Computación de la Universidad Luterana Salvadoreña y miembro de la Red por la Agricultura Sostenible y la Soberanía Alimentaria RASA.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.