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El conflicto de Costa de Marfil

La alternancia del poder en África y la eterna injerencia de Occidente

Fuentes: Le Grand Soir

Traducido para Rebelión por Caty R.

«Si no apoyamos a los dictadores africanos no habrá elecciones»

(Jacques Chirac, confidencia a Pierre Péan)

El 28 de noviembre de 2010, después de más de cinco años de espera, se celebraron elecciones en Costa de Marfil. Después de 10 años de reinado, cinco de ellos sin elecciones, el socialista Laurent Gbagbo no acepta el resultado de las urnas, en las que ha sido derrotado por Alassane Ouattara con un indiscutible 54% declarado por la comisión independiente, constituida por un número igual de observadores de cada bando. El presidente del Consejo Constitucional le proclamó vencedor. Desde el anuncio de su elección el conjunto de los altos oficiales del ejército con el jefe del Estado Mayor, el general Philippe Mangou, al frente, ha prometido lealtad al presidente Laurent Gbagbo. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas reconoció como vencedor a Ouattara y Ban Ki-Moon invitó a Gbagbo a propiciar una transición pacífica.

Una vieja regla siempre actual

Una vieja regla africana pretende que «sólo se aceptan las elecciones si se está seguro de ganarlas». En los hechos es verdad en la mayoría de las elecciones africanas excepto en Sudáfrica. ¿Esto quiere decir que África no está madura para la democracia y la alternancia? ¿O son las intrigas, los apoyos ocultos y las promesas a los patrocinadores, especialmente occidentales, los que hacen que el escarnio de las elecciones tenga, de una forma u otra, protegida la retaguardia? Sin embargo en esta ocasión Laurent Gbagbo ha conseguido la hazaña de enemistarse con la «comunidad internacional», entendiendo como tal a los países occidentales directamente interesados, en primer lugar Estados Unidos y Francia, en Europa, los cuales tienen poderosos intereses que sin embargo el presidente Gbagbo no perturba. También se habla de nuevas potencias, Rusia, pero sobre todo China, que de momento se limitan a «observar». Queda la Unión Africana con sus alardes a cual más patético. ¿Dónde está cuando machacan a los saharauis? ¿Dónde cuando Mubarak diseña las elecciones legislativas a su conveniencia? ¿Dónde, en fin, cuando acepta la partición que se cierne sobre Sudán y cuando Somalia ya ha dejado de ser un Estado?

Las sanciones no tardaron en caer: el presidente saliente debe «reconocer la voluntad del pueblo marfileño e iniciar una transición pacífica» exhortó Philip Crowley, el portavoz de la diplomacia estadounidense. El martes 7 de diciembre Estados Unidos instó al presidente saliente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, a «poner en marcha pacíficamente el traspaso» del poder a Alassane Ouattara con el fin de sacar al país de la crisis. «Esperamos que el presidente Gbagbo tome la decisión correcta en los próximos días», insistió Crowley. El resultado de las elecciones presidenciales del 28 de noviembre fue «claro», y el presidente saliente debe «reconocer la voluntad del pueblo de Costa de Marfil e iniciar una transición pacífica», continuó. El presidente estadounidense Barack Obama advirtió formalmente a Laurent Gbagbo de un «mayor aislamiento» y de que sufrirá las «consecuencias de sus actos injustos» si se aferra al poder (1).

Europa no se quedó atrás: Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea se pusieron de acuerdo el lunes 12 de diciembre sobre la imposición de sanciones a ciertas figuras dominantes en Costa de Marfil, enfatizando la presión sobre Laurent Gbagbo con el fin de que éste renuncie al poder tras las disputadas elecciones presidenciales. (…) «Instamos a un inmediato y pacífico traspaso del poder», dijo a los periodistas Catherine Ashton, la alta representante de la Unión Europea para los Asuntos Extranjeros. «Hemos decidido adoptar, sin demora, medidas restrictivas sobre quienes obstruyen la paz y la reconciliación». El rechazo de Gbagbo a dimitir amenaza con paralizar un paquete de ayuda internacional de 3.000 millones de dólares (es decir, 2.200 millones de euros). El Fondo Monetario Internacional ha declarado que no participará en el programa de ayuda si el gobierno de Costa de Marfil no es reconocido por las Naciones Unidas. (…) La Unión Africana ha suspendido a Costa de Marfil. Laurent Gbagbo ha hecho una apertura llamando al «debate» y rechaza la idea de un conflicto armado con los partidarios de su rival. Sin embargo la tensión actual presagia un enfrentamiento armado en el país, escenario de una «casi guerra civil» tras el golpe de Estado fallido de septiembre de 2002, que lo dividió en un sur leal y un norte en manos de los ex rebeldes de las Fuerzas Nuevas (FN) (2).

