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Entrevista con Franck Gaudichaud, profesor de Civilización hispano-americana en la Universidad Grenoble 3

La marmita latinoamericana

Fuentes: L’Humanité/Revue Volcans

El panorama de América Latina y sus evoluciones políticas, económicas y sociales, con motivo de la publicación de una obra colectiva titulada «El Volcán latinoamericano». Traducido por Caty R.

El volcán latinoamericano nunca ha dejado de despertarse al compás de la historia, pero la fuerza de su impacto no ha sido siempre la misma. ¿Cómo podemos calificar el período actual, evaluarlo y situarlo en los procesos en curso? Bajo la dirección del profesor universitario Franck Gaudichaud, una obra colectiva que agrupa a una veintena de especialistas de Europa, América Latina y Estados Unidos, intenta presentar ante el público francés un enfoque nítido de las izquierdas, los movimientos sociales y el neoliberalismo en América Latina. «Con el punto común, señala Franck Gaudichaud, de un análisis crítico de las percepciones efectistas que leemos demasiado a menudo en los medios de comunicación, este trabajo se ocupa de la profusión de las movilizaciones colectivas y de los intentos de construcción de alternativas. Pretendemos mostrar una visión de la complejidad de los procesos en curso evitando las imágenes tópicas de una América Latina unánimemente rebelde o de un giro homogéneo a la izquierda».

¿Cómo se le ocurrió la idea de hacer una obra colectiva sobre las izquierdas en América Latina?

En primer lugar, esta obra tiene el objetivo de proporcionar al público francés una aproximación clara y sintética de las izquierdas, de los movimientos sociales y del neoliberalismo en América Latina. Reunimos a una veintena de autores de Europa, América Latina y Estados Unidos, con el punto en común de una visión crítica de los análisis al uso dominantes con respecto a América Latina, tanto en la prensa como en las ciencias sociales. En este trabajo colectivo pretendemos descifrar las movilizaciones colectivas y las múltiples resistencias del «volcán latinoamericano», así como los intentos de construcción de alternativas al modelo neoliberal. Y sobre todo, quería dar una visión compleja de este nuevo panorama, con el fin de evitar el escollo de una percepción europea errónea o romántica, que describe una América Latina unánimemente rebelde o revolucionaria. El libro intenta mostrar toda la fuerza de las posibilidades y además explicar las contradicciones del proceso. También se trata de dar cuenta de una variedad de experiencias.

A menudo se tacha a dirigentes latinoamericanos como Chávez o Morales de «populistas» ¿Qué oculta este término?

Precisamente el partido que toma el libro es eliminar ese tipo de terminología que quiere abarcar todo y en definitiva no dice nada… Como propone el sociólogo Marc Saint-Upéry, quizás sería necesario establecer una prórroga sobre la palabra «populismo», palabra mágica o demoníaca según los distintos puntos de vista, que se utiliza fundamentalmente para descalificar cualquier intento de salida de la lógica neoliberal o se emplea de forma mecánica con el fin de criticar cualquier proyecto radical que sobrepase los límites de lo que algunos llaman la izquierda «moderna» o «pragmática»: una izquierda a menudo «social liberal» en realidad… Este último es el caso de Chile con Michelle Bachelet o de Brasil, con un Lula que aparece como hechizado de repente por la dialéctica del capitalismo financiero. En Europa, cualquier política de redistribución o retórica antiimperialista se califica inmediatamente como una enésima vuelta del » populismo» latinoamericano. Sin embargo, más bien estamos asistiendo a la aparición, en países como Bolivia, Ecuador o Venezuela, de elecciones democráticas de gobiernos de tipo nacionalistas progresistas, con acentos efectivamente antiimperialistas, en un proceso, según mi opinión, muy positivo, en gran parte gracias a los movimientos sociales que los apoyan pero que también los critican cuando es necesario.

Se habla de «giro a la izquierda» en América Latina ¿Qué opina?

