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Una mirada crítica retrospectiva y actual

La estrategia de la UE en América Latina y el Caribe

Fuentes: Rebelión

No resulta un secreto que los vínculos entre la Unión Europea (UE) y las regiones latinoamericanas y caribeñas se han ido construyendo a un ritmo impuesto siempre por el bloque comunitario en función de sus propios intereses. Una estrategia de relaciones que, diseñadas por éste e instrumentada a través de «Acuerdos» cada vez más complejos, […]

No resulta un secreto que los vínculos entre la Unión Europea (UE) y las regiones latinoamericanas y caribeñas se han ido construyendo a un ritmo impuesto siempre por el bloque comunitario en función de sus propios intereses. Una estrategia de relaciones que, diseñadas por éste e instrumentada a través de «Acuerdos» cada vez más complejos, hasta el momento ha tributado mayoritariamente a la profundización de las notorias asimetrías subyacentes entre la UE y América Latina y el Caribe, o lo que es lo mismo, a perpetuar la dependencia y el empobrecimiento inmerecido que aquejan a éstas últimas.

Precisamente tomando como criterio de clasificación el grado de complejidad y amplitud de los vínculos que de manera diferenciada -con los mismos objetivos-, impone la UE a ALC, pudieran delimitarse varias etapas bien definidas de dicha Estrategia, que preserva dentro de sus rasgos más sobresalientes, el que su hilo conductor ha estado dirigido esencialmente hacia el ámbito económico-comercial; y el que la balanza costo-beneficio ha sido siempre favorable a los socios europeos.

Mirada retrospectiva

Pudiera decirse que la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) inicia su Estrategia en la década del 70; período que coincide en el contexto internacional con la grave crisis que tuviera como uno de sus principales impactos el fracaso del «modelo keynesiano», y la puesta a prueba del neoliberalismo; crisis en la que el bloque comunitario se ve afectado de manera significativa. Pero se presenta con un bajo perfil, la CEE solo potencia los intercambios -no preferenciales- con las economías de mayor empuje: en 1971, firmó el primer convenio con un país latinoamericano, Argentina -«Acuerdo de Primera Generación»-; en 1973 se refrenda este mismo tipo de acuerdo con Uruguay; en 1974 con Brasil; en 1975 con México. También en 1975, promueve la iniciativa de crear el Grupo África, Caribe, Pacífico (ACP), integrado por las ex colonias en estas áreas.

Entre 1980 y 1989 tiene lugar un cambio significativo en la relación del bloque comunitario hacia la región latinoamericana: aparecen los «Acuerdos de Segunda Generación», los que en la retórica del discurso se proponen trascender los intereses comerciales para incluir los políticos y de cooperación. En la praxis, se mantienen como compromisos dirigidos a potenciar las relaciones comerciales no preferenciales en beneficio de la parte europea; se añaden convenios con los grupos de integración ya formados y se implementa una estrategia específica por subregiones, aún cuando mantiene la uniformidad respecto a los principios del intercambio. En 1980 se firma el «Acuerdo Marco de Cooperación» con Brasil; en 1983 con el entonces «Pacto Andino». En 1986 se produce el ingreso de España y Portugal a la CEE, lo que imprime un nuevo impulso a los esquemas de intercambio que se establecen.

En los 90 la situación cambia radicalmente, la UE dinamiza la relación. Culminada la Guerra Fría, eufóricos por el supuesto fin de la historia de las ideologías y el «triunfo definitivo» del liberalismo sobre el socialismo, los imperialismos mundiales se «lanzan» hacia un nuevo reparto geoestratégico. EEUU asegura su «coto de caza»: América Latina y el Caribe; la UE trata de no quedarse atrás. Ahora la propuesta serán los «Acuerdos de Tercera Generación», básicamente caracterizados por la introducción de condicionamientos políticos, y de la «cláusula evolutiva» que creaba las condiciones para la posterior firma de «Tratados de Libre Comercio» (TLC) con los diferentes actores sin necesidad de acudir a nuevos procesos de negociaciones. Y es que, también en este período, la «Ronda de Uruguay» había llegado a su fin, el GATT había sido sustituido por la Organización Mundial de Comercio (OMC); el neoliberalismo, con su nefasta carga, había logrado una victoria, pírrica, como se sabe, pero que le permitió imponerse.