¿Por qué este extraño empeño en conseguir a toda costa la democracia en Costa de Marfil y no en Somalia o en Egipto? Una primera explicación nos viene dada por las riquezas y los «cotos privados». El siguiente estudio es muy instructivo. Leemos: » (…) la carta número 15 del movimiento comunista publicada en enero de 2005 informa de los lugares de la aguda competición capitalista en torno a la repartición de las rentas procedentes de la explotación de los recursos naturales de Costa de Marfil. Más de mil empresas en Costa de Marfil pertenecen a Francia. El papel de Francia en la guerra de septiembre de 2002 se identifica como el del tradicional amo que no quiere que el esclavo se emancipe. (…) Tercera potencia económica del África subsahariana tras Sudáfrica y Nigeria, Costa de Marfil es un polo económico importante en el oeste de África. Especialmente en el UEMOA, mercado común que agrupa a Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea Bissau, Malí, Níger, Senegal y Togo. Según Irin, agencia de prensa de la ONU, Burkina Faso depende de Costa de Marfil para el 80% de sus exportaciones y para el 60-70% de sus importaciones. (…) Rica en recursos naturales (minerales y agrícolas), Costa de Marfil posee una industria de transformación relativamente reducida, pero «sin equivalente en África central y occidental», según la misión económica de la embajada de Francia, principalmente en los sectores del cacao, el petróleo y la conservería de atún (…)» (3).

«La Unión Europea (UE) absorbe el 52% de su comercio exterior. Dentro de la UE Francia se confirma como el primer cliente del país con el 19% de sus exportaciones totales en 2003. Francia es el primer país proveedor de Costa de Marfil, con casi un cuarto de las importaciones totales, representadas en especial por los productos alimentarios y los bienes de equipamiento. Así, como numerosos países capitalistas periféricos, Costa de Marfil es rica en fuerzas productivas (mano de obra y recursos naturales tanto minerales como agrícolas) pero pobre en industria desarrollada (agricultura: 27,6% del PIB en 2003; industria manufacturada: 12,5%). (…) En 2003 sólo el cacao representó el 43% de las exportaciones marfileñas (es decir, alrededor del 20% de su PIB, estimado por el FMI en 8 billones de francos Cfa, que equivalen a 12.200 millones de de euros). El algodón y el café, los otros grandes recursos agrícolas del país sólo representan el 3% cada uno en las exportaciones totales, y los productos transformados de madera el 4%. Costa de Marfil también es el primer exportador africano de atún (2% de su comercio) y de caucho (2%). Los yacimientos de petróleo incrementan su valor rápidamente entre las mercancías de exportación (+56,4% en volumen en 2003). La producción todavía está en expansión, 32.970 barriles diarios en junio de 2004» (3).

