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La lección de coherencia marxista de Georges Labica

Fuentes: Rebelión

Traducción, Joan Tafalla

» La clase obrera ya no existe. Pero se las meten todas en la jeta «.

» El comunismo es el único contraveneno, el único antídoto, el único remedio,

la única alternativa a la sociedad de explotación,

al capitalismo que nunca ha tenido ni tendrá rostro humano.

Los parias de la tierra saben que cada vez son más

y que cada vez son más parias. Solo los cabrones no están con ellos

y es de ese modo como se les reconoce. «

 

Estos aforismos, extraídos de una de sus últimas obras, Démocratie et révolution, (Le temps des cerises, 2002), dan el tono de una voz singular de la persona que nos acaba de dejar y que permanece como la figura de uno de los raros intelectuales marxistas y comunistas que, en Francia, en ha sabido, sin renegar, mantener el rumbo en medio de la tempestad desencadenada por el capitalismo mundializado. De entrada Georges Labica es esa voz que no deja jamás de apelar al pensamiento, a la filosofía, particularmente a su pertenencia al mundo, el estado de este mundo y la privación de humanidad a que está sometida las masa de seres humanos que viven en este mundo. Labica es el investigador de otra vía para un comunismo de este mundo y de este tiempo. Ese el hilo conductor de una obra considerable: una quincena de libros, una quincena de direcciones de obras y no sé cuántos artículos y contribuciones diversas a coloquios y a revistas tanto en Francia como en el plano internacional. Un día deberemos proceder al estudio de toda esta profusión.

Formado en el estudio de Marx a través de la lectura de Henri Lefevbre y de Louis Althusser – a quienes se abstuvo de oponer uno al otro -, Labica no cedió nunca en la cuestión del aporte irreducible de Marx, y en la cuestión de la aportación de los marxistas críticos y revolucionarios, aportaciones que consideraba inseparables. Para Labica, la necesaria reevaluación crítica de Lenin, de Mao y de Castro nunca significó el abandono y la vuelta al redil de un social- liberalismo remozado en el baño mediático rejuvenecedor o empapado en los santos óleos de una civilidad substitutiva.

Esta toma de partido por la crítica marxiana de la sociedad capitalista camina unida con el análisis de nuestro mundo desde la perspectiva de una militancia anti-colonialista y anti-imperialista que él actualizó muy pronto durante la guerra de Argelia y durante sus estancias en este país donde él encontró a su mujer, Nadya. A menudo se olvida que Georges Labica, empezó su vida de investigador estudiando a los pensadores árabes antiguos que pretendían una visión racionalista de la historia y de la filosofía como Ibn Kaldhoun, ( La Mukkadima, Le rationnalisme d’ Ibn Kaldoun y Polítique et religión chez Ibn Kaldoun, Alger 1969) e Ibn Tufail, ( Ibn Tufail, el filósofo sin amo, Alger, 1969). Labica toma la clase obrera en la multiplicidad de sus formas y nunca separada respecto de los pueblos oprimidos. Marx, reactualizado en aquella época por la intervención decisiva de Louis Althusser, dio su base teórica a esta toma de partido ético y político y obligará Labica a una explicación con la filosofía que guiará toda su obra futura. En su tesis de doctorado de filosofía que le valió de ser nombrado tempranamente profesor asociado y más adelante profesor en la universidad de París X-Nanterre,Labica se interroga sobre La statut marxiste de la philosophie (Complexe-PUF, 1977). Estudia la salida de la filosofía a la que procedió el joven Marx entre 1841 y 1848, y la ruptura epistemológica que teoriza entonces Althusser. Marx no trata de elaborar otra filosofía que significase la unidad del materialismo histórico o ciencia de las leyes objetivas de la historia y del materialismo dialéctico definido como concepción general de las leyes del pensamiento, de la naturaleza y de la historia. Para empezar, Labica recusa una síntesis imposible que fue defendida por el marxismo-leninismo soviético y que se transformó en la verdad oficial, en la vulgata difundida ampliamente por el Partido comunista francés en sus escuelas.