El giro a la izquierda no es unánime y está lejos de ser homogéneo. Si observamos Colombia, México, El Salvador, Honduras y Guatemala, estos países siguen en manos de los conservadores. Pero existe una clara erosión de la derecha y la apertura de un espacio en favor de las luchas sociales y las izquierdas, en plural. Los distintos ejecutivos que han pasado a la izquierda son la traducción, en el terreno político, de un decenio de movilizaciones. Dentro de este giro, que no es unánime, existen varias izquierdas, algunas se adaptaron a la opción neoliberal y otras tienden a oponerse, algunos autores avanzan incluso la idea de » miles» de izquierdas latinoamericanas. En ese marco existen numerosas movilizaciones colectivas que alimentan las reflexiones de los militantes sobre las alternativas.

Los puntos fuertes del panorama latinoamericano son precisamente las dinámicas de participación y organización popular que se han llevado a cabo durante los últimos años: resurgimiento las luchas indígenas, medios de comunicación comunitarios, «juntas de buen gobierno» zapatistas, fábricas autogestionadas en Argentina, movilizaciones sociales y del medio ambiente (especialmente para la reivindicación del control de los recursos naturales como el agua o los hidrocarburos), renacimiento de un sindicalismo de clase (en Venezuela, entre otros), experiencia de la comunidad de Oaxaca en México o las nuevas resistencias de los estudiantes en Chile. En este sentido, se establecen experiencias democráticas «desde abajo» y hacen que se escuche su voz en el plano político. Una cuestión esencial es la articulación entre el campo de los movimientos sociales y el poder oficial.

El último capítulo del libro se refiere a la reflexión sobre el «socialismo del siglo XXI», lanzado por Chávez. Según los países, las respuestas son divergentes. ¿Es posible cambiar el mundo sin tomar el poder, como pudo afirmar John Holloway? No lo creo. Actualmente, el nuevo ciclo sociopolítico latinoamericano reabre el debate estratégico de cómo cambiar el mundo tomando el poder. Incluso los zapatistas ampliaron su reivindicación de autonomía indígena desde «la otra campaña», llamando a la construcción de una izquierda antiliberal y anticapitalista.

En Venezuela, después de diez años de experiencia bolivariana, ¿qué balance se puede hacer?

Indiscutiblemente existen numerosos aspectos muy positivos, con la puesta en movimiento de la sociedad y la politización de sectores excluidos durante mucho tiempo por los planteamientos coloniales y racistas del poder. Chávez ha dado una nueva dignidad a esas fracciones populares. Favoreció su inclusión social con múltiples «misiones» y promovió su participación, especialmente en los consejos comunales. Pase lo que pase, esos logros esenciales no se perderán. Desde el punto de vista de la urgencia social, la pobreza se redujo claramente, igual que el desempleo, pero queda mucho por hacer en el plano económico. El proceso va lento en lo que concierne a la diversificación industrial, la reforma agraria y la soberanía alimentaria.

Pero sobre todo, para que el discurso sobre el «socialismo del siglo XXI» empiece a tomar forma, es la cuestión de la redistribución de las riquezas y el control democrático de los grandes medios de producción lo que debe establecerse. Y a este respecto, dentro del gobierno de Chávez, se pueden señalar numerosas contradicciones. Una prueba es el caso reciente de la acería Sidor, cuarta productora de América Latina. Su nacionalización, muy beneficiosa, se ha hecho gracias a semanas de movilizaciones de los trabajadores, a pesar de la represión de la huelga y contra el ministro de Trabajo José Ramón Rivero. Finalmente tuvo que intervenir Chávez.