» (…) Como en caso del cacao, la competencia entre los gigantes extranjeros del sector es muy encarnizada. Los intereses de Francia y Estados Unidos chocan entre sí. La empresa Total lleva una larga ventaja, al contar con un gran tercio del refinamiento y la distribución total del petróleo marfileño. Bouygues, a través de su filial Saur, y EDF intervienen desde el principio en lo que se refiere a la producción. Sin embargo algunas empresas estadounidenses importantes (Pioneer, Oil company y Africa Petroleum en la extracción y Exxon Mobil en la distribución) disputan la influencia francesa en este sector. Francia aparece como el primer inversor directo extranjero en Costa de Marfil según las estadísticas del Cepici. En total, según el ministerio de Finanzas, hay 147 filiales de empresas francesas en el país que emplean a 36.000 trabajadores marfileños. Según Les Échos, alrededor del 51% de los ingresos fiscales del Estado de Costa de Marfil proceden de ahí. Entre las empresas francesas destacan: en primer lugar Bouygues en el BTP, a través de su filial Saur que posee el 47% de Sodeci (agua) y el 25% de CIE (electricidad); los aeropuertos, de los que son concesionarias la Cámara de Comercio e Industria de Marsella y Sofreavia. El grupo Pinault en la distribución de productos; BNP, Crédit lyonnais, Axa y la Societé générale en el sector financiero; France Télécom en las telecomunicaciones; Castel en el azúcar y las bebidas; Accor en la hostelería; Air France, que posee el 51% de Air Ivoire; el grupo de negocios Touton (segundo exportador de habas de cacao, con 150.000 toneladas en 2003). Por otra parte, más de 1.000 empresas locales pertenecen a los residentes franceses. En el sector de los hidrocarburos los intereses estadounidenses están representados por las sociedades Foxtror, Ranger Oil, y Ocean Energy, y las de los canadienses por CNR International. Dos unidades de blending (mezclas) operan en Costa de Marfil: Sifal (33% propiedad de Shell y 20% de Mobil) y Texaco» (3).

Para una alternancia endógena

¡Es obvio que la soberanía de Costa de Marfil no existe! Se entiende que suscite la avaricia.

Sin embargo hay otra explicación que demuestra que la configuración del país dificulta una reconciliación estable. Según Ahmed Cheniki: «La presencia de una multitud de tribus y lenguas impide cualquier conciliación estable y cualquier compromiso político y geográfico. La colonización agravó dramáticamente las cosas al instrumentalizar los conflictos entre las tribus y multiplicando los centros de poder marcados según las lealtades al espacio colonial. El trágico contacto con la colonización engendró numerosos conflictos y realidades sincréticas, poniendo por delante los juegos de los clanes y las tribus asociados a las dispersas modalidades europeas. (…) No es posible entender los movimientos actuales en Costa de Marfil sin revisar la historia del África negra, sus contingencias históricas y las relaciones con Francia. Los Acuerdos de Marcoussis y Accra, por otra parte organizados por Francia, sólo podían ser débiles y circunstanciales. (…) La Unión Africana es inofensiva y muy poco operativa en este tipo de situaciones. La misión africana dirigida por el presidente sudafricano es incapaz de resolver un problema que finalmente se remonta a varios decenios.

Es verdad que Houphouet Boigny, instalado gracias a los franceses, hizo todo lo posible por construir su poder sobre desequilibrios precarios, siempre privilegiando las relaciones con Francia. Su muerte en 1993 puso fin a decenios de poder marcado por un compromiso entre las tribus y una fuerte represión sobre las diversas oposiciones políticas. Laurent Gbagbo consiguió su elección gracias al apoyo del Partido Socialista francés. La derecha siempre ha considerado a este dirigente un alborotador, un personaje poco confiable. Costa de Marfil parece condenada a la violencia continua, tanto más en cuanto que los actores no están dispuestos a dialogar seriamente. (…) Los protagonistas actuales, Laurent Gbagbo y Alassane Ouattara, siempre han tenido relaciones muy conflictivas. (…) Así pues, las cosas no han cambiado en ese territorio marcado por profundas divisiones étnicas y religiosas. La exclusión de la candidatura de Ouattara hace algunos años engendró una ola de protesta en el norte musulmán, que representa más del 40% de la población mientras que los cristianos no pasan del 30%. (…) En la actualidad Gbagbo sabe que es muy frágil y que Sarkozy y la UMP no le harán ningún regalo. En el contexto actual, el presidente francés desearía librarse del actual presidente marfileño, conocido por su hostilidad hacia la derecha francesa de la que siempre ha sospechado que quería desestabilizar su poder. (…) Más de sesenta mil franceses son residentes fijos en ese país. A los que hay que añadir el millar de soldados y consejeros militares instalados desde 1960, año de la «independencia». Las cosas no han cambiado desde Foccart (4).

