Recomiendo:
0

Entrevista con Virginia Marconi, del Nuevo Partido Anticapitalista francés

«La Europa actual nos iguala hacia abajo»

Fuentes: Rebelión

Virginia Marconi es colaboradora del dirigente del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) Olivier Besancenot. Junto con la candidata al parlamento europeo Margaux Leduc se encuentra de visita en Suecia para dar a conocer la experiencia francesa de organización anticapitalista.

– En Suecia no podemos dejar de verlos a ustedes con cierta envidia. Mientras que los trabajadores suecos sufren las medidas neoliberales de los gobiernos, ustedes hacen grandes huelgas, toman fábricas, retienen a los patrones…

 La diferencia entre Francia y Suecia al parecer ha sido la manera de reaccionar. En Francia, por lo que algunos llaman la «excepcionalidad francesa», la gente ha reaccionado en defensa de sus empleos. Muchas de estas tomas de fábricas y de «secuestros» en realidad se parecen más a lo que en América Latina llamamos la «toma de rehenes». Cuando la dirección de la empresa se niega a negociar los trabajadores los encierran en una oficina pero les dan una cama para dormir, jabón, etc. Uno de los trabajadores decía: «Yo, que estoy haciendo la ocupación, duermo en el piso; el gerente está ‘secuestrado’, pero duerme en una cama». Hay decir que hasta ahora no ha habido violencia gratuita de parte de los trabajadores. Ellos sí sufren una violencia tremenda de parte de las empresas que están haciendo unas ganancias fabulosas y al mismo tiempo los despiden. O sea, que no pueden decirnos que nos hechan porque hay pérdidas, sino porque quieren ganar más.

La popularidad de Sarkozy al cabo de dos años de gobierno está un poco por encima del 30 por ciento. Al mismo tiempo, los movimientos de los trabajadores son apoyados por un 75 por ciento de la población. En un momento dado, Sarkozy intentó volcar a la población en contra de los huelguistas pero no lo consiguió. Todo empezó a cambiar hace más o menos un año, a partir del movimiento de los trabajadores ferroviarios. Hasta ese momento la gente no apoyaba las huelgas. Todavía se creían la consigna de Sarkozy de «trabajar más para ganar más» liquidando la jornada de seis horas y regresando a la de ocho horas. Eso y además dándole duro a los jóvenes «inmmigrantes» de la banlieu (los suburbios). En realidad, muchos de ellos son franceses de segunda generación, hijos de árabes.

Con el desarrollo de la crisis, la gente está empezando a entender que el problema es la globalización y el neoliberalismo, y se rebela. De hecho, hasta ahora, el gobierno no ha podido aplicar ninguna de sus medidas. Las medidas que se han aplicado son las que aplicó la socialdemocracia, pero los intentos de Girac del 2002 en adelante y los intentos de Zarkozy siguen sin poderse aplicar. Cada vez que lo intentan hay una movilización en contra. Recordemos que hasta ahora – y no quiere decir que siempre va a ser así – no ha habido una Margaret Thatcher en Francia.

– La experiencia que tenemos nosotros en Suecia es que ha habido thatcherismo sin una Thatcher, a fuego lento y de la mano de gobiernos socialdemócratas.

Mi impresión es que acá en Suecia todavía tienen mayores márgenes para seguir perdiendo que en Francia. Allá la crisis está mucho más avanzada. Por otro lado, allá ha surgido toda una nueva generación de activistas. Los que están dirigiendo estas huelgas son todos jóvenes sin la más mínima experiencia política previa. Esto también lo vemos en la fundación de nuestro Nuevo Partido Anticapitalista (NPA). Durante años pensamos que había que tratar de construirlo con las otras organizaciones de izquierda hasta que nos dimos cuenta que no se podía porque estas organizaciones estaban decididas a continuar con una política de negociación. Y todos estos jóvenes de entre 25 y 35 años están buscando algo nuevo. No quieren que les digan que hay que reformar el sistema, sino que hay que cambiarlo.

Este fin de semana yo les explicaba a los compañeros daneses de la alianza verde y roja que no hay recetas. Esto que estamos haciendo funciona para nosotros, funcionó en Escocia para el Partido Socialista Escocés pero en otros lugares se está haciendo de otra manera. Nosotros les podemos mostrar lo que hemos hecho y ustedes deberán tomar lo que les sirva de la experiencia. Para nosotros era imprescindible agrupar a toda la gente que quiere algo nuevo cuando los viejos aparatos políticos y sindicales no les ofrecen una salida porque todas sus ideas las piensan dentro del sistema.

