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Ponencia ante el buró mundia de la FMTI. Sofía. Bulgaria. Junio 2004

La ampliación de la Unión Europea y las consecuencias para el movimiento sindical: una mirada desde el MERCOSUR

Fuentes: Rebanadas de Realidad

El contexto Tanto Europa como los países del sur de América Latina viven en las actuales circunstancias desafíos mayores. Ampliar la integración a 25 países europeos, por un lado, lo que constituye un salto que demuestra la solidez de los pasos dados hasta ahora; y consolidar el MERCOSUR como «locomotora» de la unidad latinoamericana, por […]

El contexto

Tanto Europa como los países del sur de América Latina viven en las actuales circunstancias desafíos mayores. Ampliar la integración a 25 países europeos, por un lado, lo que constituye un salto que demuestra la solidez de los pasos dados hasta ahora; y consolidar el MERCOSUR como «locomotora» de la unidad latinoamericana, por el otro, para así poder contar con una plataforma de lanzamiento para mejorar las condiciones de vida y de trabajo y posibilitar su dignidad. Ante la próxima firma del acuerdo entre el MERCOSUR y la Unión Europea, considero muy positivo que aprovechemos esta reunión del Buró Mundial de la FMTI para hacer algunas reflexiones sobre toda esta problemática.

En primer lugar, y en lo que hace al contexto, aparecen claras las consecuencias de la aplicación uniforme y compulsiva de programas de ajuste estructural que respondían más a las necesidades de los países industrializados que a la de los países latinoamericanos, programas que por cierto fueron implementados desde las esferas gubernamentales, donde la nueva tecnocracia, formada en las universidades de Estados Unidos, era la encargada de ejecutar el consenso de Washington. Si a inicios de los noventa los escenarios privilegiados para imponer la hegemonía del proyecto de libre mercado y globalización eran los grandes medios de comunicación, en la perspectiva de generar una opinión pública que hiciera suyos los postulados de la sociedad de mercado y la adscripción ciega a los dictados de los organismos transnacionales, hoy es patente que esto condujo a la debacle de los gobiernos que surgieron en estas épocas y a situaciones de aún mayor pobreza y exclusión a lo largo del continente.

Como se ha dicho:

«…a los latinoamericanos se les pide que completen sus mercados internos, acaben la construcción de sus estados nacionales o plurinacionales, avancen la democratización, generen mayor cohesión social, construyan culturas de legalidad y responsabilidad y mejoren su integración económica regional e internacional, todo ello partiendo de unas condiciones iniciales difíciles y en un contexto de globalización que debilita el poder de control de los estados.

Las reformas promovidas en América Latina no siempre han sido las adecuadas y en todo caso se han quedado cortas: no han alterado los perversos equilibrios de poder heredados ni la pertinaz desigualdad en que se expresan. La cooperación internacional tiene una gran responsabilidad en todo ello porque bendijo y financió muchas veces estas reformas como necesarias y suficientes.

Los latinoamericanos siguen siendo demócratas pero crecientemente desafectos a las particulares democracias que viven… La crisis de confianza en la política y sus gestores unida a la debilidad de las instituciones desestructuran la acción colectiva y extienden un peligroso ‘sálvese quien pueda’ por todo el tejido social.» (1)

En dicho contexto estructural todas las instituciones sociales funcionan por debajo de lo que podrían hacerlo en condiciones más favorables para el desarrollo de los pueblos.

El sindicalismo, como institución también arraigada en la sociedad, no escapa a dichos determinantes estructurales y es entonces cuando lo que ha dado en llamarse «crisis del sindicalismo» aparece en su real dimensión, que no está dada solamente por factores internos a los gremios o a los sindicatos sino que se explica también por el contexto.

Así, es sabido que el sindicalismo clásico se torna vigoroso allí donde predomina el empleo asalariado estable y legal… Pero ocurre que el empleo estable ha sido vapuleado por las mencionadas recetas neoliberales en la puja desatada desde los ’80 por la permanente presión a la baja en el costo laboral por parte de las empresas multinacionales principalmente y que tuvieron efecto dominó sobre las otras empresas menos fuertes y destinadas a ir detrás de los procesos modernizantes

Como consecuencia de esto, según la OIT (2), el desempeño regional ha sido de «bajo crecimiento económico sin progreso laboral», habiendo aumentado el riesgo regional, por la baja oferta de trabajo en condiciones satisfactorias de formalidad, seguridad social y salario adecuado. Otro aspecto verdaderamente preocupante es el incremento de la desocupación femenina y juvenil en la región: en relación a esta última, por ejemplo, se estima que uno de cada tres jóvenes está desempleado.

