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Europa absuelve a Italia por las medidas contra los gitanos. Antes la había condenado.

La marcha atrás de Europa

Fuentes: Il Manifesto

Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti

La absolución de las medidas que adoptó el gobierno Berlusconi contra los gitanos por parte del Comisario europeo de Justicia Barrot nada tiene de sorprendente, lo mismo que la precedente «condena» del Comisario de Igualdad de Oportunidades,  Vladimir Spidla, o la del Parlamento Europeo. En todo caso, la esquizofrenia de los juicios sobre la actuación del ministro del Interior Maroni refleja perfectamente la realidad de las instituciones europeas. Hay un parlamento en Estrasburgo que legisla asuntos secundarios y que como mucho dispone de poder para indicar y manifestar que los comisarios son o no de su agrado (como cuando lo de Buttiglione) y hay una Comisión, que, en sustancia, es la expresión de los gobiernos europeos, que toma las decisiones que cuentan. Luego, en la comisión, operan comisarios con sensibilidades ligeramente distintas, aunque formen parte del mismo espectro político, hoy en gran parte de derecha.

No cabía lugar a dudas de que, antes o después, Europa se iba a alinear con las decisiones del gobierno italiano. Y aquí es mejor no alimentar equívocos. Barrot es un hombre del presidente francés Sarkozy, y por tanto, espontáneamente filo-maroniano, pero la línea dura sobre inmigración implica también al «bueno» de Zapatero, exactamente igual que a los «duros» de los gobiernos de derecha. El Partido Democrático se jacta hoy de haber conseguido que se eliminen referencias «étnicas o raciales» de las fichas de identificación de los gitanos y otros individuos. (En realidad es sólo cuestión cosmética, una pequeña contribución a lo políticamente correcto que sirve para tener la conciencia en paz o para presentarse inmaculados en la fiesta «democrática»). La realidad de los hechos es que en la democrática Europa los derechos humanos de las minorías en peligro se violan tranquilamente: lo dice el novelista Le Carré y lo dice la Iglesia católica (que está descubriendo cómo rellenar los horribles vacíos de eso que llaman cultura liberal). Cientos de centros de permanencia en los que los extranjeros desaparecen durante meses y meses, total indiferencia por los miles de ahogados en el Mediterráneo, ausencia de una legislación común sobre derecho de asilo, vejaciones y muertes cotidianas en las prisiones, comisarías de policía y aeropuertos. Naturalmente, cada gobierno nacional aporta su punto de creatividad. Muchos se han alegrado de que, aunque tarde, Italia haya reconocido las fechorías coloniales en Libia. Lástima que en el complejo trueque entre Berlusconi y el nuevo adalid de los derechos humanos, Ghadafi (dinero y autopistas a cambio de gas) hayan entrado también los clandestinos. Quienes sean detenidos por las patrullas libias, quienes sean repatriados por vía aérea a África tendrán que alegrarse mientras yerran por el desierto o se pudren en las cárceles de Ghadafi. Así está el mundo. Apagada la indignación por las huellas de los niños y por los asaltos a los campos de gitanos, lo que queda es el hecho banal de que para sobrevivir en Europa -cuna de las libertades y los derechos civiles- si no eres ciudadano europeo, tienes que estar identificable en todo momento, disponer de una dirección en la que te puedan detener, dejar que se te incauten de las bolsas de piel y que te monten en el primer avión que te conduzca al punto de partida sin protestar.

Que te paguen un tercio respecto a los nativos, que para ti no existan los contratos y que tengas que obedecer a cualquiera sin chistar son detalles de poco cuento. Esta es nuestra libertad, amigo mío, libertad que defendemos contra ti gracias a nuestros gobiernos iluminados, llámense Barroso, Berlusconi, Sarkozy o Zapatero.

Fuente: http://www.ilmanifesto.it/Quotidiano-archivio/06-Settembre-2008/art5.html

Nota: 11-10-04 El Parlamento Europeo rechaza la nominación de Rocco Buttiglione para formar parte de la Comisión Europea. Los eurodiputados condenan sus declaraciones sobre el matrimonio y la homosexualidad