– ¿Cómo fué todo este camino hacia la formación del Nuevo Partido Anticapitalista?

Tuvimos muchas dificultades, pero del buen tipo, o sea de las dificultades que tienen que ver con ser muchos de golpe. La línea de trabajar hacia la formación del NPA se votó en el congreso de 2004, pero para ser francos, la verdad es que no estábamos muy convencidos. Yo vengo de un grupo muy chico dentro de la Liga que sí estabamos convencidos de que había que seguir adelante con la idea. En el último congreso de la LCR en 2007 empezamos a ver que la situación había cambiado y que habían amplios sectores a lo interno de la Liga con los que se podía hablar sobre el tema. Entonces se formó un gran frente de casi todas las tendencias y se tomó la decisión de impulsar el NPA. Primero, es cierto, hablamos con todos los otros partidos de izquierda y les contamos acerca de nuestro proyecto.

– Esto en un contexto de crisis de los viejos partidos de izquierda…

Claro, los socialistas habían perdido la elección, los comunistas estaban crisis, la izquierda que nosotros llamamos institucional estaba en una crisis terrible. De todos modos, ellos no quisieron cambiar. Nosotros sólo pusimos una condición al diálogo con las demás organizaciones políticas, que era la de no hacer acuerdos con el Partido Socialista. Tenemos una triste experiencia. La crisis del Partido Socialista Francés empezó con el gobierno de la llamada «izquierda plural» de Jospin. Por eso, la única condición que pusimos fué la de no entrar en alianzas con ellos. La discusión del programa debía ser democrática. El programa y todos los documentos se discutieron democráticamente. Partíamos de una propuesta que fué discutida por los comités de base, los que hacían sus enmiendas. Éstas enmiendas se discutían y unificaban en una conferencia nacional. El documento luego volvía a las bases, etcétera. Entre ida y vuelta, tanto el programa como los estatutos, los documentos para el congreso fundacional y la votación del nombre del partido nos llevaron como unos seis meses. En febrero se llegó a la fundación del partido. Nos dividimos en comisiones e hicimos una puesta en común de los aportes de la discusión. En la asamblea general se discutieron los puntos sobre los que no había acuerdo. Es muy difícil encontrar un proceso más democrático para la fundación de un partido que el que hicimos nosotros.

Luego vino la cuestión de cómo organizarnos. Habían dos tendencias: una proponía la organización de lo que llamamos un Consejo Político Nacional, una dirección restringida, y la otra proponía una dirección totalmente federativa. Lo que decidimos fué, por lo menos en la fase inicial, combinar ambas cosas: En el Consejo Político Nacional (CPN) hay un sector que se encarga de los trabajos específicos, como el trabajo internacional, el de la mujer, el de las cuestiones sindicales, etcétera, con sus representantes en el Consejo. La otra parte del CPN está compuesta por los representantes de los comités por región. El CPN vota las grandes líneas del partido y se reúne como mínimo cuatro veces al año. En la primer reunión se discutió el tema de las elecciones europeas.

– ¿Cómo es la composición de los militantes del NPA? ¿Es gente con experiencia política?

La mayoría no lo es. Nosotros pasamos de 3.000 miembros que tenía la LCR a 9.000. Todo el patrimonio de la Liga pasó a manos del NPA, pero al mismo tiempo nosotros no queríamos aplastar a los compañeros nuevos que venían. Entonces, el acuerdo al que se llegó es que la LCR tiene el 40 por ciento de representación en todos los organismos de dirección y el resto tiene el 60 por ciento. En el CPN tenemos compañeros que nunca han estado en un partido político.

– ¿Ven ustedes alguna tendencia de que militantes del partido comunista o de la izquierda del partido socialista se quieran integrar al NPA?

Muchos de nuestros compañeros que se han integrado al proceso del NPA vienen del partido comunista, incluso a nivel del CPN. Hemos recibido gente de todos los sectores. Por ejemplo, del maoismo, que siempre ha sido muy fuerte en Francia. Tenemos compañeros en el ejecutivo que militaron en la época de los 70s, etcétera. El NPA no es una Liga más grande. El esfuerzo que se ha hecho es el de tratar de integrar gente que viene de otras tendencias políticas, y creemos que lo hemos logrado a pesar de que, como en todo, hay cosas que se pudieron haber hecho mejor.

– ¿Cuáles son los planteamientos del NPA con respecto a Europa?

El fenómeno de la experiencia del NPA está siendo seguido con atención en otros lugares del mundo como Palestina y América Latina. Lo que pensamos es que en este momento hay que dar una respuesta a nivel mundial. En nuestro caso, podemos empezar por lo menos a nivel europeo. La idea es la de formar un polo alternativo al de la socialdemocracia que en un inicio va a ser muy chico.

