En otros momentos hemos dado ya nuestras apreciaciones sobre el reformismo y el acomodamiento ínsitos a la nueva apuesta de Dagoberto Gutiérrez et alia [1]. Desde la izquierda, no es posible mantener una postura que no sea de crítica frontal contra la plétora electoralista en la que los dirigentes del MNP se ven envueltos. Lo […]
En otros momentos hemos dado ya nuestras apreciaciones sobre el reformismo y el acomodamiento ínsitos a la nueva apuesta de Dagoberto Gutiérrez et alia [1]. Desde la izquierda, no es posible mantener una postura que no sea de crítica frontal contra la plétora electoralista en la que los dirigentes del MNP se ven envueltos. Lo que ciertamente se vuelve preocupante es que algunos «intelectuales» de la neo derecha encarnada en el Frente, se rasguen las vestiduras e intenten demostrar que el único camino de la izquierda es el FMLN y que para demostrarlo se amparen en una supuesta crítica, que nada tiene de crítica pues se alinea en torno a los clichés que hoy abandera el Frente para viabilizar un proyecto pro burgués.
No es extraño que para un revolucionario de escritorio la revolución consista en tristes orgías de manipulación ideológica como el festival de la Avenida Revolución, los diálogos de invierno, la COPALBA o la tergiversación del término buen vivir. Para ellos, el proyecto socialista o la democracia real viene encarnada en la misma bagatela del «proyecto de nación» que ahora publicitan los principales voceros del Frente, esa bagatela en la que empresarios y trabajadores son un mismo pueblo y deben trabajar juntos para bla bla bla; para ellos, el socialismo es el reparto de semilla mejorada, las transferencias monetarias condicionadas, los vasitos de leche y las ciudades mujer.
Olvidan, quizás intencionalmente, que eso no es más que una máscara. Olvidan que el vasito de leche no corresponde sino a derechos que el mismo régimen de dominación ha reconocido como obligaciones propias, y que ese vasito de leche, pensado como el mecanismo de vanguardia y abstraído de las relaciones de poder, sólo sirve para reproducir una fuerza de trabajo funcional al modo de producción vigente. Porque lo que está detrás de este tipo de cuestiones no es mejorar el nivel de vida de la población, propender hacia su emancipación socialista, sino mejorar la competitividad del país o, más bien, permitir que la tasa de ganancia de los capitales establecidos en el mercado interno sea lo suficientemente remunerativa. ¿Por qué, si no, se implementan estos tipos de programas y a la vez se abre indiscriminadamente la economía a la inversión extranjera? Porque es una política social enmarcada en garantizar una economía de mercado, donde la iniciativa privada siga jugando a las cartas con la vida de la clase trabajadora.
Estos señores olvidan que el rol que juega el FMLN actualmente nada tiene que ver con algún proyecto revolucionario y que, muy por el contrario, es la bancada del Frente la que abandera hoy las medidas de corte neoliberal, incluso más agresivas y descaradas que las llevadas a cabo en su momento por ARENA. Y no hace falta ser avezado para darse cuenta que proyectos como el Acuerdo de Asociación (ADA), la Ley de Asocios Público-Privados (LAPP), la Ley de Primer Empleo (LPE), entre otros, son malos cigotos de una praxis política de derecha, menos recalcitrante sí, pero de derecha al fin de cuentas.
Estos mismos revolucionarios-oficinistas tratan de negar que el Frente es hoy una argolla de poder que bien ha visto lo que es controlar el aparato del Estado. Y niegan su carácter burgués o quizás lo desconocen; y no ven que la «reinvención» de este partido no es una reingeniería sino un «aburguesamiento» y un «transformismo». La cúpula farundista se asemeja a las cuatro escorias de saco y corbata de la película Saló o los 120 días de Sodoma (Pasolini, 1975); que casi previendo la caída del bloque fascista se entregan a una jornada permanente de lujuria y sadismo con decenas de adolescentes y jóvenes secuestrados para tal fin [2]; así mismo, la cúpula del Frente se entrega hoy a la plétora del capital como hace todo buen burgués y, pulcritud mediante, copan el aparato estatal y lo utilizan en función de sus intereses corporativos.
Un rasgo final rescatamos también de Saló: la negación de lo que se es implica una sintomatización a posteriori que reifica ese ser negado. El Frente -«atado por una absurda confabulación de negaciones» [3]-, con la disyuntiva entre su esencia burguesa y su pasado revolucionario, no sólo será un sector que aproveche los espacios de valorización del capital que pueda ganarle a la oligarquía tradicional, sino también un ente más de la enajenación del pueblo históricamente excluido.
Notas:
[1] Arriola, Joel y Quiñónez, Alberto. «Nuevos partidos, viejos reformismos. Apuntes para una crítica desde la izquierda al MNP». Agosto, 2013.
[2] También el Frente está secuestrando, para su orgía de acumulación de capital, a las juventudes adormecidas por la «marca FMLN». No es por gusto la gran inversión de este partido en espacios que puedan atraer a los diferentes sectores de la juventud y, ahí, ser adormecidos. Espacios tales como la COPALBA, el Festival de la Avenida Revolución, el Diálogo País y los Diálogos de Invierno, entre otros, expresan de forma cabal este carácter adormecedor y la consideración de las juventudes como simples cacerolas en donde verter el catecismo pseudo revolucionario de «inclusión», «derechos», «pacto nacional» y cosas por el estilo.
[3] Geoffroy Rivas, Pedro. Poesía completa. DPI.
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