Este mundo globalizado lo es ya en todo menos en el tráfico libre de personas. Si bien es cierto que en determinadas áreas del globo, -dentro de grandes territorios estatales o de los supra-estatales (como Schengen)-, los seres humanos pueden circular libremente, este planeta se ha llenado de parcelas con todo el acerbo jurídico que […]
Este mundo globalizado lo es ya en todo menos en el tráfico libre de personas. Si bien es cierto que en determinadas áreas del globo, -dentro de grandes territorios estatales o de los supra-estatales (como Schengen)-, los seres humanos pueden circular libremente, este planeta se ha llenado de parcelas con todo el acerbo jurídico que las soberanías quieran imponer. Es normal comprender cómo los habitantes de países emisores de migración no pueden obviar al vecino, al que ven por la televisión con una magnífica calidad de vida. Ellos ven que hay otro mundo mejor e intentan alcanzarlo: la búsqueda de un mejor estándar de vida es una cualidad intrínseca al ser humano.
Las Ciencias Jurídicas intentan normativizar las migraciones, a nivel internacional, regional y local, pero, las dificultades de las relaciones sociales, interculturales, políticas, etc, hacen que el llevarlo a la práctica tenga numerosa problemática, a menudo en confrontación con los Derechos Humanos. La histórica concepción humana del miedo al diferente, sirvió en ancestrales momentos de la vida animal, pero ahora, pese a la resistencia de la genética, hemos de acercarnos a la realidad del diferente, del extranjero, de una manera a como si fuéramos nosotros mismos. Ya lo comentaba el capitán de la Guardia Civil que intervino en la ponencia: en los primeros momentos de la lucha contra la inmigración irregular era deseo de los agentes la detección e inmovilización de «los diferentes» (palabras mías), un punto de vista de reproche social «por ser» en vez de «por haber hecho». El antijurídico del inmigrante irregular es directamente penal en países como EEUU, llamándolos directamente criminales.
La dicotomía libertad-seguridad está continuamente enfrentada en una mala convivencia pesudo-matrimonial en la que, aún así, no debe estar permitido el divorcio. Aprovechar un mayor espacio marítimo soberano de salvamento marítimo para otros fines, como lucha contra la criminalidad (drogas, trata), o de los recursos de países ricos para colaborar con terceros países (con menos responsabilidad en materia de derechos humanos) en la gestión de la inmigración, hace que muchos estados actúen de manera hipócrita con los mismos compromisos internacionales a los que se adhiere.
Principios de «no discriminación» se rompen inmediatamente después escuchar el término «inmigrante», actitud poco compresible de países que presumen de ayudas a los países pobres y de intentar que ellos no sean discriminantes con miembros vulnerables de sus comunidades. No se han dado cuenta que todos vivimos en la misma «aldea global». Otros principios consuetudinarios como el non-refoulement son violados diariamente, pese a que algunos de los países, organizaciones y agencias parece no importarles. No obstante la labor del TEDH, la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE y cientos de ONG presionan para que los derechos de las personas no sean violados por los Estados.
D. Rafael Lara puntualizó el fracaso rotundo de las políticas migratorias Europeas, región a donde siguen viniendo un numero similar año tras año y desde la que se externaliza la vigilancia a países emisores o de tránsito. Pero no sólo se pone dificultades a la inmigración irregular, según el Sr. Boza, la UE no recibe inmigración pobre, le pone trabas y mira para otro lado a una realidad de la civilización, que, como dijo Sr. Verdú se verá exponencialmente sometida a los desastres medioambientales que harán mella los recursos naturales de millones de empobrecidos sureños y de los que incluso perderán el territorio donde vivir. Es un escenario al que el Derecho Internacional ha de enfrentar con rapidez.
El Parlamento Europeo cifra en 20.000 los desaparecidos en el Mediterráneo, quizás este mar, tan importante para el desarrollo de las civilizaciones, no haya visto nunca tanta muerte por el fenómeno migratorio.
Manuel Fanega Guijarro es criminólogo especialista en Derechos Humanos. Becado para la Universidad de Oklahoma.
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