Esta crítica fue recogida y desarrollada en Le marxisme-leninisme, elements pour une critique (Éd. B. Huisman, 1984). Esa es la base de la polémica permanente que Labica mantuvo con Lucien Sève quien intentaba entonces de dar una versión aceptable de una filosofía marxista materialista y dialéctica. Para Labica, la filosofía sufre perpetuamente la tentación de constituirse en modo de representación autónomo, en un fin en sí, y de olvidar su pertenencia al mundo histórico de las luchas y de los conflictos. O la filosofía niega esta atadura o bien procede a una apología más o menos indirecta del estado actual del mundo en provecho de la dominación. Se transforma en la ideología del teórico. No se trata tanto de una filosofía marxista como de la práctica y del estatuto marxista de la filosofía. La filosofía es invitada a proceder a la crítica permanente de su devenir permanente en ideología de estado o de partido. Esta práctica elabora una posición que permite defender y de ensanchar el saber de la historia que se hace, y eso en un sentido no-économicista resueltamente abierto a un relanzamiento político e ideológico de las luchas de clase y de las masas subalternas. Esta interpretación político- polémica de la filosofía explica también por qué Labica no se no se acercó a Gramsci, que conocía bien pero cuya interpretación social-liberal entonces dada por los intelectuales dominantes del Partido Comunista italiano, temía. Prefirió el comunismo crítico de Antonio Labriola a una filosofía de la praxis que corría el riesgo de llevar al absoluto la idea de concepción del mundo. Así es como organizó el primer coloquio consagrado al pensador italiano Labriola. D’un siècle à l’autre en 1985, actas publicadas en Meridien -Klinksieck en 1988. Estas posiciones fueron reafirmadas en la misma época por el notable estudio de 1987 consagrado a Karl Marx, Les Thèses sur Feuerbach (PUF).

Labica esperó durante mucho tiempo que el PCF, en las filas del cual militó en la base hasta el final de los años 1970 y comienzo de los años 1980, fuera capaz de corregirse y de abandonar el peso del estalinismo sin salir de su crisis por una vía social-reformista, sin alinearse en el fetichismo de una democracia representativa pura. Como Althusser, creía en la necesidad de una salida de izquierda del estalinismo y es en este espíritu que participó en los acontecimientos de 1968 y reforzó su relación con las luchas anti-imperialistas, en sintonía con Samir Amin y con otros intelectuales militantes del Tercer mundo a quienes no cesó nunca de frecuentar en la búsqueda de un nuevo internacionalismo.

Dejó el PCF después de haber tañido la señal de alarma frente a las ambigüedades de la política del programa común, especialmente con E. Balibar, G., Bois y J.-P.Lefebvre en Ouvrons la fenêtre cammarades! En 1979 (Maspéro). Siguió sin embargo su actividad política en diversos círculos de reflexión y de iniciativas alrededor de las revistas como Critique communiste, Utopie critique o las ediciones Le Temps des cerises. Consagró sobre todo gran parte de su energía a reunir las voces más diversas de los marxismos convertidos en elementos activos de la cultura durante el período 1961-1980. Se reveló así como un gran organizador de la cultura teórica y política. Dirigirá un centro de investigación (CNRS) de filosofía política, económica y social ( nótese la interrelación entre estas disciplinas) entonces único en su género en la universidad de Nanterre hasta su baja por jubilación. Éste Centro organizó numerosos coloquios y fue marcado por un liberalismo intelectual real.

