La jornada de protesta contra el nuevo gobierno de Manuel Merino ha dejado un saldo de por lo menos 3 muertos y más de 20 desaparecidos por lo que se sabe hasta ahora.
Estos muertos van a la cuenta de Merino, del premier Antero Flores Araoz, de los partidos y de la policía peruana que tiene un largo historial en reprimir, desaparecer y asesinar al pueblo peruano. Esa es la policía peruana: valientes para matar, cobardes para morir.
Pero tampoco se salva de la responsabilidad el vacado ex-presidente Martín Vizcarra que hizo del Estado su chacra y continuó hambreando y matando al pueblo peruano. Durante semanas, los escándalos de corrupción y nepotismo del ex presidente Martín Vizcarra no paraban. Uno tras otro reventaba uno nuevo. A principios de noviembre, salieron a luz conversaciones telefónicas, nuevas evidencias que Vizcarra habría recibido pagos indebidos de empresas constructoras para obtener licitaciones cuando era Presidente Regional de Moquegua. Este nuevo destape sirvió a la oposición en el Congreso para vacarlo.
Durante su corto gobierno de dos años, sin embargo, Vizcarra fue lo suficientemente hábil para hacer alianzas con grupos de poder económico y dejar una imagen pasable ante la opinión pública; por lo cual, y como en la política peruana sucede hasta lo inverosímil, es posible que retorne como candidato presidencial en las anunciadas elecciones del próximo año. Esto ha llevado a que, una parte de la prensa que le fue servil, difundiera estos días la versión que la vacancia ha sido un golpe de Estado, y funcione de caja de resonancia para que la gente salga a las calles a protestar. Sin embargo, no hay que olvidar qué tipo de personaje es el presidente vacado.
Martín Vizcarra llegó a la vicepresidencia de la mano de Pedro Pablo Kuczynski: otro personaje nefasto de la política peruana que vivió durante décadas de hacer lobby, para entregar los recursos naturales y capitales peruanos a empresas extranjeras, y que ahora está con arresto domiciliario por corrupción (con el cargo de lavado de activos con agravante de supuesta pertenencia a organización relacionado al caso Lava Jato). Al renunciar PPK, Vizcarra llegó a la presidencia con 48 acusaciones penales pendientes; y también hizo un gobierno para las grandes empresas, incluidas extranjeras, otorgándoles exoneraciones de impuestos y capitales a créditos cero para, supuestamente, sobrellevar la crisis del COVID-19.
En tal sentido, la “reactivación económica”, impulsada por el presidente vía el programa oficial ‘Reactiva Perú’, fue a parar ni más ni menos a manos de los empresarios privados. Un ejemplo de ello fue el Grupo Intercorp, del banquero Carlos Rodríguez Pastor, que recibió más de S/152,3 millones (equivalentes a unos $US 44.8 millones: https://ojo-publico.com/1941/banquero-mas-rico-de-peru-tiene-18-empresas-en-reactiva). Y mientras procedía con tal desparpajo político, otorgaba subsidios irrisorios a los sectores más empobrecidos del país que, aun en plena pandemia, debían tomas las calles y salir a trabajar contagiándose del Coronavirus y, en muchos casos, con desenlaces de fallecimientos (según cifras oficiales, Perú tiene 35.000 muertos durante la pandemia y más de 95,000 muertos en exceso en comparación con los años anteriores). Es decir, el gobierno de Vizcarra fue la continuidad que llevó a que el sistema de salud colapse y ocurran todas esas muertes. Por todo esto, no es nadie a quien añorar, y más bien el objetivo es que engrose pronto la ominosa lista de expresidentes presos o suicidados.
Ahora, la población ha salido a protestar en masa en todo el territorio, porque ve que detrás de la vacancia presidencial existe una maniobra de partidos para asegurarse réditos políticos, y de congresistas que temen no poder reelegirse y entonces ser investigados por actos de corrupción ya que en el referéndum de 2018, se votó por la no reelección congresal. Sin embargo, son 68 los congresistas que tienen casos pendientes en el Poder Judicial: muchos de ellos por delitos graves. Entre estos, destaca Daniel Urresti, con 23 procesos fiscales en curso y que se ha salvado, hasta ahora, de las acusaciones por el asesinato del periodista Pedro Bustíos y la violación a mujeres campesinas. Fernando Meléndez, del partido Alianza para el Progreso (APP), tiene 85 casos fiscales abiertos por peculado, abuso de autoridad, coacción laboral, contaminación del ambiente, usurpación, estafa y lavado de activos. Esta emergente (y oportunista) organización política tiene el mayor número de parlamentarios con procesos abiertos.
Lo que está causando la justa indignación del pueblo peruano -además de los sucesivos gobiernos tramposos, ladrones y abusivos- es que tanto Martín Vizcarra como los congresistas que lo vacaron estén inmersos, otra vez, en la corrupción. Así como están dispuestas las fichas, el escenario es dramático; ya que sea cual sea el desenlace de esta crisis política, el próximo año tendrán lugar las elecciones presidenciales y congresales. Se avizora que saldrán elegidos presidentes y congresistas representantes de los mismos partidos y el poder económico que han sumido al Perú en la miseria económica y ética en que se encuentra.