En este contexto, fueron suscritos «Acuerdos de Tercera Generación» con Argentina, Chile, Uruguay, México, Paraguay y Brasil. Nótese que ya para 1992, a sólo un año de haberse creado el Mercado Común del Sur -MERCOSUR-, la UE había logrado alianzas bilaterales con todos los países miembros plenos de este bloque. También en 1990 fue activado el convenio «Lomé IV» con el Grupo ACP para un periodo de diez años, y comenzaron los preparativos para la puesta en marcha de lo que hoy se conoce como el «Acuerdo de Cotonou». En 1993 se refrendó el «Acuerdo Marco de Cooperación para el Desarrollo Regional  UE-Centroamérica», con la Comunidad Andina de Naciones.

Mientras, en 1991, a partir de la «I Cumbre Iberoamericana» fue institucionalizado este foro de intercambio -con periodicidad anual- entre España, Portugal y sus ex-colonias en la región; con ello ambos Estados y básicamente España, se convirtieron en los interlocutores directos del bloque comunitario en dicho espacio.

En 1994, también en correspondencia con el escenario internacional, la ya para entonces Unión Europea renovó su interés por América Latina. Reiteradamente los esfuerzos se concentran en las relaciones económicas, esencialmente en la liberalización comercial, se presentan los «Acuerdos de Cuarta Generación», definidos por el propio Parlamento Europeo como «más ambiciosos que los anteriores», al proponerse la creación de zonas de libre comercio entre la UE y los diferentes actores regionales.»Acuerdos» de intercambio que incluyen tanto productos manufacturados y agrarios, como servicios, inversiones, etc., supuestamente conforme a las exigencias de la OMC.

En 1997 la Unión Europea firmó el primero de este tipo de convenio en el área; México resultó el escogido… ¿Casualidad?, ciertamente muy difícil de creer si se toma en consideración que se trata de una de las principales economías de la región; en consecuencia debe entenderse como una acción que, devenida tendencia, ha sido potenciada hasta el presente: la estrategia de relaciones prioriza a los actores relevantes, y no solo en América Latina. Pero tampoco resulta superfluo llamar la atención sobre otro hecho: desde 1994 había entrado en vigor el «Tratado de Libre Comercio de América del Norte» -TLCAN o también NAFTA por sus siglas en inglés- entre dicho país, Canadá y EEUU.

Aún así, América Latina y el Caribe continuaron lejos de las prioridades del bloque comunitario, por entonces muy ocupado en la situación creada en Europa Central y del Este, luego del fracaso y desaparición del proyecto socialista en el propio continente, unido a las complejidades de su proceso de integración. Sin embargo, el acercamiento no se detuvo; en 1999 se celebró la «I Reunión Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de ALC y la UE» en la que fue aprobada la futura creación de una «Asociación Estratégica Birregional». Proyecto que incluye, «diálogo político»; la firma de «Acuerdos de Asociación Económica» o «Acuerdos de Cuarta Generación» -con la liberalización total del comercio- y la controvertida «cooperación para el desarrollo». En realidad, pretensión de dominación hegemónica tipo ALCA, cuya concreción debe pasar primero por el fortalecimiento y/o puesta en marcha de los convenios actualmente en discusión. Desde este momento las «Cumbres UE-ALC», fueron institucionalizadas como foro bianual de intercambio permanente.

En el 2000, la UE firmó el «Acuerdo de Cotonou con el Grupo ACP, el que, vigente para un período de 20 años, persigue el objetivo de crear una zona de libre comercio entre las diferentes subregiones ACP y la UE, y pasa por la negociación bilateral de los llamados «Acuerdos de Asociación Económica» –TLCs– entre el bloque europeo y cada uno de estos países.