Por otra parte, y en lo que se refiere a la estructura del trabajo, se observa el aumento de la informalización, al punto que de cada diez nuevos trabajadores, siete lo hacen al margen de las normas legales. Asimismo, se sigue produciendo un incremento de la tercerización de los empleos y, lamentablemente, también crece la precarización, pues sólo cuatro de cada diez trabajadores tienen cobertura social, situación que se agrava en el caso de los informales.

Todo esto ha agravado la tendencia actual al debilitamiento del sindicalismo en América Latina… La propuesta de la OIT para salir del mencionado cuadro de estancamiento laboral, por otra parte, hace referencia a la promoción de políticas que concurran a mejorar las condiciones laborales y a reducir, en consecuencia, las desigualdades y la pobreza. Esto conduce a propugnar la expansión de la ocupación formal con progreso en la estabilidad. A la vez, se enfatiza la importancia de los procesos de capacitación que favorezcan la empleabilidad, el establecimiento de condiciones mínimas de protección social y el estímulo a las microempresas.

Finalmente, para la consecución de una deseada disminución del déficit de empleo digno, sin que se agraven tensiones ni conflictos, la OIT propone la metodología de un diálogo integrador en el que participen gobiernos, empresarios y trabajadores, todo lo cual puede constituir un aporte significativo a la problemática del trabajo, ya que sin esta participación integral difícilmente se logre poner las mayores energías y esfuerzos en acciones concretas encaminadas a la cohesión social y laboral.

Sin embargo, sería ingenuo descansar solamente en la buena voluntad de las personas individuales, para el logro de estos objetivos. Por el contrario, la experiencia histórica indica que es indispensable la construcción de capacidad política, lo que innegablemente conlleva la búsqueda de la integración latinoamericana. En la última década, ésta ha comenzado a aparecer como algo más que un sueño, gracias al proceso del MERCOSUR, cuya aceleración sorprendió al mundo – incluidos los propios países miembros – entidad que puede llegar a ser el núcleo motor de dicha integración, tal como parece anunciarlo la reciente solicitud de México, en Guadalajara, de entrar en sociedad con el mismo. Pasamos a examinar más de cerca este proceso.

El MERCOSUR y sus proyecciones

El MERCOSUR (Mercado Común del Sur) es, como se sabe, un proceso de integración regional que incluye como socios plenos a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, en asociación con Chile y Bolivia a través de tratados de libre comercio. Los cuatro países firmaron un acuerdo en marzo de 1991, aunque Brasil y Argentina ya estaban comprometidos en un programa bilateral de cooperación e integración desde 1985. Los acuerdos de libre comercio de Chile y Bolivia fueron firmados en 1995 y 1996.

«El proceso de negociación está desarrollándose con gran rapidez, y los resultados comerciales son notorios: el comercio intrarregional se incrementó a una tasa superior al 20% anual entre 1985 (cuando se firmó el acuerdo bilateral entre Argentina y Brasil) y 1996 (un aumento cinco veces mayor que el del comercio extra-regional). Los programas de inversiones, las empresas comunes, así como las negociaciones administrativas entre gobiernos para lograr normas y prácticas convergentes, están progresando, a pesar de los avatares económicos y políticos que marcan las relaciones entre los países.» (3)

El acuerdo prevé la creación de un mercado común a través de la convergencia progresiva de los aranceles externos hacia un patrón común y de la gradual liberación del comercio dentro de la región.

A partir del Tratado de Asunción de 1991 se fueron gestando algunas instancias institucionales intergubernamentales con capacidad decisoria (el Consejo del Mercado Común, el Grupo Mercado Común y sus Subgrupos de Trabajo, la Comisión de Comercio del MERCOSUR), desarrollándose también instancias de interacción parlamentaria (la Comisión Parlamentaria Conjunta, órgano representativo de los Parlamentos de los países) y un Foro Consultivo Económico-Social (órgano con participación de sectores económicos y sociales de los países).

El eje del proceso de integración está en las negociaciones económicas y comerciales entre los sectores de los países -el sector automotor es posiblemente donde se concentran los mayores esfuerzos de negociación sectorial-, pero este proceso ha generado también un gran número de reuniones del más diverso tipo. Hay reuniones políticas, entre las cuales están los encuentros periódicos de los presidentes de los países -encuentros con gran cobertura de prensa en los que se reitera una y otra vez un discurso integrador, basado en el origen y el destino común de los pueblos. Hay reuniones y grupos intergubernamentales para negociar y acordar temas específicos, tales como las credenciales educativas, acuerdos sobre seguridad social y políticas de promoción del empleo, proyectos y programas de políticas culturales, etc.