Al mismo tiempo, es tragicómico ver que George Forsyth -un ex futbolista carente de cualquier logro intelectual o político, y que hasta hace poco carecía incluso de partido- encabece las encuestas. También tienen tendencia de votos los fujimoristas de Fuerza Popular y el APRA. Serán también de la partida los fanáticos religiosos del FREPAP, que se han juntado con la mafia aprofujimorista, y APP con el mayor número de congresistas prontuariados. Es decir, en el cacareado año del bicentenario de la república criolla del Perú (fundada en 1821), habrá otra elección de la no que no se espera nada, además que profundizará la crisis del Estado y continuará siendo botín de las facciones en pugna del gran capital; todo bien resguardado por las Fuerzas Armadas.
El análsis de nuestro director Luis Arce Borja hace 2 años se puede aplicar hoy en día: «En el Perú, de izquierda o la derecha, no existe una sola organización política que pueda asumir un cambio de calidad para enfrentar la corrupción generalizada en las instituciones del Estado y la administración. La trayectoria de la derecha y la “izquierda”, son parecidas en un terreno minado por la inmundicia política. En los negociados políticos, y en la complicidad con gobiernos criminales y corrompidos estuvieron en primera línea, no solo las organizaciones de la burguesía, sino también la “izquierda”, que desde hace décadas se ha convertido en mercenarios de los grupos de poder.» (1)
Se trata de un escenario o callejón sin salida, que lo cierra aún más la llamada izquierda. El Frente Amplio, liderado por Marco Arana, y el Movimiento Nuevo Perú, con Verónica Mendoza a la cabeza, evidencian el descalabro total y carencia de un horizonte propio en la izquierda parlamentaria: algo que viene consolidándose desde los 90, al compás de la guerra interna y sus repercusiones de todo tipo. En efecto, los partidos de la izquierda electorera han servido, desde los años 80, como furgón de cola de la derecha, a la cual siempre apoyaron excusándose en el argumento de «elegir el mal menor». De esta manera, pudieron calentar curules parlamentarios, llenar sus bolsillos y olvidarse del pueblo al que siempre dicen representar.
Así, por ejemplo, esta izquierda reformista apoyó a Alan García en 1985, a Fujimori en 1990, al derechista Pérez de Cuellar en 1995, a Alejandro Toledo en el 2002, a Ollanta Humala el 2006, a Alan García el 2011, a Pedro Pablo Kuczynski el 2016 y a Martín Vizcarra el 2018. Esta izquierda, que ya ni tal nombre merece, apoyó a todos y cada uno de los gobiernos que instauraron y fortalecieron el modelo neoliberal, con el cual se ha vendido nuestras riquezas al gran capital nacional y transnacional, se han pisoteado los derechos de los trabajadores, se ha hambreado al pueblo hasta dejarlo morir en las calles por el COVID. Esta falsa izquierda apoyó a todos estos gobiernos hambreadores y proimperialistas, e inclusive se manchó las manos de sangre al colaborar con la guerra sucia del Estado: genocida estrategia antipopular puesta en práctica por las fuerzas armadas del Perú para reprimir la guerrilla maoísta del PCP-“Sendero Luminoso” en los años 80-90.
Tal historia de humo y sebo de culebras, que ya no engaña a nadie en el país, explica que apenas hace unos días, en plena efervescencia espontanea de la protesta popular, Verónica Mendoza fuese abucheada por manifestantes en el Cuzco (su tierra natal), que le gritaban «¡izquierda y derecha: la misma porquería!». Claro, para la población peruana, está mal llamada izquierda traidora es la izquierda, por lástima; algo explicable por la ausencia de una real oposición y liderazgo revolucionarios desde el cruento fin de la guerra interna hace más de dos décadas. Arana y Mendoza intentaron sumarse a aquellas protestas; pero no son parte de las mismas, no viven con el pueblo, no laten ni se nutren con sus experiencias ni sus luchas. Este alejamiento histórico hizo que el pueblo no los apoye y, por el contrario, repudie su presencia. Si Mendoza obtuvo una votación considerable, en las últimas elecciones, es porque el desencantado electorado no veía ninguna otra alternativa y desconocían a la candidata caviar. Pero pronto se dio cuenta de que ella, como otros, no son sino más de la marca #MiasmaElectoral.
En el actual escenario descrito, lo único que resta es salir a las calles para empujar juntos a toda aquella recua de ladrones a que se larguen. Aunque de seguro no se va a ir nadie, es momento que empiece y crezca una protesta popular que, nuevamente, como en tantos otros periodos de la historia contemporánea del país y la región, haga temblar a los políticos y testaferros orgánicos al poder económico. Esta protesta debe ser una nueva lección, además, donde el pueblo aprenda a no tenerles miedo, a indignarse, a levantarse; que se dé cuenta y tome conciencia de que esta es la única manera de cambiar las cosas; que las elecciones no son el camino para nada, sino para más de lo mismo. Y, lo más importante, que se vaya conformando una auténtica dirigencia revolucionaria, que sea capaz de reconstruir el Partido Comunista para encauzar el descontento popular, organizarlo y llevar a cabo una eficaz lucha revolucionaria. Como enseña la historia universal, en diversas coyunturas y momentos, solo mediante ese tipo de luchas será posible derrocar el Estado capitalista y su democracia burguesa al servicio de élites usureras, para fundar las bases que, al fin, cambien la sociedad peruana hacia una república popular sostenida por la justicia y solidaridad colectivas.
¡LAS MASAS HACEN LA HISTORIA!
¡LA REBELIÓN SE JUSTIFICA!
¡SALVO EL PODER, TODO ES ILUSIÓN!
Fuente: http://www.eldiariointernacional.com/spip.php?article4502