Hacia el 2006 otra nueva etapa de esta Estrategia comienza a perfilarse. En mayo de ese año tuvo lugar la «IV Cumbre UE-ALC»  dirigida en lo fundamental a impulsar el proyecto de «Asociación Estratégica Birregional», para lo cual se pretendía aprobar el inicio de las negociaciones con vistas a la firma de los «Acuerdos Políticos y de Cooperación» -«Acuerdos de Asociación Económica» (AAE) o TLCs- con los bloques de integración. En Sudamérica, con el MERCUSOR y con la Comunidad Andina de Naciones (CAN); y en Centroamérica con los países de la región de habla hispana miembros del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).

Con respecto al MERCOSUR el propósito fracasó; mientras que se aprobó el inicio del proceso negociador con Centroamérica y con la CAN, aunque en condiciones diferentes, lo cual fue evaluado por el bloque europeo como dos de los logros que alcanzara la «Cumbre», por demás muy reducidos.

Como un hecho hasta ese momento inédito, estas acciones fueron totalmente desvinculadas de los resultados del proceso de negociaciones auspiciado por la OMC, la «Ronda de Doha» ante el previsible fracaso de éste, lo que finalmente sucedió. Decisión con la cual la UE demostraba que, aunque en el discurso oficial siguiera ofreciendo su «pleno apoyo al sistema multilateral de comercio», el principal objetivo a lograr en «Doha» -entiéndase liberalización comercial-, no continuaría «esperando» por estos resultados: iniciaba así su propia ofensiva para la concreción de TLCs bilaterales y con ello de reposicionamiento competitivo. Una estrategia ambiciosa y neoliberal, que supera además el mandato de negociaciones de la OMC, al incluir aspectos que trascienden la actividad comercial, los «Temas de Singapur»: inversiones, servicios, competencia nacional, facilitación de comercio. Proyecto que se plantea como una de las tácticas principales para elevar la competitividad y el crecimiento del empresariado, estimulando los procesos inversionistas en mercados externos.

Así, en septiembre de 2007 la UE dio inicio a los procesos negociadores para la firma de los AAE con Centroamérica y la CAN. Mientras, en julio de ese año había firmado un «Acuerdo de Asociación Estratégica» con Brasil semejante a los que tiene subscrito con EEUU, Canadá, Rusia, China, India y Sudáfrica, Con anterioridad, la Comisión Europea había emitido un extenso documento dedicado a explicar las razones que fundamentan la propuesta: una detallada argumentación en la que se distingue al país sudamericano como «aliado vital y estratégico» del bloque, «actor clave en la región», así como «líder natural de América del Sur y un jugador clave para Latinoamérica».

Al parecer una bien concebida estrategia -en componenda con EEUU- para debilitar los esfuerzos integracionistas que hoy se desarrollan en la región: primero, estimulando posibles fricciones entre el presidente venezolano Hugo Chávez, y el mandatario brasileño Luiz Inácio Lula  da Silva, dos de los líderes mas importantes de América Latina y el Caribe; y segundo, minimizando el decisivo papel que desempeña el propio presidente Chávez en pos de la integración y el desarrollo de estas regiones, una vez más aplicando la conocida fórmula de «divide y vencerás». Estrategia concebida también para impulsar la firma del «Acuerdo de Asociación Económica» -TLC- entre la UE y el MERCOSUR.

Hoy…

La Unión Europea ha refrendado acuerdos de libre comercio bilaterales con las dos grandes economías no integradas de la región: México y Chile.

En octubre de 2008, logró la firma del primer «Acuerdo de Asociación Económica» (AAE) o TLC con una de las 6 regiones en las que quedó fragmentado el Grupo ACP, y fue precisamente con sus socios caribeños.