«En los cinco siglos del desencuentro de Argentina y Brasil las raíces históricas comunes y las afinidades culturales quedaron relegadas por el aislamiento recíproco y los enfrentamientos reales o imaginarios. Ahora se abren nuevas fronteras (…) El conocimiento recíproco está aumentando, la tenue barrera del lenguaje se está disolviendo (…) y parece estar formándose, progresivamente, la visión de un destino compartido en un mundo global». (4)

Hay que precisar, de todas formas que estas negociaciones, discursos y acuerdos formales adoptados por los gobiernos nacionales son actividades que se dan en los altos niveles de gestión política, con muy poco conocimiento y casi ninguna participación de los sectores sociales, con excepción de los sectores económicos o políticos directamente involucrados en cada caso. Hay por tanto un «déficit democrático» en la construcción de este proceso que es indispensable subsanar, puesto que es el que explica la cuasi parálisis que sufre cada vez que uno de los socios principales -Brasil o Argentina- se encuentra en situaciones críticas, tal como sucedió en 1999 y en 2001, respectivamente. Hacer realidad el discurso según el cual no se trata de un proceso meramente económico sino que incluye aspectos políticos y culturales, por ejemplo, para que el MERCOSUR pase a figurar en la agenda de cuestiones vigentes con el grado de prioridad que merece.

En relación con esto, es importante ahondar el compromiso de cada uno de los países miembros en la consolidación del MERCOSUR como nuevo ámbito de futuro. Como se ha dicho para Brasil, una de las limitaciones actuales del esquema de integración tiene su causa en que prevalece en muchos segmentos la visión de que el MERCOSUR es un «interlocutor», una opción entre otras, una contingencia política y no un elemento actual de la propia identidad del Brasil, no advirtiéndose que

«No hay alternativa: o se admite que el MERCOSUR es parte esencial de cada uno de los cuatro países y que, por lo tanto, los gobiernos nacionales no pueden ignorar las eventuales implicancias de sus decisiones sobre los vecinos, o el MERCOSUR fracasará como proyecto de integración profunda y, por extensión, como elemento aglutinante del Cono Sur.» (5)

Para ello, es clave superar nociones obsoletas de soberanía, demasiado ancladas en el territorio y en la magnitud del PBI, para volver a tener como prioridad la satisfacción de las necesidades y objetivos de los pueblos, con lo cual la soberanía de cada país no sólo no se verá disminuida por la participación en el proceso de integración sino que, a la inversa, encontrará condiciones de posibilidad para su ejercicio. De esta forma, podrán asumirse y reconocerse liderazgos claros que hagan a la conformación del conjunto, a partir de priorizar una creciente institucionalización del proceso:

En lugar de reaccionar defensivamente ante cierto protagonismo uruguayo, por ejemplo, creo que el Brasil debería adoptar una actitud más abierta y constructiva en la cuestión, a fin de encontrar fórmulas de organización institucional que favorezcan el avance del bloque sin afectar la autonomía decisoria brasileña en cuestiones esenciales.

El MERCOSUR social

Mientras se da la evolución de la integración formal e institucional con protagonismo de lo gubernamental y lo económico, se desarrolla un proceso paralelo y simultáneo protagonizado por organizaciones de la sociedad civil, tanto sindicales como sociales en general.

Es aquí donde el movimiento sindical debe asumir un rol importante, promoviendo la unidad y la conformación de organizaciones que sean instrumentos formales para la participación institucional.

Al mismo tiempo promover una red entre todas las organizaciones de trabajadores de la región, a la vez que su relación con las otras organizaciones existentes.

El proceso de acercamiento entre la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur afiliadas a la CIOSL -CCSCS- y el Consejo Coordinador de Trabajadores del Cono Sur -CTCS- (organizaciones afiliadas a la CLAT) que cuenta con el apoyo de la Confederación Europea de Sindicatos -CES-. Es una vía de avance sustancial en esta idea.

La creación de la Federación del MERCOSUR de los Trabajadores del Papel y el Cartón, por un lado, así como la Federación de Trabajadores Ceramistas y de la Construcción del MERCOSUR, afiliada a la FLATIC, la que promovió precisamente su conformación, son experiencias en búsqueda para construir instrumentos formales que permitan a los trabajadores participar con mayor nivel de organicidad y de perspectivas de futuro.

