Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
La «guerra de la UE contra el tráfico de personas», que David Cameron intensificó la pasada semana, parece seguir el modelo de la fracasada «guerra contra las drogas»; un nuevo informe de la Cámara de los Lores muestra que está ocasionando ya los mismos resultados desastrosos.
El 19 de abril de 2015, el naufragio de un único barco de refugiados frente a la costa de Lampedusa hizo que murieran ahogadas más de 700 personas. A finales de mes, alrededor de 1.300 habían seguido el mismo destino, convirtiendo ese abril en el mes más mortífero registrado en la crisis mediterránea de refugiados. La tragedia fue el resultado directo de la campaña orquestada por los británicos con el objetivo de poner fin a la operación italiana de búsqueda y rescate Mare Nostrum, que había impedido que se produjeran esos ahogamientos masivos antes de que decidieran liquidarla en octubre de 2014. Esos sucesos produjeron una protesta pública y una serie de presiones para volver a poner en marcha las operaciones de búsqueda y rescate; no obstante, el Consejo Europeo se resistió a esas presiones y, a cambio, el 23 de abril de 2015 adoptó una resolución redactada por Gran Bretaña que prometía «emprender esfuerzos sistemáticos para identificar, capturar y destruir las embarcaciones [de refugiados]». La U.E. estaba avisando de que su respuesta ante la crisis de refugiados no iba a basarse ya en compromisos humanitarios sino en la fuerza militar. No por mera coincidencia había sido una propuesta originalmente hecha cinco años antes por el fascista británico Nick Griffin.
En aquel momento escribí que ese tipo de política encarnaba todos los defectos económicos básicos de las tres décadas de desastrosa «guerra contra las drogas», y que iba a producir los mismos resultados devastadores. Concentrarse en bombardear la oferta sin abordar la demanda, como cualquier estudiante de economía podría contarles, haría subir los precios mientras concentraba el comercio en manos de los proveedores más despiadados y militarizados. Como consecuencia, el comercio iba a ser más letal y más rentable pero no iba a reducirse, mientras que la demanda quedaría inalterada. Este ha sido precisamente el resultado de la guerra contra las drogas, como demuestra sombríamente el número de asesinatos en la provincia mexicana de Jalisco: 100.000 en ocho años. Y como demuestra un informe anterior de la Cámara de los Lores, los mismos resultados están empezando a aparecer como resultado de la guerra de la U.E. contra la migración.
La «Operación Sofía» de la U.E. entró en su segunda fase -captura y destrucción de los barcos con refugiados- el pasado octubre. Desde entonces, según la agencia europea de fronteras FRONTEX, lleva destruidas 114 embarcaciones y ha arrestado a 69 «presuntos traficantes». Se supone que todo esto iba a servir de elemento disuasorio para los «traficantes de personas», limitando así las oportunidades de que los aspirantes a refugiados huyan hacia Europa. Pues no ha funcionado. Como indicaba el informe del Comité para la U.E. de la Cámara de los Lores: «La misión no impide, en forma significativa alguna, el flujo de migrantes, ni perturba las redes de contrabandistas, ni impide el negocio del tráfico de personas por la ruta del Mediterráneo central. Los arrestos que la Operación Sofía ha llevado a cabo hasta la fecha han sido de objetivos de bajo nivel [y]… hay también límites importantes de la inteligencia que pueda recogerse sobre las redes de tráfico costero desde alta mar. Hay por tanto pocas perspectivas de que la Operación Sofía anule el modelo de negocio del tráfico de personas», su declarado objetivo. En efecto, aunque las cifras de refugiados que cruzan el Mediterráneo descendieron en un 9% entre septiembre de 2015 y enero de 2016, se debió probable y únicamente a la apertura de la «ruta de los Balcanes» en Europa. Desde entonces, como se han incrementado los controles fronterizos en los Balcanes, las cifras de quienes cruzan el Mediterráneo han crecido de nuevo, multiplicando por tres el número de personas, con respecto al mismo mes del año anterior, que pueden haber cruzado desde Libia a Italia en marzo de 2016.
