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La Cracovia del coronel Alexéi Botián

Fuentes: Mundo obrero

Hace setenta y cinco años, Cracovia, la capital histórica de Polonia, estuvo a punto de ser destruida por los nazis. En enero de 1945 el Ejército Rojo había asestado duras derrotas a Hitler, pero las tropas alemanas resistían: el día 2, aún lanzaron una ofensiva en Budapest. Los soviéticos todavía no habían liberado Auschwitz, ni Danzig, tampoco Viena, ni Praga. Alemania retrocedía, pero seguía siendo un enemigo poderoso: en el frente oriental contaba con casi cuatro millones de soldados, cincuenta y seis mil cañones y morteros, ocho mil tanques y más de cuatro mil aviones. En ese momento, en Francia, las tropas norteamericanas y británicas se hallaban a la misma distancia de Berlín que el Ejército Rojo, y Churchill y Roosevelt querían llegar antes que los soviéticos.

Los soldados de Gueorgui Zhúkov no pudieron atravesar el Vístula hasta final de enero. El mando nazi tenía, en el frente entre Serock (a 40 kilómetros de Varsovia) y Jasło (cerca de Checoslovaquia), treinta divisiones, dos brigadas y una nutrida guarnición en Varsovia, y cincuenta batallones más en otras ciudades polacas. A petición del mando británico y norteamericano (en situación comprometida por la ofensiva nazi en las Árdenas y los Vosgos), el Ejército Rojo adelantó la operación Vístula-Oder. Hacía mucho frío, y la nieve se acumulaba. El 12 de enero, tropas de choque soviéticas iniciaron el ataque. Cinco días después, soldados del general Perjoróvich y del general Belov rodearon Varsovia y, junto a las unidades del general Popławski, liberaron la capital: era un mar de ruinas, un escenario dantesco. Los soldados del Wojsko Polskie y del 47 y 61 ejércitos soviéticos recorrieron las calles arrasadas, y comunicaron a Moscú: “Los bárbaros fascistas han destruido Varsovia, capital de Polonia. […] Decenas de miles de habitantes han sido exterminados. Varsovia es una ciudad muerta.” Zhúkov, mariscal del Ejército Rojo, ante el espectáculo de la destrucción, escribiría después: “Vi cómo lloraban hombres forjados en los combates”. Entre el humo del infierno, los soldados soviéticos se decían: “A Berlín”.

Cracovia seguía en manos nazis. El 10 de enero, dos días antes de la ofensiva, Alexéi Botián, un oficial del servicio de inteligencia soviético, se movía con sigilo entre las unidades alemanas: él salvó a Cracovia de la devastación. Botián había sido aviador en Vilna, participó en la defensa de Moscú y pudo derribar aviones alemanes durante la guerra; después, empezó a trabajar en la inteligencia del Ejército Rojo, infiltrado tras las líneas alemanas, al mando de un destacamento de guerrilleros, un grupo de treinta hombres que se jugaban la vida cada día: así, volaron la comandancia nazi de Ovruch, en la Ucrania ocupada, y trabajaron con los destacamentos comunistas del Ejército Popular polaco y los soldados a las órdenes del gobierno de Londres de Władysław Raczkiewicz. Cruzaban las líneas alemanas, destruían redes de comunicaciones, lanzaban operaciones de sabotaje. En Iłża consiguieron liberar a los guerrilleros polacos encarcelados.

Alexéi Botián dirigió la operación para salvar a Cracovia. Él y sus camaradas descubrieron que las tropas nazis habían acumulado gran cantidad de explosivos en el castillo medieval de Nowy Sącz, a cien kilómetros al sureste de Cracovia. Ante sus muros, las tropas nazis realizaban fusilamientos masivos. El grupo de Botián eliminó a un militar alemán que llevaba consigo información de un plan: los explosivos iban a ser utilizados para volar los puentes sobre el río Dunajec, la presa de Rozhnov y Cracovia: pretendían cerrar el paso al Ejército Rojo anegando la región. En una peligrosa y delicada operación, Botián consiguió captar a un soldado de la Wehrmacht de la guarnición del castillo, instruyó a un obrero que trabajaba con los alemanes y consiguieron introducir más de cien kilogramos de explosivos para volar el depósito. Al alba del 18 de enero una gigantesca explosión destruyó el castillo y acabó con centenares de soldados de la Wehrmacht. En ese mismo instante, los soldados del Ejército Rojo se preparaban para atacar a los destacamentos nazis de Cracovia. El 59 ejército del general I. Koróvnikov, y el 60 ejército del coronel-general Pável Kúrochkin avanzaron, y tras una dura refriega consiguieron liberar Cracovia al día siguiente. La vieja capital de Polonia se había salvado. Unos días después, Kúrochkin llegó al infierno de Auschwitz, liberando a los últimos supervivientes del campo de exterminio. Faltaban aún meses de infierno y muerte para llegar a Berlín.

La Cracovia de Schindler y de Polańskino fue arrasada como Varsovia, que tuvo que ser reconstruida por la Polonia socialista basándose en pinturas de Bernardo Bellotto (Canaletto el joven) y de Marcello Bacciarelli. Años después, la fallida destrucción de Cracovia apareció en una famosa serie de la televisión soviética dirigida por Yevgeny Tashkov, basada en un libro de Yulián Semiónov, cuyo protagonista estaba inspirado en Botián, y en 2009, cuando Botián cumplió 92 años, la televisión rusa proyectó un documental, La felicidad del coronel Botián, narrando la operación para salvar a la vieja capital polaca. Alexéi Botián, que había nacido el año de la revolución bolchevique, todavía pudo reunirse este año con otros camaradas para celebrar el 75 aniversario de la liberación de Cracovia. El veterano soldado comunista estaba feliz: «Salvar Cracovia es lo más importante que hice en mi vida», dijo. El 10 de febrero de 2020 cumplió 103 años, y murió tres días después.