Firme en sus convicciones teóricas y políticas, Labica mostró una notable anchura de miras acogiendo todas las orientaciones del pensamiento crítico, esperando trabajar para el relanzamiento de una nueva teoría crítica articulada sobre Marx y los clásicos, pero abierta y sin sectarismo. Ayudó a numerosos investigadores a darse a conocer y a trabajar. Es dentro de este equipo que se formó inicialmente antes de autonomizarse la revista Actuel Marx dirigida por Jacques Bidet y por un tiempo también por Jacques Texier. Esta revista continua este trabajo de refundación teórica y política. El núcleo de esta tentativa de elaboración de un marxismo (auto)crítico llega en 1982 con la elaboración y a la publicación del Dictionnaire critique du marxisme, en codirección con Gérard Bensussan, en PUF, traducido en muchas lenguas y muchas veces reeditada, disponible, en versión económica (PUF, Cuadriga). Esta obra, aún indispensable, ha reunido un centenar de colaboradores diversos y ha permitido no sólo poner el punto sobre los conceptos principales elaborados por Marx y los mejores de los marxistas, si no también rehabilitar figuras sometidas al silencio por la ortodoxia estalinista. Esta obra marcó un viraje al tiempo al tiempo que quedó atrapada en una paradoja irónica. El Diccionario constituyó un viraje porque permite un balance de lo que fue la investigación marxista en Francia cuando se esperaba que se abriera, tras 1968 una nueva vía revolucionaria o poderosamente reformadora. Pero este viraje se ha invertido convirtiéndose en paradoja porque en Francia empezaba entonces la contrarrevolución liberal, enmascarada en primer lugar por el reformismo sin reformas de Mitterrand y del Partido socialista, acompañada por la furiosa campaña antitotalitaria que reúne fuerzas liberales pro-capitalistas y una izquierda denominada «moderna». El movimiento post-moderno prevaleció entonces sobre el marxismo, al tiempo que se agotaba finalmente el comunismo soviético. Muchos marxistas operaron un viraje teórico social-liberal más o menos social en provecho de una democracia ciudadana tan charlatana como impotente ante el ascenso de los racismos y de los etnicismos, ella, liquidación del Welfare State, la contrarrevolución iniciada por un capitalismo mundializado a partir de entonces, sin adversarios. El empeño de Labica se encontró a contrapié : iniciado como una ofensiva teórica y política de renovación del marxismo y del comunismo, Labica se encontró enfrentado a la tarea ingrata y difícil de organizar una retirada estratégica para evitar la disgregación total de las fuerzas de contestación inspirada del marxismo comunista. En ese momento, manifestó una firmeza de alma realmente estoica y rechazó el descanso. Prosiguió su reflexión comprendiendo la novedad de un capitalismo universalizado despiadado y alertando sobre su poder de destrucción. Es esta resistencia testaruda, esta lección de coherencia militante la que se expresa en particular en las dos últimas obras que publicó, la colección de artículos que es Démocratie et révolutión, (Le temps des cerises, 2002), y el estudio sistemático Théorie de la violence (Città-del-Sole & Vrin, 2007). Estas dos obras son, de alguna manera, el testamento que nos entrega. Labica que siempre tomó en serio a Lenin, no fue nunca antidemocrático. Por el contrario, pensaba que la actual democracia es una oligarquía que deja las manos libres a las fuerzas políticas y económicas dominantes y que sólo es posible renovarla con el impulso de una revolución esclarecida por los estragos provocados por el déficit democrático de la experiencia soviética. No hay democracia sin revolución, pero no hay revolución sin una democracia de masas. Luego es preciso volver a plantearse la cuestión de la violencia. Si bien es cierto que a menudo la contra-violencia legítima de las clases y pueblos explotados no ha podido evitar un excesivo de violencia incontrolable e injustificable, es preciso no olvidar inversamente la violencia inaudita e infinitamente superior del sistema capitalista que llega hasta el límite de lo intolerable. Es este el recordatorio saludable que lanzaba ya el hermoso estudio de 1990 Robespierre, une politique de la philosophie (PUF, Philosophies) que hacía algo más que rehabilitar la figura del revolucionario que descubre al filósofo del derecho natural radical, próximo en esta cuastión a Ernst Bloch, un autor, particularmente querido de Labica.

Georges Labica es un pensador y un militante animado por la pasión política el más íntegra y más integral. De algún modo ha intentado dar al marxismo y a su política de pueblo lo que Maquiavelo y Lenin han dado a la política, su filosofía, inmanente. Unos han hecho valer que su crítica de la filosofía se desarrolló con cierta indiferencia hacia los momentos fuertes de la investigación filosófica del siglo pasado, con un escepticismo relativo ante las construcciones teóricas, lejos de una construcción filosófica sistemática. Es una cuestión a debatir tomando en cuenta los elementos más significativos del pensamiento en Francia y del extranjero que fueron pasados bajo el silencio. Labica no produjo una filosofía en el sentido de Sartre, de Merleau-Ponty, de Badiou, de Deleuze, de Derrida,, de Balibar, de Nancy, de Castoriadis, de Foucault. No elaboró una teoría en el sentido de Bourdieu, de Habermas, de Bidé, en cambio ejerció una función de recuerdo saludable ante ciertos olvidos o derivas.

Frente a quienes dicen justamente que no todo está en Marx, Georges Labica recuerda incansablemente también a justo título que nada se puede hacer sin Marx, sin una renovación de la crítica de la sociedad civil capitalista mundializada. Lo que continua siendo una idea verdadera, cada vez más verdadera. Labica desconfía de los bricolages filosóficos eclécticos, de las síntesis prematuras que quieren tapar los agujeros por donde la realidad nos hiere y nos desafía. Vayamos más lejos. Labica no es por eso un anti-filósofo como polémicamente ha dado a entender. Siempre manifestó un respeto teórico y político hacia la obra de Henri Lefebvre que contribuyó a rehabilitar y a reeditar, especialmente escribiendo una introducción a una nueva edición de la Métaphilosophie de este último. ¿ No habría que buscar lo que fue la filosofía de Labica, una filosofía abierta sobre la transformación de los campos épistémicos y de los campos políticos? El estudio serio de los manuscritos aún inéditos puede reservar sorpresas. Deseemos un inicio rápido de ese estudio.

En cualquier caso, ¡ Muchas gracias, Georges, por tu coherencia teórica y política en estos tiempos difíciles!