Pierre Beylou, muy optimista, escribe: «Dos presidentes, dos gobiernos, una comunidad internacional que lucha para que se reconozca la legitimidad de la elección de Alassane Ouattara, un país al borde de la explosión (…) Pero se levanta un aire nuevo. Las poblaciones cada vez están más «hartas de los presidentes fundadores, los padres de la patria, los pioneros, los guías ilustrados omniscientes y omnipotentes». Edem Kodjo señala esta comprobación en un librito corrosivo (Lettre ouverte a l’Afrique cinquantenaire, Continents noirs, Gallimard). Este ex primer ministro de Togo, ex gobernador del FMI y ex secretario general de la OUA, hace un balance sin complacencia del medio siglo transcurrido desde las independencias en los años sesenta. «Nosotros, los primogénitos del mundo, nos convertimos en los últimos de la clase, señala (…)» (5).

Según Pierre Haski, el PS intenta tomar una posición sobre el golpe de fuerza de Laurent Gbagbo, el cual denuncia la injerencia occidental en Costa de Marfil. Los apuros del PS con el golpe de fuerza de Laurent Gbagbo para mantenerse en el poder en Costa de Marfil no son más que la herencia de una relación que nunca se ha clarificado realmente: la de los socialistas con África. (…) La crisis marfileña es la primera que recuerda a los socialistas que no han saldado las cuentas del pasado y que todavía no han definido su política con respecto a un continente que ha cambiado mucho. (…) Tienen la suerte de que Nicolas Sarkozy no ha entendido en absoluto a África y perdió el tren desde su «discurso de Dakar» en 2007 (6).

Tenemos por lo tanto un país explotado que no crea riqueza y confía sus riquezas naturales a las multinacionales occidentales, las cuales no las transforman en el terreno; por otra parte el número de empleos es muy escaso con respecto a los ingresos cosechados. Por el contrario, el puerto de Abidjan es uno de los más importantes de la región.

Las mismas instancias que hoy condenan a Gbagbo mañana celebrarán la reelección de Mubarak en Egipto. Ésta es la visión democrática del ultraliberalismo. Obviamente, debido a las continuas interferencias de Occidente, no habrá una alternancia endógena. La boutade de Jacques Chirac, una vez más, está de rabiosa actualidad. Los choques sangrientos entre los dos rivales amenazan con desembocar en una guerra civil, los occidentales que armaron a los dos bandos esperan a ver de qué lado sopla el viento. Probablemente se dirigirán hacia una solución chapucera, impuesta, de reparto del poder al estilo de Kenia con el dúo Kibaki-Lou Odinga o de Zimbabue con el incombustible Robert Mugabe y su rival, convertido en primer ministro, Morgan Tsingaraye. «Cuando los ricos hacen la guerra son los pobres quienes mueren» dijo Jean-Paul Sartre; en este caso las actuales decenas de víctimas de Costa de Marfil mueren por las personalidades ávidas de poder que no quieren pasar el relevo. Éste es el absoluto drama de África. Debido a las continuas injerencias los dictadores en el poder se ven a sí mismos como mesías y se consideran insustituibles. Generalmente las sucesiones son sangrientas y se regulan bien por las revueltas o por el «darwinismo». ¿Para cuándo una África donde la alternancia esté fuera de toda discusión?

Notas:

(2) Costa de Marfil: La Unión Europea se pone de acuerdo sobre las sanciones. Euractiv con Reuters, 14 de diciembre de 2010.

(3) Sériba Koné, Exploitation des ressources naturelles en Côte d’Ivoire, 9 de diciembre de 2009.

(4) Ahmed Cheniki: Les Jeux trubles de la Côte d’Ivoire. Le Soir d’Algérie, 6 de diciembre de 2010.

(5) Pierre Beylau: L’Afrique qui pleure, l’Afrique qui rit. LePoint.fr, 8 de diciembre de 2010.

(6) Pierre Haski: Le PS el Gbagbo, Rue89, 13 de diciembre de 2010.

Fuente: http://www.legrandsoir.info/L-alternance-du-pouvoir-en-Afrique-l-ingerence-continuelle-de-l-Occident.html