Que la campaña militar de la U.E. no iba a desalentar los flujos de refugiados era algo completamente obvio para los testigos entrevistados por el Comité de la Cámara de los Lores, teniendo en cuenta que la política no hace nada para hacer frente la demanda de servicios de «tráfico de personas». La frase inicial del informe era una cita de Peter Roberts del Royal United Services Institute: «Los migrantes de los botes son los síntomas, no la causa, del problema». Otro testigo, Steve Symonds del Programa para los Derechos de los Migrantes y los Refugiados de Amnistía Internacional, manifestó estar de acuerdo: «Si no se ofrece una respuesta a la situación de esas personas, nos sentimos escépticos ante el mero objetivo de los traficantes», añadiendo que los conflictos de los que huyen los refugiados «son cada vez más prolongados, de más difícil solución y se están extendiendo». Resumiendo, el Comité escribió:
«Hemos llegado a la conclusión de que una respuesta militar no puede nunca, por sí misma, resolver el problema de la migración irregular. Mientras haya refugiados que necesiten solicitar asilo y demanda de migrantes económicos, el negocio del tráfico de personas continuará existiendo y las redes se irán adaptando a las cambiantes circunstancias.»
Sin embargo, aunque incapaz de reducir las cifras de quienes cruzan el mar, la Operación Sofía ha tenido un efecto en esos cruces: los ha hecho más peligrosos. En palabras del informe de la Cámara de los Lores: «Los traficantes se han adaptado. El teniente general Wosolsobe dijo que la misión había ‘obligado a los traficantes a modificar su modelo de negocio’: ya no utilizaban las embarcaciones de madera o de fibra de vidrio, que eran más caras, al suponer ‘una pérdida financiera significativa’ cuando eran destruidas. A cambio, los traficantes y contrabandistas están comprando al por mayor embarcaciones de goma inflable fabricadas en China. Estas ‘tienen menos capacidad de carga y están más limitadas por las condiciones del mar’; es decir, que son más inseguras». Resumiendo, escribieron: «La destrucción de las embarcaciones no ha hecho sino conseguir que los contrabandistas cambien de utilizar barcas de madera a lanchas hinchables de goma, que son aún más inseguras». Además, es muy probable que los planes de Cameron de devolver a Libia, un país devastado por la guerra, a los refugiados que huyen no haga más que elevar la cifra de víctimas aún más si cabe. Sobre esta propuesta, hecha a principios de año, el experto en migraciones, el profesor Brad Blitz, comentó: «Es sencillamente indignante. Libia es un país dividido que no puede garantizar los derechos humanos, que ha provocado cientos de miles de personas desplazadas… Si lo que se intenta es impedir más muertes, según [Cameron] ha dicho, entonces lo que debería realmente promoverse es un paso seguro en lugar de desviar a la gente para que tengan que buscar rutas más largas y peligrosas».
El Comité escuchó también las pruebas de que el enfoque militarizado de la U.E. está cambiando el modelo de negocio del transporte de refugiados de otras formas. Según Edward Hobart, el Enviado de Migración en la Dirección General de Europa del Foreign Office británico, aunque había «mucha actividad que estaba en el mercado gris o ilegal o irresponsable», por el momento no había «grupos criminales organizados a gran escala». Sin embargo, era probable que esto cambiara. Decía el informe: «El Sr. Hobart no contempla la probabilidad de un ‘aumento en la actividad criminal’. Explicó que ‘el síntoma de un mayor control… en la frontera, aumentaría las oportunidades del crimen organizado’. Cuanto más arriesgadas sean para la navegación las fronteras de la U.E., más probable será que los migrantes acudan a los traficantes para que les faciliten su cruce de forma ilegal». Es probable que la Operación Sofía impulse, no que disuada, a las bandas criminales. Y en un indicio siniestro de lo que está por venir, el teniente general Wosolsobe se refirió a un incidente en el cual hombres armados habían impedido la destrucción de un bote. Como se había apartado del negocio a los facilitadores no violentos, es muy probable que estas acciones se convirtieran en algo cada vez más común. Al igual que la guerra contra las drogas concentró el comercio en manos de los grupos paramilitares más violentos, del mismo modo la guerra contra los refugiados sacará del negocio a los grupos no violentos a la vez que asegura que sólo properen los mejor armados.