En estos momentos se desarrollan las negociaciones para la firma de los AAE con el SICA y con la CAN. En el primero, ha encontrado el beneplácito de la mayor parte de los Estados, con una voz discordante, Nicaragua, quien decidió retirarse de la VII ronda de negociaciones que se desarrollaba el pasado mes de abril, frustrando el encuentro y deteniendo momentáneamente el proceso.

Con la CAN el proceso ha sido mucho más complicado. Dada las enormes divergencias que existían entre los Estados miembros -Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú- respecto a como abordar éste, la Unión Europea decidió traicionar la posición de principio asumida hasta el momento y dejó a un lado las conversaciones con el bloque. En consecuencia, ha ido a la firma de acuerdos bilaterales con cada uno de los países por separado, demostrando con ello la importancia que concede a estas negociaciones.

Así, el liderazgo comunitario encontró una gran aceptación por parte de los mandatarios de Colombia y Perú, los que prácticamente «rogaron» para materializar el «Acuerdo», adoptando posiciones totalmente contrarios a la Carta fundacional del bloque y a su espíritu integracionista. Ecuador, si bien aceptó el inicio de las negociaciones, defendió siempre la idea de que no aceptaría lesiones a su soberanía ni a su desarrollo económico.

Por su parte, Bolivia mantuvo en todo momento la misma postura: primero, su total oposición a la firma de un Tratado de Libre Comercio; segundo, grandes discrepancias con respecto a varios de los aspectos claves incluidos en la mesa de negociación, esencialmente la propiedad intelectual y los llamados «Temas de Singapur» -inversiones, servicios y compras públicas-, y tercero, las negociaciones debían mantenerse y lograrse solo a nivel de bloque. Como resultado, en un momento se encontró aislada.

Mientras, a pesar del reclamo boliviano, la Unión Europea continuó negociando por separado con Colombia, Ecuador y Perú. Para muchos especialistas, la CAN, ya de por sí convaleciente producto de sus propias contradicciones internas había sido herida de muerte. Sin embargo, el pasado 23 de mayo un nuevo hecho se sumó a este escenario: el presidente Rafael Correa manifestó su rechazo al «rumbo neoliberal» que en su opinión «están tomando las negociaciones» afirmando que de mantenerse éste, su país se retirará. ¿Fin del ciclo negociador? o ¿un nuevo tropiezo? La respuesta está por ver.

Con el MERCOSUR las conversaciones se encuentran detenidas, aún a pesar de la estrategia de la UE con Brasil, la que hasta el momento, no parece haber logrado resultados. Todo apunta a que el gigante sudamericano seguirá apostando por el reinicio y conclusión de las negociaciones de la OMC en la «Ronda de Doha».

Por otra parte, la situación dentro de este bloque puede cambiar si como ha sido anunciado, se produce la entrada definitiva de Venezuela como miembro pleno…. Pero, ¿se hará efectiva esta entrada?, ¿ya dentro del esquema, aceptaría el Gobierno venezolano la firma de un Tratado de Libre Comercio con la UE? Hasta ahora, las evidencias demuestran lo contrario, los acontecimientos futuros dirán la última palabra.

Mientras…

Pese a todos los obstáculos, en América Latina y el Caribe se continúa luchando por cristalizar los sueños de integración legados por los próceres de nuestra independencia, y convertidos en hermosa realidad por quienes pueden ser considerados sus más excelsos continuadores, Fidel y Chávez.

Solo que estos obstáculos son ciertamente complejos; en ellos mucho pesan las maniobras de los poderes imperiales por revertir el proceso. Y es que una vez más, EEUU y el bloque europeo, superando sus contradicciones imperialistas, se unen para intentarlo.

Se impone, pues, un solo camino…, vencerlos.

La Habana, agosto de 2009

«Año del 50 Aniversario del Triunfo de la Revolución»

Gloria Teresita Almaguer G., Centro de Estudios Europeos de La Habana