– Europa es un proyecto hecho para impulsar políticas neoliberales…

Exacto. Lo que queremos es, así como hicimos un partido anticapitalista en Francia, impulsar una izquierda anticapitalista europea basada en los mismos criterios. No vamos a discutir si la toma del poder va a ser por medio de elecciones o de una revolución. Habemos quienes estamos convencidos de que va a ser por medio de una revolución, pero será la historia la que decida. Ya hemos logrado elaborar un programa común para estas elecciones, que se llama la Declaración de Estrasburgo. Durante la última reunión de la OTAN hicimos un encuentro de la izquierda anticapitalista europea en el que se logró llegar a ese acuerdo.

Este programa implica que queremos una Europa diferente. No estamos, a diferencia de otros, por irnos de Europa. Lo que queremos es cambiarla.

La primer medida concreta para responder a esta crisis es terminar con los despidos. En esto nos diferenciamos de los socialdemócratas que sólo piden el fin de los despidos en las empresas que tienen ganancias. Para nosotros hay que terminar con los despidos, el que las empresas tengan ganancias o no, no es nuestro problema. También decimos que hay que igualar los derechos de los trabajadores hacia arriba. La Europa actual nos iguala hacia abajo. Planteamos un salario mínimo europeo de 1.500 euros después de los impuestos o su equivalente al nivel adquisitivo de los países de la Unión. Pedimos la unificación de todos los servicios públicos europeos. En lo ecológico, abandonar la energía nuclear. La defensa de los derechos de la mujer, ya que hay países en Europa donde se está eliminando el derecho al aborto; luchamos contra la violencia contra las mujeres, por la equiparación de salarios, etcétera. El otro tema es el de la inmigración. Estamos en contra de una Europa cerrada a los inmigrantes. Hay suficiente para repartir y Europa tiene que asumir sus responsabilidades.

Sobre este programa hemos logrado un acuerdo con la Izquierda Alternativa de España, con el Partido Socialista Escocés, el Partido Polaco del Trabajo, con dos partidos trotskistas que se han unido en Bélgica y con la Alternativa de los Trabajadores de Suecia. En total somo seis partidos europeos que nos presentamos sobre la base de este programa. La declaración de Estrasburgo también ha sido firmada por organizaciones de una decena de países, entre ellos Grecia, Gran Bretaña e Italia, pero son seis partidos los que se presentan a las elecciones.

– Hay unas tendencias fascistas muy fuertes en Europa, entre otras cosas evidenciadas por la islamofobia, las políticas de gobiernos como el de Berlusconi, etcétera. ¿Qué posibilidades ven ustedes de revertir este desarrollo?

Algo muy grave es que todo este tema de la islamofobia, etcétera, se exacerba por la crisis financiera global. Desgraciadamente, cuando hay una crisis no sabemos para dónde va a ir la gente. Pensamos que esta es una crisis muy similar a la de 1929. Así como la crisis del 29 dió la Revolución Española, también dió el fascismo.

Yo estuve en el congreso del Partido Socialista Escocés y una de las discusiones más importantes tuvo que ver con si apoyar el programa de la izquierda anticapitalista o sumarse al planteamiento del sindicato de trabajadores del transporte y porturarios RMT que era «No to Europe» (No a Europa). La discusión fué muy interesante, y lo que se vió es que el programa de la RMT, aunque cuente con el apoyo de todos los sindicatos, es un programa de derecha. Porque el eje escondido tras la campaña de «No a Europa» es «trabajo para los trabajadores ingleses». Podemos ver que eso está sucediendo en Gran Bretaña y también en Italia. Por ahora no está pasando en Francia. Al contrario, los trabajadores franceses han intentado romper con eso. Es el caso de los trabajadores de la Continental, que cruzaron la frontera hacia Alemania para bloquear conjuntamente con los alemanes la reunión de accionistas de la empresa. Pudimos ver las declaraciones de los trabajadores franceses diciendo «nosotros queremos dar el ejemplo para ver si otros trabajadores en Europa hacen lo mismo».

Nosotros vamos a hacer todo lo posible para lograrlo, pero tenemos que estar concientes de que va a ser una decicíon de la clase obrera. Para poder darle una salida constructiva a la crisis, para que podamos contribuir a esa salida, los socialistas revolucionarios necesitamos tener los medios de una multinacional, pero sólo tenemos los medios de una pequeña y mediana empresa. Lo peor sería decir que no podemos hacer nada e irnos a casa.