Y esos grupos amasarán beneficios aún mayores, como se recoge en el informe: «El Sr. Symonds mostró escepticismo respecto a los esfuerzos de la U.E. levantando barricadas en sus fronteras externas. Los análisis habían señalado que vigilar más estrechamente las fronteras externas de la U.E. había tenido sólo efectos sobre ‘los movimientos de cantidades aún mayores de personas en torno a diferentes rutas por trayectos diversos, por lo general con mayores peligros y mayores costes para ellos, beneficiando únicamente y en gran medida a los contrabandistas'».
En América Latina, esta combinación de concentrar el comercio en manos de bandas violentas aumentando sus beneficios, ha dado a los grupos de narcotraficantes la fuerza financiera y militar para comprar la protección de la policía para sus actividades. En México, por ejemplo, donde la guerra de la droga se ha reforzado masivamente desde 2007: «Las organizaciones implicadas en el tráfico de drogas han actuado… casi con total impunidad frente a las fuerzas de seguridad comprometidas» mientras «se extendía la corrupción oficial». Las citas provienen de los cables oficiales de la Embajada de EE.UU.
Una vez más, es probable que el enfoque militar de la U.E. tenga los mismos efectos sobre el negocio del traslado de refugiados en Libia, afianzando la corrupción y proporcionando a los grupos paramilitares más violentos los medios financieros para comprarse protección policial. El informe señalaba que «los contrabandistas son parte del tejido de la vida económica y política libia. Patrick Kingsley, corresponsal para las migraciones del Guardian Media Group, explicaba que los contrabandistas están a menudo ‘conectados con las milicias’, ‘juegan roles importantes en sus comunidades locales’ y ‘proporcionan mucho dinero a dichas comunidades’. ‘Hasta cierto grado, sus mandamases van a estar protegidos incluso por personas que son los actores más importantes de la política libia'».
En suma, es evidente entonces que la Cámara de los Lores tiene muy claros los resultados de la «Operación Sofía»: ha fracasado a la hora de disuadir de la migración, aumentado el riesgo de muerte para los refugiados y está militarizando tal comercio mientras al tiempo que impulsa sus beneficios. El probable resultado será el crecimiento del poder económico y político de los paramilitares más violentos actualmente involucrados en el tráfico de personas.
Por tanto, ¿por qué la pasada semana David Cameron anunció una escalada en la estrategia de la militarización? Cuando habló en la conferencia del G7 en Japón, prometió enviar otro buque de guerra a la Operación Sofía, esta vez confiando en extender su misión por aguas territoriales libias.
¿Acaso no tiene acceso al informe de la Cámara de los Lores? ¿Ignora completamente las devastadoras consecuencias de la guerra contra la droga? ¿Carece incluso del nivel de comprensión de un escolar respecto a las leyes económicas básicas de la oferta y la demanda? La clase gobernante inglesa, desde la India a Iraq, se han presentado siempre a sí mismos esencialmente como bufones bien intencionados en lo que respecta a la política exterior; «imperialistas distraídos» que, con la mejor voluntad del mundo, acaban destruyendo torpemente regiones enteras debido a su equivocado compromiso con una misión civilizadora o a causa de una «información de inteligencia defectuosa». Personalmente, no compro nada de eso.
Lo más probable es que Cameron esté siguiendo esta estrategia aparentemente contraproducente por dos razones: para justificar una nueva ocupación de Libia y facilitar el empoderamiento de sus escogidos escuadrones de la muerte del denominado «Amanecer libio». Las fuerzas especiales británicas están ya combatiendo junto a Amanecer libio, la fuerza paramilitar en guerra con el gobierno electo que tiene su sede en Tobruk. El MI6 y la CIA aprendieron ya en la década de 1980 que facilitar que los muyahaidines se apoderen del tráfico de heroína de la región fue un medio excelente para permitir que sus aliados se financiaran a sí mismos al margen de la aprobación del Congreso. Parece que Cameron está planeando repetir el truco para el negocio del tráfico de personas de los escuadrones de la muerte libios.
Dan Glazebrook es un periodista especializado en temas políticos y autor de Divide and Ruin: The West’s Imperial Strategy in an Age of Crisis