En el plano internacional, gracias al petróleo, Venezuela puede llevar una ofensiva regional audaz, aunque con algunas vacilaciones. Ya que al mismo tiempo que Chávez ha lanzado el ALBA, sigue también integrado en Mercosur, es decir, una visión mucho más liberal de la integración económica. Más globalmente, en el ámbito continental, el pragmatismo está claro en los nuevos gobiernos de izquierda: las nacionalizaciones con indemnizaciones y renegociaciones de contratos con las multinacionales parecen la norma, más que la reivindicación de las expropiaciones controladas por los trabajadores en los años 70.

El presidente boliviano, Evo Morales, también tropieza con dificultades. ¿Por qué?

Bolivia está al borde de la balcanización, con una oligarquía blanca y racista muy activa, apoyada por el embajador de EEUU, Philip Goldberg. Todavía Evo Morales tiene el apoyo de los movimientos sociales, en particular, indígena y cocalero, a raíz de la «guerra del agua» y «del gas». Los protagonistas sociales, especialmente la Central obrera boliviana (COB) no se detienen, sin embargo, a la hora de señalar ciertos límites del gobierno, bien sea en relación con la Asamblea Constituyente o sobre la actitud gubernamental conciliadora con la derecha y los independentistas de Santa Cruz. Por supuesto, desde Europa, toda nuestra solidaridad es indispensable con Morales y el proceso democrático boliviano. Pero para los bolivianos, la cuestión se refiere más a hacer una elección entre apoyarse en los movimientos sociales para avanzar o buscar negociaciones con la derecha, moderando la dinámica económica y social. En este contexto, la relación de fuerza internacional es esencial para comprobar cuáles son los márgenes reales de maniobra de un país como Bolivia.

Al contrario, otros países como Chile, optaron claramente por el modelo liberal…

El modelo chileno es el laboratorio de la «no alternativa», de la aplicación, por los gobiernos de la «concertación», del modelo liberal instaurado por los Chicago Boys durante la dictadura de Pinochet y la alineación con la política de Bush.

A riesgo de esquematizar demasiado, existen actualmente tres tipos de regímenes en América Latina, aparte de Cuba: junto a la alternativa conservadora y pro estadounidense de Uribe en Colombia, se encuentra un segundo bloque de países que defiende ciertas posiciones de autonomía parcial de sus burguesías (entre ellos Brasil) y que se podrían calificar como «social-liberales». Y, por fin, un último grupo de tipo nacionalista radical que se enfrenta en varios puntos a las elites locales. No es sorprendente, ya que estos países (Bolivia, Ecuador, Venezuela) son los que vivieron los grandes movimientos de resistencia y participación, especialmente indígena en los dos primeros.

¿Qué opina de Brasil?

En mi opinión, Brasil es la gran derrota de la izquierda latinoamericana. En este país-continente, octavo o noveno de la economía mundial, si hubiese existido una dinámica de radicalización como la de Venezuela, el contexto regional sería completamente diferente. Lo que Frei Betto llamó la «mosca azul» del poder, o sea la social liberalización del PT, es una pesada carga en las espaldas del movimiento de los sin tierra, el movimiento social más importante del continente, y del resto de los países de la región. Precisamente porque Brasil es un «peso pesado» desde el punto de vista económico y político (algunos hablan del «subimperialismo» brasileño). Varios miembros del gobierno son neoliberales notorios, el jefe del banco central brasileño, los consejeros personales de Lula… piensan que Brasil debe defender sus «ventajas comparativas»: deforestan la selva amazónica, abren los capitales a Monsanto, a las multinacionales de los «agro negocios» con el fin de implantar las OGM para los biocombustibles. ¿Para «desarrollar» el país? En realidad es un mal desarrollo… Hay más de cuatro millones de campesinos sin tierra, mientras que un 3% de terratenientes acaparan la mayoría de la superficie de cultivo. La opción brasileña es regresiva cuando estamos hablando de motines del hambre y soberanía alimentaria.