Asimismo, la experiencia impulsada por la FLATEC en torno a los trabajadores de la educación y la cultura, persiguiendo un objetivo vital, cual es el de que los niños se formen en el conocimiento y comprensión de la historia común y de la geografía compartida, como parte de la consolidación de un sentimiento de pertenencia y una conciencia integrativa de la sociedad latinoamericana.

Si estos esfuerzos se consolidan y maduran, serán vías de mejorar las perspectivas del proceso de integración.

Ante el próximo acuerdo entre la Unión Europea y el MERCOSUR

Es difícil estar en desacuerdo respecto a la necesidad de trabajar en común para conseguir que los principales actores sociales se ajusten a los lineamientos de Naciones Unidas y de la OIT sobre trabajo decente; impulsando la capacitación laboral que dote de habilidades y competencias a quien no las tenga; desarrollando políticas de género; erradicando el trabajo infantil; velando por el respeto de la legislación laboral y promoviendo la cultura de la seguridad en el lugar de trabajo, así como otras iniciativas destinadas a mejorar la calidad de vida del conjunto de los habitantes.

También para eso es imprescindible la continuación y profundización de la tarea emprendida en el marco de la CMT, en relación a las empresas transnacionales, puesto que, como ha señalado Robert Harvey, antiguo editorialista de The Economist, en un libro reciente, «la reforma de la gran corporación transnacional debe considerarse ya un tema de la agenda global, pues su posición actual la ha colocado fuera del alcance de las instituciones que constituyen el fundamento y legitimidad de las economías de mercado…»

«Cómo respetar la autonomía, competitividad y creatividad de la gran empresa moderna y someterla a la vez a su responsabilidad social y medioambiental, constituyen sin duda una de las grandes tareas de la política democrática de nuestro tiempo, que exigirá respuestas a nivel de autorregulación y acuerdos voluntarios pero también de regulaciones públicas globales y locales. Los neoliberales o no quieren oír nada de esto o tratan de reducirlo a temas de gestión empresarial a estudiar en las escuelas de negocios y no en las facultades de ciencia política. Pero la gran empresa se ha hecho demasiado poderosa para dejarla sólo bajo la responsabilidad de sus gestores… Hoy ya es una cuestión de ciudadanía, de política democrática, pues -como decían los antiguos- nadie que se haga tan poderoso que pueda amenazar a la república puede quedar exento del escrutinio público dentro de las leyes.» (6)

En este sentido, el compromiso mutuo entre las organizaciones sindicales de la Europa de los 25 y las del MERCOSUR puede contribuir a lograr un mejor ordenamiento global.

Asumiendo, por ejemplo, como tarea conjunta, el objetivo de obtener que los acuerdos comerciales celebrados entre la Unión Europea y el MERCOSUR incluyan el respeto a las organizaciones sindicales concernidas, un alto componente de dimensión social, así como la promoción y el fortalecimiento de las organizaciones sociales y los órganos de participación y consulta de la sociedad civil organizada.

En este marco, el diálogo entre las organizaciones de trabajadores de Europa y el MERCOSUR, como se ha dicho, «debe ser fluido para evitar que los aspectos comerciales definan agendas reñidas con las necesidades sociales de los trabajadores». (7)

Pues estamos de acuerdo, europeos y latinoamericanos, en que el desarrollo económico y la justicia social son posibles y realizables en un marco de integración regional, así como en que lo social y lo económico deben ser dos caras de la misma moneda, por lo que es necesario lograr la existencia de un mayor equilibrio entre ambas dimensiones, reinstalando los mecanismos institucionales que favorezcan la negociación entre los interlocutores sociales y que permitan acceder a verdaderas comunidades organizadas que tengan en sus propias manos la elección de su destino social.

Notas:

(1)Manifiesto de la Red Eurolatinoamericana de Gobernabilidad para el Desarrollo ante la Cumbre de Guadalajara, mayo 2004.
(2)OIT: Panorama laboral de América Latina, 2003.
(3)Ferrer, Aldo. 1997: Hechos y Ficciones de la Globalización. Argentina y el MERCOSUR en el Sistema Internacional (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica).
(4)Ferrer, A., op. cit.
(5)José Botafogo Gonçalvez, entonces embajador de Brasil en Argentina, 4 diciembre de 2002.
(6)Editorial de: Gobernanza. Revista Internacional de Gobernabilidad para el Desarrollo Humano. Nº 5, mayo 2004. (www.iigov.org)
(7)Encuentro de la Sociedad Civil, México, abril 2004

Carlos Gaitán es Secretario General de la FLATIC; Coordinador de la Acción Sectorial Latinoamericana CLAT-CMT y Vicepresidente de la FMTI.