«Tomar a los franceses por imbéciles; eso no funcionará». La frase del célebre juez anticorrupción francés Renaud Van Ruymbecke, pronunciada ante el Palacio de Justicia de París, sonó ayer como un latigazo de advertencia a Nicolas Sarkozy. Una protesta masiva y unánime de la magistratura, con una huelga en todo el país, sancionó el intento […]
«Tomar a los franceses por imbéciles; eso no funcionará». La frase del célebre juez anticorrupción francés Renaud Van Ruymbecke, pronunciada ante el Palacio de Justicia de París, sonó ayer como un latigazo de advertencia a Nicolas Sarkozy. Una protesta masiva y unánime de la magistratura, con una huelga en todo el país, sancionó el intento del presidente francés de convertir un suceso espantoso, el asesinato de una joven, en una comidilla populista antimagistrados.
La práctica totalidad de los casi 200 tribunales franceses estuvo paralizada ayer por la protesta organizada por los dos principales sindicatos, la Unión Sindical de Magistrados (considerada de derecha), y el Sindicato de la Magistratura (considerado de izquierda). En paralelo, varias marchas reunieron a jueces y fiscales, y en el caso de varias ciudades, como París y Nantes, los apiñaron por miles.
El origen del pulso, insisten los magistrados, no es político. «Nuestra reunión no es más que la consecuencia de una agresión : la perpetrada por Sarkozy», clamó el coordinador de la protesta de París. ¿Agresión de un presidente de la República, en principio, según la Constitución, garante de la Justicia y número uno del Consejo Superior de la Magistratura? Efectivamente, eso es lo que pretenden los jueces.
Hace casi tres semanas, una muchacha, Laëtitia, desapareció en la región de Nantes. Tras varios días de suspense, las fuerzas del orden dieron con un sospechoso que parecía haber estado en tratos con ella antes de su desaparición. Cuando se supo que el individuo tenía un pasado penal, y estaba libre, todas las lenguas se desataron.
Cuando se encontró el cuerpo sin vida de la chica, ahí fue la lengua de Sarkozy la que se desató públicamente. Sin miramientos hacia la presunción de inocencia y hacia las garantías procesales, sin investigación sobre responsabilidades, espetó que había habido «disfunciones graves de policías y magistrados», y que estos serían «sancionados».
Fue la gota que colmó el vaso de una magistratura que ha visto reducidos sus presupuestos y sus dotaciones en medios y material, y de unos jueces que, como recordaba ayer uno de los huelguistas, «ven 160 casos en una tarde y divorcian a 60 parejas en una mañana». La ira es tal que hasta los jueces de la Corte de Casación, tribunal supremo francés, sacaron un comunicado para expresar su «preocupación» por el nuevo intento populista protagonizado por Sarkozy para recuperar audiencia.
Un chivo expiatorio
Ayer hubo la primera señal de que este intento de encontrar un chivo expiatorio de Sarkozy los jueces va por el mismo camino de fracaso que los anteriores intentos identidad nacional, burka, jóvenes de la periferia, romaníes, jóvenes naturalizados franceses. Un primer sondeo indica que el 65% de los franceses apoya a los magistrados en esta pelea, y menos del 25% a Sarkozy. El rechazo al presidente conservador, ya patente en las clases populares desde las huelgas de octubre pasado, se extiende a las clases medias.
Sarkozy intervino anoche en un programa de televisión, en el que contestaba a las preguntas de nueve ciudadanos. El presidente aprovechó la plataforma para ajustar mejor el tiro errado contra los jueces. «Les tengo un gran respeto [a los jueces]», aseguró Sarkozy, y para dar peso a sus buenas intenciones recordó que él había sido abogado.
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