Las relaciones con Europa y Estados Unidos también han evolucionado…

Siempre se habla del imperialismo de Estados unidos pero hay que subrayar que numerosos capitales extranjeros presentes en América Latina son europeos (españoles en particular). Las empresas europeas se han beneficiado ampliamente de las privatizaciones asumiendo el control de los recursos naturales, sistemas bancarios, telecomunicaciones, etc. Pero Estados Unidos nunca está muy lejos. En realidad hay una tendencia subyacente de rechazo a su dominación, el consenso de Washington está sobrepasado, el proyecto del ALCA ha fracasado y se van a cerrar algunas bases militares (en Ecuador), pero también asistimos a un nuevo despliegue, por ejemplo con el plan Colombia.

Existe una nueva distribución geopolítica al mismo tiempo que la implantación de multinacionales nunca había sido tan grande en la región: más que nunca se incluye a los países del sur en las cadenas productivas del norte y, en consecuencia, en situación de dependencia del sistema mundial. Cualquier alternativa deberá pasar por una ruptura con esa dependencia que significa endeudamiento, monocultivos, mal desarrollo y lógica destructora del medio ambiente. De ahí la importancia de este «volcán latinoamericano», de estas múltiples resistencias y experiencias democráticas radicales que pretendemos descifrar en este libro colectivo y de las cuales tenemos mucho que aprender los europeos.

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Mosaicos de experiencias. A propósito del libro Le Volcan latino-américain

América Latina es múltiple y compleja. Con tantas configuraciones políticas como países, este continente hace que se codee el gobierno más conservador y ultraliberal (Colombia) con el más radical, el más bolivariano (Venezuela). El libro colectivo Le Volcan latino-américain *, dirigido por Franck Gaudichaud, reúne las aportaciones de profesores, militantes asociativos y periodistas vinculados a las luchas sociales y políticas que se llevan a cabo en América Latina, que presentan una visión crítica, distanciada y fértil de las evoluciones sociopolíticas en curso. Los artículos son largos, lo que permite entender el conjunto de contradicciones propias de cada país, sin perder de vista el contexto regional. Un contexto vigilado de cerca no sólo en Estados Unidos, sino también en Europa, cuyas multinacionales están ampliamente establecidas en América Latina. Los diferentes asuntos se abordan por temas. En primer lugar, un enfoque continental. El artículo de James Petras, profesor de Sociología de la Universidad de Binghampton (Nueva York), recuerda las numerosas redes de influencia que conectan Estados Unidos y América Latina. Después, un bloque dedicado a las izquierdas pone en perspectiva los distintos grados de ruptura real con el modelo neoliberal, por medio de «mosaicos de experiencias» que van desde Cuba y sus alternativas de transición a un México que presenta una cara liberal, represiva y corrupta, y su otra cara, resistente y zapatista. Finalmente, la última parte abre un saludable debate sobre un socialismo del siglo XXI que se quiere democrático e igualitario.

*Le Volcan latino-américain. Gauches, mouvements sociaux et néolibéralisme en Amérique latine. bajo la dirección de Franck Gaudichaud. Ed. Textuel. Paris. 2008. 446 páginas (traducción al español en preparación). Este libro reúne los análisis de varios especialistas internacionales: Arturo Anguiano, Atilio Borón, Hervé Do Alto, Cédric Durand, Bernard Duterme, Jairo Estrada Álvarez, Thomas Fritz, Jules Falquet, Janette Habel, Claudio Katz, Edgardo Lander, Maurice Lemoine, Michael Löwy, Pablo Navarette, James Petras, Hélène Roux, Alexis Saludjian, Maristella Svampa y Eric Toussaint.

Ver: www.opalc.org/images//parution_la_volcan_latino_textuel%5B1%5D.pdf

– Ixchel Delaporte es periodista del diario francés L’Humanité.

– Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.

– Franck Gaudichaud es doctor en ciencias políticas y miembro del colectivo de Rebelión.org. Ver: http://rebelion.org/autores.php?tipo=5&id=59&inicio=0